—Anda, guarda esa tontería —espetó su mujer—. Mientras el Pez Negro esté en Aguasdulces, ese papel te vale para limpiarte el culo y poco más. —Hacía cincuenta años que se había unido a los Frey, pero seguía siendo una Lannister. «Una enorme cantidad de Lannister»—. Jaime te entregará el castillo.
—Estoy seguro —asintió Lord Emmon—. Os demostraré que vuestro padre acertó al confiar en mí, Ser Jaime. Seré firme pero justo con mis nuevos vasallos. Blackwood, Bracken, Jason Mallister, Vance, Piper... Todos sabrán pronto que tienen en Emmon Frey un señor justo. Y también mi padre, sí. Es el señor del Cruce, pero yo soy el de Aguasdulces. Un hijo debe obedecer a su padre, sí, pero un banderizo debe obedecer a su señor.
«Los dioses se apiaden de mí.»
—No sois su señor, ser. Leed bien el pergamino. Se os otorga Aguasdulces, con todas sus tierras y rentas, pero nada más. Petyr Baelish es Señor Supremo del Tridente. Aguasdulces estará sometido al gobierno de Harrenhal.
A Lord Emmon no le hizo ninguna gracia.
—Harrenhal no es más que un montón de ruinas malditas —protestó—. En cuanto a Baelish... Por favor, sólo es un cuentamonedas, no un señor; su linaje...
—Si tenéis alguna queja, id a Desembarco del Rey y exponédsela a mi querida hermana. —Cersei se comería vivo a Emmon Frey y se limpiaría los dientes con sus huesos.
«Es decir, si no está demasiado ocupada follándose a Osmund Kettleblack.»
Lady Genna soltó un bufido.
—No hay por qué molestar a Su Alteza con esas tonterías. ¿Por qué no sales a tomar un poco el aire, Emm?
—¿A tomar el aire?
—O a mear, o a lo que quieras. Mi sobrino y yo queremos tratar asuntos de familia.
Lord Emmon se sonrojó.
—Sí, aquí hace calor. Esperaré fuera, mi señora. Ser... —Su señoría enrolló el pergamino y amagó una reverencia en dirección a Jaime antes de salir de la carpa.
Era difícil no despreciar a Emmon Frey. Había llegado a Roca Casterly cuando tenía catorce años para casarse con una leona de tan sólo siete. Tyrion decía siempre que el regalo de bodas de Lord Tywin había sido un vientre flojo.
«Genna también ha contribuido. —Jaime recordaba más de un banquete en el que Emmon se quedaba sentado en silencio hosco, picoteando la comida, mientras su esposa gastaba bromas obscenas al caballero que tuviera sentado a la izquierda, con su conversación siempre salpicada de carcajadas—. Eso sí, le dio cuatro hijos a Frey. Al menos dice que son suyos.» En Roca Casterly, nadie tenía el valor de insinuar lo contrario, y Ser Emmon menos que nadie.
En cuanto el hombrecillo salió, su señora esposa puso los ojos en blanco.
—Mi amo y señor. ¿En qué diantres estaba pensando tu padre cuando lo nombró señor de Aguasdulces?
—Supongo que en vuestros hijos.
—Yo también pienso en ellos. Emm será un pésimo señor. Ty podría hacerlo mejor, si tiene el sentido común de aprender de mí y no de su padre. —Miró a su alrededor—. ¿Tienes vino?
Jaime encontró una frasca y le sirvió una copa.
—¿Qué haces aquí, mi señora? Tendrías que haberte quedado en Roca Casterly hasta que terminara la contienda.
—En cuanto se enteró de su nombramiento, Emm se empeñó en venir de inmediato para reclamar sus posesiones. —Lady Genna bebió un trago y se limpió la boca con la manga—. Tu padre tendría que habernos dado Darry. No sé si lo recordarás, pero Cleos estaba casado con una hija del labrador. Su afligida viuda está furiosa porque sus hijos no han recibido las tierras de su señor padre. Ami
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sólo es Darry por parte de madre. Mi nuera Jeyne es su tía; es hermana de Mariya.
—Hermana menor —le recordó Jaime—, y Ty recibirá Aguasdulces, una recompensa mucho mayor que Darry.
—Un regalo envenenado. La Casa Darry se ha extinguido por la línea masculina, y la Casa Tully, no. Ese cretino de Ser Ryman le pone una soga al cuello a Edmure, pero no está dispuesto a ahorcarlo. Y a Roslin Frey le está creciendo una trucha en la barriga. Mis nietos nunca estarán seguros en Aguasdulces mientras quede un Tully vivo.
Jaime sabía que no se equivocaba.
—Si Roslin tiene una niña...
—Se puede casar con Ty, siempre que el viejo Lord Walder dé su consentimiento. Sí, ya lo he pensado. Pero es igual de probable que tenga un niño, y un bebé con polla lo liaría todo. Y si Ser Brynden sobrevive a este asedio, puede que le dé por reclamar Aguasdulces para sí... o en nombre de Robert Arryn.
Jaime se acordaba del pequeño Robert, en Desembarco del Rey, todavía mamando a los cuatro años.
—Arryn no vivirá suficiente para engendrar. ¿Y para qué quiere Aguasdulces el señor del Nido de Águilas?
—Si un hombre tiene un cofre de oro, ¿para qué quiere otro? La gente es codiciosa. Tywin tendría que haber entregado Aguasdulces a Kevan, y Darry, a Emm. Es lo que le habría dicho si se hubiera tomado la molestia de consultarme; pero claro, tu padre nunca se molestó en consultar a nadie más que a Kevan. —Dejó escapar un profundo suspiro—. No creas, comprendo que Kevan quisiera el asentamiento más seguro para su hijo. Lo conozco demasiado bien.
—Pues parece que Kevan y Lancel quieren cosas muy diferentes. —Le habló de la decisión de Lancel de renunciar a su esposa, sus tierras y su posición para ir a luchar por la Sagrada Fe—. Si aún quieres Darry, escríbele a Cersei y exponle tu caso.
Lady Genna movió la copa como si desechara la idea.
—No, ese caballo ya no está en el establo. A Emm se le ha metido en ese diminuto cerebro que gobernará las tierras de los ríos. En cuanto a Lancel... Esto lo tendríamos que haber visto venir. Al fin y al cabo, una vida dedicada a proteger al Septón Supremo no es tan diferente de una vida dedicada a proteger al rey. Pero Kevan se va a poner furioso, tanto como Tywin cuando se te metió entre ceja y ceja vestir el blanco. Al menos a Kevan le queda un heredero, Martyn. Siempre puede casarlo con Ami
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para que ocupe el puesto de Lancel. Que los Siete se apiaden de nosotros. —Dejó escapar un suspiro—. Hablando de los Siete, ¿por qué permite Cersei que la Fe vuelva a tomar las armas?
Jaime se encogió de hombros.
—Sus motivos tendrá.
—¿Sus motivos? —Lady Genna hizo un ruido un tanto grosero—. Más vale que sean unos motivos excelentes. Los Espadas y Estrellas fueron un problema hasta para los Targaryen. El propio Conquistador cogía la Fe con pinzas para que no se enfrentaran a él. Y cuando Aegon murió y los señores se alzaron contra sus hijos, las dos órdenes estuvieron a un paso de la rebelión. Contaban con el apoyo de los señores más devotos y de la mayor parte del pueblo. Al final, el rey Maegor tuvo que ofrecer una recompensa por ellos. Si no recuerdo mal las lecciones de historia, pagaba un dragón por la cabeza de cada Hijo del Guerrero que no se hubiera arrepentido, y un venado de plata por el cuero cabelludo de cada Clérigo Humilde. Murieron a millares, pero otros tantos siguieron recorriendo el reino, desafiantes, hasta que el Trono de Hierro decretó la muerte de Maegor y el rey Jaehaerys otorgó el perdón a todos los que rindieran la espada.
—Se me había olvidado todo eso —confesó Jaime.
—Y a tu hermana también. —Bebió otro trago de vino—. ¿Es verdad que Tywin sonreía en su féretro?
—Se estaba pudriendo en su féretro. Se le retorció la boca.
—¿Sólo era eso? —Pareció entristecida—. Todos decían que Tywin no había sonreído nunca, pero sonreía cuando se casó con tu madre, y también cuando Aerys lo nombró Mano. Tyg juraba que también sonrió cuando Torre Tarbeck se derrumbó encima de Lady Ellyn, aquella zorra intrigante. Y sonrió cuando naciste, Jaime, eso lo vi yo misma. Cersei y tú, tan rosados, tan perfectos, idénticos como dos gotas de agua... Bueno, excepto entre las piernas. ¡Vaya pulmones teníais!
—Oye mi Rugido. —Jaime sonrió—. Ahora me dirás cuánto le gustaba reírse.
—No. Tywin no confiaba en la risa. Había oído a demasiada gente reírse de tu abuelo. —Frunció el ceño—. Te aseguro que este simulacro de asedio no le habría hecho ninguna gracia. Ahora que estás aquí, ¿cómo piensas ponerle fin?
—Negociando con el Pez Negro.
—No te servirá de nada.
—Tengo intención de ofrecerle unas condiciones muy generosas.
—Para ofrecer condiciones hace falta que haya confianza. Los Frey asesinaron a sus propios invitados, y tú, bueno... Sin ánimo de ofender, cariño, mataste a cierto rey al que habías jurado proteger.
—Y mataré al Pez Negro si no se rinde. —La voz le salió más brusca de lo que había pretendido, pero no estaba de humor para que le refregaran por la cara lo de Aerys Targaryen.
—¿Cómo? ¿A base de insultos? —replicó en un tono cargado de desprecio—. Sólo soy una vieja gorda, Jaime, pero lo que tengo entre las orejas no es queso. Lo mismo le pasa al Pez Negro. No lo doblegarás con amenazas vacuas.
—¿Qué me aconsejas?
Su tía encogió los enormes hombros.
—Emm quiere que le corten la cabeza a Edmure. Puede que tenga razón, por una vez. Los amagos de ejecución de Ser Ryman nos han convertido en su hazmerreír. Tienes que demostrarle a Ser Brynden que tus amenazas van en serio.
—La muerte de Edmure podría acrecentar la resolución de Ser Brynden.
—Si hay algo de lo que nunca ha carecido Brynden
el Pez Negro
es de resolución. Eso te lo podría haber dicho Hoster Tully. —Lady Genna apuró la copa de vino—. En fin, no quiero que creas que te estoy diciendo cómo disputar una guerra. Sé cuál es mi lugar... A diferencia de tu hermana. ¿Es verdad que Cersei mandó prender fuego a la Fortaleza Roja?
—Sólo la Torre de la Mano.
Su tía puso los ojos en blanco.
—Habría hecho mejor en dejar tranquila la torre y quemar a la Mano. ¿Harys Swyft? ¡Por favor! Si hubo alguna vez un hombre que mereciera su blasón, ese fue Ser Harys. Y Gyles Rosby, los Siete nos amparen, ¡si creía que había muerto hacía años! Y Merryweather... Para que te enteres, tu padre llamaba Risitas a su abuelo. Tywin decía que Merryweather sólo servía para reírse cuando el rey decía algo supuestamente ingenioso. Creo recordar que su señoría se ganó el exilio a golpe de risitas. Cersei también ha metido a un bastardo en el consejo, y a un inútil Kettleblack en la Guardia Real. Ahora, la Fe se está rearmando, y los braavosis se dedican a reclamar el pago de los préstamos por todo Poniente. Nada de eso habría sucedido si hubiera tenido el sentido común de nombrar Mano a tu tío.
—Ser Kevan rechazó el nombramiento.
—Eso nos dijo. Lo que no dijo fue por qué. Hubo muchas cosas que no dijo. Que no quiso decir. —Lady Genna hizo una mueca—. Kevan siempre ha hecho lo que se le ha pedido. No es propio de él dar la espalda a su deber. Aquí pasa algo, me lo huelo.
—Dijo que estaba cansado.
«Lo sabe —le había dicho Cersei ante el cadáver de su padre—. Sabe lo nuestro.»
—¿Cansado? —Su tía apretó los labios—. En fin, tiene derecho a estarlo. Debe de haberle resultado duro pasarse toda la vida a la sombra de Tywin. Fue duro para todos mis hermanos. La sombra que proyectaba Tywin era larga y negra; todos tenían que debatirse para encontrar un poco de sol. Tygett trató de independizarse, pero nunca pudo competir con tu padre, y eso lo fue amargando con los años. Geron siempre estaba bromeando. Es mejor reírse del juego que jugar y perder. Pero Kevan se dio cuenta enseguida de cómo iban a acabar las cosas, así que se hizo un lugar al lado de tu padre.
—¿Y tú? —preguntó Jaime.
—No era un juego para niñas. Yo era la princesita adorada de mi padre, y también la de Tywin, hasta que lo decepcioné. Nunca encajó bien las decepciones. —Se puso en pie—. Ya he dicho todo lo que tenía que decir; no te robaré más tiempo. Haz lo que creas que habría hecho Tywin.
—¿Lo querías? —se oyó preguntar Jaime.
Su tía le lanzó una mirada de extrañeza.
—Tenía siete años cuando Walder Frey convenció a mi señor padre para que le entregara mi mano a Emm. A su segundo hijo, ni siquiera a su heredero. Mi padre era el tercer hijo, y los niños buscan la aprobación de los adultos. Frey vio este punto débil, y mi padre accedió sin más motivo que el de complacerlo. Mi compromiso se anunció en un banquete al que asistía la mitad de Occidente. Ellyn Tarbeck se echó a reír, y el León Rojo salió de la estancia hecho una furia. Los demás se quedaron sentados y en silencio. El único que se atrevió a oponerse al compromiso fue Tywin. Un niño de diez años. Nuestro padre se puso blanco como la leche de yegua, y Walder Frey temblaba, en serio. —Sonrió—. Después de aquello, ¿cómo no iba a quererlo? No significa que aprobara todo lo que hacía, ni que me gustara mucho estar con el hombre en que se convirtió... Pero toda niñita necesita un hermano mayor que la proteja. Tywin era grande hasta cuando era pequeño. —Dejó escapar un suspiro—. ¿Quién nos protegerá ahora?
Jaime le dio un beso en la mejilla.
—Tywin dejó un hijo.
—Cierto. Y eso es lo que más miedo me da.
Era un comentario muy extraño.
—¿Por qué te da miedo?
—Jaime —dijo mientras le pellizcaba la oreja—, cariño, te conozco desde que eras un bebé que mamaba del pecho de Joanna. Sonríes como Gerion y peleas como Tyg, y hasta tienes algo de Kevan; de lo contrario no llevarías esa capa... Pero el verdadero hijo de Tywin es Tyrion, no tú. Se lo dije a tu padre en cierta ocasión, y me retiró la palabra durante medio año. A veces, los hombres pueden llegar a ser tan estúpidos... Hasta los que aparecen una vez cada mil años.
Se despertó antes de que saliera el sol, en la pequeña buhardilla que compartía con las hijas de Brosco.
Gata era siempre la primera en despertar. Bajo las mantas, con Brea y Talea, estaba cómoda y a gusto. Se quedó escuchando el sonido suave de su respiración. Cuando se desperezó y se sentó para buscar las zapatillas, Brea musitó una queja adormilada y se volvió. El frío que parecía emanar de las piedras grises le ponía a Gata la carne de gallina. Se vistió a toda prisa en la oscuridad. Cuando se estaba poniendo la túnica, Talea abrió los ojos.
—Gata, anda, sé buena y alcánzame la ropa.
Era una chiquilla torpe y desgarbada, toda piel, huesos y codos, que siempre se quejaba de frío.
Gata le llevó la ropa, y Talea se la puso bajo las mantas. Entre las dos, sacaron de la cama a su hermana mayor, mientras musitaba amenazas somnolientas.
Cuando las tres bajaron por la escalerilla que llevaba a su habitación, Brosco y sus hijos varones ya estaban en el bote, en el pequeño canal de la parte de atrás de la casa. Como todas las mañanas, Brosco les dijo con un rugido que se dieran prisa. Los muchachos ayudaron a Brea y a Talea a subir al bote. La misión de Gata consistía en desatarlos del atracadero, tirarle la amarra a Brea y dar un empujón al bote con el pie. Los hijos de Brosco dieron impulso con las pértigas. Gata corrió y salvó de un salto la distancia creciente entre el muelle y la cubierta.