El Camino de las Sombras (33 page)

Durante un rato no vio nada salvo un resplandor deslumbrante. Su espada había desaparecido. Parpadeó y fue recuperando poco a poco la visión. Estaba boca abajo en el suelo con un estante despedazado, tumbado entre restos de frascos hechos añicos y hierbas desperdigadas.

Oyó un gruñido del grandullón, y luego unos pasos. Kylar se quedó quieto, sin tener que fingir mucho para parecer incapacitado. A unos centímetros de la nariz, poco a poco fue capaz de distinguir algunas de las plantas. Semilla de pronwi, capullo de ubdal, raíz de milenrama. Ese estante debería tener... Allí estaba, cerca de su mano: delicada semilla de tuntun, molida en polvo. Si se aspiraba, provocaba hemorragias en los pulmones.

Los pasos se acercaron y Kylar se puso en movimiento: giró hacia un lado y lanzó el polvo de tuntun trazando un arco. Se puso en pie y desenfundó un par de cuchillos largos.

—Basta, Caminante de las Sombras.

El aire se coaguló en torno a Kylar como una gelatina. Intentó saltar a un lado, pero la gelatina se volvió dura como la roca.

Los dos hombres observaron a Kylar a través de la nube de semilla de tuntun que pendía, paralizada, en el aire.

La montaña rubia cruzó unos brazos como rollos de carne sobre el pecho.

—No me digas que te esperabas esto, Dorian —dijo al otro hombre con un gruñido.

Su amigo sonrió.

—Pues no parece gran cosa, ¿verdad? —siguió diciendo la Montaña.

El hombre más menudo, Dorian, llevaba una barba corta morena bajo sus intensos ojos azules; tenía la nariz afilada y una dentadura blanca y rectilínea. Estiró el brazo y atrapó entre dos dedos un poco del polvo de tuntun que flotaba en el aire. Pelo negro algo aceitado, ojos azules y piel blanca. Khalidorano, sin duda. Él era el brujo.

—No seas mal perdedor, Feir. La cosa habría pintado mal para ti si no hubiese roto su espada.

Feir puso cara de pocos amigos.

—A mí me parece que podía defenderme.

—En realidad, si no hubiese intervenido, ahora mismo nuestro amigo se estaría preguntando cómo mover un cadáver tan grande. Y eso sin su Talento.

Eso provocó un gruñido descontento. El hombre más pequeño hizo un gesto de la mano y el polvo de tuntun cayó al suelo en un pulcro montoncillo. Observó a Kylar y los lazos que lo inmovilizaban se desplazaron para obligarlo a ponerse en pie, con las manos pegadas a los costados, aunque todavía sostuviesen los cuchillos.

—¿Así estás más cómodo? —preguntó. Sin esperar ninguna respuesta, tocó la mano de Kylar con un solo dedo y lo miró fijamente, como si lo abriera en canal con los ojos. Arrugó la frente— . Mira esto —le dijo a Feir.

Feir aceptó la mano que Dorian le puso en el hombro y contempló al joven de la misma manera. Kylar esperó sin saber qué decir o hacer, con la cabeza llena de preguntas que no estaba seguro de si debía pronunciar.

Al cabo de un rato largo, Feir dijo:

—¿Dónde está su conducto? Casi parece formado, como si hubiese un hueco para... —Soltó el aire de golpe—. Por la Luz, debería ser...

—Terrorífico. Sí —dijo Dorian—. Es un ka'karifer nato. Pero eso no es lo que me preocupa. Mira esto.

Kylar sintió que algo se retorcía en su interior. Era como si lo estuviesen volviendo de dentro afuera. No sabía lo que veía Feir en él, pero sin duda lo asustaba. Su rostro permaneció impasible, pero a Kylar no se le escapó la repentina tensión en sus músculos, el leve tufillo del miedo en el aire.

—Aquí hay algo que se me resiste —dijo el de los ojos claros—. La corriente me está venciendo. El Embozado en Sombras empeora las cosas.

—No sigas por ahí —dijo Feir—. Quédate conmigo.

Kylar sintió que desaparecía lo que fuera que lo había abierto en canal, aunque su cuerpo seguía inmovilizado. Dorian se tambaleó hacia atrás sobre sus talones y las manos rollizas de Feir lo agarraron de los hombros para sostenerlo.

—¿Qué me habéis llamado? ¿Quiénes sois? —exigió saber Kylar.

Dorian esbozó una sonrisa y recuperó el equilibrio como si lo hiciera a base de puro buen humor.

—¿Y tú nos preguntas quiénes somos, Portador de Nombres? Ahora es Kylar, ¿no es así? Un juego de palabras en jaerano antiguo. Eso me gusta. ¿Fue tu sentido del humor o el de Blint? —Ante la expresión perpleja de Kylar, se respondió—: Parece que el de Blint.

Dorian volvió a mirar el interior de Kylar, como si allí hubiese una lista que estuviera leyendo.

—El Sin Nombre. Marati. Cwellar. Spex. Kylar. Hasta Kagé; ese no fue muy original, que digamos.

—¿Qué? —preguntó Kylar. Aquello era ridículo. ¿Quiénes eran esos hombres?

—Sa'kagé significa Señores de la Sombra —explicó Dorian—. Así, «Kagé» significa «Sombra», pero supongo que eso no fue culpa tuya. En cualquier caso, deberías ser más curioso. ¿Nunca se te ocurrió preguntarte por qué tus compañeros tenían nombres comunes como Jarl o Bim, o nombres de esclavo como Muñeca y Rata, mientras que a ti te tocó cargar con Azoth?

Kylar se quedó frío. Había oído que los brujos podían leer el pensamiento, pero nunca lo había creído. Y esos nombres. No era una lista al azar.

—Sois brujos. Los dos.

Feir y Dorian se miraron.

—Eso es cierto a medias —dijo Dorian.

—Un poco menos que a medias, en realidad —puntualizó Feir.

—Pero yo sí fui brujo ——dijo Dorian—. O, para ser más exactos, un meister. Si tienes la desgracia de encontrarte algún día con uno, quizá prefieras no usar un apelativo insultante.

—¿Qué sois? —preguntó Kylar.

—Amigos —dijo Dorian—. Hemos viajado desde muy lejos para ayudarte. Bueno, no solo para ayudarte, sino para ayudarte a ti y...

—Y hemos venido a un gran coste personal y a un riesgo aún mayor —interrumpió Feir mientras fulminaba a Dorian con la mirada.

—Esperamos que no te quepa duda de que podríamos matarte. De que, si quisiéramos hacerte daño, ya podríamos habértelo hecho —dijo Dorian.

—Matar no es la única manera de hacer daño. Eso un ejecutor lo sabe —observó Kylar.

Dorian sonrió, pero Feir todavía parecía no tenerlas todas consigo. Kylar sintió que las ataduras se soltaban. Eso lo puso nervioso. Habían visto lo rápido que podía moverse y aun así lo liberaban, armado.

—Permíteme que nos presentemos —dijo Dorian—. Este es Feir Cousat, llamado a ser el espadero más famoso de todo Midcyru. Es un vy'sana y maestro de armas del segundo grado.

«Estupendo.»

—¿Y tú? —preguntó Kylar.

—No te lo vas a creer. —Dorian estaba disfrutando con aquello.

—Inténtalo.

—Soy un sa'seurano y un hoth'salar, y en un tiempo fui un vürdmeister de la duodécima
shu'ra
.

—Impresionante. —Kylar no tenía ni idea de lo que significaba nada de todo eso.

—Lo que debería importarte es que soy un profeta. Me llamo Dorian —dijo este con su acento khalidorano natal—. Dorian Ursuul.

—Tenías razón —dijo Feir—. No te cree.

Aparte de un descuido, lo único que podía matar a un ejecutor eran otros ejecutores, los magos y los brujos. A ojos de Blint, los brujos eran los peores. No había descuidado la educación de Kylar.

—Déjame verte los brazos —dijo.

—Ajá, conque te han hablado del vir —contestó Dorian—. ¿Qué sabes al respecto? —Se arremangó hasta los codos. No tenía marcas en los brazos.

—Sé que todos los brujos los tienen, que crecen en consonancia con su poder y que su grado de intrincamiento es indicativo del nivel de maestría del brujo —recitó Kylar.

—No lo hagas, Dorian —aconsejó Feir—. No pienso perderte por esto. Dile las palabras y larguémonos de aquí.

Dorian no le hizo caso.

—Solo los hombres y las mujeres con Talento pueden usar el vir. Es más fácil de manipular y más poderoso que el Talento. También es terriblemente adictivo y, para quien se atreva a hablar en absolutos morales como yo, maligno —dijo Dorian, con los ojos brillantes fijos en Kylar—. A diferencia del Talento, que puede ser bueno o malo como cualquier talento, es perverso en sí mismo y corrompe a quien lo usa. Tener marcados a todos los meisters se ha demostrado útil para mi familia, de modo que lo están. Mis antepasados nunca vieron motivo para que nosotros mismos estuviéramos marcados a menos que así lo deseáramos. Los Ursuul pueden hacer que su vir desaparezca a su antojo, siempre que no lo estén usando.

—Blint debió de saltarse esa lección —dijo Kylar.

—Pues es una pena. Somos los vürdmeisters más peligrosos que puedas imaginarte.

—Dorian, dile las palabras y punto. Vamos a...

—¡Feir! —exclamó Dorian—. Silencio. Ya sabes qué hacer.

El grandullón obedeció, al tiempo que echaba una mirada furibunda a Kylar.

—Kylar —dijo Dorian—, le estás pidiendo a un alcohólico que ha dejado de beber que se tome una copita de vino. Esto me supondrá semanas de tormento. Feir tendrá que vigilarme a todas horas para asegurarse de que no me dejo llevar por esa locura. Pero tú lo vales.

Feir apretó los labios, pero no pronunció palabra.

Dorian extendió los brazos, y un resplandor los recorrió. Mientras Kylar los miraba, pareció que las venas del interior se estuviesen retorciendo, como si lucharan por salir a la superficie de la piel. Entonces, rápidamente, afloraron todas a la vez. Los brazos de Dorian se volvieron negros como si se estuviesen aplicando, unos encima de otros, un millón de tatuajes nuevos. Se entretejía una capa sobre otra, todas distintas, entrelazadas con las de arriba y las de abajo, oscuro sobre claro mientras por encima surgía otra más oscura todavía. Era hermoso y terrorífico. El vir se movía hinchado de poder, no solo con los brazos de Dorian sino por su cuenta. Parecía ansioso por liberarse de los confines de la piel. La oscuridad del vir se extendió a la habitación, y Kylar estuvo seguro de que no eran imaginaciones: estaba absorbiendo la luz de la sala.

Las pupilas de Dorian se dilataron hasta reducir los iris azules a un finísimo contorno. Un júbilo feroz se apoderó de su cara, que parecía diez años más joven. El vir empezó a inflarse con un audible crepitar.

Feir alzó a Dorian como un hombre normal podría coger a un muñeco y lo sacudió con violencia. Lo zarandeó sin parar. Habría resultado cómico si Kylar no hubiese tenido demasiado miedo para moverse. Feir siguió zarandeando a su amigo hasta que desapareció el poder que había oscurecido la habitación. Entonces depositó a Dorian en una silla.

El hombre gimió y de repente volvió a parecer frágil y más mayor. Habló sin levantar la cabeza.

—Me alegro de que estés convencido, Caminante de las Sombras.

Lo había convencido, pero eso Dorian no podía saberlo.

—¿Cómo sé que no ha sido una ilusión? —preguntó Kylar.

—Las ilusiones no absorben la luz. Las ilusiones... —dijo Feir.

—Solo está siendo cabezota, Feir. Se lo cree. —Dorian echó un vistazo a Kylar y apartó la vista enseguida. Gimió—. Uf, ahora ni siquiera puedo mirarte. Todos tus futuros... —Cerró los ojos con fuerza.

—¿Qué quieres de mí? —preguntó Kylar.

—Puedo ver el futuro, Sin Nombre, pero soy tan solo un humano, de modo que rezo por poder equivocarme. Rezo por estar equivocado. Según todo lo que veo, si no matas a Durzo Blint mañana, Khalidor tomará Cenaria. Si no lo haces pasado mañana, todo aquel al que amas morirá. Tu conde del Sa'kagé, el shinga, tus amigos viejos y nuevos, todos ellos. Si haces lo correcto una vez, te costará años de remordimientos. Si haces lo correcto dos veces, te costará la vida.

—¿De eso se trata? ¿Todo esto no es más que un montaje para que traicione al maestro Blint? ¿Creyeron vuestros amos que me lo tragaría? —exclamó Kylar—. Uy, sí, habéis descubierto mucho sobre mí, debe de haber costado una fortuna comprar toda esa información.

Dorian alzó una mano cansada.

—No te pido que te lo creas todo ahora. Es demasiado de golpe. Lo siento. Ahora piensas que somos khalidoranos y que queremos que traiciones a Blint para que no pueda detenernos. A lo mejor esto te convence de que te equivocas: lo que te suplico por encima de cualquier otra cosa es que mates a mi hermano. No le dejes conseguir el ka'kari.

Kylar se sintió como si le acabasen de clavar un aguijón.

—¿El qué?

—Feir —dijo Dorian—, pronuncia las palabras que hemos venido a pronunciar.

—Pregunta a Mama K —recitó Feir.

Kylar sacudió la cabeza.

—¡Un momento! ¿Qué? ¿Que le pregunte por el ka'kari?

—Pregunta a Mama K —repitió Feir.

—¿Qué pasa con tu hermano, quién es?

—Si te lo digo ahora, perderás cuando te enfrentes a él. —Dorian negó con la cabeza, pero siguió sin mirar a Kylar—. Maldito sea este poder. ¿De qué sirve si no puedo decírtelo de una manera en que lo entiendas? Kylar, si el tiempo es un río, la mayoría viven sumergidos. Algunos se asoman a la superficie y pueden adivinar lo que pasará a continuación o entender el pasado. Yo soy diferente. Cuando no me concentro, me despego del flujo del tiempo. Mi consciencia flota por encima del río. Veo mil veces mil senderos. Pregúntame dónde caerá una hoja, y no sabré decírtelo. Hay demasiadas posibilidades. Hay tanto ruido que es como si intentara seguir una gota de lluvia que cayera de las nubes a un lago y después se precipitara por una catarata, y luego tuviera que encontrarla dos leguas río abajo. Si puedo tocar a alguien o recitar unos versos, me concentro. A veces.

Dorian parecía mirar a través de la pared, perdido en un ensueño.

—A veces —prosiguió—, a veces, cuando trasciendo el río, empiezo a ver un patrón. Entonces deja de ser como agua y se convierte en un tejido hilado con todas las decisiones insignificantes de todos los campesinos, igual que con las grandes decisiones de los reyes. Cuando empiezo a aprehender la inmensidad e intrincamiento de esa urdimbre, mi mente comienza a desintegrarse.

Parpadeó y volvió los ojos hacia Kylar. Luego los entrecerró, como si le doliera con tan solo mirarle.

—A veces son meras imágenes, del todo inopinadas. Veo la angustia del joven que me observará morir, pero no sé quién es, cuándo sucederá ni por qué le importará. Sé que mañana un jarrón cuadrado te dará esperanzas. Veo una niña pequeña llorando sobre tu cuerpo. Intenta alejarte a rastras pero pesas demasiado. ¿Alejarte de qué? No lo sé.

Kylar sintió un escalofrío.

—¿Una niña? ¿Cuándo? —¿Sería Ilena, Drake?

—No sé decírtelo. Espera. —Dorian parpadeó y se le tensó la cara—. Vete, vete ya. ¡Pregunta a Mama K!

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