»Hemos explorado formas de desarrollar paciencia y tolerancia para desprendemos de la cólera y el odio; se trata de métodos como utilizar el razonamiento para analizar la situación, adoptar una perspectiva más amplia y buscar otros ángulos desde los que considerarla. Un resultado final, un producto de la paciencia y la tolerancia, es el perdón. Cuando se es realmente paciente y tolerante, el perdón se produce de modo natural.
»Aunque quizá haya experimentado muchos episodios negativos en el pasado, con el desarrollo de la paciencia y la tolerancia es posible desprenderse de su cólera y resentimiento. Si se analiza la situación, se da uno cuenta de que el pasado es el pasado, de modo que no sirve de nada sentir cólera y odio, ya que eso no cambiará la situación, sino que únicamente provocará una perturbación dentro de la propia mente y causará una continuada desdicha. Claro que se puede recordar lo ocurrido. Olvidar y perdonar son dos cosas muy distintas. No hay nada erróneo en recordar esos acontecimientos negativos; si se tiene una mente aguda, siempre se recuerda. —Se echó a reír—. Creo que Buda lo recordaba todo. Pero con el desarrollo de la paciencia y la tolerancia, es posible desprendernos de los sentimientos negativos asociados a los acontecimientos.
MEDITACIONES SOBRE LA CÓLERA
En muchas de estas entrevistas, el principal método del Dalai Lama para superar la cólera y el odio suponía el uso del razonamiento y el análisis para investigar sus causas, así como la comprensión para combatir estos estados mentales nocivos. En cierto sentido, este enfoque puede considerarse como el uso de la lógica para neutralizar la cólera y el odio, por un lado, y para cultivar los antídotos de la paciencia y la tolerancia, por el otro. Pero ésta no es su única técnica. En sus charlas públicas complementó su análisis ofreciendo instrucciones sobre cómo realizar las dos meditaciones siguientes, sencillas pero que resultan efectivas como ayuda.
Meditación sobre la cólera: ejercicio 1
—Imaginemos una situación en la que alguien a quien se conoce muy bien, alguien que está cerca de nosotros o nos es muy querido, pierde el control de sí mismo. Supongamos también que ocurre durante una relación muy enojosa o en una situación en la que sucede algo que nos altera personalmente. La persona está tan enfadada que pierde la compostura, emite vibraciones muy negativas y hasta llega a golpearse a sí misma o a romper objetos.
»Reflexionemos sobre los efectos inmediatos de la cólera sobre dicha persona. Se observará que se produce una transformación física. Esa persona a la que usted se siente próximo, que le gusta, la misma que le proporcionó placer en el pasado, se transforma ahora en alguien feo, incluso físicamente hablando. La razón por la que creo que se debe visualizar esta situación con alguna otra persona es por que resulta más fácil ver los defectos de los demás que los propios. Así pues, utilizando su imaginación, efectúese esta visualización durante unos minutos.
»Al final de ella, analice la situación y enumere sus aplicaciones a su propia experiencia. Comprenda que en muchas ocasiones usted también se ha encontrado en esta misma situación. Tome la resolución de no permitirse jamás caer en un estado tan intenso de cólera y odio porque, si lo hace, se encontrará en la misma situación. También sufrirá las consecuencias: perderá la paz mental y la compostura, adoptará ese aspecto físico tan feo, etcétera. Así que, una vez que haya tomado la decisión, y durante los últimos minutos de la meditación, concentre la atención de la mente sobre esa conclusión; entonces, sin analizar nada más, deje que su mente mantenga la resolución de no caer nunca bajo la influencia de la cólera y el odio.
Meditación sobre la cólera: ejercicio 2
—Realicemos otra meditación utilizando la visualización. Empiece por visualizar a alguien a quien deteste, alguien que le moleste, que le cause multitud de problemas o que le ponga los nervios de punta. A continuación, imagínese una situación en la que la persona le irrite, haga algo que le ofenda o le moleste. En su imaginación, al visualizarlo, permitirá que surja su respuesta natural; limítese a dejarla fluir con naturalidad. Perciba entonces cómo se siente, observe si eso acelera los latidos de su corazón, etcétera. Examine si se siente cómodo o incómodo; vea si puede sentirse inmediatamente más pacífico o si desarrolla una actitud mental de incomodidad. Juzgue por sí mismo, investigue. Así, durante unos minutos, tres o cuatro quizá, juzgue y experimente. Y luego, al final de su investigación, si descubre que «Sí, no sirve de nada permitir que se desarrolle la irritación, porque pierdo inmediatamente mi paz mental», dígase a sí mismo: «Nunca volveré a hacerlo en el futuro». Consolide esa determinación. Finalmente, y durante los últimos minutos del ejercicio, centre por completo la mente en esa conclusión o determinación. Esa es la meditación.
El Dalai Lama se detuvo por un momento y observó al público que llenaba la sala, compuesto por sinceros estudiantes que se preparaban para practicar esta meditación. Entonces, se echó a reír y añadió:
—Creo que si tuviera la facultad cognitiva, la habilidad o la clara conciencia necesaria para leer las mentes de las personas, se produciría aquí un gran espectáculo.
Hubo una oleada de risas que se extendieron por la sala y que se apagaron con rapidez, mientras los presentes iniciábamos la meditación, empezando por el serio asunto de batallar contra la cólera.
Se ha calculado que, durante el transcurso de una vida, al menos uno de cada cuatro estadounidenses padecerán un grado de ansiedad o preocupación lo bastante grave como para confirmar los diagnósticos sobre trastornos de este tipo. Pero incluso aquellos que no sufran nunca un estado patológico o incapacitador de ansiedad, experimentarán en uno u otro momento niveles excesivos de preocupación que no sirven a ningún propósito útil y que no hacen sino resquebrajar su felicidad e interferir en su capacidad para alcanzar objetivos.
El cerebro humano está equipado con un complicado sistema de registro de emociones como temor y preocupación. Este sistema cumple una función importante: nos moviliza para responder al peligro, poniendo en movimiento una compleja secuencia de acontecimientos bioquímicos y fisiológicos. La faceta adaptativa de la preocupación es que nos permite anticiparnos al peligro y tomar medidas. Por tanto, algunos tipos de temor y un razonable nivel de preocupación pueden ser saludables. No obstante, estos sentimientos pueden persistir y hasta experimentar una escalada sin que haya una auténtica amenaza; cuando llegan a ser desproporcionadamente intensos respecto a cualquier peligro real, terminan por perder su cualidad. Lo mismo que la cólera y el odio, la ansiedad y la preocupación excesivas pueden tener efectos devastadores sobre la mente y el cuerpo, convertirse en fuente de mucho sufrimiento psicológico e incluso de enfermedades físicas. Al llegar a cierto nivel, la ansiedad crónica puede dificultar el juicio, aumentar la irritabilidad y obstaculizar la eficacia. También puede conducir a problemas físicos, incluido el debilitamiento del sistema inmunológico ante enfermedades cardíacas, trastornos gastrointestinales, fatiga, tensión y dolor muscular. Se ha demostrado, por ejemplo, que los trastornos de ansiedad provocaban atrofia del crecimiento en las niñas adolescentes.
Al buscar estrategias para afrontar la ansiedad debemos considerar que, como señala el Dalai Lama, hay muchos factores que contribuyen a ella. En algunos casos puede tener un fuerte componente biológico. Algunas personas parecen sufrir una cierta vulnerabilidad neurológica que les inclina a este estado. Recientemente, los científicos han descubierto un gen vinculado a personas con tendencia a la ansiedad y el pensamiento negativo, aunque no todos los casos de preocupación enfermiza son de origen genético, y hay pocas dudas de que el aprendizaje y el condicionamiento tienen un papel importante en su etiología.
Pero, al margen de que nuestra ansiedad sea predominantemente de origen físico o psicológico, lo cierto es que podemos hacer algo. En los casos más graves de ansiedad, la medicación suele ser una parte del tratamiento eficaz. Pero la mayoría de nosotros, acuciados por preocupaciones y ansiedades cotidianas, no necesitamos medicación. Generalmente, los expertos en el campo del control de la ansiedad tienen la sensación ,de que lo mejor es un enfoque multidimensional. Eso incluiría, en primer lugar, descartar una patología subyacente como causa de nuestra ansiedad. También resulta útil mejorar nuestra salud física, mediante dieta y ejercicio adecuados. Tal como ha resaltado el Dalai Lama, cultivar la compasión y profundizar nuestra conexión con los demás puede promover una buena higiene mental y ayudar a combatir los estados de ansiedad.
No obstante, en la búsqueda de estrategias para superar la ansiedad, hay una técnica que destaca como particularmente efectiva: la intervención cognitiva. Se trata de uno de los principales métodos utilizados por el Dalai Lama para superar las preocupaciones y ansiedades diarias. Esta técnica, en la que se aplica el mismo procedimiento utilizado para la cólera y el odio, supone enfrentarse activamente a los pensamientos generadores de ansiedad y sustituidos con pensamientos y actitudes positivas y bien razonadas.
Debido a la omnipresencia de la ansiedad en nuestra cultura, sentía verdaderas ganas de plantearle el tema al Dalai Lama para saber cómo lo afrontaba. Precisamente aquel día tuvo un programa particularmente apretado y noté cómo aumentaba mi propio nivel de ansiedad cuando, momentos antes de nuestra entrevista, fui informado por su secretario de que nuestra conversación tendría que ser breve. Presionado por el tiempo y preocupado por no poder abordar todos los temas que deseaba discutir, me senté rápidamente y empecé a preguntar, volviendo a mi tendencia de tratar de obtener respuestas sencillas por su parte.
—Como sabe, el temor y la ansiedad pueden ser un obstáculo para alcanzar nuestros objetivos, tanto si son externos como si son de mejora interior. En psiquiatría tenemos varios métodos para abordar estos problemas, pero siento curiosidad por saber cuál es, desde su punto de vista, la mejor forma de superarlos.
Resistiéndose a mi invitación de simplificar en exceso la cuestión, el Dalai Lama contestó con su característico enfoque meticuloso.
—Al enfrentarnos al miedo, creo que lo primero que tenemos que hacer es reconocer que hay muchos tipos distintos de él. Algunas clases de temor son muy genuinas y se basan en razones sólidas, como el temor a la violencia o al derramamiento de sangre. Es evidente que esas cosas son temibles. También existe el temor a las consecuencias a largo plazo de nuestras acciones negativas, el temor al sufrimiento, a nuestras emociones negativas, como el odio. Creo que estas son clases correctas de temor, ya que contribuyen a situamos en el camino correcto y nos ayudan a convertirnos en personas de corazón cálido.—Se detuvo un momento para reflexionar y musitó—: Aunque en cierto sentido estas son clases de temor, creo que quizá haya alguna diferencia entre temer estas cosas y el hecho de que la mente perciba la naturaleza destructiva de ellas…
De nuevo calló un momento, como si deliberase algo consigo mismo, mientras yo lanzaba miradas furtivas hacia mi reloj. Estaba claro que él no se sentía presionado por el tiempo como yo. Finalmente, siguió hablando con una actitud pausada.
—Por otro lado, algunas clases de temor son subjetivas; se basan principalmente en proyecciones mentales; por ejemplo, los temores infantiles —se echó a reír—; cuando yo era joven y pasaba por un lugar oscuro, especialmente por algunos de los salones oscuros del Potala, sentía miedo; éste era consecuencia de una proyección mental. O como cuando era joven y los barrenderos y las personas que me cuidaban me advertían siempre que había un búho que atrapaba a los niños pequeños y se los comía —el Dalai Lama se echó a reír todavía más—. ¡Y yo me lo creía!
»Hay otros tipos de temor basados en la subjetividad —siguió diciendo—. Cuando, por ejemplo, se tienen sentimientos negativos debido a la propia situación psicológica, se pueden proyectar tales sentimientos sobre otro, que entonces se nos muestra como negativo y hostil. Como consecuencia de ello, se experimenta miedo. Creo que esa clase de temor está relacionada con el odio y surge como creación mental. Así que, al tratar con el temor, hay que utilizar primero la facultad de razonar y tratar de descubrir si tiene una base lógica.
—Bueno —le dije—, en lugar de un temor intenso o concentrado en un individuo o situación específica, muchos de nosotros nos sentimos agobiados por una preocupación más difusa acerca de una amplia variedad de problemas cotidianos. ¿Tiene alguna sugerencia acerca de cómo tratar eso?
El Dalai Lama asintió con la cabeza, antes de responder.
—Uno de los métodos que personalmente me parece útil para reducir esa clase de preocupación consiste en cultivar el siguiente pensamiento: si la situación o problema puede remediarse, no hay necesidad de preocuparse. En otras palabras, si existe una solución o una forma de salir de la dificultad, no habría necesidad de sentirse abrumado por ella. La acción apropiada, por tanto, es la de buscar su solución. Es más sensato dedicar la energía a concentrarse en la solución que preocuparse por el problema. Por otro lado, si no hay forma de encontrar una solución, si no hay posibilidad de resolverla, tampoco sirve de nada preocuparnos por ella, puesto que, de todos modos, tampoco podemos hacer nada. En tal caso, cuanto antes se acepte ese hecho, tanto más fáciles serán las cosas. Esta fórmula, claro está, supone abordar directamente el problema. De otro modo, no podremos descubrir si hay una solución o no.
—¿Y si el pensar así no contribuye a aliviar la ansiedad?
—Bueno, entonces quizá haya necesidad de reflexionar un poco más sobre estos pensamientos y reforzar estas ideas, para recordarlas. En cualquier caso, creo que este enfoque puede ayudar a reducir la ansiedad y la preocupación, lo que no significa que vaya a funcionar siempre. Si uno se enfrenta con una ansiedad, creo que hay que considerar la situación específica que plantea. Hay diferentes tipos de ansiedad y diferentes causas. Algunos tipos de ansiedad o de nerviosismo podrían tener causas biológicas; a algunas personas, por ejemplo, les sudan las palmas de las manos, lo que, según el sistema médico tibetano, indicaría la existencia de un desequilibrio en los niveles de la energía sutil. Algunos tipos de ansiedad pueden tener raíces biológicas, lo mismo que algunos tipos de depresión, para los que quizá sea útil el tratamiento médico. Así que, para afrontar la ansiedad con eficacia, hay que ver de qué clase es y cual es su causa.