Read Humor y amor Online

Authors: Aquiles Nazoa

Tags: #teatro, #humor, #poesía

Humor y amor (10 page)

de vez en cuando alguna campanada.

Pero, mientras escribo, por la acera

pasa un tropel de gente a la carrera

en dirección del cruce de caminos.

Y cuando salgo a ver: —Pero, ¿qué pasa?

Ya responde una vieja en la otra casa:

—¡Que se volteó el camión de los cochinos!

RELAFICA DEL NEGRO
Y EL POLICÍA

Oye, negra, ¿te ha fijao

la cantidá y la cuantía

de cuelpos de policía

que existen en la ciudad?

Pues cuéntalo, y si lo cuenta

uno, dó, tré, cuatro y tal,

si en la cuenta no te enreda

te va a caé pa atrá.

Policía con cachucha,

policía con pumpá;

policía con sombrero

y de cabeza pelá.

Y hasta policía mujeres

pal que se quiera casá.

Eso sí es policiera,

¡que policiera cará!...

Que si la criminológica,

que si la municipá,

que si la arta policía,

que si la de más allá,

que llegó la PTJ,

que si se fue la social,

que si estos son digepoles

y del Sifa lo demá;

que si aquélla es la civí,

que si esta es la militá,

que si esta no tiene rolo

sino que tira con gá,

que si este te afloja un tiro

y el otro te muele a plan

y en una radiopatrulla

te rueda el de más allá;

cualquiera te pone preso,

cualquiera te hace rodá,

que con o sin uniforme,

con sombrero o con pumpá,

en cuanto a rodalo a uno

todo lo ruedan igual,

pue la sola diferencia

que del uno al otro va,

e que depué tú no sabe

cuál de ello te va a soltá.

—Suéltame al negro, mijito,

—le dice tú a la Social—

y la Social te conteta

que vaya a la judicial,

la judicial que te entienda

con el cueppo ditrital,

y el cueppo que es asunto

de la gualdia nacional,

o de la alta policía

o bien de la milital,

o bien de lo de cachucha,

o bien de lo de pumpá,

o bien de lo que trabajan

con la cabeza pelá,

o bien del que tira tiro

o bien del que tira gá,

o bien que si patatín

o bien que si patatán.

Que si uno que tocan pito,

que si el que no toca ná,

que si el que usa la pitola

con el piquito pa trá,

o la lleva en la cintura

lo mimo que una empaná

pa dale muelte a la novia

ca vez que la va a limpiá;

que si el que lleva manopla,

que si el que tiene black jack,

que si el que lo rueda a uno

sin etale haciendo ná,

que si el que llega a lo robo

depués que el ladrón se va;

policía con cachucha,

policía con pumpá,

policía que trabaja

con la cabeza pelá...

¡Y no te lo cuento todo

porque me voy a enredá!

ROMANCE EN CELEBRACIÓN
DEL MES DE LA RASPAZÓN

Ya, lector, llegó Don Julio,

ya de portón en portón

llegó Don Julio anunciando

que empieza la raspazón.

Y a darle un recibimiento

digno de su condición,

los gallardos estudiantes,

sin ninguna distinción,

se quitan de zoquetadas

y dejan el camastrón.

Mirad aquel, por ejemplo.

mirad aquel mocetón,

aquel que viviendo en Catia

va a estudiar para el Panteón...

Abrumado bajo el peso

de su actual preocupación

—la raspazón y Don Julio,

Don Julio y la raspazón—;

con más corotos encima

que si fuera de excursión,

la boina hasta las orejas

cual gorrita de Pierrot,

enrojecidos los ojos

y el semblante todo hinchón;

levantada la solapa

como un viejo con pestón,

y al hombro la inevitable

silletica de extensión.

con la que parece un hijo

del Hombre de la Emulsión;

con su tesis bajo el brazo,

con su librote marrón

que ya de tan manoseado

parece de chicharrón;

con sus cuadernos de apuntes,

con sus tizas de color,

con su caucho por los hombros

tipo Cristóbal Colón,

allí va el pobre estudiante

cargado como un camión,

en busca de una placita

o un sosegado rincón,

en donde poder fajarse

—fajarse como un león—

a meterse en el cacumen

esa notamentazón

y esa pila de bichitos

que parecen de masón

y esas cuentas del carrizo

que uno no sabe qué son

porque les ponen letricas

en vez de numeración.

¿Por qué no estudia en la casa?

Decidme, ¿por qué razón?

Porque en la casa no hay forma

de concentrar la atención:

Que si Fulano te busca,

que si esta noche hay Simón,

que si coge el cenicero

que me quemas el sillón,

que si molesto a Antonieta,

que si despierto a Ramón,

que si tanto echar jareta

con tu estudio y tu cuestión

para que de todos modos

te raspen como un lechón.

Y así va el pobre estudiante

cargado como un camión,

con su thermo, con su caucho,

con su silla de extensión,

y con los demás corotos

de que ya hicimos mención,

en busca de una placita

o de un simple callejón

donde estudiar sin que nadie

le eche a perder la cuestión.

Por el día en El Calvario,

por la noche en el Panteón,

a veces junto a una estatua,

a veces junto a un farol,

a veces junto a una mata

que según su vocación

unas veces es de mango

y otras veces de mamón.

Allí está el pobre estudiante,

fajado como un campeón,

con su thermo, con su caucho,

con su silla de extensión

y todas las otras cosas

de igual significación

que según tengo entendido

ya nombré en otra ocasión.

Desde aquí lo estoy mirando,

aquí, desde mi balcón,

estoy mirando la estampa

del estudiante en cuestión.

Miradlo cuán solo llega,

mirad su noble expresión:

de no más verle la cara

se le ve la vocación!

Antes de entrar en materia

fue a buscar inspiración

y en la venta de tostadas

se pegó tres de jamón.

Y en este momento vuelve

satisfecho y barrigón,

listo a agarrar esa tesis

y entrarles como un campeón.

Miradlo sacar sus notas,

mirad con que decisión

se saca todas las tizas

que carga en el pantalón;

mirad el gesto resuelto

con que da un solo tirón,

echando mano del thermo

le quita al thermo el tapón

y ¡observad con cuantas ganas

se empina el thermo en cuestión!

y como distiende el forro

de la silla de extensión

y como despliega el caucho

y agarra el libro marrón

y en la actitud del que lee

con sostenida atención,

¡se queda toda la noche

durmiendo como un lirón!

SALIR EN TELEVISIÓN

La más grande aspiración

de muchos que "astros" se sienten

es que el chance les presenten

de actuar en televisión.

Yo, que en más de una ocasión

he tenido ese placer,

un cuento les voy a hacer

—si el lector me lo permite—

que a algunos tal vez les quite

las ganas de aparecer.

El cuento puede empezar

cuando usted, como un cañón,

se aparece a la estación

que lo va a televisar;

recorre todo el lugar

con mirada zahorí,

toca allá, pregunta aquí

buscando al que lo ha citado,

¡y ocurre que del malvado

no hay ni sombra por allí!

Harto ya usted de esperar,

llega el tercio a la carrera

y le dice que qué espera,

¡que se vaya a maquillar!

Y entonces lo hacen entrar

a un monísimo salón,

del que, a fuerza de loción,

colorete y brillantina

sale usted como Cristina

después de la operación.

No halla usted dónde meter

aquel rostro repintado

mientras piensa avergonzado:

"¡Si me viera mi mujer!"...

Mas ya se va a proceder,

pasamos al interior,

y es tan grande su temblor

del "estudio" ante la entrada,

que ya usted no quiere nada:

¡lo que quiere es un doctor!

Llega el momento de actuar

y usted, mudo y tembloroso,

presa de miedo espantoso

no sabe cómo empezar;

de nada valió ensayar

con tanta anticipación!,

pues frente a aquel perolón

que lo enfoca inquisitivo,

se pone usted como un chivo

cuando hay ternera en Falcón.

Otras veces el terror

sobreviene al cabo rato,

por culpa de un aparato

que llaman el Monitor,

un bicho que el director

ha puesto allí con la idea

de que usted mismo se vea

y se duela en lo más profundo

de haber venido a este mundo

con una cara tan fea.

Termina la transmisión,

y está usted como humillado,

consciente de haber quedado

como un solemne... simplón.

Así es la televisión:

para el vidente, un placer,

mas para el que ha menester

de enfrentarla en su guarida,

¡esa bicha es más temida

que pleito con un chofer!

TRINA

Todo está en paz; la noche se ilumina

con una luna de marfìl y oro;

las ranas y los grillos forman coro;

el aire huele a tierra de pimpina.

Al pie de una ventana, en una esquina,

hay un muchacho, cuyo nombre ignoro,

hablando con su novia más que un loro,

la muchacha en cuestión, se llama Trina.

—¿Te acuerdas Trina? —le pregunta el mozo—

¿que me ofrecistes un beso bien sabroso

si encontraba un trabajo con buen sueldo?

Y la joven, esquiva como un gato,

se le queda mirando largo rato

y al final le responde: —No me acueldo…

SU MAJESTAD SE CAE

Salió a pasear la reina de Inglaterra

y —alguna concha de cambur sería—

sufrió la soberana en plena vía,

su primera caída de post guerra.

Sacó la noble dama al dar en tierra

un rasguñito de menor cuantía

que, sin necesidad de cirugía,

con algodón y yodo se le cierra.

Se trata, pues, de un ínfimo accidente;

más los diarios de todo el continente

en sus primeras páginas lo traen.

y ello tiene su parte de ironía:

Nadie nombra a los reyes hoy en día

sino cuando se caen...

¿VERDAD QUE LOS CARAQUEÑOS
PARECEN QUE HABLAN EN SUEÑOS?

¡Qué formas tan pintorescas

son nuestras formas de hablar!

Para decirnos dos cosas

que en cualquier otro lugar

se dicen directamente

con dos palabras no más,

aquí estamos media hora

tratando de concretar,

y el pavoroso enredijo

que nos formamos es tal,

que el que nos está escuchando

no entiende ni la mitad,

ni nosotros entendemos

lo que él nos quiere explicar.

Y si quieren una muestra

de nuestros modos de hablar,

acomoden las orejas,

que allí van:

—Yo, chico, hablé con el hombre

y él me dijo que si tal

que si qué sé yo qué cosa,

que si yo no sé qué más,

que si esto, que si lo otro,

que si lo de más allá,

que si patatín,

que si patatán...

¡Bueno, puej, me volvió loco

con ese tronco e macán!

Pero yo le eché coraje

y le dije: —pára guan,

si usted me viene con curvas

que si tal que si cual

y que si yo no sé qué

y que si yo no sé qué más,

conmigo estás bueno, puej,

¡porque conmigo qué va!

Si él me dice en un principio:

"Mira, Pedro, ven acá,

yo vengo a tal y tal cosa,

pero y tal y tal y tal",

pues entonces, qué carrizo,

¿pero así? ¡No oh, que vá!

Y así como habla ese tipo

que acabamos de escuchar,

así hablamos casi todos

en la Caracas actual:

Un montón de frases mochas,

alguno que otro refrán,

cien mil mentadas de madre,

y el resto, ni hablar ni hablar!

AUTOBUSES CON RADIO

¡Chofer de autobús, piloto

del Rolls-Royce en que yo viajo;

chofer que por el espejo

me miras mal encarado

con ganas de que yo chiste

para ponerme la mano

tan sólo porque te pido

que bajes un poco el radio!

No, chofer, no te calientes;

chofer no te pongas bravo:

recuerda que los dos somos

harina de un mismo saco

y entre nosotros no luce

vivir como perro y gato.

Además, ¿Por qué te ofendes?

¿Por qué te montas, mi hermano;

si yo sólo te he pedido

que bajes un poco el radio?

¿Tanto quieres a ese bicho?

¿Tu amor por él llega a tanto

que por él hasta peleas

como si fuera un muchacho?

Pues, caliéntate si quieres;

si quieres dame un fondazo;

pero, contesta, mi viejo

¿No te parece inhumano

que a la dantesca tortura

que es viajar en estos trastos

con sus estrechos asientos

y con sus techos tan bajos

y con sus mil pasajeros

unos sobre otros montados,

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