Fragmentos de una enseñanza desconocida (6 page)

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Authors: P. D. Ouspensky

Tags: #Autoayuda, #Esoterismo, #Psicología

—La luna crece y se desarrolla, dijo G., y quizá, algún día, llegará al mismo grado de desarrollo que la tierra. Entonces, cerca de ella aparecerá una nueva luna y la tierra devendrá para ambas su sol. Hubo un tiempo en que el sol era como es hoy la tierra, y la tierra, como la luna actual. En tiempos más lejanos aún, el sol era una luna."

Esto atrajo inmediatamente mi atención. Nunca me había parecido nada más artificial, más sospechoso, más dogmático, que todas las teorías habituales sobre el origen de los planetas y de los sistemas solares, comenzando por la de Kant-Laplace hasta las más recientes, con todos sus cambios y añadiduras. El "gran público" considera estas teorías, o por lo menos la última que ha conocido, como científicamente comprobadas. Pero en realidad nada es menos científico, nada está menos comprobado. Por lo tanto el hecho de que el sistema de G. admitía una teoría totalmente diferente, una teoría
orgánica
originada en principios enteramente nuevos y revelando un orden universal diferente, me pareció sumamente interesante e importante.

—¿Cuál es la relación entre la inteligencia de la tierra y la del sol? le pregunté.

—La inteligencia del sol es divina, respondió G. No obstante, la tierra puede llegar a la misma altura; pero naturalmente en esto no hay nada seguro: la tierra puede morir sin haber llegado a nada.

—¿De qué depende esto?"

La respuesta de G. fue sumamente vaga.

—Hay un periodo definido, dijo, durante el cual pueden realizarse ciertas cosas. Si al final del tiempo prescrito lo debido no ha sido hecho, entonces la tierra puede perecer sin haber llegado al grado que hubiera podido alcanzar.

—¿Se conoce este plazo?

—Sí, se conoce, dijo G., pero la gente no ganaría nada con saberlo. Esto sería aún peor. Algunos lo creerían, otros no, y aun otros pedirían pruebas. Luego comenzarían a romperse la cabeza. Siempre todo termina así entre la gente."

Por la misma época, en Moscú tuvimos varias conversaciones interesantes sobre el arte. Guardaban relación con el relato que había sido leído la primera noche que vi a G.

—Por el momento, dijo él, usted no comprende todavía que los hombres pueden pertenecer a niveles muy diferentes, sin tener el menor asomo de diferencia. Así como hay diferentes niveles de arte, también hay diferentes niveles de hombres. Pero hoy usted no ve que la diferencia entre estos niveles es mucho más grande de lo que supone. Usted coloca todo sobre un mismo plano, yuxtapone las cosas más diferentes, y se imagina que los diferentes niveles le son accesibles.

"Todo lo que usted llama arte no es sino reproducción mecánica, imitación de la naturaleza —cuando no es de otros «artistas»—, simple fantasía, hasta ensayos de originalidad: todo esto no es arte para mí. El arte verdadero es completamente distinto. En ciertas obras de arte, en particular en las obras más antiguas, uno queda fuertemente impresionado por muchas cosas que no se pueden explicar, y que no se encuentran en las obras de arte modernas. Pero como uno no comprende cuál es la diferencia, la olvida muy rápido y continúa englobándolo todo bajo la misma etiqueta. Y sin embargo, la diferencia entre su arte y el arte del que yo hablo es enorme. En su arte, todo es subjetivo —la percepción que tiene el artista de tal o cual sensación, las formas en las cuales trata de expresarla, y la percepción que tienen los demás de estas formas. Frente al mismo fenómeno, un artista puede sentir de cierta manera y otro artista de manera muy diferente. La misma puesta de sol puede provocar una sensación de alegría en uno, y de tristeza en el otro. Y pueden tratar de expresar la misma percepción por medio de métodos o formas sin relación entre sí; o bien, percepciones muy diversas bajo una misma forma— de acuerdo a la enseñanza que han recibido o en oposición a ella. Los espectadores, los oyentes o los lectores percibirán, no lo que el artista quiso comunicarles, ni lo que él sintió, sino lo que las formas en que expresó sus sensaciones, les harán experimentar por asociación. Todo es subjetivo y todo es accidental, es decir, basado en asociaciones —las impresiones accidentales del artista, su
«creación»
(acentuó la palabra "creación") y las percepciones de los espectadores, de los oyentes, o de los lectores.

"Por el contrario, en el arte verdadero no hay nada accidental. Todo es matemático. Todo puede ser calculado y previsto de antemano. El artista
sabe
y
comprende
el mensaje que quiere transmitir y su obra no puede producir cierta impresión en un hombre y otra totalmente diferente en otro; naturalmente, que a condición de tomar personas de un mismo nivel. Su obra producirá siempre, con certeza matemática, la misma impresión.

"Sin embargo, la misma obra de arte producirá efectos diferentes en hombres de diferentes niveles. Y jamás los de un nivel inferior sacarán tanto de ella como los de un nivel más elevado. Este es el arte verdadero,
objetivo.
Tome por ejemplo una obra científica, un libro de astronomía o de química. No puede ser comprendido de dos maneras: todo lector suficientemente preparado comprenderá lo que el autor ha querido decir y lo comprenderá precisamente en la forma en que al autor ha querido ser comprendido. Una obra de arte objetivo es exactamente similar a uno de estos libros, con la única diferencia de que ésta se dirige a la emoción del hombre y no a su cabeza.

—¿Existen en nuestros días obras de arte de este género? pregunté.

—Naturalmente que existen, respondió G. Una de ellas es la gran Esfinge de Egipto, lo mismo que ciertas obras arquitectónicas conocidas, ciertas estatuas de dioses y aún muchas otras cosas. Ciertas figuras de dioses o de héroes mitológicos pueden leerse como libros, no con el pensamiento, lo repito, sino con la emoción, siempre que ésta se halle suficientemente desarrollada. Durante nuestros viajes por el Asia Central, encontramos en el desierto, al pie del Hindu Kush, una curiosa escultura que de primera intención creímos representaba a un antiguo dios o a un demonio. Al principio no nos dio sino una impresión de extrañeza. Pero muy pronto comenzamos a
sentir
el contenido de esta figura: era un gran y complejo sistema cosmológico. Poco a poco, paso a paso, fuimos descifrando este sistema: estaba inscrito en su cuerpo, en sus piernas, en sus brazos, en su cabeza, en su cara, en sus ojos, en sus orejas y por todas partes. Nada había sido dejado al azar en esta estatua, nada estaba desprovisto de significación. Gradualmente, se aclaró para nosotros la intención de los hombres que la habían erigido. A partir de este momento pudimos sentir sus pensamientos, sus sentimientos. Entre nosotros algunos creían ver sus caras y oír sus voces. En todo caso, habíamos captado el sentido de lo que querían transmitirnos a través de miles de años, y no sólo este sentido sino todos los sentimientos y emociones conectados con él. Esto sí que era verdadero arte."

Me interesó muchísimo lo que G. había dicho sobre el arte. Su
principio
de división entre arte subjetivo y arte objetivo evocaba mucho para mí. No comprendía aún todo lo que ponía en sus palabras. Pero siempre había sentido en el arte ciertas divisiones y gradaciones que no podía llegar a definir ni a formular y que ninguna otra persona había formulado nunca. No obstante, yo sabía que estas divisiones y gradaciones existían. De tal modo que todas las discusiones sobre el arte que no las admitieran me parecían frases huecas, sin sentido e inútiles. Gracias a las indicaciones que G. me había dado de los diferentes niveles que no llegamos a ver ni a comprender, sentía que debía existir una vía de acceso a esta misma gradación que yo había sentido, pero que no había podido definir.

En general, me asombraron muchas de las cosas dichas por G. Había allí ideas que no podía aceptar y que me parecían fantásticas, sin fundamento. Otras, por el contrario, coincidían extrañamente con lo que yo mismo había pensado, o reafirmaban los resultados a los que había llegado hacía mucho tiempo. Sobre todo, estaba interesado en la
contextura
de todo lo que él había dicho. Sentía ya que su sistema no era una marquetería como lo son todos los sistemas filosóficos y científicos, sino un todo indivisible, del que hasta ahora yo no había visto sino algunos aspectos.

Tales eran mis pensamientos en el tren nocturno que me llevaba de Moscú a San Petersburgo. Me preguntaba si verdaderamente había encontrado lo que buscaba. ¿Era posible que G.
conociese
efectivamente lo que era indispensable conocer para pasar de las palabras o de las ideas a los actos, a los "hechos"? Aún no estaba seguro de nada y no hubiera podido formular nada con precisión. Pero tenía la íntima convicción de que ya algo había cambiado para mí y que ahora todo iba a tomar un camino diferente.

Capítulo
dos

San Petersburgo en 1915. G. en San Petersburgo. Una conversación sobre los grupos. Alusión al trabajo "esotérico". La "prisión" y la "evasión de la prisión". ¿Cómo evadirse? ¿Quién puede ayudar y de qué manera? Primeras reuniones de San Petersburgo. Una pregunta sobre la reencarnación y la vida futura. ¿Cómo llegar a la inmortalidad? La lucha del "si" y del "no". Cristalización sobre una base justa y cristalización sobre una base equivocada. Necesidad del sacrificio. Observaciones. Conversación con G. con motiva de una venta de tapices. Lo que G. contaba de su vida. Una pregunta sobre el saber antiguo: ¿por qué está escondido? Respuesta de G. El saber no está escondido. "Materialidad" del saber. El hombre rehúsa aun la parle del saber que se le ofrece. Una pregunta sobre la inmortalidad. Los "cuatro enojos del hombre". Ejemplo del crisol lleno de polvos metálicos. El camino del Faquir, el camino del Monje y el camino del yogui. El "cuarto camino". ¿Existen la civilización y la cultura?

En San Petersburgo el verano transcurrió en medio del habitual trabajo literario. Estaba preparando nuevas ediciones de mis libros, corrigiendo las pruebas... Era el terrible verano de 1915, con su atmósfera más y más deprimente, de la cual no llegaba a liberarme a pesar de todos mis esfuerzos. Se estaba luchando en territorio ruso, y la guerra día a día se acercaba a nosotros. Todo comenzaba a tambalearse. Esta secreta tendencia al suicidio que ha sido tan determinante en la vida rusa, se ponía más y más en evidencia. Se jugaba una "prueba de fuerza". Los impresores hacían continuas huelgas. Mi trabajo estaba detenido. Ya no podía dudar más que la catástrofe sobrevendría antes de que yo pudiera realizar mis proyectos. Sin embargo, mis pensamientos volvían a menudo a las conversaciones de Moscú. Cuántas veces, al ponerse las cosas particularmente difíciles, me dije: "Abandonaré todo e iré a reunirme con G. en Moscú". Ante este pensamiento siempre sentía alivio.

El tiempo pasaba. Un día, ya en otoño, fui llamado al teléfono y escuché la voz de G. Había venido a San Petersburgo por algunos días. Fui en seguida a verlo, y entre conversaciones con otros visitantes, me habló tal como lo había hecho en Moscú.

En la víspera de su partida me dijo que regresaría pronto. En su segunda visita, al contarle yo acerca de cierto grupo al cual concurría en San Petersburgo y en el cual se discutían todos los tópicos posibles, desde la guerra hasta la psicología, me dijo que sería útil entrar en relación con tales grupos puesto que él se proponía emprender en San Petersburgo un trabajo análogo al que dirigía en Moscú.

Partió a Moscú, prometiendo regresar a las dos semanas. Hablé acerca de él con algunos de mis amigos y quedamos en espera de su llegada.

Una vez más regresó sólo por algunos días y sin embargo logré presentarle a algunas personas. Con respecto a sus planes e intenciones, dijo que deseaba organizar su trabajo en una escala mayor, dando conferencias públicas, disponiendo una serie de experimentos y demostraciones, todo con el fin de atraer a su trabajo gente con una preparación más amplia y variada. Todo esto me recordó algo de lo que había oído en Moscú. Pero no comprendí claramente de qué "experimentos" y "demostraciones" hablaba; esto sólo se aclaró más tarde.

Recuerdo una conversación que tuvo lugar —como era habitual con G.— en un pequeño café en la Nevsky.

G. me habló con cierto detalle, acerca de la organización de grupos para su trabajo, y sobre el papel de éstos en dicho trabajo. Una o dos veces, usó la palabra "esotérico", la cual nunca había pronunciado antes en mi presencia. Me habría gustado saber qué quería decir con ello, pero cuando traté de interrumpirlo y preguntarle el sentido que él le daba al término "esotérico"', eludió la respuesta.

—No tiene importancia; llámelo como usted quiera. Ahí no está el problema. Lo esencial es esto: «un grupo» es el comienzo de todo. Un hombre solo no puede hacer nada, no puede alcanzar nada. Un grupo realmente dirigido puede hacer mucho. Al menos, tiene una posibilidad de llegar a resultados que un hombre solo nunca podrá alcanzar.

"Usted no se da cuenta de su propia situación. Usted está en una prisión. Todo lo que puede desear, si es sensato, es escapar. Pero ¿cómo escapar? Es necesario atravesar las murallas, cavando un túnel. Un hombre solo no puede hacer nada. Pero supongamos que sean diez o veinte que trabajen por turno; ayudándose los unos a los otros, pueden acabar el túnel y escapar.

"Más aún, nadie puede escapar de la prisión sin la ayuda de aquellos
que ya han escapado.

Sólo ellos pueden decir como es posible la evasión y hacer llegar a los cautivos las herramientas, las limas, todo lo que necesitan. Pero un prisionero
aislado
no puede encontrar a dichos hombres libres ni entrar en contacto con ellos. Una organización es necesaria. Nada se puede lograr sin una organización."

G. volvió a menudo a este ejemplo de la "prisión" y la "evasión de la prisión". A veces era el punto de partida de todo lo que él decía, y le gustaba subrayar que cada prisionero puede un día encontrar su oportunidad de evadirse, siempre y cuando sepa
darse cuenta de que está en
prisión. Mientras no comprenda esto, mientras se crea libre, ¿qué posibilidad puede tener?

Nadie puede ayudar ni liberar por la fuerza a un hombre que no quiere ser libre, que desea todo lo contrario. La liberación es posible, pero sólo como resultado de trabajos prolongados, de grandes esfuerzos y sobre todo de esfuerzos conscientes hacia una meta definida.

Poco a poco le fui presentando a G. un mayor número de personas. Y cada vez que él venía a San Petersburgo yo organizaba en casa de amigos, o con los grupos ya existentes, charlas y conferencias en las cuales él tomaba parte.

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