Fragmentos de una enseñanza desconocida (9 page)

Read Fragmentos de una enseñanza desconocida Online

Authors: P. D. Ouspensky

Tags: #Autoayuda, #Esoterismo, #Psicología

"Según una antigua enseñanza, de la que subsisten trazas en numerosos sistemas de ayer y de hoy, cuando un hombre alcanza el desarrollo más completo que en general le es posible,
se compone de cuatro cuerpos.
Estos cuatro cuerpos están constituidos por substancias que se hacen cada vez más y más finas, interpenetrándose y formando cuatro organismos que tienen entre sí una relación bien definida sin dejar de ser independientes, y que son capaces de actuar independientemente.

"Lo que permite la existencia de cuatro cuerpos es que el organismo humano, es decir el cuerpo físico, tiene una organización tan compleja que, bajo ciertas condiciones, se puede desarrollar en él un organismo nuevo e independiente que ofrezca a la actividad de la conciencia un instrumento mucho más adecuado y más sensible que el cuerpo físico. La conciencia que se manifiesta en este nuevo cuerpo es capaz de gobernarlo, y tiene pleno poder y pleno control sobre el cuerpo físico. Bajo ciertas condiciones en este segundo cuerpo se puede formar un tercero que tiene también sus características propias. La conciencia manifestada en este tercer cuerpo tiene pleno poder y pleno control sobre los dos primeros; y el tercer cuerpo puede adquirir conocimientos inaccesibles tanto al segundo como al primero. En el tercer cuerpo, bajo ciertas condiciones puede crecer un cuarto, que difiere tanto del tercero como éste del segundo, y el segundo del primero. La conciencia que se manifiesta en el cuarto cuerpo tiene completo control sobre su propio cuerpo y sobre los tres primeros.

"Estos cuatro cuerpos son definidos por las diversas enseñanzas de diferentes maneras."

G. dibujó el cuadro reproducido en la figura 1, y dijo:

—Según la terminología cristiana, el primero es el cuerpo físico, el cuerpo «carnal»; el segundo es el cuerpo «natural», el tercero es el cuerpo «espiritual», y el cuarto, según la terminología del
Cristianismo esotérico,
es el «cuerpo divino».

"Según la terminología teosófica, el primero es el cuerpo físico, el segundo es el «cuerpo astral», el tercero es el «cuerpo mental» y el cuarto es el «cuerpo causal.»
[3]

1º CUERPO

2º CUERPO

3º CUERPO

4º CUERPO

Cuerpo carnal

Cuerpo natural

Cuerpo espiritual

Cuerpo divino

"Carruaje" (cuerpo)

"Caballo" (sentimientos, deseos)

"Cochero" (pensamiento)

(Yo, conciencia, voluntad)

Cuerpo físico

Cuerpo astral

Cuerpo mental

Cuerpo causal

Fig.1

"En el lenguaje lleno de imágenes de ciertas enseñanzas orientales, el primero es el
carruaje
(cuerpo), el segundo es el
caballo
(sentimientos, deseos), el tercero es el
cochero
(el pensar), y el cuarto es el
Amo
(Yo, conciencia, voluntad).

"Se encuentran paralelos o comparaciones de este género en la mayoría de los sistemas que reconocen algo más en el hombre que el cuerpo físico. Pero casi todos estos sistemas, aun cuando repiten bajo una forma más o menos familiar las definiciones y las divisiones de la antigua enseñanza, han olvidado u omitido su característica más importante, a saber que el hombre no nace con los cuerpos sutiles, y que éstos requieren ser cultivados artificialmente, lo que es posible sólo bajo ciertas condiciones favorables exteriores e interiores.

"El «cuerpo astral» no es indispensable para el hombre. Es un gran lujo que no está al alcance de todos. El hombre puede muy bien vivir sin el cuerpo astral. Su cuerpo físico posee todas las funciones necesarias para la vida. Un hombre sin cuerpo astral puede aun producir la impresión de ser muy intelectual, hasta muy
espiritual,
y engañar así no solamente a los otros, sino a sí mismo.

"Esto, naturalmente, es aún mas cierto para el «cuerpo mental» y para el cuarto cuerpo. El hombre ordinario no posee estos cuerpos ni las funciones que les corresponden. Pero a menudo, él cree y llega a hacer creer a los demás, que los posee. Las razones de este error son en primer lugar el hecho de que el cuerpo físico trabaja con las mismas substancias con las que se constituyen los cuerpos superiores, pero estas substancias no se cristalizan en él, no le pertenecen; y en segundo lugar, el hecho de que todas las funciones del cuerpo físico son análogas a las de los cuerpos superiores, aunque naturalmente difieren mucho. Entre las funciones de un hombre que no posee sino su cuerpo físico, y las funciones de los
cuatro cuerpos
, la diferencia principal es que en el primer caso, las funciones del
cuerpo físico
gobiernan todas las otras; en otros términos, todo está gobernado por el cuerpo, que es, a su vez, gobernado por las influencias exteriores. En el segundo caso, el mando o el control emana del cuerpo superior.

"Las funciones del cuerpo físico pueden ponerse en paralelo con las funciones de los cuatro cuerpos."

G. dibujó otro cuadro (figura 2) que representaba las funciones paralelas de un hombre de cuerpo físico y un hombre de cuatro cuerpos.

=============================================================================

Autómata

que trabaja bajo la

presión de influencias

exteriores.

Deseos

producidos

por este

automatismo.

Pensamientos

que resultan

de los

deseos.

"Voluntades"

múltiples y

contradictorias

producidas por los deseos.

Cuerpo

que obedece a los

deseos o a las emociones

sometidos a la

inteligencia.

Poderes

emocionales y

deseos que obedecen

al pensamiento

inteligente.

Funciones

del pensar obedecen

a la conciencia

y a la

voluntad.

Yo

ego

conciencia

voluntad.

=============================================================================

Fig.2

—En el primer caso, dijo G., es decir, en el caso de las funciones de un hombre de cuerpo físico solamente, el autómata depende de las influencias exteriores, y las otras tres funciones dependen del cuerpo físico y de las influencias exteriores que éste recibe. Los deseos o las aversiones —«yo deseo», «yo no deseo», «me gusta», «no me gusta»— es decir, las funciones que ocupan el lugar del segundo cuerpo, dependen de choques y de influencias accidentales. El pensar, que corresponde a las funciones del tercer cuerpo, es un proceso enteramente automático. En el hombre mecánico, falta la voluntad; no hay más que deseos, y lo que se llama su fuerte o su débil voluntad no es sino la mayor o menor
permanencia
de sus deseos, de sus ganas.

"En el segundo caso, es decir en el caso de un hombre en posesión de cuatro cuerpos, el automatismo del cuerpo físico depende de la influencia de los otros cuerpos. En lugar de la actividad discordante y a menudo contradictoria de los diferentes deseos, hay un solo Yo, entero, indivisible y permanente; hay una
individualidad
que domina al cuerpo físico y sus deseos y que puede sobreponerse a sus repugnancias y a sus resistencias. En lugar de un pensar mecánico está la
conciencia.
Y hay la voluntad, es decir un poder, ya no simplemente compuesto de deseos variados que pertenecen a los diferentes «yoes», y que son muy a menudo contradictorios, sino un poder nacido de la conciencia y gobernado por la individualidad o un Yo único y permanente. Sólo esta voluntad puede llamarse «libre», porque es independiente del accidente y ya no puede más ser alterada ni dirigida desde afuera.

"Una enseñanza oriental describe las funciones de los cuatro cuerpos, su crecimiento gradual y las condiciones de este crecimiento, de la siguiente manera:

"Imaginemos un vaso o un crisol lleno de diversos polvos metálicos. Entre estos polvos que están en contacto uno con otro, no existen relaciones definidas. Cada cambio accidental de la posición del crisol modifica la posición relativa de los polvos. Si se sacude el crisol o si se le golpea con el dedo, el polvo que se encontraba arriba puede aparecer al fondo, en medio o inversamente. No hay nada permanente en la situación respectiva de estos polvos y en tales condiciones no puede haber nada permanente. Esta es una imagen fiel de nuestra vida psíquica. A cada momento nuevas influencias pueden modificar la posición de los granos que se encuentran arriba, y poner en su lugar otros granos de naturaleza absolutamente opuesta. La ciencia llama a este estado relativo de los polvos, el estado de mezcla mecánica. La característica fundamental de las relaciones mutuas en este estado de mezcla es su versatilidad y su inestabilidad.

"Es imposible estabilizar las relaciones mutuas de los polvos que se encuentran en un estado de mezcla mecánica. Pero ellos pueden ser fundidos; su naturaleza metálica hace posible la operación. Con este fin se puede encender un fuego especial bajo el crisol; al calentarlos y derretirlos los hará fusionar. Así fusionados, los polvos se encuentran en el estado de un compuesto químico. Desde luego, no pueden ser agitados tan fácilmente como en su estado de mezcla mecánica en el que era suficiente un pequeño golpe para separarlos y hacerlos cambiar de lugar. Ahora lo que contenía el crisol ha llegado a ser indivisible, «individual». Es una imagen de la formación del segundo cuerpo. El fuego, gracias al cual se ha obtenido la fusión, es el producto de una «fricción» que es a su vez el producto de la lucha en el hombre entre el «sí» y el «no». Si un hombre no resiste jamás a algunos de sus deseos, si está en connivencia con ellos, si los favorece, si aun los alienta, no tendrá jamás un conflicto interior en él, nunca tendrá «fricción» y por lo tanto no habrá fuego. Pero si para alcanzar una meta definida combate los deseos que se atraviesan en su camino, crea de esta manera un fuego que transformará gradualmente su mundo interior en un Todo.

"Volvamos a nuestro ejemplo. El compuesto químico obtenido por fusión posee ciertas cualidades, cierto peso específico, cierta conductibilidad eléctrica, y así sucesivamente. Estas cualidades constituyen las características de la substancia en cuestión. Pero si se la trabaja de cierta manera, el número de sus características puede ser acrecentado, es decir que se le puede dar a la aleación propiedades nuevas que no le pertenecían primitivamente. Será posible imantarla, volverla radioactiva, etc.

"El proceso por el cual se pueden comunicar nuevas propiedades a la aleación corresponde al proceso de la formación del tercer cuerpo, así como a la adquisición de un nuevo conocimiento y nuevos poderes con la ayuda del tercer cuerpo.

"Cuando el tercer cuerpo ha sido formado y cuando ha adquirido todas las propiedades, poderes y conocimientos que le son accesibles, queda aún el problema de fijarlos; todas estas propiedades nuevas, que le han sido comunicadas por cierta clase de influencias, pueden de hecho serle quitadas tanto por las mismas influencias como por otras. Pero, por un trabajo especial que los tres cuerpos tienen que hacer juntos, los caracteres adquiridos pueden ser convertidos en propiedad permanente e inalterable del tercer cuerpo.

"El proceso de fijación de estos caracteres adquiridos corresponde al proceso de formación del cuarto cuerpo.

"Y en verdad, ningún hombre tiene derecho de ser llamado un Hombre, en el pleno sentido de la palabra, hasta que sus cuatro cuerpos no se hayan desarrollado totalmente. Por eso, el hombre verdadero posee numerosas propiedades que el hombre ordinario no tiene.
Una de estas propiedades es la inmortalidad
. Todas las religiones, todas las antiguas enseñanzas aportan la idea de que al adquirir el cuarto cuerpo, el hombre adquiere la inmortalidad; y todas indican caminos que llevan a la adquisición del cuarto cuerpo, es decir, a la conquista de la inmortalidad.

"En este sentido, algunas enseñanzas comparan al hombre con una casa de cuatro habitaciones. El hombre vive en la más pequeña y miserable de todas, y hasta que le sea dicho, no tiene la menor sospecha de la existencia de las otras tres, llenas de tesoros. Cuando oye hablar de ellas, comienza a buscar las llaves de estas habitaciones, especialmente de la cuarta, la más importante de todas. Y cuando un hombre ha encontrado el medio de penetrar en ella se convierte realmente en el amo de la casa, porque es solamente entonces que la casa le pertenece plenamente y para siempre.

"La cuarta habitación le da al hombre la inmortalidad hacia la cual todas las enseñanzas religiosas se esfuerzan en mostrarle el camino. Hay un gran número de caminos, más o menos largos. más o menos duros; pero todos, sin excepción, conducen o se esfuerzan por conducir hacia una misma dirección, que es la de la
inmortalidad."

En la reunión siguiente, G. prosiguió:

—Dije la última vez que la
inmortalidad
no es una propiedad con la que nace el hombre, pero que ella puede ser adquirida. Todos los caminos que conducen a la inmortalidad —los que son generalmente conocidos y los otros— pueden dividirse en tres categorías:

  1. El camino del faquir.
  2. El camino del monje.
  3. El camino del yogui.

"El camino del faquir es el de la lucha con el cuerpo físico. es el camino del trabajo sobre la primera habitación. Es largo. difícil y dudoso. El faquir se esfuerza en desarrollar la voluntad física, el poder sobre el cuerpo. Lo obtiene mediante terribles sufrimientos, torturando al cuerpo. Todo el camino del faquir está hecho de ejercicios físicos increíblemente penosos. Se mantiene de pie, en la misma posición, sin movimiento alguno, durante horas, días, meses o años; o bien, sentado sobre una piedra desnuda, bajo el sol, bajo la lluvia, bajo la nieve, mantiene los brazos extendidos o bien se tortura con fuego o con un hormiguero en el que pone sus piernas desnudas, y así sucesivamente. Si no se enferma o no muere, se desarrolla en él lo que puede llamarse la voluntad física y obtiene entonces la cuarta habitación, es decir, la posibilidad de formar el cuarto cuerpo. Pero sus otras funciones —emocionales, intelectuales— permanecen sin desarrollar. Ha conquistado la voluntad, pero no tiene nada en qué poderla aplicar, no puede hacer uso de ella para adquirir el conocimiento o perfeccionarse a sí mismo. Por lo general está demasiado viejo para iniciar un trabajo nuevo.

Other books

Errata by Michael Allen Zell
A Dash of Murder by Teresa Trent
Star Wars: Red Harvest by Joe Schreiber
Draconic Testament by Zac Atie
Deceived and Devoured by Lyla Sinclair
Fiery Temptation by Marisa Chenery
Life of Elizabeth I by Alison Weir
The Tournament by Matthew Reilly