Read Humor y amor Online

Authors: Aquiles Nazoa

Tags: #teatro, #humor, #poesía

Humor y amor (6 page)

riente y desenfrenada

del que al todo perder, no pierde nada.

FÁBULA DE LA AVISPA AHOGADA

La avispa aquel día

desde la mañana,

como de costumbre

bravísima andaba.

El día era hermoso,

la brisa liviana;

cubierta la tierra

de flores estaba,

y mil pajaritos

los aires cruzaban.

Pero nuestra avispa

—nuestra avispa brava—

nada le atraía,

no veía nada

por ir como iba

comida de rabia.

"Adiós", le dijeron

unas rosas blancas,

y ella ni siquiera

se volvió a mirarlas

por ir abstraída,

torva, ensimismada,

con la furia sorda

que la devoraba.

"Buen día", le dijo

la abeja, su hermana,

y ella que de furia

casi reventaba,

por toda respuesta

le echó una roncada

que a la pobre abeja

dejó anonadada.

Ciega como iba

la avispa de rabia,

repentinamente

como en una trampa

se encontró metida

dentro de una casa.

Echando mil pestes

al verse encerrada,

en vez de ponerse

serena y con calma

a buscar por donde

salir de la estancia,

¿sabéis lo que hizo?

¡Se puso más brava!

Se puso en los vidrios

a dar cabezadas,

sin ver en su furia

que a corta distancia

ventanas y puertas

abiertas estaban;

y como en la ira

que la dominaba

casi no veía

por dónde volaba,

en una embestida

que dio de la rabia,

cayó nuestra avispa

en un vaso de agua.

¡Un vaso pequeño

menor que una cuarta

donde hasta un mosquito

nadando se salva!

Pero nuestra avispa,

nuestra avispa brava,

más brava se puso

al verse mojada,

y en vez de ocuparse

la muy insensata

de ganar la orilla

batiendo las alas

se puso a echar pestes

y a tirar picadas

y a lanzar conjuros

y a emitir mentadas,

y así, poco a poco,

fue quedando exhausta

hasta que furiosa,

pero emparamada,

terminó la avispa

por morir ahogada.

Tal como la avispa

que cuenta esta fábula,

el mundo está lleno

de personas bravas,

que infunden respeto

por su mala cara,

que se hacen famosas

debido a sus rabias

y al final se ahogan

en un vaso de agua.

FÁBULAS FRESQUECITAS

Trabajando en su hogar de carpintero,

se tragó una tachuela Juan Lucero;

y, jugando, el menor Francisco Luna,

también se tragó una.

Los médicos, en vez de cirugía

debieran estudiar astronomía.

* * *

Han bajado por fin

los precios de los marcos en Berlín.

Con los marcos baratos

estarán muy contento los retratos.

* * *

Un cochino en el llano

le mordió la barriga a un ciudadano.

Hay un Dios que castiga

a los que no se lavan la barriga.

* * *

Al caerse en un hueco en una esquina

se rompió la cabeza Juan Marquina;

y por darle la mano,

le sucedió lo mismo a Juan Marcano.

Para romperse el coco

ser Marquina o Marcano importa poco.

* * *

Con el fin de efectuar varios atracos

dos damas disfrazáronse de cacos,

motivo por el cual la policía

las rodó el otro día.

El hábito hace al monje en ocasiones,

pero no a los ladrones.

* * *

Los que tienen espíritu festivo

se rascan diariamente sin motivo,

y aquellos que lo tienen muy doliente,

se rascan, con motivo, diariamente.

Los borrachos no mascan:

con motivo o sin él, todos se rascan.

* * *

Por estimar que el hombre era su hermano

un tigre se metió a vegetariano.

y un cazador que supo la cuestión

fácil muerte le dio con un tocón.

El vegetarianismo

no siempre hace bien al organismo.

FATALISMO

Ruperta, la muchacha que en el Llano

fue durante algún tiempo novia mía,

y que a la capital se vino un día

presa de un paludismo soberano,

ya es una
girl
de tipo americano

que sabe inglés y mecanografía

y que marcharse a Nueva York ansía

porque detesta lo venezolano.

Como esos que en el cine gritan: —Juupi!,

tiene un novio Ruperta, y éste en "Rupy"

le transformó su nombre de llanera...

Y es que en mi patria —raro fatalismo—

lo que destruir no pudo el paludismo

lo corrompió la plaga petrolera.

GALERÓN CON UNA NEGRA

Desde Guachara al Cajón,

de Cazorla a Palo Santo,

no hay negra que baile tanto

como mi negra Asunción.

Cuando empieza el galerón

y entra mi negra en pelea,

todo el mundo la rodea

como hormiguero a huesito.

¡Porque hay que ver lo bonito

que esa negra joropea!

Que esa negra joropea

bien lo sabe el que la saca

que la compara a su hamaca

cuando hay calor, y ventea.

¡Así es que se escobillea!

—le dice algún mocetón.

Y en su honor hace Asunción

una figura tan buena,

que como flor de cayena

se le esponja el camisón.

Se le esponja el camisón,

y el mozo que la ha floreado

salta: —permiso, cuñado,

que es conmigo la cuestión!

Luego se ajusta el calzón,

la engarza por la cintura

y con tanta donosura

se le mueve y la maneja,

que la negra lo festeja

con una nueva figura.

Con una nueva figura

en que ella se le encabrita

como gallina chiquita

cuando el gallo la procura.

—¡Venga a verla, don Ventura!

—grita alguno hacia el corral,

y desde allí el caporal

dice con cara risueña:

—Baila bien esa trigueña;

yo la he visto en Guayabal.

Yo la he visto en Guayabal

y también en San Fernando.

Yo vengo el Llano cruzando

de paso para El Yagual,

y aunque decirlo esté mal

por parecer pretensión,

desde Guachara al Cajón,

de Cazorla a Palo Santo,

¡No hay negra que baile tanto

como mi negra Asunción!

GEOGRAFÍA BROMISTA DE VENEZUELA

Entre Puerto La Cruz y Barcelona

hay un pueblo —que el mapa no menciona—

cuyo nombre parece una ironía,

pues el pueblo se llama Lechería

y es el menos lechero de esa zona.

Yo, por lo menos, comprobé hace poco

que, no obstante, tan láctea toponimia,

quien busque leche allí se vuelve loco

y, a no ser que la saque de algún coco,

no la conseguirá ni con alquimia.

Un caso parecido, si no igual

nos presenta en el llano Guayabal,

pueblo al que usted va en busca de guayabas

y no consigue sino reses bravas.

De la misma manera

pecarán de insensatos

quienes crean que yendo a Lobatera

regresarán cargados de lobatos.

Que ya podrán pedirlos hasta a gritos

y quizás no consigan ni perritos.

Y es que en nuestro país ya es tradición

el que los pueblos —como más de un hombre—

no guarden con su nombre

ninguna relación.

Lo corriente es que en toda la nación

un pueblo, un caserío, un vecindario

resulte siempre todo lo contrario

del nombre con que el mapa lo prohija;

pero, ¡ay!, esto tampoco es regla fija...

Yo estuve en Mantecal un mes entero

y nunca vi ni un gordo: ¡puros flacos!

En cambio, pasé un día en Bachaquero

¡y por poco me comen los bachacos!

GLOSA PARA VOLVER A LA ESCUELA

Comienza el año escolar,

y septiembre en Venezuela

vuelve a ser como una escuela

que se abre de par en par.

¡Oh escuela de mi niñez

donde en las tardes llovía,

quien pudiera, en un tranvía

ir a tu encuentro otra vez!

Cerca ya de la vejez,

no te he podido olvidar,

pues en mi afecto un lugar

donde aún me cantas, existe,

y en el que siempre más triste

comienza el año escolar.

Con tu pueril mirador

y tu violenta lechada,

yo te creía pintada

con lápices de color.

Y en tu jardín interior,

que era un jardín de novela,

llegué a pensarte gemela

del viejo Tontoronjil...

¡Y es que en mi infancia era abril

y septiembre en Venezuela!

¿Dónde está tu Director

con sus miradas siniestras?

¿Dónde tus lindas maestras

que nos mataban de amor?

A veces un tierno olor

a tela nueva, a canela,

de tu ambiente me revela

la vieja aroma dormida,

¡y entonces toda la vida

vuelve a ser como la escuela!

Y hoy, al volver la excursión

de niños a la mañana,

yo he vuelto a oír tu campana

cantando en mi corazón.

Deja, pues, que en tu salón

tome el último lugar

y permíteme soñar

que he vuelto a la edad sencilla

en que el mundo es un Mantilla

que se abre de par en par.

HERMOSA POESÍA PARA RECITARSELA
A PAPAÍTO EN EL DÍA DEL PADRE

Hoy día de los Padres, papaíto quisiera

dedicarte un minuto de recuerdo siquiera

y al fin cantarte el himno de amor, oh papaíto

que escribirte no pude cuando estaba chiquito.

¿Y cómo no escribírtelo?, papaíto querido,

si tú eres el único papá que yo he tenido

y yo debo quererte nada más por eso,

ya que cada pulpero debe alabar su queso.

Además, hay muy pocos papás, oh papaíto,

que, como tú, merezcan un canto bien bonito,

pues siempre como padre fuiste un padre sin menguas,

pese a lo que en contrario digan las malas lenguas.

Cierto que te gustaban los palitos y a veces

cogías unas monas que te duraban meses

y que cuando llegabas a casa en ese estado

dabas unos escándalos de sacarte amarrado.

Más yo sé, papaíto, yo lo sé aquí en lo hondo,

que, no obstante, esa maña tú eras bueno en el fondo;

pero aún cuando hubieras sido un monstruo maldito,

yo te sigo creyendo muy bueno, oh papaíto!

Porque tú me inculcaste, papaíto, el ejemplo

de que un hogar auténtico debe ser como un templo.

Cierto que tú solías beber como un verraco

convirtiendo tu hogar en un templo de Baco...

Pero tú a pesar de eso —vuelvo y te lo repito—

¡tú eras bueno en el fondo, muy bueno, papaíto!

Tú con nosotros fuiste, pese a ser tan bohemio,

como no hubiera sido quizá ningún abstemio.

¿Te acuerdas de la histórica noche en que yo nací?

Tal vez tú no te acuerdes, papá, pero yo sí:

Rascado como estabas, te me quedaste viendo

y al final exclamaste: ¡Que bicho tan horrendo!

Y gritabas en tanto te sacaban del cuarto:

¡Devuélvanme mis reales! ¡Yo no pago ese parto!,

mientras mamá gemía que dejaras la bulla

y el médico partero llamaba a la patrulla.

Después de aquella escena que yo encontré tan tierna,

siguieron tus ejemplos de ternura paterna:

inventaste, ofendiendo gravemente a mi madre,

que yo no era hijo tuyo sino de tu compadre.

Preferías —decías— verme clavar el pico

que darle a mamá un fuerte para la leche Drico.

Y agregabas de un modo tan rudo como cruel:

¡Pídesela al compadre, que ese muchacho es de él!

Aún la veo acechándote por los alrededores

de aquella taguarita del Puente de Dolores

para que le entregaras los churupos del diario

antes que te rascaras con mi padrino Hilario.

Tú, si no la insultabas, la tomabas en chanza

y ella pacientemente seguía su acechanza...

Aún te escucho diciéndole: ¡Carrizo, no me aceche,

mientras yo reclamaba: mamaíta, mi leche!

¿Cómo olvidar tampoco la Nochebuena aquella

en que llegaste a casa metido en la botella

y agarrando una vieja pantufla de cocuiza

me diste de aguinaldo mi primera cueriza?

Fue la primera noche que me meneaste el frito...

¡Por eso no la olvido jamás, oh papaíto!

Y tú también la debes recordar muy bien

porque mamá esa noche te embromó a ti también.

¡Ah papá, como evoco tus sabrosas cuerizas

tus clásicos trompones, tus nalgadas castizas

y tus pelas que hacían salir a mamá

con la escoba en la mano gritándote: Yastá!

Y entonces papaíto, demudado el semblante,

la agarrabas a ella de atrás para adelante

y entraban los vecinos —unos noventa o cien—

que al llegar la patrulla los rodaba también.

Así fue, papaíto, como yo con tu ejemplo

aprendí a comprender que un hogar es un templo:

Hombre ya hecho y derecho, hoy tengo mi hogar propio

donde de aquel modelo totalmente me copio.

Y en prueba de lo dicho te va esta poesía

que te estoy escribiendo desde la policía.

HOMBRES CASEROS

¿Tendrá razón, lector, esa escritora

según la cual el tipo de marido

por todas las mujeres preferido

es el que está en su casa a toda hora?

La escritora en cuestión, que es una inglesa

sabrá por qué lo expresa:

tal vez será mujer de un zapatero

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