El fantasma de Harlot (171 page)

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Authors: Norman Mailer

Tags: #Policíaco

Hugh, no obstante, está trastornado por lo de Harvey. Peco de indiscreción, pero tengo una primicia que no puedo por menos que transmitirte. Desde la crisis de los misiles, he intentado averiguar por qué Hugh estaba tan ansioso por defender a Harvey. A Hugh siempre le había resultado difícil soportar al Salvaje Bill. Por ejemplo, en las reuniones, el Gordo insiste en llamar «Monty» a Hugh, lo que no es más que un modesto indicio de la manera en que se molestan mutuamente. Desconozco los detalles; sólo sé que Hugh ejerce algún tipo de poder sobre Harvey. El factor radical seguirá siendo un secreto para mí, pero hace poco me enteré de que el Salvaje Bill le resulta de un valor incalculable. Como parte del plan acordado entre mi esposo y yo, que exige la divulgación de algo nuevo y especial a la pobre Kittredge una vez al año (así como otras mujeres reciben un abrigo de piel para su aniversario de bodas), Hugh me regala de vez en cuando alguna golosina. La última fue excepcional. Harry, ¿sabes que quien le proporcionó a Hugh todas esas transcripciones extraordinarias del FBI sobre Modene y compañía no fue otro que Bill Harvey? Al parecer, un antiguo conocido del FBI estaba dispuesto a entregarle material de primera al Gordo, quien de inmediato se lo pasó a Hugh en exclusiva. Por supuesto, la noticia de que el Salvaje Bill se va a Roma puso muy nervioso a Hugh, pero, conociendo a mi marido, estoy segura de que ya ha abierto una nueva ruta para su tren subterráneo.

¿No te parece sensacional? Durante años Bill le ha estado pasando a Hugh productos especiales del FBI. Reconoce la importancia de esto, Harry. Tiemblo sólo de escribirlo, pero no puedo dejar de preguntarme por qué revelo secretos de Hugh. La respuesta no puede ser otra que para no actuar de un modo todavía más traicionero. Me siento pariente del asesino convicto que reveló la razón por la que mató a dos simpáticas viejecitas que vivían junto a su casa: «No quería liquidar a las tres niñitas que vivían al otro lado». ¿No estás de acuerdo en que muchas veces se hace algo horrible para no cometer algo peor? «Mi religión prohíbe el suicidio —dice el alcohólico—, de modo que esta noche sólo beberé un litro.» Aun así, siento que mi acción alienta la ira en lugares que no puedo nombrar.

Ahora que Harvey se va a Roma (¿puedes creerlo?) se desmandó. Tuvo una cena de despedida con Johnny Roselli en un lugar público, y el FBI grabó la conversación. ¿Cómo lo sabemos? Porque la transcripción llegó de inmediato a manos del Salvaje Bill, enviada por su fuente del FBI, aún activa. El Gordo estaba tan agitado que se la llevó a Hugh para pedirle consejo. Debe de haber odiado tener que hacerlo. Hugh le dijo que se reuniera cuanto antes con su fuente de información. Por lo tanto, en el lapso de las siguientes veinticuatro horas Harvey viajó a la costa Este de Maryland para reunirse con su hombre del FBI en una cabaña distante; cogieron una canoa y se alejaron hasta asegurarse de que no serían escuchados.

Allí, en algún rincón del Chesapeake, Harvey trató de convencer a su colega del FBI de que destruyera la transcripción. Finalmente, la fuente estuvo de acuerdo en no entregar la cinta al FBI, algo potencialmente peligroso para él, pero de no haberlo hecho, el destino de Bill Harvey habría estado a merced de McCone. Esto, suponiendo que J. Edgar decidiera jugar la carta en lugar de guardársela. ¿Quién puede dormir cuando el Buda tiene una carta así?

¿Sientes curiosidad por conocer la transcripción? La satisfaré pronto. La cena con Roselli tuvo lugar en Miami, en un restaurante llamado Joe's. La cinta es confusa, no sólo por el ruido del restaurante sino también por una interferencia electrónica en la segunda mitad. Hay fragmentos críticos que no son claros. Conoces tan bien a Bill que te pediré que trates de reconstruir los comentarios faltantes. Según Hugh, Harvey y Roselli están ventilando secretos de interés mutuo, pero al
Oberhofmeister
le gustaría tener un sentido mejor de la totalidad, y te diré francamente que yo no se lo puedo dar.

No me envíes todo un tratado. Nada de notas al pie con posibles alternativas. Eso lo puedo hacer yo. En cambio, completa lo que tú creas que puedan haber dicho. Sólo quiero asegurarme de que no es más que un intercambio de quejas entre dos ebrios, y no el plan de una operación canallesca. Hay un cincuenta por ciento de probabilidades de que Harvey se haya pasado de la raya.

Helms, mientras tanto, lo está preparando para Roma. «Ha dejado de ser una estación crítica», le ha dicho a Hugh. Sí, al diablo con la sensibilidad de los italianos. Hugh, aunque a desgana, respaldará a Harvey, pero envíame pronto la versión reconstruida.

Cariños,

KITTREDGE

2 de marzo de 1963

Queridísima Kittredge:

Dejé fuera lo menos importante, como el pedido de la bebida, charla insulsa, divagaciones de ebrios. Agregué corchetes en esos fragmentos que fue necesario completar en la transcripción. Casi todos tienen lugar hacia el final. Creo que la mayor parte de mis añadidos deben de aproximarse mucho a lo dicho. De hecho, me sorprende lo familiar que me resulta la sintaxis del Salvaje Bill.

ROSELLI: ¿Nos puede grabar el FBI en este lugar?

HARVEY: Si tienen un micrófono de largo alcance, sí.

ROSELLI: ¿Cómo sabe que no lo tienen?

HARVEY: Que se vayan a la mierda. Estoy bebiendo y relajándome.

ROSELLI: Es entonces cuando sucede.

HARVEY: ¿Quién puede grabar nada con este ruido? Si tiene algo que decir, dígalo.

ROSELLI: Usted es un policía. Podría estar tendiéndome una trampa.

HARVEY: ¿Quiere que le limpien los dientes?

ROSELLI: ¿Sabe?, usted me cae simpático. Podría llegar a estimarlo, Bill O'Brien, si tuviera una personalidad agradable. Pensemos un instante en ello. Usted no está en condiciones de limpiarme los dientes.

HARVEY: Podría dispararle entre los dos ojos.

ROSELLI: Bien, estamos deseando que le dispare a alguien.

HARVEY: Y yo esperando que llegue el momento propicio. ¿Sabe cuánto llevo en la cabeza?

ROSELLI: No.

HARVEY: Meyer Lansky. Llevo tanto como Meyer Lansky.

ROSELLI: No. Ni Einstein tiene una cabeza como la de Meyer.

HARVEY: Mierda. Yo llevo la mitad del gobierno de los Estados Unidos en la cabeza.

ROSELLI: Sí. La mitad donde está sentado el Tío Sam.

HARVEY: Por una vez, está en lo cierto.

ROSELLI: Gracias.

HARVEY: Usted tiene cojones.

ROSELLI: Me sobran.

HARVEY: ¿SÍ, eh? ¿Por qué no llevó a cabo nuestra pequeña misión?

ROSELLI: Si se lo digo, no me creerá.

HARVEY: NO me gustaría pensar [que se acobardó.

ROSELLI: ¿Usted me lo dice? Retráctese, o no [comeremos] juntos.

HARVEY: Vamos hombre, pidamos algo.

ROSELLI: Tendré que aceptar eso como su jodida manera de retractarse.

HARVEY: ¿Cómo está Sammy G.?

ROSELLI: Se acuesta con una distinguida damita llamada Modene Murphy, y también con Phyllis McGuire, a quien le ha pedido que se case con él.

HARVEY: Esa tal Murphy, ¿está involucrada de alguna otra manera con Sam?

ROSELLI: No, sólo que se está volviendo loca.

HARVEY: ¿ESO es todo lo que sabe de Giancana?

ROSELLI: Aparte de algunos otros detalles.

HARVEY: ¿Detalles?

ROSELLI: Últimamente está bastante deprimido.

HARVEY: ¿Deprimido?

ROSELLI: Bien, el FBI quiere acabar con él. En el campo de golf. Admito que les sobra habilidad. Son unos hijos de puta de lo más malignos. [Pusieron un partido de dos contra dos] delante de él y otro de dos contra dos detrás. Le contaré un secreto que no es tal. Sammy G. no tiene idea de jugar al golf. Se lleva a un par de gorilas que por mal que juegue perderán siempre. [Nunca juega con adversarios verdaderos.] De modo que a menudo Sammy se olvida de que no sabe jugar. Ayer, los del FBI se pusieron alrededor del green esperando que le pegase a la pelota. No hacía más que errar el hoyo. Los tipos se partían de risa. Le decían: «Eh, Sammy, nos han contado que los de la CIA te dieron una placa. Muéstranos tu placa, y nosotros te mostraremos la nuestra. Vamos, Momo, muéstranos la placa de la CIA. Nos cuadraremos ante ti». Sam está a punto de perder la cabeza. Creo que de un momento a otro le dará un ataque.

HARVEY: ¿Cómo sabe usted que pasó eso?

ROSELLI: ¿Acaso cree que los gorilas no hablan?

HARVEY: ¿Me está tratando de decir que ni siquiera sus secuaces lo quieren?

ROSELLI: Es un corruptor. Un jodido enfermo. En un casino de Las Vegas había un jugador que siempre que jugaba contra Sam hacía trampas. Alguien que debería haber sabido con quién se metía. Hacerle eso a Sam significa una condena a muerte segura. Pero Sammy dijo: «Que sea un ejemplo que nadie olvide. Maten al hijo de puta y a su mujer». Y eso hicieron. Sam es malvado, traicionero. Estoy seguro de que en ese asunto del teléfono pinchado fue él quien le avisó al detective del hotel.

HARVEY: NO puede probarlo.

ROSELLI: Le diré algo. Yo quería que ganase Nixon. Sam apoyaba a Kennedy. Si en lugar de ser egoísta hubiera tenido sesos, habría apoyado a Nixon. Pero no. Sam quería en realidad que los Kennedy lo jodieran.

HARVEY: Siempre creí que [en eso de Las Vegas] usted y Sam estaban juntos.

ROSELLI: ¿Para qué podría querer yo que me cortasen la pija? [¿Sabe lo que] perdí yo ese día en Las Vegas? La ciudadanía estadounidense. Desde que tengo nueve años mi identidad no ha sido legítima ni por un instante.

HARVEY: Faltan los violines.

ROSELLI: Usted no sabe nada de sentimientos decentes y nobles. Me ve como un gángster, y no entiende nada. Yo soy un hombre dispuesto a morir por su patria. Soy un patriota.

HARVEY: Tranquilícese. [No me importa] lo que pueda ser. [Yo mismo podría tener] instintos criminales.

ROSELLI: Usted está loco. Usted es incorrompible.

HARVEY: ESO mismo. No me arriesgué ni una sola vez. Ni siquiera por dinero. Por una razón. Entiéndalo bien. Podría haber estado de su lado. Sólo que no lo permití. Si lo hubiese hecho, ahora sería un hombre enormemente rico. Más incluso que Meyer Lansky.

ROSELLI: Nunca es demasiado tarde para subir a bordo.

HARVEY: Usted no es [lo suficientemente inteligente] para captar mi idea.

ROSELLI: Me gusta la gente que dice gilipolleces.

HARVEY: Aguarde a que nos [emborrachemos. Entonces] se lo contaré.

ROSELLI: Ya estamos borrachos.

HARVEY: Salud.

ROSELLI: Veamos, ¿cuál es esa idea? Cuénteme en qué consistiría el trabajito, tío Bill.

HARVEY: Las Vegas. Un robo a mano armada en Las Vegas.

ROSELLI: Lo matarían. Nómbreme un solo lugar en la ciudad que no sea inexpugnable.

HARVEY: Inexpugnable para un par de rateros. Para tres cowboys. Nadie ha planeado nada con inteligencia. No me refiero a robar [un casino. Estoy hablando de] tomar la ciudad. No hay nada como el desierto para mí. Se va [con un pequeño ejército]. Cinco aviones. Transportan trescientos [hombres. Un par de] carros blindados. Artillería ligera.

ROSELLI: Es usted un maravilloso y jodido poli. ¡Está loco!

HARVEY: Se toma el aeropuerto. Se pone a un hombre en la torre de control. Se desvía el tráfico aéreo a Prescott, a Phoenix. Se requisan los coches aparcados [que sean necesarios.] Se infiltra [la ciudad, se cortan] los teléfonos, la televisión, la radio. Se rodean las comisarías. [Las Vegas es como] un corazón artificial sobre una mesa. Todo lo que hay que hacer es [apoderarse] de los tubos que lo alimentan.

ROSELLI: Su imaginación no es más que mierda. ¿Quién forma parte de su maldito ejército?

HARVEY: LOS cubanos. Se buscan quinientos de los que ahora mismo están en Nicaragua, se los adiestra para dar un golpe contra Castro y luego, el último día, se les dice que su misión [ha sido cambiada]. Se necesitan voluntarios para otra cosa. Trescientos voluntarios. [Se les dice que Castro] se ha apoderado de la Mafia. Ahora es Las Vegas quien lo apoya económicamente. [De modo que vamos a robar] el dinero de Castro en Las Vegas. Todo lo que se necesita es saber disparar una bazuka. Un cubano cree cualquier cosa que se le diga.

ROSELLI: Gallos de riña. Sólo hay que tirarles de la cola.

HARVEY: Está todo estudiado. En noventa [minutos] se transporta el dinero [de la ciudad] al aeropuerto, junto con los heridos, se cargan los aviones, y al Pacífico, [de regreso a la base] en Nicaragua.

ROSELLI: Tendrían a las Fuerzas Aéreas oliéndoles el culo quince minutos después de que aterrizaran.

HARVEY: NO lo crea. Las Fuerzas Aéreas son del gobierno, y el gobierno [cuando hay un estado de] confusión, necesita veinticuatro horas. Mil culos [que tienen que cubrirse antes de] desabrochar una sola bragueta.

ROSELLI: Es una suerte que usted sea incorruptible.

HARVEY: ¿Verdad?

ROSELLI: Está loco. ¿Dónde conseguiría el dinero para financiar semejante operación?

HARVEY: [Se necesita a un] Carlos Marcello, a un Santos Trafficante.

ROSELLI: Increíble. ¿Qué haría con el botín?

HARVEY: Adoptaría a un niño prodigio. Lo criaría para ser presidente.

ROSELLI: Insisto, está usted como una regadera. Tengo muchos buenos amigos en Las Vegas.

HARVEY: [Dígale a sus amigos que la] seguridad de sus [tugurios no es más que una broma].

ROSELLI: Ya se lo he dicho. La clase de seguridad [que necesitamos es gente] que piense como usted. Que se anticipe a los hechos. Que prevea operaciones importantes [contra su propiedad]. Malditos incorruptibles. Salidos de West Point. [Yo contrataría] a toda una promoción. Para proteger la cantidad [de dinero] que hay allí, noche tras noche.

HARVEY: Arriba.

ROSELLI: Tengo un incendio en la cabeza.

HARVEY: Vaya a visitar al monje budista.

ROSELLI: ¿Al monje qué?

HARVEY: Al tipo que la semana pasada se echó gasolina encima.

ROSELLI: ¿El tipo ese que se prendió fuego? ¿En Asia?

HARVEY: En Saigón.

ROSELLI: Correcto. Se convirtió en una antorcha. Qué locura. No me lo puedo sacar [de la cabeza].

HARVEY: Piense. Eso es patriotismo.

ROSELLI: Una broqueta quemada.

HARVEY: Usted es un patriota de mierda.

ROSELLI: Ésta es una fiesta de despedida. De manera que trato de amenizar la velada. Brindo por su nuevo destino.

HARVEY: Gracias.

ROSELLI: ¿Adonde va?

HARVEY: Olvídelo.

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