Filosofía del cuidar (24 page)

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Authors: Irene Comins Mingol

Tags: #Filosofía, Ensayo

CULTURA PARA LA PAZ

TIEMPO

MENOS AGOBIANTE

TAREAS DE ATENCIÓN Y CUIDADO

MÁS COLECTIVO

¿Aceleración y medio ambiente? Atisbos de una mala relación
. Resulta interesante destacar el vínculo existente entre el movimiento Slow y los movimientos antiglobalización en lo que respecte a la consideración medioambiental. «Los seguidores de ambos movimientos creen que el
turbocapitalismo
ofrece un billete de ida hacia la extenuación, para el planeta y quienes lo habitamos» (Honoré, 2005: 23). En 1902 Gabriel Hanotaux prefiguró el moderno interés por el medio ambiente al advertir que el temerario afán de la velocidad estaba apresurando el agotamiento de las reservas mundiales de carbón: «Durante nuestra estancia, quemamos el camino a fin de poder viajar por él con más rapidez» (Honoré, 2005: 46). María Ángeles Durán apunta también hacia lo nexos entre el tiempo y la ecología (2007: 113-117). En conclusión podemos decir que el uso del tiempo no es solo un asunto individual y privado sino colectivo y público. El tiempo es una categoría social que construimos entre todos y que vale la pena repensar y visualizar si queremos crear una convivencia más feliz y justa.

RECAPITULACIÓN DE LA PRIMERA PARTE

En este primer bloque hemos abordado las principales aportaciones de la ética del cuidado a la construcción de una cultura para la paz. Esto lo hemos realizado en un proceso en el que podemos diferenciar tres fases: primero hemos presentado y contextualizado nuestra variable de estudio, la ética del cuidado. En una segunda fase hemos analizado propiamente sus contribuciones en la creación de una Cultura para la Paz. Finalmente hemos apuntado la relación entre el tiempo, las tareas de cuidado y los valores propios de una Cultura para la Paz.

A la hora de contextualizar el cuidado hemos empezando presentando el tema de la feminización de la paz, ya que el cuidado puede enmarcarse entre las aportaciones que desde el feminismo se ha realizado a la construcción de una cultura de paz. Después hemos hecho una introducción a la ética del cuidado, reseñando su génesis y principales atributos. Posteriormente la hemos contextualizado desafiando o reformulando dos de las atribuciones más comunes que se hacen a la ética del cuidado: su carácter de ética feminista y su contraposición dicotómica a la ética de la justicia.

En segundo lugar, y tras situar y conocer los rasgos principales de la ética del cuidado hemos dividido sus aportaciones a la construcción de una cultura para la paz en dos ámbitos: la transformación pacífica de conflictos y las tareas de atención y cuidado.

La transformación pacífica de conflictos es uno de los grandes desafíos que tenemos la humanidad para la creación de una cultura de paz. Transformación que no solución, ya que los conflictos son inherentes a la naturaleza humana y son ineludibles. Un mundo feliz, sin conflictos, al estilo del que nos relata Aldous Huxley en su novela, además de un mundo de ficción es un mundo sin libertad. Lo que tenemos que hacer por tanto es aprender a abordar los conflictos de forma pacífica. Para este aprendizaje deberemos acudir a fuentes que han estado excluidas del sistema occidental hegemónico caracterizado por abordar los conflictos de forma violenta. La ética del cuidado es una de estas fuentes.

Las contribuciones de la ética del cuidado a la transformación pacífica de conflictos pueden resumirse en tres ideas. 1. La atención a la multiplicidad, considerar todo lo que se pueda. Ante una situación conflictiva actuar sin consideración de la mayor parte de elementos posibles es violencia. Tener en consideración otros puntos de vista y ser sensible a la particularidad y especificidad del contexto moral es imprescindible para la regulación pacífica de conflictos. 2. No existencia de ganadores o perdedores. Como en otros lugares las dicotomías y dualismos se han mostrado inservibles. La existencia de perdedores solo perpetua la espiral de violencia a través de la venganza, el resentimiento o el odio. Ante la regulación de un conflicto no es condición ineludible la existencia de ganadores y perdedores, es preferible que todos de alguna forma salgan beneficiados. 3. Prioridad en la atención a las necesidades y no en la aplicación de castigos. Ante una situación conflictiva la ética del cuidado nos incita a abordar la necesidad que origina el conflicto, en lugar de focalizarnos solo en castigar las culpas. Finalmente también hemos expuesto algunos elementos en común de la ética del cuidado y la teoría de la no-violencia, concretamente la centralidad conceptual del amor y su función inestimable en la transformación pacífica de los conflictos.

Otra de las contribuciones de la ética del cuidado a la construcción de una cultura para la paz es su acento en la importancia no sólo de la contención de la agresión en nuestra relación con los otros, sino de la atención y la preocupación por las necesidades de los demás y por el deseo de satisfacerlas. Ese deseo de satisfacer las necesidades de los demás se traduce en acciones de cuidado y atención. Las tareas de atención y cuidado las hemos analizado tanto desde el punto de vista de los suministradores como de los destinatarios. Los destinatarios de las tareas de atención y cuidado no se circunscriben sólo a la esfera más cercana y personal, sino que abarcan todos los individuos con necesidades, así como también la naturaleza o el cuidado de uno mismo. Hemos visto también cómo la pretensión de universalidad del cuidado es compatible con una noción de sujeto concreto y particular; ya que el destinatario no es un individuo abstracto sin voz, sino que es el interlocutor concreto que demanda, gestiona y corresponde en el cuidado. Desde los estudios para la paz también nos ha interesado analizar quienes son los suministradores del cuidado, ya que una mala distribución de estas tareas puede ser un foco de injusticias así como un elemento perpetuador del sexismo. En este contexto también hemos abordado el efecto nefasto de la globalización y el desarrollo en la disminución de las tareas de atención y cuidado.

Finalmente hemos apuntado la relevancia del factor tiempo a la hora de analizar las tareas de cuidado, así como los valores de una cultura para la paz. Algunas de las ideas básicas que hemos concluido en este apartado han sido las siguientes: Por un lado la necesidad de una distribución equitativa del cuidado entre hombres y mujeres, como elemento imprescindible de justicia, igualdad de oportunidades y generación de valores de paz. Por otro lado la necesidad de dedicar más tiempo al cuidado, en un movimiento contracorriente a esta tendencia del desarrollo y la globalización, para crear un cuidado de calidad. Finalmente hemos apuntado la importancia de reconceptualizar la noción del tiempo para promover elementos clave para una cultura de paz: la capacidad moral, el diálogo, la reflexión crítica o la participación política.

Nos queda por ver cómo llevamos a cabo un modelo de sistema educativo en el que el valor del cuidado esté presente y por tanto colabore en la construcción de una cultura para la paz, esto lo veremos en el siguiente bloque.

II PARTE
LA ÉTICA DEL CUIDADO
COMO EDUCACIÓN PARA LA PAZ

En la primera parte del libro hemos visto las aportaciones de la ética del cuidado a la construcción de una cultura para la paz. En este segundo bloque vamos a considerar la propuesta de una educación en el cuidado como una educación para la paz. Una educación tal que haga del cuidado un hábito. En primer lugar haré una introducción a la relación que existe entre feminismo y educación para la paz. Posteriormente abordaremos las aportaciones de una educación en el cuidado como educación para la paz: lo multifactorial, la empatía y la participación ciudadana. En tercer lugar analizaremos la educación en el cuidado como una coeducación sentimental. Coeducación en el sentido de que debemos educar en el cuidado tanto a mujeres como a hombres, para que deje de ser un valor exclusivamente de género y pase a ser un valor humano. Finalmente se exponen algunas propuestas prácticas de educación en el valor del cuidado.

5. FEMINISMO Y EDUCACIÓN PARA LA PAZ

Las relaciones entre el feminismo y la educación para la paz se dan en tres ámbitos principales: 1. Por un lado, el feminismo en sí, tanto como elemento liberador de un grupo oprimido como aportación de nuevos valores, debería ser un elemento integrante de la educación para la paz. 2. Por otro lado, se da la casualidad que la teorización sobre la educación para la paz se ha producido especialmente desde mujeres (Brock-Utne, 1987, 1989; Reardon y otros, 1994). 3. Por último el rol de la mujer como educadoras para la paz.

Toda educación para la paz debe de incluir los estudios de género como parte importante de su contenido. Este es el camino para conseguir que la violencia cultural, estructural y directa contra las mujeres vaya disminuyendo. De hecho, el feminismo, debería ser algo así como una asignatura transversal que impregnara todas las disciplinas: desde la historia, las ciencias, la literatura o el arte. No sólo en su aspecto de crítica o denuncia sino también y especialmente en el aspecto de aportación de nuevos valores y conceptos que hasta ahora han estado ocultos bajo el rol doméstico de la mujer. En este sentido sería interesante incluir en la educación moral, la educación en valores como el cuidado, la ternura o la empatía. Estos valores muchas veces, no sólo han estado ausentes de los diseños curriculares de las asignaturas sino que además han estado deslegitimados desde el currículum oculto de muchos profesores. Los avances feministas en la teoría moral están siendo cada vez más introducidos en los diseños de las asignaturas: el valor de la intersubjetividad, del cuidado, la ternura, el otro concreto frente al otro generalizado. Son en definitiva valores que contribuyen a nuestro bagaje para aprender a transformar los conflictos de forma pacífica. «Tanto políticos y líderes espirituales como educadores, artistas, científicos y periodistas, tienen un papel crucial a la hora de revitalizar la ética del amor y el interés por los demás» (Mayor Zaragoza, 1994: 83).

El diseño curricular, la teorización y reflexión sobre la educación para la paz se ha producido en su mayoría de veces desde mujeres. Las dos investigadoras más importantes en este sentido han sido Betty Reardon y Birgit Brock-Utne. La educación para la paz debe ser básicamente una educación en hábitos, costumbres, experiencial. Frente a la educación como transmisión de conocimientos o información la educación para la paz se plantea una educación emocional más que cognitiva, una educación vivencial.

Aparte de éstas dos interrelaciones entre el feminismo y la educación para la paz, existe una tercera interrelación: «La educación de la mujer —sea cual sea el lugar donde reside— es el medio más eficaz para reducir el crecimiento demográfico y garantizar la instrucción infantil» (Mayor Zaragoza, 1994: 153). Birgit Brock-Utne ha trabajado en el rol de las mujeres como madres y miembros de la sociedad en la educación de la gente joven para la paz, el entendimiento mutuo y el respeto por los derechos humanos. Esta tercera interrelación entre el feminismo y la educación para la paz se resume en la idea de que las mujeres han ejercido el papel de mediadoras y educadoras informales de la paz en muchas situaciones históricas.

6. APORTACIONES DE LA ÉTICA DEL CUIDADO A LA EDUCACIÓN PARA LA PAZ

En todo diseño curricular de una educación para la paz deben existir en mi opinión tres objetivos principales: 1. Una educación en el valor de lo multifactorial y holístico. 2. Una educación en el valor de la empatía. 3. Una educación en la ciudadanía, en el valor de la participación política de la sociedad civil. Analizaré a continuación cada uno de estos aspectos y señalaré cómo una educación en el cuidado puede colaborar a desarrollarlos.

6.1 EL VALOR DE LO MULTIFACTORIAL

Multifactorial, holística, diversa, compleja, son adjetivos con los que podemos calificar la realidad que nos envuelve. Una educación para la paz debe educar en una comprensión y valoración de esa diversidad. Esa complejidad implica tanto diversidad de alternativas a la hora de buscar soluciones a los conflictos, como riqueza de aportaciones en el proceso de construcción de una cultura para la paz. Esta perspectiva es también conocida como pensamiento complejo (Morin, 2000).

Lo que el pensamiento complejo sustituye es el orden artificioso, por racionalista, del paradigma clásico, por un pensamiento que trata de acercarse lo más posible a la riqueza inmensa de una realidad que es un entramado de relaciones […]. Debemos, pues, sustituir el paradigma de simplificación clásico por el de complejidad y así dar curso a una epistemología transdisciplinar (Fernández Herrería, 2001: 101).

En una educación para la paz se debe aprender a comprender y valorar la diversidad y la heterogeneidad como una riqueza. Frente a la intolerancia, la xenofobia y en general el miedo a lo diferente, al otro o a la otra, la alternativa es el reconocimiento solidario de la pluralidad de formas de vida, lo que no significa la aceptación acrítica de cualquier tipo de planteamiento o que todo valga. La misma falta de respeto es el menosprecio radical de una forma de vida, como la aceptación acrítica de sus planteamientos en términos absolutos. De lo que se trata es del reconocimiento recíproco de las carencias y ventajas de las diferentes formas de vida y la reconstrucción común de las alternativas en el marco de la pluralidad (Martínez Guzmán, 2001c: 12).

Gracias a la diversidad podemos aprender mutuamente unos de otros y colaborar de forma más positiva en la construcción de muchas culturas para la paz. Uno de los objetivos que el artículo 19 de la Ley Orgánica 1/1990 del 3 de octubre asigna a la Educación Secundaria Obligatoria es:

Conocer y apreciar el patrimonio natural y cultural y contribuir activamente a su conservación y mejora, entender la diversidad lingüística y cultural como un derecho de los pueblos y de los individuos a su identidad, y desarrollar una actitud de interés y respeto hacia el ejercicio de este derecho.

Una educación para la paz debe ser una educación en la pluralidad tanto promoviendo la admiración por la diversidad de culturas como educando en la propia identidad cultural. En esta tesitura de compaginar el aprecio tanto por la propia cultura como por otras es interesante señalar, en una educación para la paz, la necesidad que tenemos los seres humanos de que exista esa diversidad. Para aprender a reconocer que más que incompatibles esas diversidades nos convierten en interdependientes.

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