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Authors: Mario Conde

Tags: #Ensayo

Pero en determinados sectores ocurre, además, que la opinión pública es un factor de enorme trascendencia. Las noticias que los medios de comunicación social transmiten a diario afectan al valor de las acciones, a las expectativas de recogida de capital de los mercados para financiar proyectos, a la credibilidad de las instituciones y a muchos otros aspectos más que siempre tienen, de manera directa o indirecta, una capacidad de ser traducidos en términos financieros o económicos.

Ello nada tiene que ver con la capacidad de falsear o de ocultar noticias. Eso, insisto, sencillamente, no puede producirse de forma duradera. Pero no cabe duda de que sí afecta a la capacidad de comunicar noticias, de transmitir información a los mercados y al público en general. Si existe una participación accionarial en un grupo multimedia, esa capacidad indudablemente se potencia, sin que en esa potenciación aparezca ningún tipo de actividad o mecanismo que roce la legalidad. Es la consecuencia lógica de un hecho: la inversión de unos capitales en una toma de participación que sitúa al propietario en mejor posición para transmitir información.

Este punto es la esencia de lo que en alguna ocasión he calificado como «intangibles» en la inversión en medios de comunicación. No había ningún factor extraño u oculto en la frase, sino, sencillamente, la capacidad de transmitir mejor los mensajes que interesaran a una empresa, puesto que en el mundo actual el negocio y la opinión, sobre todo, insisto, en determinados sectores, son difícilmente disociables.

¿Hubiera sido legítimo que el posicionamiento de Banesto hubiera tenido alguna finalidad defensiva? Razonemos. Mi tesis a lo largo de estas páginas es que Banesto se había situado o lo habían situado al margen o contra el Sistema. No cabe duda de que el Sistema disponía de sus propios medios de comunicación. Es evidente que los medios influyen en la opinión pública. Parece lógico, y la experiencia lo demuestra, que el comportamiento de algunos medios en relación con Banesto derivaba o se producía a causa de su inclusión en el Sistema. Por tanto, ¿no hubiera sido lógico que Banesto tratara de disponer de las mismas armas que el propio Sistema utilizaba?

En las sociedades modernas el ejercicio del poder ya no aparece tan claramente compartimentado como hace años. El poder político, el económico y el mediático conforman un único esquema cuyo objetivo final es la capacidad de influencia en la opinión pública, que, en última medida, determina cuotas de poder político y económico. Por tanto, si Banesto se había situado frente a un poder tenía que ser capaz de construir un esquema de poder alternativo.

En sí mismo Banesto era una parte del poder financiero de España. Por razones especiales había conseguido un grado de notoriedad y una aceptación por parte de la opinión pública que le proporcionaban un cierto poder adicional. No teníamos ninguna vinculación especial con ningún grupo político que pudiera dotar a Banesto, como se ha visto claramente en el desarrollo ulterior al acto de intervención, de un poder político específico. Por ello el tratar de completar el esquema con un cierto poder mediático en un grupo de importancia estaba en la lógica del razonamiento.

Decir que eso podía hacerse con capitales propios pero no con el dinero de los depositantes sigue siendo un argumento con muy poca consistencia. La decisión de cada banco es invertir allí donde cree que existe la mejor combinación entre rentabilidad y seguridad. Ciertamente, la base de la inversión bancaria son los créditos, y la cifra de morosos e impagados de la banca demuestra que siempre existe error, algún error, en las decisiones de inversión. No hay ninguna razón de fondo que legitime tomar una participación en una empresa industrial y que la prohíba en una empresa de medios de comunicación. No existe argumento lógico. Si el dinero de los depositantes es válido para ser prestado, lo es también para ser invertido en acciones y no hay diferencia de fondo entre unas y otras acciones. El asunto seguirá siendo el binomio rentabilidad-seguridad. Suponiendo que ese binomio existiera en una empresa de medios de comunicación social, el descalificar la inversión con el argumento de que con ello se adquieren cuotas de poder no es consistente.

Incluso algunos llegaron a decir que la toma de participación en medios creaba una competencia desleal porque los restantes medios tenían que luchar en el mercado con el dinero de sus accionistas y los participados por la banca disponían de los recursos del banco correspondiente. Parece obvio que aceptar este argumento es tanto como negar a la banca la condición de accionista y presumir que los fondos que la banca invierte tienen menos valor que los que invierte otra persona singular o jurídica. Otra cosa distinta es que los nuevos proyectos o incluso la subsistencia en el mercado reclamen mayor utilización de capital y que la estructura accionarial de algunos medios no permita disponer de tales fondos. Este es otro asunto. Pero no solo no es una razón para que la banca no penetre en los medios de comunicación, sino precisamente el motivo que en alguna medida legitima su presencia.

Lo que sí es cierto es que la presencia de Banesto rompía un cierto statu quo en el sector. Eso es indudable. Pero no por ello negativo, ni para el sector, ni para la independencia de los medios, ni se trataba de ningún mecanismo creador de competencia desleal. Sencillamente, alteraba un modelo de convivencia que había funcionado durante años pero que nosotros creíamos que las propias tendencias del mercado iban necesariamente a cambiar. También es verdad que afectaba a las relaciones reales de poder en el seno de la sociedad española. Eso es sustancialmente correcto. Pero no necesariamente negativo, salvo para aquellos que entendían que el poder mediático tenía que estar concentrado exclusivamente en sus manos. Pero ese argumento no parece demasiado convincente. Recuerdo que cuando comenté con Jesús Polanco la operación de
La Vanguardia,
me dijo una frase muy significativa: era una operación excelente, pero para hacerla él. Su sinceridad fue total. Después de las presiones políticas —y de otro signo— que provocaron la ruptura con Javier Godó, el Grupo Prisa ha alcanzado un acuerdo referente a Antena 3 Radio. ¿Presionó Jesús Polanco a Javier Godó para que rompiera el pacto conmigo y lo alcanzara directamente con él? Ciertamente, nunca lo habría creído, pero lo que hemos visto desde el 28 de diciembre no deja de situarnos permanentemente en el asombro, aunque, a falta de pruebas, prefiero seguir pensando como antes. En todo caso, ignoro si existe algún tipo de vinculación en lo que afecta a
La Vanguardia,
pero, conociendo la tenacidad de Jesús Polanco, no me extrañaría que, al final, resultara que sus palabras fueran premonitorias.

La pretensión de que la inversión en medios de comunicación se hacía como cauce para una supuesta dedicación a la política, tampoco resistía un análisis lógico. En ese caso sí que hubiera resultado conveniente el haberla realizado de manera oculta. La propia transparencia de la inversión era la mejor de las pruebas de qué era lo que con ella se pretendía.

Claro que independientemente de nuestro oficio concreto, de nuestra dedicación profesional y personal, todos tenemos creencias, convicciones, ideales, motivos para creer o pensar que algo es bueno, malo o mejor que otras cosas para ordenar la vida en sociedad. Y si creemos en ello es legítimo que tratemos de defenderlo. Y si en España durante muchos años se habían instalado una serie de modos de pensar que a algunos no nos parecían —ni nos siguen pareciendo— los mejores para la ordenación de nuestro país, tratar de disponer de medios de comunicación desde los cuales, con transparencia, con pluralismo, sin dogmatismo, se pudieran expresar esas ideas y esos principios, no solo no era ilegítimo sino perfectamente congruente. Claro que eso habría que hacerlo de forma que no se subordinara el negocio a las propias convicciones, fobias o filias personales. Aquí sí que residiría un factor de ilegitimidad.

En este punto sí existe un argumento convincente. Ante todo, un medio de comunicación social es una empresa y, por tanto, debe atender a la generación de resultados positivos. Podrán discutirse estrategias de corto, medio y largo plazo, pero un medio de comunicación social que no es capaz de generar resultados positivos es un proyecto empresarial equivocado. Ciertamente, es este un principio que se entiende mal, sobre todo por quienes tienen que sufrir las consecuencias del cierre de un periódico. El caso del
Ya
es un ejemplo desgraciado de lo que estoy escribiendo. Después de años de pérdidas, a pesar de haber ensayado distintos modelos, sin que Banesto tuviera nada que ver en el asunto, se presionó por todos los medios, traspasando los límites de lo razonable en muchas ocasiones. Sencillamente porque era una «cabecera histórica». Ciertamente, pero sobre todo y desde hacía años, era una empresa en pérdidas. No solo la legitimación social sino, además, la propia independencia de un medio de comunicación social se construye sobre su verdadera capacidad como proyecto empresarial.

Utilizar los medios de comunicación como plataformas o palancas desde los que atacar a determinadas personas o instituciones solo por motivos personales, alterando la objetividad de las noticias, falseando los datos, deformando la realidad, eso sí que no me parece legítimo, sea cual sea la estructura de capital del medio en cuestión, tenga o no la banca u otra empresa participación. Pero defender con pluralismo y objetividad las ideas en las que uno cree no solo es legítimo sino conveniente.

Por ello, el que un medio de comunicación social se posicione a favor o en contra de la política de un gobierno o de un determinado partido político entra dentro de la lógica. Los hechos, en todo caso, deben seguir siendo hechos. Pero la línea editorial afecta a opiniones, a criterios valorativos y no a hechos en sí mismos considerados. No me parece democrático deslegitimar a un medio porque apoye o ataque una determinada opción política, siempre que ese ataque tenga el límite de la verdad, en cuanto a hechos se refiere, porque en la opinión nadie tiene —no debería tener— el monopolio de la verdad.

Como conclusión, el argumento de la independencia solo trataba de ocultar el verdadero fondo del asunto: el mantenimiento de un determinado statu quo que afectaba a las relaciones reales de poder en el seno de la sociedad española.

Como antes expliqué, había fracasado el primer intento de crear un grupo multimedia con el editor de
La Vanguardia
debido a presiones del Sistema. No voy ahora a describir una secuencia temporal de acontecimientos, sino solo a referirme a un hecho: la presencia de Banesto en Antena 3 Televisión con el Grupo Zeta fue algo que nada tuvo que ver, como por otro lado resulta evidente, con sugerencias o maniobras del poder político o del Sistema.

Parecía bastante lógico que sí existían presiones desde el poder para tratar de evitar el acuerdo con Javier Godó, y si esas presiones habían dado resultado, algo quedaba claramente de manifiesto: la debilidad estructural del grupo de
La Vanguardia,
de forma que se había detenido una operación; pero no existían garantías de que en algún momento dado no volviera a plantearse de nuevo, con los mismos o distintos actores.

Por tanto, entraba en lo razonable que la maniobra no se hubiera culminado en la destrucción del pacto Banesto-Godó, sino que continuara más allá de forma que fuera imposible repetirlo en el futuro. No conozco movimientos concretos al respecto, pero insisto en que la lógica me lleva a creer que se produjeron y posiblemente un diseño nuevo para Antena 3 Televisión estaría ensayándose.

Por ello cuando Antonio Asensio nos propone la posibilidad de caminar juntos con Murdoch en Antena 3 Televisión, las razones que aconsejaron el pacto con Javier Godó seguían siendo válidas para llevarlo a efecto con el editor del Grupo Zeta. Por otro lado, eso era tanto como revivir el proyecto originario, porque, como se recordará, en el proyecto inicial para la concesión de canales de televisión el Grupo Zeta presentó su oferta acompañado del Banesto y del Banco Central. Ya teníamos el precedente. Ahora se trataba de reactualizarlo a la vista de las circunstancias.

No me parece legítimo dar más detalles acerca de lo ocurrido puesto que son cuestiones que no me pertenecen a mí únicamente. Lo cierto es que el proyecto inicial no gozaba del beneplácito del Sistema, que deseaba a Banesto fuera de los medios comunicación y no precisamente por un problema de mayor o menor rentabilidad de los recursos invertidos en ellos, sino por las razones que han quedado expuestas. Se trató de «vender» que la operación con el Grupo Zeta era un instrumento al servicio de la victoria de Felipe González. Ignoro hasta dónde llega —si es que existe— la posible amistad de Antonio Asensio con el presidente del Gobierno. Lo que no ignoro es el pensamiento del propietario del Grupo Zeta, así como tampoco que tuvo que mantener su independencia frente a determinadas personas del poder que le sugirieron lo «mal vista» que era una alianza conmigo. Pero, además de ello, Antonio Asensio recibió la «enemiga» de medios tradicionales, pero eso también era lógico: se trataba de un sujeto ajeno a la sociedad, entendida en su sentido más conservador de lo ineficiente. Pero eso solo demuestra lo que venimos sosteniendo en estas páginas.

El jueves 26 de mayo de 1994, los diarios
El País
y
La Vanguardia
coinciden en sus grandes titulares al recoger una frase del presidente de Banesto nombrado por el Banco de España, señor Sáenz, en el siguiente sentido: «Conde invirtió 60 000 millones en medios de comunicación social con tratos de favor». Hay algo evidente: esa afirmación y, sobre todo, el despliegue dado a la misma se encuadran dentro de la lucha entre medios de comunicación social a la que posteriormente me referiré.

Pero, en todo caso, profundicemos un poco. Nuestras inversiones «de favor», según esos medios, eran las siguientes:

  • Antena 3 Televisión. Es el verdadero grueso del problema y se alude a que Banesto era propietario del 25 por ciento de forma directa y que había financiado otro 25 por ciento. Absolutamente cierto y, como antes decía, un objetivo claramente perseguido por nosotros, fruto de una reflexión estratégica.
  • Compra del 12,5 por ciento del Grupo Zeta. Verdad igualmente. Tener una participación en el
    holding
    del Grupo Zeta, que controlaba Antena 3 Televisión, era, lógicamente, una decisión encaminada a preparar una ordenación definitiva del grupo Multimedia en el futuro.
  • Telecinco. Nunca tuvimos ninguna participación. La llamada «inversión» hace referencia a préstamos concedidos para la compra de acciones por parte de otras personas. Por tanto, nunca tuvimos intención de penetrar en ese canal televisivo.
  • Diario
    El Mundo.
    Financiamos un 4,65 por ciento, por importe de 465 millones.
  • Revista
    Época.
    Un 50 por ciento, por importe de 170 millones, que, además, se efectuó a través de una ampliación de capital de la revista.

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