Isabel soltó una carcajada.
—¿Era eso? —dijo riendo.
—Te dije que se iba a reír —dijo Susana, con una media sonrisa.
—Vaya... eso sí que es un gatillazo, jefe —bromeó Isabel, y Susana respondió a la broma soltando una carcajada.
—Ríete —dijo José, ceñudo—. Pero Susana probó también.
Se produjo un instante de silencio.
—Tampoco tuve suerte —soltó Susana.
Entonces la risa de Isabel se congeló.
El momento se salvó porque Alba y Gabriel venían de vuelta del río, persiguiéndose el uno al otro. Pasaron el resto de la tarde charlando, aunque ninguno olvidó realmente lo que José había puesto sobre el mantel. Cuando las sombras del atardecer se volvieron largas y la brisa se convirtió en un viento frío, acordaron quedar otra vez al día siguiente, antes de que comenzara la semana y tuvieran que volver al trabajo.
Por la noche, después de que Alba y Gabriel se acostaran, Isabel se sentó en el butacón donde solía pasar los últimos momentos del día. Acostumbraba a leer un poco, que era prácticamente el único ocio que uno podía tener en la soledad, y cuando tenía ya el libro en la mano, se acordó de la carpeta de Víctor.
Dentro encontró unos trescientos folios cuidadosamente mecanografiados, sin título. El primer párrafo decía así :
«Cuando Susana se decidió por fin a regresar a su apartamento, hacía un buen rato que la noche había caído. Era una noche fresca, limpia, y el aire no traía consigo nada de la pestilencia desapacible de los bordes exteriores. Solamente este detalle había inundado de buen humor el corazón de la joven, que caminaba a buen paso por los corredores inferiores del edificio.»
Se llamaba Mauricio, y se vanagloriaba de ser uno de los primeros hombres en recibir el Esperantum, en las instalaciones que el doctor finlandés y todos los otros científicos habían montado en Térmens. Trabajaba en los campos de cultivo que se extendían alrededor, aunque a veces se ocupaba también de reparar los generadores hidráulicos que tan importantes habían demostrado ser.
Aquella noche se suponía que había quedado con unos amigos para celebrar el cumpleaños de alguien, pero en el último momento, había cambiado de idea. Estaba demasiado cansado, y la cabeza le dolía terriblemente.
Últimamente no soportaba mucho la compañía de nadie. Había estado retrasándolo, pero creía que ya no podía esperar más: tenía que bajar hasta Térmens un día de esa semana y visitar al médico, porque creía que le pasaba algo a sus oídos.
Cuando estaba cerca de alguien, escuchaba el sonido de su corazón.
BUM. BUM. BUM.
Y ese sonido le estaba volviendo loco, completamente loco.
Sólo quería que parase.
Haría cualquier cosa porque parase.
FIN
Ya está. Aquí concluye la saga Los Caminantes, un periplo que empezó en diciembre de 2009 y ha llegado hasta finales de 2011. Si me has acompañado hasta aquí desde el principio, te doy efusivamente las gracias, porque el éxito de esta trilogía se debe exclusivamente a ti, a las recomendaciones boca-oreja, que han hecho que la existencia del libro se diese a conocer cada vez más. Para mí, ha sido un viaje emocionante: el primer capítulo se publicó como una novela independiente sin que tuviera en mente continuar la saga, pero fue precisamente la demanda y el apoyo recibido de todos los lectores como tú lo que propició que fuese posible profundizar en los misterios del Necrosum, el padre Isidro y todos los otros elementos de la historia. Si te he entretenido, el propósito de la saga está cumplido. Si te he aportado cosas, entonces mi alegría es doble.
Como en las entregas anteriores, hay un número de personas a las que debo gratitud. La familia, en primer lugar, por hacer que todo merezca la pena. Mi maravillosa mujer, Desirée, por apoyarme tanto, y sobre todo, apoyarme siempre. Mis hijas Sacha y Norah, porque llenan mis días. Alejandro Colucci y su estupenda familia, por ofrecer su arte para ilustrar las portadas; mi agente Álvaro Fuentes y su esposa Alicia, que consiguieron que Los Caminantes llegara al mercado estadounidense entre otras cosas, y toda la gente de Somos Leyenda y Minecrafters, por su apoyo y cariño. A ellos, y a todos los amigos que me siguen a través de Facebook, Twitter o mi página web, un abrazo muy especial. Sois tantos, que necesitaría docenas de páginas para incluiros a todos; valga decir que vuestros nombres están escritos con cariño en mi corazón.
Hay un sinfín de material que he utilizado para esta obra, esparcido por innumerables blogs y páginas web en Internet: desde el Manual de Supervivencia SAS al servicio de mapas Bing, pasando por vídeos de Youtube que muestran cómo accionar una sirena Tangent con un guarrito eléctrico o webs que ilustran cómo vivían los supervivientes del holocausto nazi en aquellos horribles guetos durante la segunda guerra mundial. A veces, es horrible que uno pueda documentarse sobre ciertas cosas.
Gracias otra vez por la compañía todo este tiempo. Un fuerte abrazo.
Málaga, 27 de mayo de 2011