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Authors: Cliff McNish

Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y juvenil

El maleficio (8 page)

Percibió varias capas de protección en la mente del niño y quedó desconcertada: ningún ser humano tenía ese don. No se trataba de un niño ordinario. Debía haberse dado cuenta de ello y ser más precavida. Dragwena se sentó a su lado durante más de una hora para observarlo de cerca; sabía que estaba dormido y que no la había atacado de manera deliberada. Cuando sintió que estaba lista, intentó sondear de nuevo su mente, en busca de recuerdos que le proporcionaran una pista. Nada: solo las sencillas alegrías y frustraciones de un niño. Se daba cuenta de que Eric ni siquiera tenía conciencia de su capacidad. ¿Podría haberle sido implantada? ¿Por quién? Dragwena se incorporó frustrada y decidió que debía analizarlo más. «El don seductor de Eric tendrá que esperar», pensó. «Más tarde le arrancaré ese secreto de su mente. Por ahora, todo lo que necesito es el poder de Raquel».

Con todo cuidado, evitando las defensas de Eric, Dragwena implantó un hechizo en la capa exterior de su cerebro. Había pasado mucho tiempo desde que utilizara ese encantamiento particular: tan débil que casi resultaba indetectable, tan simple que sería difícil bloquearlo aun si fuese detectado.

El hechizo era perfecto para lo que necesitaba.

8
El consejo de los Sarrenos

La bruja terminó de trabajar en Eric, salió de la torre-ojo y se encontró con Morpet.

—Instruisteen a Raquel —le comunicó—. Tiene grandes capacidades.

Morpet hizo una reverencia.

—No hice nada. La niña tomó el control desde el principio.

—Eso es obvio —dijo la bruja—. Su magia está más allá del alcance de todos, excepto de mí. Lleva a Raquel de vuelta al ala este esta noche y prepárale una habitación con su guardarropa que esté más cerca de mi alcoba. Tráemela por la mañana. Ya no participarás más en su entrenamiento.

Morpet asintió.

—¿La has sometido a la prueba con la caja?

—Sí. ¡Y ha triunfado! ¡La desafió!

—¡Nunca antes lo había hecho nadie! —se maravilló Morpet.

—En efecto. Hará muchas cosas que ningún otro niño ha hecho antes. —Dragwena echó un cauteloso vistazo por el corredor antes de seguir hablando—. He sumergido a Raquel en un sueño que comenzará su transformación en bruja. Esta noche quiero que permanezcas a su lado, Morpet. Cuídala personalmente. No permitas que la despierten hasta que esté lista. Además, asegúrate de que Eric se quede en la habitación de su hermana esta noche. Él no tiene magia, pero puede resultar valioso a pesar de todo.

—Como desees. ¿Recordará algo Raquel cuando despierte? —preguntó Morpet.

—Nada importante —dijo Dragwena—. Su pasado se desvanecerá cuando termine el sueño mágico. No recordará nada de su familia, ni siquiera a Eric. En cambio, su mente estará preparada para el entrenamiento final que necesita. Yo me haré cargo de ello personalmente.

—¿Qué debemos hacer con Eric?

—Matarlo —dijo la bruja—. Pero no todavía. Puede resultarnos útil. Te diré cuándo.

Morpet hizo otra reverencia y la bruja volvió a la torre-ojo. Morpet ordenó que dos doncellas llevaran a los niños dormidos de vuelta al ala este y les transmitió las órdenes de Dragwena.

Una vez que estuvo a solas con Raquel y Eric, Morpet hundió la cara entre las rodillas. Permaneció sentado un largo rato pensando qué debía hacer.

Se daba cuenta de que debía actuar esa misma noche para salvar a Raquel. Mañana sería demasiado tarde.

Cubriéndose el rostro salió del palacio, caminando con cuidado por la nieve hacia la casa de Trimak.

Muranta se despertó primero.

—Despierta, Trimak, viejo tonto —dijo ella hundiendo el brazo en las costillas de Trimak—. Alguien llama a la puerta.

—Bueno —refunfuñó Trimak somnoliento—, seguro que no serán enemigos si hacen todo ese alboroto.

Se puso un par de zapatillas viejas y se arrastró por el pasillo.

Muranta encendió una vela.

—¿Quién puede ser a estas horas?

Trimak escuchó el fuerte golpeteo y contó los golpes: cuatro golpes rápidos, uno lento, tres más rápidos: ¡era Morpet y estaba en peligro!

—¿Qué pasa? —preguntó Trimak cerrando la puerta rápidamente tras él.

—Es la niña, Raquel —dijo Morpet—. Ha sobrevivido a la caja.

—¿Qué? ¿Tú mismo lo has visto?

—¡Por supuesto que no! Dragwena no me permite estar dentro de la habitación en esos momentos. Pero no cabía en sí de la emoción. Intenta transformar a la niña en otra bruja.

—Ante todo, mantengamos la calma —dijo Trimak, luchando por permanecer sereno—. Podría ser un truco. No sería la primera vez que la bruja pone en duda tu lealtad.

—No, estoy seguro de que esta vez no se trata de uno de los juegos de Dragwena —dijo Morpet—. Yo puse a prueba a Raquel antes. Se transformó en una pluma y se teletransportó del palacio a la orilla del lago Ker. Hizo ambas cosas sin esfuerzo alguno.

—Entonces sí es la niña-esperanza —murmuró Muranta.

—¿Vio Dragwena todo eso que tú presenciaste? —preguntó Trimak.

Debe de haberlo visto —gimió Morpet—. Ya sabes que la bruja observa muy de cerca durante el período de prueba especialmente a los niños dotados. Una vez que me di cuenta de la fortaleza de Raquel, traté de llevarla a las montañas, pero Dragwena la arrojó hacia la torre-ojo.

—¡La dejaste volar cerca de la torre! —tronó Trimak—. ¿Cómo pudiste permitir que la bruja se acercara tanto?

Morpet bajó la cabeza.

—No importa —suspiró Trimak—. Supongo que si Raquel ha sobrevivido a la caja, Dragwena lo sabe de todos modos. ¿Dónde está Raquel ahora?

—En el ala este —dijo Morpet—. Mañana por la mañana Dragwena la hará trasladar a la torre-ojo.

—Entonces debemos actuar esta noche, antes de que sea demasiado tarde.

Morpet asintió.

—Convocaré al Consejo de Sarrenos —dijo Trimak—. Juntos decidiremos qué debe hacerse.

Muy entrada la noche en el reino de Itrea, la caída constante de nieve a todo lo largo y ancho del mundo nocturno renovaba la poca que se había derretido durante el día. La mayoría de los esclavos de la bruja —los
neutranos
— también estaban dormidos, soportando los turbulentos sueños de Dragwena, en espera de recibir sus órdenes. Entre los neuttranos vivían unos cuantos que habían logrado liberarse del control de la bruja. Se llamaban a sí mismos
sarrenos
, en honor a un hombre que había muerto hacía mucho, quien supuestamente había sido el primero en negarse a obedecer a la bruja. Morpet era uno de los sarrenos, lo mismo que Trimak, su esposa Muranta, Fenagel, su padre Leifrim y otros más. Se reunían en pocas ocasiones, comunicándose a través de signos especiales y obedecían las interminables tareas encomendadas por Dragwena mientras vigilaban: vigilaban a todos los niños nuevos que llegaban y, hasta donde les era posible, trataban de ayudarlos.

Trimak envió la alerta a través de un mensajero personal, algo extremadamente peligroso, pero las circunstancias lo exigían. De manera gradual, en el transcurso de las siguientes horas, furtivos golpecitos en código en las ventanas y puertas despertaron a los sarrenos que vivían cerca del palacio. Conocían la llamada de peligro y se deslizaron en silencio fuera de sus camas. Todos se dirigieron hacia Worraft, una cueva secreta protegida que se encontraba muy por debajo de los cimientos del palacio.

En una hora llegaron más de treinta sarrenos.

Trimak les echó un vistazo, contándolos mientras las sombras se apresuraban a encontrar su lugar en los asientos de piedra a lo largo de las paredes de la gran cueva. Notó que Fenagel entraba con dificultades empujando a Leifrim, que venía en una especie de combinación de camilla y silla de ruedas.

—Ha llegado el momento de cerrar la puerta —dijo Trimak—. No podemos seguir esperando.

Morpet trazó un círculo en su frente y una pared de roca bajó desde el techo de la cueva hasta bloquear la entrada. Nadie podía entrar ni salir de la cueva. La reunión podía comenzar.

Los sarrenos reunidos murmuraban nerviosos. Estaban preocupados y con razón: hacía muchos años que no se convocaba una conferencia como esta. Trimak llamó su atención con unas palmadas y se impuso el silencio.

—¿Por qué nos has convocado tan intempestivamente y sin aviso previo, Trimak? —preguntó una voz desde la oscuridad.

—En la urgencia hay peligro —concedió Trimak—. Muy pronto os quedarán claras las razones. Dejemos que Morpet hable.

Morpet se levantó de su silla y se dirigió a la asamblea.

—Tengo importantes noticias —anunció—. ¡Creo que hemos encontrado a la niña-esperanza!

Un enorme alboroto estalló en la cueva. Morpet les dijo todo lo que había visto y los planes que Dragwena tenía para Raquel.

—Incluso si se tratara de la niña-esperanza —dijo alguien en voz alta—, ¿qué podríamos hacer? Dragwena ya tiene a la niña bajo control. No tenemos manera alguna de ayudarla.

—Tenemos una mínima oportunidad —dijo Morpet—. Raquel se encuentra en una habitación a la que tengo acceso. Podemos volver al palacio a hurtadillas y raptarla.

—Demasiado peligroso —gruñó la misma voz—. Sus espías nos verían llegar.

—Si participan muchos en el secuestro, sí —dijo Morpet—. Pero Dragwena confía en mí. Puedo volver sin problemas al palacio, nadie se dará cuenta. Si alguien me ve, diré que estoy atendiendo algún asunto de la bruja. Todos saben quién soy. Nadie se atreverá a cuestionarme.

Otra voz dijo:

—¿Qué ocurrirá si la niña rehusa ayudarnos?

Trimak dio un paso al frente.

—He considerado esa posibilidad —miró fijamente a los sarrenos—. Si Raquel se niega a ayudarnos… entonces estaremos obligados a matarla
nosotros mismos
.

Un pesado silencio se cernió dentro la cueva.

—¡Trimak! ¡Recuerda nuestros principios! —rugió otro sarreno—. El derramamiento de sangre infantil es el trabajo sucio de la bruja y de sus esclavos neutranos. Por lo que a mí respecta, no podría hacerlo. ¿Cómo se te ocurre siquiera sugerirlo?

Varias voces refunfuñaron en señal de acuerdo. Trimak suspiró y levantó la mano.

—Entiendo vuestro miedo —dijo—. ¿Creéis que he llegado a esa conclusión sin dificultades? Pensad. Si Raquel no nos ayuda, es demasiado peligrosa para que permanezca con vida. Podríamos esconderla aquí por un tiempo, pero tarde o temprano Dragwena la encontraría y la transformaría. No habría escapatoria para nosotros si eso llegase a ocurrir. Con la fuerza combinada de ambas, encontraría y sacrificaría a todos los sarrenos de inmediato.

—¿Y matarías a Raquel con tus propias manos, Trimak? —preguntó alguno—. ¿Estarías
preparado
para hacerlo?

—Lo haré si hay que hacerlo.

—No tenemos por qué llegar a ese punto —dijo Morpet—. Si la niña ha sobrevivido a la caja, tiene una fuerza innata que Dragwena no conquistará con facilidad. Y recordad que la bruja ha tenido poco tiempo para trabajar con la mente de Raquel. Si ponemos manos a la obra enseguida, estoy seguro de que podemos persuadirla.

Fenagel tomó la palabra.

—Dragwena es muy poderosa. ¿Es Raquel lo suficientemente fuerte para enfrentarse a la bruja? No me pareció más que una simpática niña común y corriente, cuando estuve con ella ayer. Incluso la simple magia de los vestidos le resultó sorprendente. ¡Imaginaos lo que Dragwena podría hacerle! Creo que tienes demasiadas expectativas, Trimak.

—Es difícil argumentar en contra de eso que dices —dijo Trimak—. Pero tomemos esto en cuenta: durante cientos de años hemos estado hablando de la leyenda de la niña-esperanza, la niña que vencerá a la bruja y nos liberará. Sé que en ocasiones todos nos hemos sentido estúpidos por aferramos a esa idea.

En el interior de la cueva la mayoría de las cabezas asintieron.

—Sin embargo, si tenemos una oportunidad de vencer a la bruja —continuó Trimak—, entonces esa ayuda
debe
provenir del mundo exterior. Todos sabemos eso. Morpet es nuestra mejor arma pero, aun si la combinamos con toda nuestra magia, no es lo bastante fuerte para enfrentarse a Dragwena. No puedo prometer a ninguno de vosotros que la niña-esperanza sea real. Sin embargo, a partir de lo que Morpet nos dice, Raquel posee poderes mágicos mucho más grandes que cualquier cosa que hayamos visto antes. Ella
puede
ser la niña-esperanza. Ninguno de nosotros ha dominado nunca habilidades que ella ha desarrollado en una sola mañana de juego.

Hizo una pausa, para asegurarse de que sus siguientes palabras serían comprendidas por todos.

—Debo advertiros que si no tratamos de utilizar el poder de esta niña para ayudarnos, podemos estar seguros de que Dragwena no dudará en hacerlo. Se apropiará de Raquel y la convertirá en un enemigo cuya ferocidad es difícil de imaginar.

Miró los rostros en la oscuridad.

—Recordad que hablamos por todos los sarrenos, muchos de los cuales no han podido estar aquí presentes. Si flaquea nuestra determinación, eso significaría entregarlos a todos a Dragwena. Creo que no tenemos alternativa. Debemos apoderarnos de la niña esta noche, mientras aún tenemos unaoportunidad. Incluso si esperamos unas cuantas horas, será demasiado tarde.

Recorrió la cueva con la vista.

—¿Hay más preguntas? ¿Tiene alguien otra opinión?

La cueva permaneció en silencio. Trimak esperó unos cuantos segundos antes de dar por terminada la discusión: era una decisión tan grave que todos debían tener la oportunidad de hablar.

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