Harry Potter y el cáliz de fuego (66 page)

Krum parecía algo más contento. Miró a Harry durante unos segundos y luego le dijo:

—Vuelas muy bien. Te vi en la «prrimerra prrueba».

—Gracias —contestó, sonriendo de oreja a oreja y sintiéndose de pronto mucho más alto—. Yo te vi en los Mundiales de
Quidditch
. El amago de Wronski... la verdad es que tú...

Pero algo se movió tras los árboles, y Harry, que tenía alguna experiencia del tipo de cosas que se escondían en el bosque, agarró a Krum instintivamente del brazo y tiró de él.

—¿Qué ha sido eso?

Harry negó con la cabeza, mirando al lugar en que algo se había movido, y metió la mano en la túnica para coger la varita. Al instante, de detrás de un alto roble salió tambaleándose un hombre. Harry tardó un momento en darse cuenta de que se trataba del señor Crouch.

Por su aspecto se habría dicho que llevaba días de un lado para otro: a la altura de las rodillas, la túnica estaba rasgada y ensangrentada; tenía la cara llena de arañazos, sin afeitar y con señales de agotamiento, y tanto el cabello como el bigote, habitualmente impecables, reclamaban un lavado y un corte. Su extraña apariencia, sin embargo, no era tan llamativa como la forma en que se comportaba: murmuraba y gesticulaba, como si hablara con alguien que sólo él veía. A Harry le recordó un viejo mendigo que había visto en una ocasión, cuando había acompañado a los Dursley a ir de compras. También aquel hombre conversaba vehementemente con el aire. Tía Petunia había cogido a Dudley de la mano y habían cruzado la calle para evitarlo. Luego tío Vernon dedicó a la familia una larga diatriba sobre lo que él haría con mendigos y vagabundos.

—¿No es uno de los «miembrros» del «trribunal»? —preguntó Krum, mirando al señor Crouch—. ¿No es del «Ministerrio»?

Harry asintió y, tras dudar por un momento, caminó lentamente hacia el señor Crouch, que, sin mirarlo, siguió hablando con un árbol cercano:

—... y cuando hayas acabado, Weatherby, envíale a Dumbledore una lechuza confirmándole el número de alumnos de Durmstrang que asistirán al Torneo. Karkarov acaba de comunicarme que serán doce...

—Señor Crouch... —dijo Harry con cautela.

—... y luego envíale otra lechuza a Madame Máxime, porque tal vez quiera traer a algún alumno más, dado que Karkarov ha completado la docena... Hazlo, Weatherby, ¿querrás? ¿Querrás? —El señor Crouch tenía los ojos desmesuradamente abiertos. Siguió allí de pie mirando al árbol, moviendo la boca sin pronunciar una palabra. Luego se tambaleó hacia un lado y cayó de rodillas.

—¡Señor Crouch! —exclamó Harry—, ¿se encuentra bien?

Los ojos le daban vueltas. Harry miró a Krum, que lo había seguido hasta los árboles y observaba a Crouch asustado.

—¿Qué le pasa?

—Ni idea —susurró Harry—. Será mejor que vayas a buscar a alguien...

—¡A Dumbledore! —dijo el señor Crouch con voz ahogada. Agarró a Harry de la tela de la túnica y lo atrajo hacia él, aunque los ojos miraban por encima de su cabeza—. Tengo... que ver... a Dumbledore...

—De acuerdo —contestó Harry—. Si se levanta usted, señor Crouch, podemos ir al...

—He hecho... idioteces... —musitó el señor Crouch. Parecía realmente trastornado: los ojos se le movían desorbitados, y un hilo de baba le caía de la barbilla. Cada palabra que pronunciaba parecía costarle un terrible esfuerzo—. Tienes que... decirle a Dumbledore...

—Levántese, señor Crouch —le indicó Harry en voz alta y clara—. ¡Levántese y lo llevaré hasta Dumbledore!

El señor Crouch dirigió los ojos hacia él.

—¿Quién... eres? —susurró.

—Soy alumno del colegio —contestó Harry, mirando a Krum en busca de ayuda, pero éste se mostraba indeciso y nervioso.

—¿No eres de... él? —preguntó Crouch, y se quedó con la mandíbula caída.

—No —respondió, sin tener la más leve idea de lo que quería decir Crouch.

—¿De Dumbledore...?

—Sí.

Crouch tiraba de él hacia sí. Harry trató de soltarse, pero lo agarraba con demasiada fuerza.

—Avisa a... Dumbledore...

—Traeré a Dumbledore si me suelta —le dijo Harry—. Suélteme, señor Crouch, e iré a buscarlo.

—Gracias, Weatherby. Y, cuando termines, me tomaría una taza de té. Mi mujer y mi hijo no tardarán en llegar. Vamos a ir esta noche a un concierto con Fudge y su señora. —Crouch hablaba otra vez con el árbol, completamente ajeno de Harry, que se sorprendió tanto que no notó que lo había soltado—. Sí, mi hijo acaba de sacar doce
TIMOS
, muy pero que muy bien, sí, gracias, sí, sí que me siento orgulloso. Y ahora, si me puedes traer ese memorándum del ministro de Magia de Andorra, creo que tendré tiempo de redactar una respuesta...

—¡Quédate con él! —le dijo Harry a Krum—. Yo traeré a Dumbledore. Puedo hacerlo más rápido, porque sé dónde está su despacho...

—Está loco —repuso Krum en tono dubitativo, mirando a Crouch, que seguía hablando atropelladamente con el árbol, convencido de que era Percy.

—Quédate con él —repitió Harry comenzando a levantarse, pero su movimiento pareció desencadenar otro cambio repentino en el señor Crouch, que lo agarró fuertemente de las rodillas y lo tiró al suelo.

—¡No me... dejes! —susurró, con los ojos de nuevo desorbitados—. Me he escapado... Tengo que avisar... tengo que decir... ver a Dumbledore... Ha sido culpa mía, sólo mía... Bertha... muerta... sólo culpa mía... mi hijo... culpa mía... Tengo que decírselo a Dumbledore... Harry Potter... el Señor Tenebroso... más fuerte... Harry Potter...

—¡Le traeré a Dumbledore si usted deja que me vaya, señor Crouch! —replicó Harry. Miró nervioso a Krum—. Ayúdame, ¿quieres?

Como de mala gana, Krum avanzó y se agachó al lado del señor Crouch.

—Que no se mueva de aquí —dijo Harry, liberándose del señor Crouch—. Volveré con Dumbledore.

—Date prisa —le gritó Krum mientras Harry se alejaba del bosque corriendo y atravesaba los terrenos del colegio, que estaban sumidos en la oscuridad.

Bagman, Cedric y Fleur habían desaparecido. Subió como un rayo la escalinata de piedra, atravesó las puertas de roble y se lanzó por la escalinata de mármol hacia el segundo piso. Cinco minutos después se precipitaba hacia una gárgola de piedra que decoraba el vacío corredor.

—«¡Sor... sorbete de limón!» —dijo jadeando.

Era la contraseña de la oculta escalera que llevaba al despacho de Dumbledore. O al menos lo había sido dos años antes, porque evidentemente había cambiado, ya que la gárgola de piedra no revivió ni se hizo a un lado, sino que permaneció inmóvil, dirigiendo a Harry su aterrorizadora mirada.

—¡Muévete! —le gritó Harry—. ¡Vamos!

Pero en Hogwarts las cosas no se movían simplemente porque uno les gritara: sabía que no le serviría de nada. Miró a un lado y otro del oscuro corredor. Quizá Dumbledore estuviera en la sala de profesores. Se precipitó a la carrera hacia la escalera.


¡POTTER!

Snape acababa de salir de la escalera oculta tras la gárgola de piedra. El muro se cerraba a sus espaldas mientras hacía señas a Harry para que fuera hacia él.

—¿Qué hace aquí, Potter?

—¡Tengo que hablar con el profesor Dumbledore! —respondió, retrocediendo por el corredor y resbalando un poco al pararse en seco delante de Snape—. Es el señor Crouch... Acaba de aparecer... Está en el bosque... Pregunta...

—Pero ¿qué está diciendo? —exclamó Snape. Los ojos negros le brillaban—. ¿Qué tonterías son ésas?

—¡El señor Crouch! —gritó—. ¡El del Ministerio! ¡Está enfermo o algo parecido...! Está en el bosque y quiere ver a Dumbledore. ¡Por favor, deme la contraseña!

—El director está ocupado, Potter —dijo Snape curvando sus delgados labios en una desagradable sonrisa.

—¡Tengo que decírselo a Dumbledore! —gritó.

—¿No me ha oído, Potter?

Harry hubiera jurado que Snape disfrutaba al negarle lo que le pedía en un momento en el que estaba tan asustado.

—Mire —le dijo enfadado—, Crouch no está bien... Está... está como loco... Dice que quiere advertir...

Tras Snape se volvió a abrir el muro. Apareció Dumbledore con una larga túnica verde y expresión de ligera extrañeza.

—¿Hay algún problema? —preguntó, mirando a Harry y Snape.

—¡Profesor! —dijo Harry, adelantándose a Snape—. El señor Crouch está aquí. ¡Está en el bosque, y quiere hablar con usted!

Harry esperaba que Dumbledore le hiciera preguntas pero, para alivio suyo, no fue así.

—Llévame hasta allí —le indicó de inmediato, y fue tras él por el corredor dejando a Snape junto a la gárgola, que a su lado no parecía tan fea.

—¿Qué ha dicho el señor Crouch, Harry? —preguntó Dumbledore cuando bajaban apresuradamente por la escalinata de mármol.

—Dice que quiere advertirle... Dice que ha hecho algo terrible... Menciona a su hijo... y a Bertha Jorkins... y... y a Voldemort... Dice algo de que Voldemort se hace fuerte...

—¿De veras? —dijo Dumbledore, y apresuró el paso para atravesar los terrenos sumidos en completa oscuridad.

—No se comporta con normalidad —comentó Harry, corriendo al lado de Dumbledore—. No parece que sepa dónde está. Habla como si creyera que Percy Weasley está con él, y de repente cambia y pide verlo a usted... Lo he dejado con Viktor Krum.

—¿Cómo? ¿Lo has dejado con Krum? —exclamó Dumbledore bruscamente, y comenzó a dar pasos aún más largos. Harry tuvo que correr para no quedarse atrás—. ¿Sabes si alguien más ha visto al señor Crouch?

—Nadie —respondió—. Krum y yo estábamos hablando. El señor Bagman ya había acabado de explicarnos en qué consiste la tercera prueba, y nosotros nos quedamos atrás. Entonces vimos al señor Crouch salir del bosque.

—¿Dónde están? —preguntó Dumbledore, cuando el carruaje de Beauxbatons se hizo visible.

—Por ahí —contestó Harry adelantándose a Dumbledore y guiándolo por entre los árboles.

No se oía la voz de Crouch, pero sabía hacia dónde tenía que ir. No era mucho más allá del carruaje de Beauxbatons... más o menos por aquella zona...

—¡Viktor! —gritó Harry.

No respondieron.

—Los dejé aquí —explicó—. Tienen que estar por aquí...


¡Lumos!
—dijo Dumbledore para encender la varita, y la mantuvo en alto.

El delgado foco de luz se desplazó de un oscuro tronco a otro, iluminando el suelo. Y al final hizo visible un par de pies.

Harry y Dumbledore se acercaron aprisa. Krum estaba tendido en el suelo del bosque. Parecía inconsciente. No había ni rastro del señor Crouch. Dumbledore se inclinó sobre Krum y le levantó un párpado con cuidado.

—Está desmayado —dijo con voz suave. En las gafas de media luna brilló la luz de la varita cuando miró entre los árboles cercanos.

—¿Voy a buscar a alguien? —sugirió Harry—. ¿A la señora Pomfrey?

—No —dijo Dumbledore rápidamente—. Quédate aquí.

Levantó en el aire la varita y apuntó con ella a la cabaña de Hagrid. Harry vio que algo plateado salía de ella a gran velocidad y atravesaba por entre los árboles como un pájaro fantasmal. A continuación Dumbledore volvió a inclinarse sobre Krum, le apuntó con la varita y susurró:


¡Enervate!

Krum abrió los ojos. Parecía confuso. Al ver a Dumbledore trató de sentarse, pero él le puso una mano en el hombro y lo hizo permanecer tumbado.

—¡Me atacó! —murmuró Krum, llevándose una mano a la cabeza—. ¡Me atacó el viejo loco! Estaba «mirrando» si venía Potter, y me atacó por «detrrás»!

—Descansa un momento —le indicó Dumbledore.

Oyeron un ruido de pisadas antes de ver llegar a Hagrid jadeando, seguido por
Fang
. Había cogido su ballesta.

—¡Profesor Dumbledore! —exclamó con los ojos muy abiertos—. ¡Harry!, ¿qué...?

—Hagrid, necesito que vayas a buscar al profesor Karkarov —dijo Dumbledore—. Han atacado a un alumno suyo. Cuando lo hayas hecho, ten la bondad de traer al profesor Moody.

—No hará falta, Dumbledore —dijo una voz que era como un gruñido sibilante—. Estoy aquí.

Moody se acercaba cojeando, apoyándose en su bastón y con la varita encendida.

—Maldita pierna —protestó furioso—. Hubiera llegado antes... ¿Qué ha pasado? Snape dijo algo de Crouch...

—¿Crouch? —repitió Hagrid sin comprender.

—¡Hagrid, por favor, ve a buscar a Karkarov! —exclamó Dumbledore bruscamente.

—Ah, sí... ya voy, profesor —dijo Hagrid, y se volvió y desapareció entre los oscuros árboles.
Fang
fue trotando tras él.

—No sé dónde estará Barty Crouch —le dijo Dumbledore a Moody—, pero es necesario que lo encontremos.

—Me pondré a ello —gruñó Moody. Sacó la varita, y penetró en el bosque cojeando.

Ni Dumbledore ni Harry volvieron a decir nada hasta que oyeron los inconfundibles sonidos de Hagrid y
Fang
, que volvían. Karkarov iba muy aprisa tras ellos. Llevaba su lustrosa piel plateada, y parecía nervioso y pálido.

—¿Qué es esto? —gritó al ver en el suelo a Krum, y a Dumbledore y Harry a su lado—. ¿Qué pasa?

—¡Me ha atacado! —dijo Krum, incorporándose en aquel momento y frotándose la cabeza—. El «señorr Crrouch» o como se llame.

—¿Que Crouch te atacó? ¿Que Crouch te atacó? ¿El miembro del tribunal?

—Igor... —comenzó Dumbledore, pero Karkarov se había erguido, agarrándose las pieles con que se cubría.

—¡Traición! —gritó, señalando a Dumbledore—. ¡Es una confabulación! ¡Tú y tu Ministerio de Magia me habéis atraído con falsedades, Dumbledore! ¡No es una competición justa! ¡Primero cuelas a Potter en el Torneo, a pesar de que no tiene la edad! ¡Ahora uno de tus amigos del Ministerio intenta dejar fuera de combate a mi campeón! ¡Todo este asunto huele a corrupción y a trampa, y tú, Dumbledore, tú, con el cuento de entablar lazos entre los magos de distintos países, de restablecer las antiguas relaciones, de olvidar las diferencias... mira lo que pienso de ti!

Karkarov escupió a los pies de Dumbledore. Con un raudo movimiento, Hagrid agarró a Karkarov por las pieles, lo levantó en el aire y lo estampo contra un árbol cercano.

—¡Pida disculpas! —le ordenó, mientras Karkarov intentaba respirar con el puño de Hagrid en la garganta y los pies en el aire.

—¡Déjalo, Hagrid! —gritó Dumbledore, con un destello en los ojos.

Hagrid retiró la mano que sujetaba a Karkarov al árbol, y éste se deslizó por el tronco y quedó despatarrado entre las raíces. Le cayeron algunas hojas y ramitas en la cabeza.

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