Kyre pronunció el nombre en voz alta, y se levantó sobre unas piernas todavía vacilantes. Cuando se acercó a ella, la expresión de los ojos de la muchacha cambió, y la esperanza empezó a reemplazar a la confusión. En su deteriorado subconsciente, sabía que él había sido objeto de una revelación… Veía el cambio en Kyre, pero no lo podía compartir. Aún quedaba lejos de su alcance la rememoración de su propio Yo, de su pasada vida en común…
Calthar tenía que haberse valido del colgante, del talismán del Lobo del Sol, para traer a Talliann a la ciudadela. Kyre no acertaba a imaginar cómo había caído en sus manos el talismán, pero suponía que la bruja ignoraba su origen. Su motivo para arrancar a Talliann de otro mundo habría sido el mismo de Simorh para hacer lo propio con él. Y, al igual que Simorh, Calthar tampoco conocía la verdadera identidad de su creación. Si llegaba a descubrirla —cosa que, sin duda, tardaría poco en suceder—, Talliann correría un peligro mortal.
Kyre creyó saber, además, qué impulsaba a Calthar a destruir Haven. Era tanto lo que se había perdido con la desaparición de la antigua lengua, que la historia de Haven, tal como hoy la interpretaban DiMag y sus eruditos, resultaba totalmente desfigurada. Habían convertido en leyenda las circunstancias de su muerte, y tal leyenda era falsa. Hablaban en Haven de una remota batalla y de la sacerdotisa vampiro, procedente del mar, que había atraído al Lobo del Sol a su perdición. Pero mientras él vivía y reinaba en Haven, no hubo guerras. Ni existía, tampoco, esa ciudadela de las aguas. y la enemiga causante de su caída había surgido de su propio territorio.
Kyre recordaba el rostro de Malhareq como si lo tuviese delante: había visto el eco de su retorcida alma en los ojos de la bruja que ahora gobernaba la ciudadela. Y si Calthar triunfaba y Haven caía, la malvada sacerdotisa traicionaría a los habitantes del mar de la misma manera que su paradigma de antaño lo había hecho con Kyre.
Era preciso que regresara a Haven
. Su mente trabajaba de modo incesante, impulsada por la sacudida de su renovada memoria. Aún había en él mucha confusión, muchas cosas que necesitaba aclarar, pero lo primero y más urgente era sacar a Talliann y a Gamora de la ciudadela y apartarlas de la maligna influencia de Calthar. Debía informar de la realidad a DiMag y Simorh, además, y advertirles de la inminencia de la Noche de Muerte.
Y Talliann… La miró de nuevo, y el vacío que vio en sus ojos estuvo a punto de partirle el corazón. Tenía que curarla, abrir su memoria como se había abierto la suya, y sólo existía una esperanza para conseguirlo. En otro tiempo, Talliann había llevado un talismán idéntico al suyo. Las dos piedras eran los símbolos de la prosperidad y la gloria de Haven. Tanto separadas como juntas tenían gran poder. y si la piedra que ahora sostenía en la mano le había devuelto la personalidad perdida, el cuarzo gemelo seguramente curaría a Talliann.
¡Si había forma de hallarlo…!
—Talliann… —dijo Kyre estrechando sus manos, y vio la sorpresa de la muchacha ante tal urgencia—. Este colgante… ¿te lo dio Calthar?
—Sí.
—¿Sabes si tiene otro? ¡Trata de recordar, Talliann, por favor! ¿Hay otra piedra como ésta?
Arrugó ella el entrecejo, confusa, y luego meneó la cabeza.
—No… Nunca la he visto. Calthar tiene esta piedra en mucha estima —agregó mientras acariciaba distraída el cuarzo y la cadena de plata seguía enredada entre los dedos de ambos—. Me dijo que debía llevarla siempre encima… Pero no tiene otra…
Kyre cerró los ojos con alivio.
En tal caso, la pieza gemela del talismán tenía que estar en alguna parte de Haven
…
Recordó entonces la advertencia de Akrivir y volvió a abrir los ojos.
—Talliann… —preguntó—. ¿Confías en mí?
—¿Confiar…? —murmuró ella, a la vez que escudriñaba su cara y su mirada se nubló, aunque sólo por un instante, antes de responder—: ¡Sí, Kyre, confío en ti!
—Entonces ¡abandona la ciudadela conmigo! No hay tiempo que perder. Tenemos que regresar a Haven. Tú, yo y Gamora. Ahora no puedo darte más explicaciones… «Además no las entenderías, mi amor. No de momento…» En Haven estarás libre de la influencia de Calthar, y podremos impedir lo que ella pretende llevar acabo. ¡Sé que podremos!
Los ojos de Talliann se llenaron de temor.
—¡No! —dijo—. No me atrevo a huir. Si nos encuentra juntos y adivina nuestros planes, nos… nos…
Un estremecimiento recorrió su cuerpo, y Kyre se apresuró a preguntar:
—¿Qué nos hará? ¿Qué?
Talliann sacudió la cabeza con violencia y emitió un sonido inarticulado y feo.
—Nos… nos conducirá ante las Madres.
—¿Las Madres?
Una extraña sensación se apoderó de Kyre. Aquel nombre no significaba nada para él y, sin embargo, encerraba una amenaza.
—No me preguntes lo que eso representa… —suplicó Talliann—. No puedo explicártelo… Hay cosas en sus aposentos secretos que no debieran existir… Cosas que ella es capaz de extraer de… ¡No quiero hablar de ello, Kyre! Me horroriza…
—Calthar no se enterará de nuestra huida hasta que sea demasiado tarde, Talliann. Akrivir ha prometido ayudarnos y, una vez en Haven, esa bruja ya no tendrá poder sobre ti. Has dicho que confiabas en mí —insistió estrechando aún más sus manos—. ¡Demuéstralo, pues!
El cuarzo que se hallaba entre las palmas de sus manos pareció latir de pronto. Talliann dio un pequeño grito de sorpresa, como si también ella lo hubiese notado, y cuando de nuevo miró a Kyre, en su rostro hubo un cierto resplandor de entendimiento. y dijo despacio, como si la asustara descubrir los propios sentimientos:
—¡Quiero ir contigo, sí! Tengo miedo, pero quiero ir…
—¡Ven, entonces! No tienes nada que temer.
Talliann era incapaz de apartar totalmente de sí la duda, pero la urgencia del hombre y su propio deseo le dieron ánimos.
—¡Sí! —volvió a decir, mirándole con trémula determinación—. ¡Voy!
Kyre ansiaba besarla, pero tal gesto hubiera sido incongruente. Talliann no habría comprendido sus razones, y ahora resultaba demasiado peligroso perder tiempo. La urgencia era tremenda.
Por eso sólo dijo:
—Akrivir nos aguarda fuera. Creo que podemos fiamos de él.
La muchacha asintió.
—Él… me ama —murmuró con una pequeña y triste sonrisa—. Supongo que más de lo que se ha atrevido a demostrar hasta ahora. Es un amigo fiel, que no nos fallará. Llámale, Kyre —añadió, tocando ligeramente el brazo del hombre.
Akrivir se había mantenido a una discreta distancia de la puerta, pero acudió enseguida cuando Kyre le llamó en voz baja. Cuando los dos hombres se miraron, Akrivir entrecerró los ojos. Adivinaba el cambio producido en Kyre, si bien no sabía de qué se trataba, y a la cautela que había en su expresión se unió un mayor entendimiento, un mayor respeto.
Kyre le expuso en breves palabras lo que pensaba hacer.
—Sí —contestó Akrivir, y miró unos segundos a Talliann con cara de pena—. Es lo mejor. Ella estará a salvo con vos; a salvo de Calthar.
Frunció el entrecejo como si le hiriera algo que prefería no recordar, pero luego se le despejó el rostro y agregó con brusquedad:
—La cueva que da al mar es vuestra única posibilidad de escapar, pero existen varios caminos para llegar a ella. Toda la ciudadela está surcada de viejos pasadizos olvidados. Os acompañaré hasta el puente. Una vez allí, Talliann ya os sabrá guiar.
—Hemos de llevar a Gamora con nosotros —anunció Kyre.
Akrivir delató preocupación.
—No irá por su gusto. No lo esperéis, mientras se encuentre bajo el hechizo de Calthar.
—Lo sé. Pero tiene el sueño profundo. Si logramos sacarla de la ciudadela antes de que despierte, no se resistirá.
Entonces, Kyre tuvo un pensamiento alarmante… ¿Cómo transportar a la niña a través del mar? El había conseguido respirar agua tan fácilmente como si fuese aire, y ahora entendía por qué. Pero el caso de Gamora era distinto.
—Talliann —dijo nervioso—. ¿Cómo llegó Gamora hasta la ciudadela?
—En una concha. Aquí hay varias —explicó, al comprender lo que Kyre pensaba—. Son como grandes almejas, en las que una persona puede ser transportada a través del mar sin que entre agua… —y entonces Talliann vaciló un poco, antes de continuar—. Calthar las usa con frecuencia, para… para traer víctimas de tierra…
La expresión de Akrivir demostró con claridad que la entendía, y Kyre apartó de sí los pensamientos acerca de la suerte que tales víctimas podían haber sufrido.
—¿Podremos devolverla a Haven de la misma manera? —preguntó.
—¡Sí! —exclamó Talliann con entusiasmo—. ¡Yo sé cómo sellar las conchas! Además sé dónde están guardadas.
—En tal caso, no debemos perder más tiempo. ¿Es prudente escapar ahora? —preguntó, mirando a Akrivir.
—Voy a comprobarlo.
—Akrivir… —dijo Kyre y, cuando el joven volvió la cabeza, agregó—: Y vos, ¿qué? Si Calthar descubre que nos habéis ayudado, os matará.
Akrivir sonrió amargamente.
—No lo descubrirá. Ya he aprendido a desviar las sospechas que Calthar pueda abrigar respecto a mí. ¡Ocupaos sólo de cuidar bien de Talliann! —recomendó con viva determinación en los ojos.
Y se encaminó hacia la puerta.
Llevarse a Gamora resultó asombrosamente fácil. Akrivir condujo a Kyre y a Talliann a través de un laberinto de oscuros túneles y aguardó entre las sombras mientras ellos se introducían por la puerta de concha para apoderarse de la niña.
La estancia estaba escasamente iluminada. Gamora dormía profundamente en la amplia cama. Ni siquiera se movió cuando Kyre la envolvió en una ligera manta. Al levantarla él en sus brazos, no hizo más que suspirar y meterse un pulgar en la boca, antes de volver a hundirse en su profundo sueño.
Talliann contempló a la pequeña.
—Si despierta… —murmuró.
—Reza para que no suceda.
Kyre trató de calmarla con una sonrisa, aunque sabía que su actitud no era convincente. El peligro todavía les amenazaba.
Una vez fuera de la estancia, Akrivir señaló un túnel lateral que estaba a oscuras. También él era presa de los nervios, aunque procuraba disimularlo.
—Es el camino más seguro —dijo—. Pero tened cuidado, porque el suelo es muy desigual.
Los tres avanzaron lo más deprisa que la lobreguez y el peso que soportaba Kyre lo permitían. Akrivir conocía a fondo aquella tortuosa conejera, y les guió por tantos recovecos y sinuosidades, que Kyre quedó pronto totalmente desorientado. Pero al fin, después de un rato que parecía interminable, distinguieron a lo lejos una nebulosa mancha de luz.
—El puente está ahí enfrente —susurró Akrivir—. Yo no sigo. Os seré más útil permaneciendo aquí para distraer a cualquiera que pudiera aparecer por estos rincones en los próximos minutos.
Pese a las tinieblas que les envolvían, Kyre vio en su rostro la tensión que le embargaba.
—Ahora empieza la parte más expuesta de vuestro camino. Si alguien os viese cruzar el puente podría alertar a Calthar —continuó, y finalmente, después de posar con delicadeza una mano en el hombro de Talliann, musitó—: ¡Tened cuidado!
La joven apoyó una mano en la de él.
—Nunca olvidaré lo que habéis hecho, Akrivir. ¡Que la suerte os acompañe!
El guerrero se volvió para que sus compañeros no vieran la expresión de su rostro, y se dirigió a Kyre con cierta aspereza:
—No sé qué resultará de todo esto, Lobo del Sol, pero si conseguimos desbaratar los planes de Calthar, me consideraré satisfecho. Dentro de cinco noches a partir de ahora sabremos la verdad —añadió, parpadeando nervioso—. Cuando llegue el momento, es posible que tenga que enfrentarme a vosotros como enemigo… Creedme si os aseguro que confío en que eso no suceda.
Kyre acogió sus palabras con una seria inclinación de cabeza.
—Yo también lo espero —dijo—. ¡Adiós, Akrivir! Daros las gracias es insuficiente, pero conocéis nuestros sentimientos. Akrivir esbozó una sonrisa fugaz. Estrechó una sola vez los dedos de Talliann, y desapareció.
La muchacha esperó a que sus pasos se perdieran en el silencio, y después murmuró:
—Bien… Ahora nos toca arrostrar lo peor.
Kyre respiró profundamente, en un esfuerzo por controlar la angustia que le producía lo que les aguardaba. Llegaron a la boca del túnel y Talliann salió con cuidado a la plataforma que se extendía más allá. Él la vio vacilar unos instantes ante la misteriosa fosforescencia que se filtraba a través del inmenso abismo, pero luego ella miró hacia atrás por encima del hombro, se llevó un dedo a los labios y le hizo una señal para que se diera prisa.
Kyre puso un pie en un saliente que no era más que un estribo colgado sobre la nada. A su alrededor, las vastas dimensiones de la cueva se fundían en la oscuridad, y abajo, muy abajo, en las insondables profundidades, el mar rugía su sorda y amenazadora canción. Delante de él se hallaba el puente, que partía de la pared de roca para perderse en la negrura. En marcado contraste con la absurda mezcla de torres, alminares y escaleras de la imponente fachada que tenía encima, la lejana pared de la otra caverna se veía vacía. Una sola luminaria, cuyo resplandor parecía el de una luciérnaga perdida, señalaba el punto donde el puente empalmaba con el distante acantilado.
Talliann dirigió una temerosa mirada a la demencial vista que asomaba a sus espaldas desde la escalofriante oscuridad, en busca de alguien que se moviera por la red de subidas y bajadas. Kyre, en cambio, se sentía incapaz de recorrer con los ojos tan vertiginoso horror. Algo calmada al comprobar que, de momento, no había peligro por ese lado, la muchacha le hizo otra señal y subió al puente.
Sabía Kyre que el vano era más ancho de lo que parecía. Le constaba haber pasado ya el puente una vez, y que podría repetir la hazaña aunque llevara a Gamora en brazos. Sin embargo, ninguna razón ni lógica fue suficiente para desterrar el terrible miedo que se adueñó de él al apoyar el pie en el impresionante arco de piedra. El colosal vacío de la tiniebla que les envolvía le estrujaba las vísceras y destruía su sentido de la orientación hasta hacerle verse como una reptante mota en medio de la infinidad de una indiferente nada, como una minúscula araña que se balanceara pendiente de un hilo de su tela. Luchó por olvidar el precipicio que se abría a sus pies, procurando mirar sólo la figura de Talliann, que caminaba segura y sin detenerse por la nocturna negrura, pero le era muy difícil, tremendamente difícil. El puente que tenía debajo parecía temblar a intervalos y enviar espantosos mensajes a su cerebro, a través de todos los nervios de su cuerpo: si hablaba o, simplemente, si se atrevía a respirar con fuerza, el eco de los sonidos caería y caería hasta ser engullido por la misteriosa profundidad, y eso sería interminable, angustioso…