CAPITULO PRIMERO
Personas del microdrama:
Don Pepe, Doña Tapioca
y una niñita que toca
y además pinta y declama.
Al levantarse el telón
la Tapioca en referencia
prepara su residencia
para la fiesta en cuestión.
UN CRIADO
¿Qué lámpara se coloca
sobre el pañito bordado?
LA VIEJA
Pon la que imita un pescado
con el bombillo en la boca.
UN COCINERO
Señora, dice Benito
que le consiga un zapato,
porque hay que matar al gato
para rendir el diablito.
LA VIEJA
Pero bueno, Sinforoso,
¿cuántas veces les he dicho
que respeten a ese bicho
porque matarlo es pavoso?
DON PEPE
(entrando)
Mi amor.
LA VIEJA
¿Pero dónde estabas, Pepe?
DON PEPE
Preparando la tisana.
LA VIEJA
¡Eso es! ¡Tú estás de mangana
mientras yo sola echo el nepe!...
¿Te mediste la levita?
DON PEPE
Tiene las mangas choretas,
y además, las tijeretas
le comieron la colita.
LA VIEJA
No te preocupes, querido,
que eso lo compongo yo:
cortándole lo comido
te queda como un paltó.
O, si no, espera... ¡Ciriaca!...
Ve y dile a la mandadera
que pregunte en la chivera
cuánto cuesta una casaca!
UN CRIADO
Señora, dice Torcuato
que qué se pone de ornato
entre el piano y el armonio.
LA VIEJA
Ya se lo dije hace rato:
dile que ponga el retrato
de mi primer matrimonio.
(Llamando)
¡Pepe!...
DON PEPE
(llegando)
¿Qué es corazón?
LA VIEJA
¡Que dejes la caña quieta!
Si sigues esa retreta
vas a acabar con el ron!
DON PEPE
Es que estoy haciendo chicha...
LA VIEJA
Se te nota en el color...
Si sigues haciendo chicha
vas a amarrar una bicha
de las de marca mayor!
OTRO CRIADO
Manda a decir Valdivieso
que qué pone en la sala,
porque ya el Nerón de yeso
tiene la lira muy mala.
LA VIEJA
Ya le dije a Ruperta
que ponga, como acostumbra,
el Manolete que alumbra
cuando uno cierra la puerta.
Y tú, Pepe... ¡Pero Pepe!
¿Dónde diablos te has metido?...
¡Qué castigo de marido!
¡Ya fue a pegarse otro lepe!
CAPITULO SEGUNDO
EL PIANO EXPLOSIVO
Va a continuar la función;
pero, en lugar del telón,
el autor la mano saca
y levanta la casaca
del distinguido anfitrión.
Ya la fiesta ha comenzado:
se brinda con caraotas
y al fondo se oyen las notas
de la orquesta Valse Aguado.
Es un conjunto sencillo
y hay dos músicos en él:
uno con plato y cuchillo
y otro con peine y papel.
La vieja, vuelta un caimán,
al portero del zaguán
le entrega una cachiporra
para evitar que de gorra
se introduzca algún vivián.
LA VIEJA
Ya lo sabe, Pantaleón,
mantenga el ojo pelado,
pues entre tanto invitado
nunca falta algún gorrón!
UN CRIADO
Perdón, señora, allá afuera
la reclama su marido
LA VIEJA
¿...?
EL CRIADO
Parece que en un descuido
se perdió la escupidera.
(A trancos extraordinarios
doña Tapioca se aleja
y apenas sale la vieja
comienzan los comentarios.)
UNA INVITADA
¿Ya te fijaste en Tapioca?
Con esa especie de toca
parece una pajarraca.
OTRA
Pues yo me encontré a don Pepe
y de la risa eché el nepe
cuando le vi la casaca.
UN GUASÓN
¿De dónde la habrá sacado
para estrenarla en la fiesta?
¿Verdad que con ella puesta
parece un confederado?
(Vuelve la vieja)
LA VIEJA
Aquí tiene, don Damián,
cómase este sanguchito.
Me perdona lo chiquito,
pero está muy caro el pan.
(Entra don Pepe en acción,
y apenas se le divisa,
todo el mundo de la risa
se desmaya en el salón.)
DON PEPE
Y ahora, ¡una gran sorpresa!
Nuestra niñita Teresa,
a complacerme ha accedido
y va a interpretar al piano
el valse venezolano
"No llores, Guaire querido".
(Se levanta un sobrecama
don Pepe a aplaudir invita
y aparece una sordita
que no estaba en el programa.)
LA SORDITA
(cantando)
Allí donde las aguas
arrástranse tranquilas
bañando a las anguilas
con jugo de carbón;
allí donde del Guaire
la linfa es más risueña,
allí entre peña y peña
quedó mi corazón.
(Va a continuar la canción
pero alguien grita:)
—¡Eso es pava!
¡Yo nunca hubiera venido
si me hubieran advertido
que la niñita cantaba!
Y tras esa exclamación
que es como un grito de alerta,
todos corren a la puerta
gritando: ¡Traición! ¡Traición!
Y en medio de la alharaca
gime don Pepe:
—¡Por Febo,
no me tiren tanto huevo
que me manchan la casaca!
LA VIEJA
¿Te fijaste en don Damián?
¡Ese viejo es un cipote!
¡Tirarle ese sanguchote
con lo caro que está el pan!
DON PEPE
(llorando)
¡Fracasó la recepción!
¡Oh suerte cruel y bellaca!
LA VIEJA
¡Menos mal que la casaca
fue comprada a condición!
TELON
Comedia dramática de sano contenido venezolanista, inspirada en las que escriben los señores Leopoldo Ayala Michelena, Pepe Pito y otros conspicuos representantes del Nacionalismo Sano.
ACTO UNICO
Lujoso salón en casa de una familia acomodada de Caracas. Al foro hay una ventana con moldaduras de yeso dorado, a través de la cual se ve la ropa tendida en el corral, una mata de lechoza y una escalera vieja, que las gallinas han cogido para dormir. Encima de la ventana, presidiendo toda la estancia, se ve un gran cuadro del Corazón de Jesús con el marco recargado de bombillitos de colores que en conjunto forman la bandera venezolana. A derecha e izquierda, respectivamente, hay una pianola recubierta con un mantón de Manila y una máquina de tejer capelladas pintadas al óleo. En el centro, un juego de recibo formado por seis sillas negras con pañitos de pabilo en los espaldares. Tanto las dos escupideras de porcelana que se ven junto a la pianola, como la de cobre que aparece entre las patas de la silla, son elegantes, pero sin ostentación. Al levantarse el telón aparece Rufo tusando en gallo junto a la pianola. Entra Teobalda, su esposa, con el cabello suelto y chorreando agua. Colgado del hombro carga un paño de mano emparamado que parece un pedazo de panza. Tiene la boca llena de horquillas y viene peinándose con una peineta a la que le faltan todas las piedritas y como cinco dientes.
RUFO: ¡Cónfiro, negra, que rebuenamoza estás! ¡Tas como sancocho e gallina robá!
TEOBALDA: Guá naturarmente, ¿no ve que me bañe? Pero no como se baña la gente ahora, con tanto periquito que ha traído el modelnismo y las ideas disorvente, sino un baño a la criolla: con totuma cosechá en la casa, su buena batea de agua quebrantá, su buen estropajo y en vez de jabón de olol concha e parapara fresca. Lo mismo que esas tales flicciones de agua 'e Colombia qiusan ahora, yo no masco de eso. Una mujel honrada y de su casa con lo único que debe fliccionarse es con aguardiente de arraclán.
RUFO
(olfateándola)
: Aaaaahhhs, que bueno güeles, mujé...: Mejor será que no te sigas dando esos baños antes que yo haiga salio. ¿No ves que no voy a podé dil a mi gufete de bogao por quedalme güeliéndote? Aaaaaaahs... Con ese olor que tienes me parece que el maraquito va perdé su puesto pronto.
TEOBALDA: Tú lo dirás jugando... Pero...
(Agachando la cabeza)
. Ya como que lo perdió...
RUFO: ¡Cómo! ¡No me digas! Ahora caigo: Esas eran las ganas de comer arenque con arepa piche que tenías anoche. ¡Dame acá un beso manque sea para que ese sel que llevas en las entrañas vaya sabiendo desde chiquito lo que es el veldadero amol.
TEOBALDA: ay, chico. Déjame, que se me va a abrí la batebaño...
RUFO: ¿A que no sabes de qué me toy acordando ahora?
TEOBALDA: ¿De qué, chingo jediondo?
RUFO: Del día que nos conocimos. Ese día también te habías bañado! Pero esto hay que celebrarlo.
(Llamando)
¡Casimira!
CASIMIRA
(entrando)
: Señol.
RUFO: Vaya a la esquina y traiga un garrafón de guarapita.
CASIMIRA: ¡No jile, dotol! ¿Va a empezá a echase palos tan temprano?
RUFO: Eso no es cuenta suya. ¡Haga lo que le ordeno y le dice a Domingo que me mande el recibo a mi gufete!
CASIMIRA
(saliendo)
: Ta bien, dotol. Si me va a pegá no me regañe... ¡Confiro, estos ricos de Caracas si que rajan caña, y eso qui qui que son de arcurnia!
RUFO: ¡Qué mujer tan entrépita! Eso también lo ha traído el modelnismo. Con esa fulana ley del trabajo, los empliados se cren que ellos son los jefes y no respetan a naiden. ¡Cuando en mis tiempos! En mis tiempos los sirvientes se criaban en la casa desde chiquitos como los cochinos, y le pedían la bendición a uno.
(Entra Nicasia)
NICASIA: Dotol, que manda a decí la cocinera que con qué se quiere desayuná.
RUFO: Dígale que con hervido y carato de acupe porque para eso soy venezolano.
NICASIA
(para irse)
: ¡Así es que es, mi pico e plata! Asina es que a mí me gusta trabajá. No con gentes que porque tienen modo no comen sino cosas musiúas.
RUFO: Tiene razón, Nicasia. El peor defecto de los venezolanos es que nos gustan mucho las cosas esóticas.
(A Teobalda)
. Bueno, ¿y por dónde anda doña Eufrosina?
TEOBALDA: En el corral la dejé curando la papuja, que como que tiene pepita.
RUFO: ¿Y ya se dio su fricción de unto?
TEOBALDA: ¿Quién, la gallina?
RUFO: No niña. Tu mamá.
TEOBALDA: ¿Y no te digo que está como una zoqueta con los animales? Figúrate que como la gallineta puso hoy por primera vez, se le salieron las lágrimas.
RUFO: ¿A quién, a la gallina?
TEOBALDA: No, niño; a mamá.
(Entra doña Eufrosina)
RUFO: ¡Por fin llegó la viejita, cará! Y se ve rebuenamoza hoy.
DOÑA EUFROSINA: Es que acabo de tomar un baño de asiento.
RUFO: ¿Y por fin pudo agujerearle las orejas al gato para ponerle los lacitos?
DOÑA EUFROSINA: Que va, mijito. Ese bicho es más mañoso que un yesquero.
TEOBALDA: Bueno, mamá, siéntate un ratico aunque sea.
DOÑA EUFROSINA: ¿Yo sentarme aquí? No, niña. Para el corral a curar mis gallinas es que voy otra vez. A mí estas salas modernas me asfixian. En su construcción vanguardista y audaz son frías y tristes. Se diría que carecen de alma: por ninguna parte encuentra usted un arraclán, ni una escupida de chimó, ni una arepa clavada detrás de la puerta, ni nada que hable a los sentimientos de uno el venezolano. ¡Cuando en las casas de antes! Recuerdo que la primera vez que encontré una rata dentro del vernegal se me salieron las lágrimas.
RUFO: ¡Esta viejita si es venezolana! ¡Por eso es que a mi me gusta esta viejita, cará!
(Saca una bandera venezolana toda desteñida, y los tres personajes se envuelven en ella)
. ¡Vamos a tirarnos un mondongo pa celebrá esto!
TODOS: ¡Viva Venezuela! ¡Abajo lo esóptico y er modelnismo!
Telón de Coleta
El escenario es al antesala de un dentista. Llega un pobre hombre con la cara amarrada con un pañuelo, debajo del cual puede vérsele el cachete hinchado y engrasado con unto de gallina. Viene a atenderle una enfermera, y empieza el diálogo.
—Tenga la bondad, señorita, ¿cuánto cobra este doctor por sacar un diente?
—Veinte bolívares.
—¿Veinte bolívares, señorita? No juegue. ¡Ni que fuera un diente de oro!
—Bueno, de dos en adelante podemos hacerle un descuento. ¿Cuántos se va a sacar usted?
—Uno.
—¿Uno solo? ¿Y por qué no se saca más para hacerle el descuento?
—Porque éste es el único que me queda.
(En ese momento se oye un tremendo alarido en el gabinete del dentista):
—¡Aaayyyy...!
—¿Qué fue eso, señorita?
—Un cliente. Debe ser que el doctor le está haciendo una extracción sin dolor.
—¿Sin dolor, señorita? Y entonces, ¿por qué grita?
—Ah, porque es sin dolor de su alma.
(Se oye un segundo alarido, todavía más espeluznante que el anterior):
—¡AAAaaayyyyy...!
—¿Y ése, señorita? ¿Ese es otro cliente?
—No, ése es el mismo. Lo que pasa es que aquí los clientes acostumbran a gritar dos veces: El primer grito lo pegan cuando el doctor les arranca la muela...
—¿Y el segundo?
—Cuando les arranca los veinte bolívares. Es una norma que no falla en esta clínica. Y si no, fíjese en ese señor que va a entrar ahora.
(Se abre al fondo una puerta, y por ella sale la cara del dentista, que ordena con un espantoso vozarrón):
—¡El otro!
(Entra por la puerta un tembloroso caballero. Hay una pausa de silencio, al cabo del cual se oye el clásico grito):
—¡Aaayyyy...!
—¿Se fija? Ya le arrancó la muela.
(Nueva pausa de silencio, y revienta otro desgarrador berrido):
—¡Aaaaayyyyy...!
—Ahora le está agarrando los veinte bolívares.
(pero inesperadamente se oye un tercer alarido, mucho más tremendo que los anteriores):
—¡Aaayyy...! ¡No! ¡No! ¡Ay mi madre...!
—Y ahora, señorita, ¿qué es eso?
—¿Ahora?... Pues, caramba, eso sí que es raro... Esto sí que me desconcierta. Es la primera vez que ocurre...
(Con súbito chispazo de inteligencia)
: ¡Ah, sí! Ahora el que está gritando es el doctor. Ya sé lo que pasa: ¡Seguro que le sacó la que no era!