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Authors: Norman Mailer

Tags: #Policíaco

El fantasma de Harlot (148 page)

WILLIE: ¿Te fuiste?

MODENE: No. No lo permitió. Dave Powers debía mostrarme la Casa Blanca.

WILLIE: Estoy segura de que querían ver si podías controlarte. Habría sido el colmo que una belleza enloquecida saliera corriendo de la Casa Blanca y montara una escena en la avenida Pennsylvania.

MODENE: Veo que hoy estás muy ocurrente.

WILLIE: Lo siento.

MODENE: La visita fue dolorosa. David Powers debe de haberlo hecho tantas veces que me daban ganas de gritar. Era como trabajar en un vuelo con todos los asientos ocupados. Se demoró más de cuarenta y cinco minutos mostrándome el Salón Verde y el Salón Rojo y el Salón Oval y el Salón del Este.

WILLIE: ¿Te acuerdas de algo?

MODENE: Por supuesto. «La elegancia es el fruto de la racionalidad».

WILLIE: ¿Qué?

MODENE: «La elegancia es el fruto de la racionalidad». Eso me lo dijo en el Salón del Este, mientras me hablaba de sus nobles proporciones. Cuando entramos en el Salón Oval, dijo: «Se lo emplea tradicionalmente para las bodas». Luego se puso a describir los distintos tonos de azul en que estuvo pintado a lo largo de los años. Originariamente, en tiempos del presidente Monroe, era rojo y dorado, pero Van Burén lo hizo pintar de azul cobalto, luego el presidente Grant lo cambió a azul violáceo, y la esposa de Chester Arthur lo hizo pintar de azul claro. La señora Harrison prefirió el azul cerúleo.

WILLIE: Tu memoria no tiene nada de malo.

MODENE: Gracias. El azul cerúleo de la señora Harrison era papel pintado.

WILLIE: Gracias.

MODENE: Y luego Teddy Roosevelt lo hizo pintar de azul acero.

WILLIE: Sorprendente.

MODENE: Estaba enferma. Quería irme.

Simpatizo con Modene. Los hombres no entendéis la importancia que le dan las mujeres a la serenidad cuando se sienten emocionalmente destrozadas. Apenas Modene llegó a su hotel, hizo las maletas y tomó el primer avión a Chicago.

Debo decirte que es entonces cuando comenzó su relación con Sam. Pero hoy no estoy lista para escribirte acerca de eso. Me sentiría más segura si primero respondieses esta carta.

Provisionalmente tuya,

ELSKALTBLUTIG

P. D. ¿Puedes creerlo? Éste, es uno de los apodos que me ha puesto Hugh. A mí, tan informe y excitable y acalorada por dentro como Lava Incipiente.

5

22 de octubre de 1961

Querida Lava Helada:

Si vamos a mantener correspondencia, me gustaría dejar a Modene de lado. ¿Podemos discutir otros asuntos? Por ejemplo, me gustaría oír tu teoría sobre el narcisismo. Créeme. ¿Por qué no me das una idea de lo que se trata? Espero que tus formulaciones sean aplicables a personas que conozco. Sí, y escribe todo lo que puedas sobre la psicopatía.

Con respecto a mí, estoy en un lugar extraño. Mi carrera se ha estancado. No soplan vientos favorables, aunque hay algún indicio de brisa. Cierro los ojos y veo que el ave que recorre mi cielo interior gira abruptamente para volar en la dirección por la que vino. Hace una hora me ha llamado tu marido. Debo encontrarme con él en Harvey's el sábado 28 de octubre a las siete de la tarde. Me ha dicho que a la cita acudirá el general Edwards Lansdale. Antes de colgar, tu buen Hugh me ha prometido que uno de los puntos de la agenda tiene que ver con un trabajo para mí. ¿Sabes que hay detrás de todo esto?

Tu

HARRY

26 de octubre de 1961

Querido Harry:

Responderé a tus preguntas luego. Primero, satisfaré tu curiosidad acerca del narcisismo y la psicopatía. Verás que eso conduce a algo que quiero decir acerca de ti y, más aún, acerca de mí. He aquí mi tesis sobre el narcisismo (¡un montón de conceptos!).

Para empezar, olvídate del concepto tan extendido de que un narcisista es una persona enamorada de sí misma. Eso nos aleja de lo esencial. El punto capital es que uno puede detestarse y seguir siendo narcisista. La clave del narcisismo reside en que uno es su propia pareja. La gente relativamente normal puede expresar una buena parte de su amor y "de su odio hacia los demás, mientras que el narcisista se siente aplastado por esos mismos sentimientos, porque en su interior Alfa y Omega libran una interminable guerra de trincheras. El ego busca una tregua consigo mismo que nunca se produce.

Donde mejor se evidencia esta incapacidad fundamental para relacionarse con los demás, es en una relación amorosa. Por más próximos y enamorados que puedan parecer dos narcisistas, la relación que establecen es sólo un reflejo de su decisión de estar enamorados, a la que subyace un vacío espiritual.

Sí, lo verdaderamente paradójico, Harry, es que no existe amor que pueda ser más intenso y a la vez tan lleno de angustia y dolor, como el de dos narcisistas. De él dependen muchas cosas. Porque si un narcisista logra entablar una relación íntima con otra persona, puede empezar a vivir en un mundo exterior. Es como el paso del onanismo a la cópula.

Respecto de la psicopatía, mi seguridad es menor. Está relacionada con el narcisismo, pero es diferente de una manera crítica. Si bien las demás personas nunca son tan reales para el psicópata como la lucha interna entre su Alfa y su Omega, la guerra de trincheras del narcisismo es remplazada por un combate cuerpo a cuerpo. Alfa y Omega se atacan mutuamente en un esfuerzo por hacerse con el poder absoluto en el menor tiempo posible. La condición que prevalece es la tensión, no la indiferencia. De hecho, esta tensión es tan grande que el psicópata puede hacer el amor y/o atacar a otros físicamente sin sentirse responsable de sus actos. Después de todo, el psicópata vive con el temor de no poder encontrar ninguna acción que haga disminuir su tensión. Por lo tanto, cualquier cosa que produzca alivio lleva aparejada su propia justificación. El alivio más rápido para el psicópata es la sensación de despegue causada por un cambio repentino de autoridad de Alfa a Omega. Ésa es la razón por la cual los psicópatas pueden ser personas encantadoras y de inmediato convertirse en salvajes.

Por supuesto, admito que la realidad nunca es tan simple como mis descripciones esquemáticas. En la vida, el psicópata y el narcisista tratan de parecerse más al otro. El narcisista quiere escapar de su indiferencia, busca actuar; el psicópata trata de lograr la indiferencia. Ambos son los dos polos de un espectro de personalidad desplazada que se extiende a través de una gama que va desde el narcisismo más hermético hasta la psicopatía más incontrolable y brutal. Un pequeño ejemplo. Tu Modene, según creo, empezó como una narcisista total; sus padres deben de haberla malcriado tanto que acabó por no contemplar otra cosa que a sí misma. Ahora, gracias a la ayuda de Sammy G., está en camino de convertirse en una psicópata.

No quiero que creas que soy crítica con los demás. Lo que digo de Modene puede aplicarse también, en cierta medida, a mí misma. Yo también soy hija única, y no creo que haya habido otra niña tan narcisista como yo. (Después de todo, ¿de qué otra manera podría haber concebido a Alfa y Omega de no haber convivido con ellos desde la infancia?) De modo que no juzgo a Modene; soy consciente de que a los narcisistas les atraen los psicópatas.

Curiosamente —aunque bien mirado no deja de ser lógico—, ambos comparten el vicio de la traición. El psicópata no puede hacer nada por evitar su comportamiento, en consecuencia, es incapaz de controlar la traición. (Eso queremos decir cuando hablamos de mentirosos psicopáticos.) Como el psicópata oscila entre Alfa y Omega más rápidamente que la mayoría de la gente, los dos se sienten autorizados para violar una promesa que el otro ha hecho hace una hora. El narcisista, más congestionado, tiende a explorar los matices de la traición en lugar de ponerla en práctica. No obstante, ese deseo frustrado de estallar siempre está presente. La traición es el medio de esa aceleración.

Me aproximo aquí a mi pasión íntima. Traicionar a Hugh. No carnalmente. Mi voto sexual es la armadura de mi cordura. Ignoro cómo lo sé, pero no transgredo mi juramento sexual. Sin embargo, el deseo de traicionarlo es intenso, y lo sublimo escribiéndote. Establezco un lazo contigo. Un enclave de dos. Me libera para otros propósitos.

Como ves, sospecho de mis propios deseos. El gran barco de esta nación no carece de timón, pero la brújula está desviada. No tienes idea de cómo nos afectó a los demás miembros de la Agencia el episodio de la bahía de Cochinos. Si precisamente nosotros somos incapaces de abrir un rumbo en la historia, entonces, ¿quién puede hacerlo? Se supone que servimos al presidente, pero la mayoría de nuestros presidentes tienen una luz interior tan débil que nos vemos obligados a tomar la iniciativa.

Ahora tenemos un presidente lleno de vida, capaz de reconocer los errores, humano, vanidoso, inteligente, deseoso de aprender y con un olfato agudo para detectar el equilibrio entre la prudencia y el riesgo. Es crucial que esté bien informado. Se lo merece. Se apoya —en un uno por ciento, ¿o exagero?— en los Montague. Sin embargo, ese uno por ciento es muy activo. Creo que está tan dispuesto a escucharnos tanto a mí como a Hugh. De modo que me parece que lo que sé por Hugh no es suficiente. Necesito más. Puedes decir que se debe a una profunda vanidad, pero una parte muy decidida de mi ser desea verme convertida en mi propio centro de inteligencia.

Es una locura, dirás. Demasiado rudimentario para la pequeña señorita Lava. Puedes estar seguro de que no es así. En esta maldita Agencia, la mitad de la gente tiene la misma pasión y la oculta en el mismo armario. Somos muy pocos los que estamos dispuestos a reconocerlo. Yo lo hago. Quiero saber qué está pasando. Quiero influir en la conducción del barco. A pesar de mis perversiones y defectos, me siento tan inteligente como mi mando, y con similar capacidad de discernimiento, y no hay nadie más sagaz que él en la Agencia o en este sagrado pantano de Washington, D. C.

Te preguntarás en qué puedes contribuir a nuestra sociedad de dos. En mucho, compañero. Ya me he ocupado de eso. Tenías razón. Tu carrera estaba verdaderamente estancada. El informe de Hunt sobre tu actuación en Zenith no fue por cierto una ayuda. Escribió que «esporádicamente» te mostrabas entusiasmado por tu trabajo, y que a menudo parecías distraído. Quizá se debiera a que pasabas el tiempo imaginándote con Modene en la cama. Ibas a la deriva.

Días atrás le dije a Hugh: «Debes hacer algo por Harry». Él me respondió: «No sé si quiero. Echó a perder el asunto BARBA AZUL». Era la primera vez que admitía que tú eras Charley Field.

Le hice notar que habías conseguido mucha información. Otros, en una operación tan mal ideada, habrían obtenido nada; ni siquiera un beso de la dama. Aun así, Hugh sostenía que no habías sabido sacar partido de tu posición. «Podría haber logrado mucho más — dijo—. Por otra parte, si estaba tan enamorado, careció de la integridad necesaria para decirme que archivara el asunto.»

¿Sabes? Creo que te aprecia, pero no se atreve a admitirlo. Hugh no aprueba el trabajo de nadie, pero tú eres su ahijado, y no lo olvida. Discutimos acerca de posibles trabajos, hasta que a él se le ocurrió uno que creo que es el indicado para ti. Servir de enlace entre Bill Harvey y el general Edward Lansdale en una nueva operación que se está gestando. Una vez más, el objetivo es Castro. No te imaginas lo importante que promete ser. Puedo decirte, confidencialmente, que se llama Mangosta en honor al feroz hurón de la India, famoso por su habilidad para matar ratas y víboras venenosas. MA/NGOSTA. MA se refiere al Lejano Oriente, y resulta conveniente que sea un dígrafo de los utilizados por el Pentágono y no uno de los nuestros. Helms lo escogió. Piensa que confundirá a nuestros agentes más curiosos. Pensarán que se trata de una operación conjunta con el Pentágono que tendrá lugar en Asia.

De hecho, Mangosta es supervisada por un grupo especial: Aumentado. El general Maxwell Taylor es el presidente, y representa a Bobby Kennedy. (Si Jack se pone nervioso cada vez que alguien menciona el nombre de Cuba, te diré que Bobby se pone frenético.) De modo que contamos con apoyos incondicionales. La idea es derrocar a Castro por cualquier medio o combinación de medios.

El general Lansdale está a cargo de Mangosta y, directamente bajo su mando, en representación de la contribución de la Agencia (que promete ser el noventa por ciento de Mangosta), encontramos a tu viejo amigo Bill Harvey.

Hugh y yo lo discutimos cuidadosamente. Se trata de un trabajo fuera de toda categoría. Podría resultar prestigioso o inútil, pero eso, Harry, no tendrá que ver con tu actuación. Podrías estar en el regazo de los dioses. Muchas veces, el progreso profesional depende de pequeños pasos: tantos años en un puesto insignificante, después en el extranjero, en una estación de poca monta (léase Uruguay), luego un destino más importante, una estación más grande,
und so weiter
. Tú, querido muchacho, estás un tanto fuera de categoría y probablemente sigas así por un tiempo. Sin embargo, servir de enlace te mantendrá cerca de algunas personas muy activas. Lansdale, por ejemplo. Todos los informes coinciden en definirlo como un rebelde consumado, con una atípica carrera militar. Nunca asistió a West Point, ni sirvió en un Ejército regular, si exceptuamos un breve período en el centro de adiestramiento de oficiales de la reserva. En la década de 1930, trabajó en publicidad y en relaciones públicas, y durante la guerra para el OSS. (En propaganda, supongo.) Una vez que terminó la guerra con Japón, consiguió mediante artimañas un puesto en las Filipinas como mayor de la reserva, y empezó a hacerse ver. Estoy segura de que estarás al tanto de su legendaria carrera. Fue inmortalizado por Graham Greene (negativamente) en
El americano tranquilo
, y Lederer y Burdick utilizaron su figura para
El americano repulsivo
. El hecho es que puso las Filipinas patas arriba y tuvo una gran participación en la derrota de los Hukbalahap comunistas. Luego apoyó el triunfal esfuerzo de Ramón Magsaysay por acceder a la presidencia. Últimamente ha estado muy cerca de Diem en Vietnam. Al hombre no le faltan credenciales. Rebelde, pero inspirado.

El problema inmediato era conseguir que Lansdale te aceptara. Hugh casi no lo conoce, pero mañana por la noche cenará con él y piensa conocerlo mejor. Fue Cal quien se ocupó del trato. Convencí a Hugh de que llamase a Cal a pesar de que su relación se ha enfriado bastante después de lo de la bahía de Cochinos; tu padre, que conoce a Lansdale pues han trabajado juntos en el Lejano Oriente, lo aprobó de inmediato. Por teléfono nos transmitió la recomendación que daría a Lansdale: «Harry es un muchacho magnífico que mejorará día a día. Me enorgullezco de ser su padre». Luego le dijo a Hugh: «No se lo digas a tu ahijado. Se le subirá a la cabeza».

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