El pasaje (88 page)

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Authors: Justin Cronin

Llevamos dos días en el búnker. Teniendo en cuenta las circunstancias, es bastante cómodo, con electricidad, aparatos sanitarios e incluso una ducha que funciona si no te importa que el agua esté fría (a mí no me importa). Sin contar el barracón, el búnker tiene tres cámaras principales: una que parece contener sobre todo armas («el almacén»), otra con vehículos («el garaje») y una tercera, más pequeña, con comida, ropa y suministros médicos (pero aún no la hemos bautizado, sólo la llamamos «la tercera habitación»). Ahí encontré las libretas y los lápices. Hollis dice que hay suficiente material para equipar a un pequeño ejército, y yo no lo dudo.

Michael y Caleb van a intentar reparar uno de los Humvees, que es una especie de coche. Peter cree que dos podrían transportarnos a los ocho con provisiones y suficiente combustible de sobra, aunque Michael dice que no sabe si podrá reparar más de uno con las piezas que tenemos. Alicia les está ayudando, aunque da la impresión de que se limita a darles las herramientas que le piden. Es agradable no verla chulear a todo el mundo, para variar.

Todo esto pertenecía al ejército, pero ahora todos están muertos. Creo que debería decirlo. Y también que el motivo de nuestra presencia aquí es la chica, llamada Amy, que tiene cien años, según Michael. Aunque si la conocieras no lo creerías. Pensarías que es una muchacha. Llevaba algo en el cuello, una especie de radio, lo cual nos reveló que venía de Colorado, de un lugar llamado ZCC. Es una larga historia y no sé muy bien cómo contarla. La chica no sabe hablar, pero creemos que podría haber más gente como ella, porque Michael la oyó en la radio. Por eso vamos a Colorado.

Todo el mundo tiene un trabajo que hacer, y el mío consiste en ayudar a Hollis y Peter a descubrir qué hay en las cajas de las estanterías. Peter dice que, mientras esperamos a que reparen el Humvee, podríamos aprovechar el tiempo, por si necesitamos volver aquí algún día. Además, podríamos encontrar cosas útiles, como los walkie-talkies. Michael cree que puede conseguir que un par funcionen, si todavía quedan baterías capaces de cargarse. Frente al almacén hay una especie de nicho al que llamamos «la oficina», que está lleno de escritorios y ordenadores que ya no funcionan, y estanterías atestadas de carpetas y manuales, y fue ahí donde encontramos los inventarios, páginas y páginas, con todo tipo de cosas, desde rifles y morteros a pantalones y pastillas de jabón. (Confío en que encontremos pronto el jabón.) A cada objeto le sigue un montón de números y letras, que coinciden con los números y letras de las estanterías, aunque no siempre. A veces, abres una caja y crees que contendrá mantas o baterías, y descubres palas o más fusiles. Amy nos está ayudando, y aunque todavía no ha dicho nada, hoy me di cuenta de que era capaz de leer las listas tan bien como cualquiera. No sé por qué me sorprendió, pero lo hizo.

DÍA 6

Michael y Caleb siguen trabajando en los Humvees. Michael dice que es probable que pueda reparar dos, pero aún no está seguro. Dice que el problema son los componentes de goma. Casi todos están agrietados y deteriorados. Pero nunca había visto a Michael tan contento, y todo el mundo cree que lo conseguirá.

Ayer hice inventario de los suministros médicos. Hay muchos en malas condiciones, pero creo que puedo utilizar algunas cosas, vendajes de verdad, tablillas y hasta un tensiómetro. Tomé la presión de Maus y era de 120 / 80, y le dije que me recordara que debía tomársela a diario, y que bebiera mucha agua. Dijo que lo haría, pero eso la obliga a mear cada cinco minutos.

Esta mañana Hollis nos llevó a todos al desierto para enseñarnos a disparar y lanzar granadas. Como hay tantas municiones, dijo que estaba bien utilizarlas, y que todo el mundo debía aprender. Durante un rato estuvimos disparando los rifles contra pilas de rocas, y lanzando granadas a la arena, y ahora me zumban los oídos. Hollis cree que la zona situada al sur de nosotros está sembrada de minas, y dice que nadie debería ir allí. Creo que se dirigía sobre todo a Alicia, porque ha salido de caza a caballo al amanecer, antes de que haga demasiado calor, aunque hasta el momento sólo ha cazado un par de conejos, que guisamos anoche. Peter encontró una baraja en el barracón, y después de cenar todos jugamos a las cartas, incluso Amy, que ganó más partidas que cualquiera de nosotros, aunque nadie le había explicado las normas. Supongo que aprendió mirando.

¡Verdaderas botas de piel! Ahora las calzamos todos, salvo Caleb, que conserva sus zapatillas de deporte. Son demasiado grandes, pero dice que le da igual, le gusta su aspecto y cree que le dan suerte, porque no ha muerto desde que se las puso. Quizá descubramos una caja con zapatillas de la suerte.

DÍA 7

Todavía no hay progresos con los Humvees. Todo el mundo está empezando a sospechar que tendremos que marcharnos a pie.

Aparte de las botas, lo mejor que hemos encontrado hasta el momento son los cialumes. Son tubos de plástico que partes sobre la rodilla, los agitas con fuerza y sale luz, de un verde pálido. Anoche, Caleb abrió uno, se embadurnó la cara con el material luminoso y dijo: «¡Mirad, ahora soy un pitillo!». Peter dijo que no tenía gracia, pero yo pensé que sí, y casi todos nos reímos. Me alegro de que Caleb esté con nosotros.

Mañana voy a poner agua a hervir y tomaré un baño de verdad, y le cortaré el pelo a Amy de paso, al menos intentaré arreglar esas marañas. Quizá la convenza de que se bañe también.

DÍA 9

Michael dijo hoy que íbamos a intentar poner en marcha uno de los Humvees, de modo que todos nos congregamos mientras lo conectaban a uno de los generadores, pero cuando intentaron activar el motor se oyó un estallido y salió humo, y Michael dijo que tendrán que partir de cero. Debió de ser la gasolina en mal estado, dijo, pero para mí que en realidad no lo sabe. Para empeorar las cosas, los váteres del barracón se embozaron, y Hollis dijo: «¿Cómo es posible que el Ejército de Estados Unidos haga comida que dure cien años, pero sea incapaz de fabricar váteres decentes?».

Hollis me ha pedido que le corte el pelo a él también, y debo decir que con un poco de limpieza no tiene tan mal aspecto. Quizá le convenza de cortarse la barba, pero creo que significa demasiado para él, ahora que Arlo no está. Pobre Arlo. Pobre Hollis.

DÍA 11

La yegua ha muerto hoy. Fue culpa mía. Durante el día la teníamos atada a la sombra, donde había un poco de hierbajos para pastar. Decidí sacarla a pasear, pero algo la asustó y salió huyendo. Hollis y yo la perseguimos, pero no pudimos alcanzarla, claro está, y después la vimos pastar en el campo, donde estaban las minas, y antes de que pudiera decir algo se oyó una terrible explosión, y cuando el polvo se despejó, la vimos tirada en el suelo. Iba a buscarla, pero Hollis me detuvo, y yo dije que no podíamos abandonarla así, y él dijo, no, no podemos, y fue al barracón a coger el rifle y lo hizo. Los dos llorábamos, y después le pregunté si tenía nombre y me dijo que sí, que se llamaba Cariño.

Llevamos aquí sólo nueve días, pero parece que haga mucho más, y he empezado a preguntarme si alguna vez nos iremos de aquí.

DÍA 12

Anoche se llevaron el cadáver del caballo. Ahora sabemos que hay pitillos en la zona. Peter ha decidido cerrar las puertas una hora antes de anochecer, como medida de seguridad. Estoy un poco preocupada por Mausami. Durante los últimos días se le ha empezado a notar. Es probable que nadie más se haya dado cuenta, pero yo sí. Lo que todo el mundo sabe pero no dice es que Theo debe de estar muerto. Ella es fuerte, pero estoy segura de que todo esto es muy duro para ella, y empeora a medida que pasan los días. A mí no me gustaría tener un hijo aquí.

DÍA 13

Buenas noticias: Michael dice que mañana tal vez intente poner en marcha uno de los Humvees. Todos hemos cruzado los dedos. Todo el mundo está ansioso por irse.

Encontré una caja en la tercera habitación que ponía:
BOLSA DE RESTOS HUMANOS
, y cuando la abrí y vi lo que contenía, comprendí que eran bolsas utilizadas por el ejército para meter dentro a los soldados muertos. Volví a cerrar la caja y espero que nadie me pregunte por ella.

DÍA 16

No he escrito durante un par de días porque he estado aprendiendo a conducir.

Hace dos días, Caleb y Michael consiguieron por fin poner en funcionamiento el primer Humvee, con neumáticos y todo. Todo el mundo se puso a gritar y reír, todos estábamos muy contentos. Michael dijo que quería ser el primero en probarlo, y logró salir del búnker con algunas rayas. Todos nos turnamos al volante, mientras Michael nos daba instrucciones, pero ninguno de nosotros es muy bueno.

El segundo Humvee funcionó esta mañana. Caleb dice que es suficiente, pues en realidad no necesitamos más de dos. Si uno se avería, utilizaremos el otro a modo de recambio. Michael cree que podemos cargar suficiente diesel para llegar a Las Vegas, tal vez más lejos, antes de tener que buscar más.

Por la mañana nos vamos al depósito de combustible.

DÍA 17

Depósito lleno y preparado para marchar. Pasamos la mañana yendo y viniendo del depósito, llenando los Humvees y las latas extra.

Todo el mundo está agotado, pero también entusiasmado. Es como si el viaje hubiera empezado por fin. Nos hemos dividido en dos grupos de cuatro. Peter conducirá uno de los Humvees, con Hollis y Alicia arriba a cargo de las armas, ametralladoras del calibre.50 que montamos esta tarde. Michael encontró algunas pilas cargadas para que podamos hablarnos con los walkie-talkies, al menos hasta que las pilas se agoten. Peter cree que podríamos intentar rodear Las Vegas, quedarnos en el campo, pero Hollis dice que éste es el camino más rápido si queremos llegar a Colorado, y las interestatales son mejores, porque siguen el terreno más fácil. Alicia apoyó a Hollis, y Peter accedió por fin, de modo que será Las Vegas, supongo. Todo el mundo se pregunta qué encontraremos allí.

Tengo la sensación de que ahora somos una expedición como Dios manda. Tiramos nuestras ropas antiguas y todo el mundo viste ropa del ejército, incluso Caleb, aunque le viene demasiado grande. (Maus le está haciendo un dobladillo a los pantalones.) Después de cenar, Peter reunió a todo el mundo y nos enseñó la ruta en el plano, y después dijo: «Deberíamos celebrarlo, ¿verdad, Hollis?», y Hollis asintió y dijo: «Me parece fantástico», y levantó una botella de whisky que había encontrado en uno de los escritorios de la oficina. Sabía un poco a brillo y obraba el mismo efecto, y al cabo de poco todo el mundo estaba riendo y cantando, lo cual nos pareció maravilloso, pero también un poco triste, porque todos nos acordamos de Arlo y su guitarra. Hasta Amy bebió un poco, y Hollis dijo que quizá la animaría a decir algo, y entonces ella sonrió; es la primera vez que se lo he visto hacer, creo. Ahora ya parece que sea uno de los nuestros.

Ahora es tarde, y debo irme a la cama. Partimos al amanecer. Ardo en deseos de irme, pero también creo que echaré de menos este lugar. Ninguno de nosotros sabe lo que encontraremos, o si alguna vez volveremos a casa. Creo que, sin darnos cuenta, nos hemos convertido en una familia. Así pues, esto es todo lo que tengo que decir a quienquiera que lea esto.

DÍA 18

Llegamos a Celso con mucho tiempo de sobra. El paisaje parece muerto por completo. Los únicos seres vivos que se ven son lagartos, que hay por todas partes, y arañas, enormes y peludas, del tamaño de una mano. No hay más edificios, aparte del depósito. Después del búnker, da la impresión de que hemos salido a campo abierto, totalmente desprotegidos, aunque todas las ventanillas y puertas están atrancadas. Hay una bomba, pero sin agua, de modo que contamos con la que hemos traído. Si continúa este calor, será mejor que encontremos cuanto antes. Adivino que nadie va a dormir mucho. Espero que Amy pueda mantenerlos alejados, como dice Peter.

DÍA 19

Llegaron anoche. Era un grupo de tres. Entraron a través del tejado, rompieron la madera como si fuera papel. Cuando todo terminó, dos habían muerto y el tercero había huido. Pero Hollis recibió un disparo. Alicia cree que fue ella, pero Hollis afirma que se disparó a sí mismo, cuando intentaba cargar una pistola. Supongo que lo dice para que ella no se sienta mal. La bala le atravesó la parte superior del brazo, apenas un rasguño, pero cualquier herida es grave, sobre todo aquí. Hollis es demasiado duro para demostrarlo, pero sé que le duele mucho.

Escribo esto a primera hora de la mañana, justo antes de amanecer. Nadie volverá a dormir. Estamos esperando a que salga el sol para marcharnos. Lo mejor será llegar a Las Vegas con tiempo suficiente para encontrar cobijo de cara a la noche. Lo que todo el mundo piensa, pero no dice, es que de aquí en adelante no existe verdadera seguridad.

Lo curioso es que no me importa en absoluto. Espero que no muramos aquí, por supuesto. Pero creo que prefiero estar aquí con esta gente que en cualquier otro sitio. Es diferente estar asustado cuando existe la esperanza de que servirá de algo. No sé qué encontraremos en Colorado, si alguna vez llegamos. Ni siquiera estoy segura de que sea importante. Tantos años esperando al ejército, y ahora resulta que el ejército somos nosotros.

45

Llegaron desde el sur, mientras el día declinaba, y divisaron unas altísimas ruinas.

Peter iba al volante del primer Humvee. Alicia, arriba, exploraba el terreno con los prismáticos. Caleb iba sentado al lado de Peter, en el asiento del pasajero, con el plano sobre el regazo. La autopista había desaparecido, su curso oculto bajo oleadas de tierra agrietada y pálida.

—Caleb, ¿dónde coño estamos?

Caleb estaba torciendo el plano de un lado a otro. Arqueó el cuello y gritó a Alicia:

—¿Ves la 215?

—¿Qué es la 215?

—¡Otra autopista como ésta! ¡Deberíamos estar cruzándola!

—¡Ni siquiera sabía que íbamos
por una
autopista!

Peter detuvo el vehículo y recogió la radio del suelo.

—Sara, ¿qué dice el indicador de la gasolina?

Un crujido de estática, y después llegó la voz de Sara.

—Un cuarto de depósito. Quizá un poco más.

—Déjame hablar con Hollis.

Vio por el retrovisor que Hollis, con el brazo herido en cabestrillo, bajaba de su puesto de guardia y tomaba la radio de manos de Sara.

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