El arte de la felicidad (23 page)

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Authors: Dalai Lama y Howard C. Cutler

Tags: #Ensayo

El siguiente paso en el camino del Dalai Lama hacia el cambio supone generar «decisión y entusiasmo». Estas actitudes también son señaladas por la ciencia occidental contemporánea como factores importantes para alcanzar los objetivos. El psicólogo educativo Benjamin Bloom estudió la vida de algunos de los artistas, atletas y científicos estadounidenses más destacados y descubrió que el impulso y la decisión, y no el talento natural, fue lo que les permitió triunfar. Por tanto, cabe concluir que también son factores determinantes en el arte de alcanzar la felicidad.

Los estudiosos del comportamiento han investigado ampliamente los mecanismos que inician, mantienen y dirigen nuestras actividades, lo que se ha denominado «motivación humana». Los psicólogos han identificado tres clases principales de motivación. La primera es la motivación primaria, impulso basado en las necesidades biológicas para sobrevivir. Incluye, por ejemplo, las necesidades de alimento, agua y aire. La segunda agrupa las necesidades de estímulo e información, que para algunos investigadores son innatas e intervienen en la maduración y el funcionamiento del sistema nervioso. Por último, tenemos las motivaciones secundarias, derivadas de necesidades e impulsos adquiridos. Muchas de ellas están relacionadas con la necesidad de éxito y poder, influidas por fuerzas sociales y configuradas por el aprendizaje. Es aquí donde las teorías de la psicología moderna se encuentran con el concepto del Dalai Lama de desarrollar "decisión v entusiasmo». En el sistema del Dalai Lama, sin embargo, el impulso y la decisión no se utilizan únicamente para buscar el éxito mundano, sino que se desarrollan a medida que se obtiene una comprensión más clara de los factores que conducen a la verdadera felicidad y se utilizan en la búsqueda de objetivos superiores, como la compasión y el crecimiento espiritual.

El «esfuerzo» es el último factor del cambio. El Dalai Lama lo caracteriza como un factor necesario para establecer un nuevo condicionamiento. La idea de que podemos cambiar nuestros comportamientos y pensamientos negativos mediante un nuevo condicionamiento no sólo es compartida por muchos psicólogos occidentales, sino que constituye el fundamento de la psicología conductista: las personas han aprendido a ser como son, de modo que adoptando nuevos condicionamientos se puede resolver una amplia gama de problemas.

Aunque la ciencia ha revelado recientemente que la predisposición genética de la persona tiene un papel muy claro en las respuestas del individuo ante el mundo, muchos psicólogos creen que buena parte de nuestra forma de comportamos, de pensar y de sentir viene determinada por el aprendizaje y el condicionamiento, es decir, por la educación y las fuerzas sociales y culturales. Y puesto que los comportamientos son reforzados por el hábito, se nos abre la posibilidad, tal como afirma el Dalai Lama, de erradicar el condicionamiento nocivo y sustituirlo por uno útil: la vida.

Realizar un esfuerzo continuado para cambiar el comportamiento no sólo es útil para superar los malos hábitos, sino también para cambiar nuestros sentimientos fundamentales. Los experimentos han demostrado que así como nuestras actitudes determinan nuestro comportamiento, idea comúnmente aceptada, el comportamiento también puede cambiar nuestras actitudes. Los investigadores han descubierto que gestos inducidos experimentalmente, como fruncir el entrecejo o sonreír, tienden a producir las correspondientes emociones de cólera o felicidad, lo que sugiere que el simple hecho de «hacer como si», sobre todo si se practica con frecuencia, puede producir finalmente un verdadero cambio interno. Esto avala las prácticas propugnadas por el Dalai Lama. Con el simple acto de ayudar regularmente a los demás, por ejemplo, aunque no nos sintamos particularmente altruistas, podemos desarrollar genuinos sentimientos de compasión.

EXPECTATIVAS REALISTAS

Para una verdadera transformación interna, afirma el Dalai Lama, es preciso realizar un esfuerzo continuado. Se trata de un proceso gradual. Esto contrasta agudamente con la proliferación de técnicas y terapias de autoayuda para «soluciones rápidas» que tanto se han popularizado en las últimas décadas en la cultura occidental, técnicas que van desde las «afirmaciones positivas» hasta el «descubrimiento del niño interior».

El Dalai Lama está convencido del tremendo y acaso ilimitado poder de la mente, pero de una mente que haya sido sistemáticamente entrenada y atemperada por años de experiencia y de sano razonamiento. Se necesita mucho tiempo para desarrollar el comportamiento y los hábitos mentales capaces de contribuir a solucionar nuestros problemas, así como para establecer los nuevos hábitos que trae consigo la felicidad. No hay forma de soslayar estos factores esenciales: determinación, esfuerzo y tiempo son las auténticas claves de la felicidad.

Al emprender el camino del cambio, es importante establecer expectativas razonables. Si fueran demasiado elevadas, nos estaríamos encaminando a una desilusión. Si son demasiado bajas pueden desalentar nuestra voluntad de enfrentamos a las limitaciones y desarrollar todo nuestro potencial. Después de nuestra conversación sobre el proceso de cambio, el Dalai Lama añadió:

—No debería perderse nunca de vista la importancia de mantener una actitud realista, de ser sensible y respetuoso ante la realidad de la situación a medida que se avanza por el camino de la transformación. Se deben reconocer las dificultades que se encuentren y que quizá se necesite tiempo y un esfuerzo coherente para superarlas. Es importante establecer una clara distinción entre los propios ideales y los métodos mediante los que se juzga el progreso. Para un budista, por ejemplo, el fin último es muy elevado: la plena iluminación. Pero esperar alcanzarla con rapidez es una expectativa desmesurada, que te lleva al desánimo y la desesperanza. Así pues, necesitas un enfoque realista. Por otro lado, si dices: «Me voy a concentrar en el aquí y el ahora; esto es lo práctico, debo olvidarme del futuro y la iluminación», estás en otra actitud extremada. Necesitamos una actitud intermedia. Necesitamos encontrar equilibrio.

»El tema de las expectativas es complicado. Las excesivas, sin fundamentos adecuados, acarrean problemas. Por otro lado, si no tienes expectativas y esperanza, si no tienes aspiraciones, no puede haber progreso. Por tanto, no resulta fácil encontrar el equilibrio adecuado.

Yo seguía abrigando dudas; aunque pudiéramos modificar algunos comportamientos y actitudes negativos con suficiente tiempo y esfuerzo, ¿hasta qué punto era realmente posible erradicar las emociones negativas? Decidí abordar el tema con el Dalai Lama.

—Para acercamos a una felicidad duradera, ha dicho usted, debemos eliminar nuestros comportamientos y estados mentales negativos, como la cólera, el odio, la avaricia… —El Dalai Lama asintió con un gesto—. Pero esas emociones son inherentes a nuestra constitución psíquica. Al parecer, todos los seres humanos experimentamos en mayor o menor grado esas oscuras emociones. Si eso es así, ¿es razonable detestar, negar y combatir a una parte de nosotros mismos? ¿Es correcto tratar de erradicar alguna parte de nuestra naturaleza?

—Sí, algunas personas sugieren que la cólera, el odio y otras emociones negativas son naturales e inamovibles. Pero eso es erróneo. Todos nosotros nacemos en un estado de ignorancia. La ignorancia, por lo tanto, también es natural. Pero, a medida que crecemos, adquirimos conocimientos a través de la educación y el aprendizaje, disipamos la ignorancia. Sin embargo, si permaneciéramos en un estado de ignorancia, sin desarrollar nuestro aprendizaje, no seríamos capaces de disipar la ignorancia. Del mismo modo, mediante una formación adecuada podemos reducir gradualmente nuestras emociones negativas y ampliar nuestros estados mentales positivos, como el amor, la compasión y el perdón.

—Pero si esas emociones forman parte de la psique, ¿cómo podemos tener éxito a la hora de luchar contra ellas?

—Para ello es útil saber cómo funciona la mente humana —contestó el Dalai Lama—. La mente es muy compleja y muy habilidosa. Es capaz de encontrar muchas formas de afrontar una gran variedad de situaciones. Para empezar, tiene capacidad de adoptar diferentes perspectivas.

»En la práctica budista se utiliza esta capacidad en meditaciones en las que se aíslan mentalmente diferentes aspectos de uno mismo, para luego establecer un diálogo entre ellos. Tenemos, por ejemplo, la meditación para intensificar el altruismo, en la que se establece un diálogo entre la actitud egocéntrica y la actitud de progreso espiritual. Por tanto, y a pesar de que rasgos negativos como el odio y la cólera forman parte de la mente, podemos embarcamos en la tarea de tomados como objetos externos y combatirlos.

»A menudo nos encontramos en situaciones en las que nos censuramos, y nos decimos: "Me he defraudado a mí mismo", y nos enfadamos. Así que también en esas ocasiones entablamos un diálogo con nosotros mismos, aunque en realidad seamos siempre un solo individuo. A pesar de ello, tiene sentido criticarse, enojarse con uno mismo, como todos sabemos por experiencia propia.

»Pues bien, aunque en realidad sólo hay un único ser individual, se pueden adoptar dos perspectivas diferentes. ¿Qué es lo que ocurre cuando uno se critica? El "yo" que critica lo hace desde una perspectiva totalizadora de la persona, mientras que el "yo" criticado es uno mismo en una experiencia concreta. Así es posible esta relación del "si mismo con el sí mismo".

»Cabe añadir que es útil reflexionar sobre los diversos aspectos de la Identidad personal. Tomemos como ejemplo un monje tibetano. Ese individuo puede construir su identidad desde la perspectiva de ser monje: "Yo mismo como monje". Y también puede experimentar su identidad basándose en su origen étnico, como tibetano, de modo que puede decir: "Soy tibetano". Y puede tener otra identidad en la que la condición monacal y el origen étnico no jueguen un papel importante. Puede pensar: "Soy un ser humano". Tenemos por tanto perspectivas diferentes de la identidad personal.

»Esto indica que cuando nos relacionamos conceptualmente con algo, podemos observar un mismo fenómeno desde muchos ángulos diferentes, y que esta capacidad es bastante selectiva; podemos enfocar la atención en un aspecto de ese fenómeno y adoptar una perspectiva determinada. Esta facultad es muy importante cuando queremos identificar y eliminar ciertos aspectos negativos en nosotros o intensificar los rasgos positivos: con ella podemos aislar las partes que tratamos de eliminar o contra las que queremos luchar.

»Pero entonces, surge una cuestión muy importante: aunque podemos enfrentarnos a la cólera, el odio y los demás estados negativos de la mente, ¿qué garantía tenemos de que es posible vencerlos?

»Al hablar de estos estados negativos de la mente, debería señalar que me refiero a lo que nosotros llamamos
nyon mong
en tibetano, o
klesha
en sánscrito. Este término significa literalmente "aquello que aflige desde dentro". A menudo se traduce como "ilusiones". La etimología de la palabra tibetana
nyon mong
nos indica que se trata de algo emocional y cognitivo que aflige a nuestra mente, destruye nuestra paz mental o nos produce una perturbación psíquica. Si observamos atentamente, será fácil reconocer la naturaleza de estas "ilusiones" por su tendencia a destruir nuestra calma. Pero en cambio es mucho más difícil descubrir si podemos superarlas. Esto se relaciona directamente con la posibilidad de activar todo nuestro potencial espiritual, que es un tema muy serio y de arduo tratamiento.

»Así pues, ¿qué argumentos tenemos para creer que estas emociones destructivas o "ilusiones" pueden ser eliminadas de nuestra mente? En el pensamiento budista, tenemos tres premisa s sobre ello.

»La primera afirma que todos los estados "ilusorios" de la mente, todas las emociones y pensamientos destructivos son distorsiones, porque se apoyan en percepciones erróneas de la realidad. Por muy poderosas que sean, esas emociones carecen de fundamento válido; se basan en la ignorancia. Por otro lado, todas las emociones o estados positivos de la mente, como el amor y la compasión, tienen una base muy sólida. Cuando la mente experimenta estos estados positivos, no hay distorsión, ya que están fundados en la realidad, pueden ser verificados por nuestra experiencia. Pero no ocurre lo mismo en el caso de las emociones destructivas, como la cólera y el odio. Además, los estados positivos pueden ser potenciados continuamente, siempre y cuando realicemos prácticas regulares.

—¿Puede explicarme a qué se refiere al decir que los estados positivos de la mente tienen una «base sólida» mientras que los estados negativos carecen de ella? —le interrumpí.

—Tomemos la compasión, por ejemplo. Se empieza por reconocer que no se desea sufrir y que se tiene derecho a alcanzar la felicidad. Eso se puede verificar. Se reconoce a continuación que las demás personas, como uno mismo, tampoco desean sufrir y también tienen derecho a alcanzar la felicidad. Ya se tiene la base para generar compasión.

»Esencialmente, hay dos clases de emociones o estados de la mente: las positivas y negativas. Una forma de clasificar estas emociones sería considerar si pueden ser justificadas. Antes por ejemplo, al analizar el deseo, vimos que hay algunos negativos. El deseo de satisfacer las necesidades básicas es positivo. Es justificable. Se basa en el hecho de que todos existimos y tenemos derecho a sobrevivir. Así pues, ese deseo tiene un fundamento sólido. Los deseos negativos, como por ejemplo la avaricia, no poseen bases sólidas, y a menudo no hacen sino crear problemas y complicamos la vida. La avaricia obedece al descontento, a pesar de que las cosas que se desean no son realmente necesarias.

El Dalai Lama continuó su examen de la mente humana con la misma escrupulosidad que pudiera emplear un botánico para clasificar especies raras.

—Eso nos lleva a la segunda premisa sobre la que se basa la afirmación de que podemos erradicar las emociones negativas. Establece que los estados positivos de la mente pueden actuar como antídoto contra !as tendencias negativas y los estados ilusorios. Por consiguiente utilizando y potenciando los estados positivos, los antídotos, reduciremos la presencia de los estados negativos.

»En la práctica budista, ciertas cualidades mentales positivas como la paciencia, la tolerancia y la amabilidad, pueden actuar como antídotos específicos contra la cólera, el odio y el apego. Antídotos como el amor y la compasión reducen de modo significativo las aflicciones mentales, pero su especificidad los convierte en medidas parciales. Las emociones destructivas se encuentran en último término enraizadas en la ignorancia, es decir, en la concepción errónea de la naturaleza de la realidad. En consecuencia, todas las confesiones budistas parecen coincidir en que, para superar plenamente todas las tendencias negativas, tenemos que aplicar el antídoto contra la ignorancia, es decir, el "factor sabiduría". Eso es indispensable. Ese "factor sabiduría" supone crear percepción de la verdadera naturaleza de la realidad.

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