demando a la compañía!
Si en Caracas viajar en autobús
es, no obstante, su corto itinerario
para los pasajeros un calvario
que deja tamañito al de Jesús,
hay algo aún peor:
viajar en autobús al interior.
A muchos que aquí pasan por muy machos
porque un toro derriban por lo cachos
y subirles la voz no hay quien se atreva,
debiera ponérseles la prueba
de encaramarse en esos mamarrachos:
Que hasta el más valeroso ciudadano
coge uno aquí, en el Metropolitano,
y esperando no más a que se vaya
ya antes de comenzar, tira la toalla.
Figúrate, lector, si toda espera
por latosa exaspera
aún en buen salón, con amplias sillas,
¿cómo será en un carro todo sucio
en el que viaja usted casi en cuclillas
y pegándole al techo el occipucio?
Y cuando el mamarracho sale al fin,
cree usted que se va, pero ¡qué va!
Camina cuatro cuadras y ya está:
a coger gasolina va a Junín
y a revisar los cauchos y el aceite,
y allí se está dos horas detenido,
dándole tiempo a usted de que se afeite
la barba que esperando le ha crecido.
Pero de pronto, a un ¡vamos! del chofer,
el fulano autobús dice a correr
como si hubiera visto a Satanás
o acaso algo peor,
prisa que ha provocado el colector
al decir que "Manteca" viene atrás.
Y entonces, ¡ay del pobre pasajero!
Tenso, la vista fija en el volante
y agarrado del asiento delantero,
ya no podrá pensar desde ese instante
sino que está oloroso a voladero.
Y si al chofer le pide por su madre
que recorte un poquito, es lo seguro
que éste responderá: —qué va, compadre...
¿y usted no era el que estaba con su apuro?…
Total: treinta minutos "rosca y rosca"
y a una velocidad que al diablo amosca,
sólo porque la idea les obseca
de verse pasados por "Manteca".
Pero súbitamente, cosa rara,
el autobús se para
frente a cualquier negocio del camino,
y mientras el chofer compra cochino
y el colector molesta a un billetero,
allí le sale moho al pasajero.
Y al que si quiera esboza una protesta,
de los dos el más rudo le contesta
con alguna "chapa" que lo humilla
o con lo que es peor: con la manilla.
Yo proclamo por eso a todo trapo
que el que al cañón se enfrente, o al obús,
será muy guapo, pero no tan guapo
como el que al interior va en autobús.
Cuando una de estas jóvenes que interrumpen un día
su curso de "Inglés Básico" y mecanografía
para entrar en el mundo de los que "tienen modo"
con un joven decente que "compró carro y todo".
Cuando una de estas jóvenes, por haberse casado
con doctor, ya figura entre lo más granado,
lo primero que aprende es a hablar del suplicio
que es hoy día en Caracas la cuestión del servicio...
"Con lo pésimo —dicen— que está el servicio ahora,
nadie sabe el trabajo que pasa una señora.
La última que tuve fue una negra tuyera
y ¡ay, mijita!. te digo que aquello era una fiera.
Y eso que la poníamos a dormir en el baño
y le dábamos libres dos domingos al año.
¿Y sabes hasta dónde llegaba su osadía?
¡A pedir que le dieran tres comidas al día!"
"Es que esas son sirvientas maleadas por Caracas
—le responde la otra—. Yo en cambio de Tucacas
traje una que me dieron para que yo la eduque
y ésa me lo hace todo. —Pregúntaselo a Luque:
Lava, plancha, cocina, me le atiende al chiquito,
y eso sí, niña: ¡tiembla cuando le doy un grito!
Esa no mueve un dedo sin pedirme permiso
porque, caray, ¡le saco los ojos si es preciso!
Un sábado le dije: "Mire, cuando haya gente
usted no entre ni salga por la puerta del frente".
Como a los cuatro días me desobedeció
y, con visita y todo, supo quien era yo.
Le dejé esas costillas que —pregúntale a ella—
todavía le duelen cada vez que resuella.
Ella quisiera irse, pero ésa no se va...
¿No ves que allá en Tucacas la espera su papá?"...
Y así, cada domingo, cada fin de semana
sale de nuevos ricos la alegre caravana
a recorrer los campos buscando muchachitas
como quien busca lapas o picures o arditas.
Se pasan un gran día de monte, y al regreso
junto con el cochino, las cachapas y el queso,
se traen a una idiota marcada de viruelas
que se estrenó ese día sus primeras chinelas.
Y ya tiene otra misia quien le haga los mandados
y a quien matar a palos y a quien darle sobrados
y a quien pelarle el coco y a quien hacerle odioso
¡todo lo que en la vida pudiera ser hermoso!
Hoy se ha casado Petra mi vecina;
su casa abierta está de par en par,
toda flores, champaña y gelatina
y poético aroma de azahar.
Como en una taquilla de oficina
en la que algo le fueran a obsequiar,
una barra sarcástica y cretina,
se ha aglomerado afuera a comentar.
"¡Vivan los novios!", brindan en la sala.
Luego, en un carro con chofer de gala,
se introducen los dos como en un nicho.
Y mientras el vehículo se aleja,
estalla un grito popular, de vieja,
—¡Para Macuto, y a parir se ha dicho!
Un doctor maracucho
declaró no hace mucho,
según dice una agencia informativa,
que es, la chinche de monte, inofensiva.
Y agrega que a su juicio,
el temor a esa chinche es un prejuicio.
Para considerarlas de ese modo,
sus razones tendrá, sin duda alguna;
pero con sus razones y con todo
¡a que no agarra una!
* * *
Catorce días tiene Camatagua
sin una gota de agua.
Y en cuanto al pueblo en que yo vivo, en Cagua,
allá tampoco hay agua.
Lo único que falta es que en Caucagua
también se vaya el agua.
* * *
Antier en La Culebra —pobrecito—
mordió una mapanare a un muchachito.
Y en esa misma fecha, antes de ayer,
corneó un toro en Toroy a una mujer.
Si usted, caro lector, vive en El Tigre,
¡Mejor será que emigre!
* * *
Porque otra la llamaba "La Pelona”
tuvo un pleito una dama en Barcelona.
Y porque la apodaban "La Peluda”
tuvo otro pleito en Mérida una viuda.
En lá casa, en la calle o en la tienda,
a las mujeres no hay quien las entienda.
* * *
Por culpa de un jumento
que, dice él, se le puso por delante,
sufrió en su camioneta un volcamiento
entre Ocumare y Cúa, Juan Infante.
La camioneta a Juan en el suceso
le quedó vuelto un churro
y en cambio salió el burro
completamente ileso.
Y el fin de esta historieta
fue el que su propia lógica insinúa:
Juan salió de Ocumare en Camioneta
y llegó en burro a Cúa.
* * *
Un pulpero en Capacho, a quien un cliente
le acomodó un verazo por la frente,
sufrió, al verse la sangre en la camisa,
un ataque de risa.
Si tanto se rió él, piense el lector
cómo se reiría el agresor!
* * *
En Los Teques, variando la rutina,
ha puesto un huevo dobla una gallina.
En Cagua, en cambio, a causa del moquillo,
no ponen entre dos uno sencillo.
* * *
En Duran, un pueblito muy pequeño
que existe de La Habana en los contornos,
tres cerdos se comieron los adornos
de un pino navideño.
Para lo que han quedado
los navideños pinos:
¡para, que se los coman los cochinos!
¡Menos mal que a mí nunca me han gustado!
* * *
Un ratero —o tal vez una ratera-—
cargó con los cepillos de Valera,
motivo por el cual
hasta ha llorado el párroco local.
¡Si así siente ese cura los cepillos,
cómo los sentirán los monaguillos!
* * *
Un niño colombiano,
de quien la prensa dijo
que era de sus papás el quinto hijo,
nació con un realito en una mano.
Vaya, pues, yo me alegro:
¡el quinto les salió con reintegro!
* * *
Afirma un escritor que el pueblo chino
no come casi nunca con comino.
Lo que viene a probarnos que el comino
se le importa un comino al pueblo chino.
* * *
A un indio del Perú, ya en su vejez,
le salieron los dientes otra vez.
Falta ahora saber
si también va a salirle que comer.
* * *
Un señor por coger una peseta,
fue arrollado por una bicicleta.
Si en vez de una peseta es un “marrón”,
lo arrolla, por l menos un camión.
* * *
Como gran maravilla
Los alemanes dan
La noticia de un químico alemán
que descubrió una nueva mantequilla.
En cambio en Venezuela a cada rato
estamos descubriendo un nuevo queso
y excepto algún purista mentecato,
¡nadie se ocupa de eso!
* * *
Y como basta ya de zoquetadas,
terminan las Noticias Comentadas.
"¡Oh burro, noble hermano!,
permíteme ahora que me aburro
buscando un tema en vano,
a modo de susurro
te dedique un pequeño Canto al Burro.
Feliz tú que, callado,
miras cómo la vida se desliza,
y si el arriero airado
unos palos te atiza,
soportas en silencio tu paliza.
Para más de un idiota
tu nombre constituye un serio agravio
y casi nadie nota
que pese a tal resabio,
más vale un burro bueno que un mal sabio.
Tú no haces el ridículo:
si por buscarte pleito a alguien le da,
tú en lugar de un artículo
que nadie leerá
le sueltas dos patadas y ya está.
Ahí vuelves del trabajo,
cansado, soñoliento, medio cojo,
y ahora, cabizbajo,
vas sin ningún enojo
a buscar tu poquito de malojo.
Yo desde aquí te miro,
mientras en pos de un tema a ti recurro,
y desde mi retiro
me digo en susurro:
¡quién fuera como tú, querido burro!
Mi próximo poema
para ti, será mucho más bonito:
por hoy, por darme el tema
para el presente escrito,
¡mil gracias, queridísimo burrito!"
Cuando te veo en tu balcón
tan linda y bien arreglada,
me pongo cual perro velón
que le enseñan una tostada.
Nos conocimos en un baile
pues nos presentó un amigo,
pero tu no quisiste bailar conmigo
como si yo fuera un fraile.
Tu estabas muy entusiasta
bailando con un tal Dorta
pues le permitiste hasta:
que te brindara una tajada de torta.
¿Usted baila? te pregunte muy manso
más tu me paraste en seco
diciéndome yo no danzo
con hombre que no tenga chaleco.
Tan semejante desprecio
me pegó cual bofetada,
pero yo no te dije nada
y empecé a sentirte aprecio.
Pero mi alma no te maldijo,
pues te tuve más cariño,
y te quise como un niño
que se encuentra un crucifijo.
Y una noche muy lunar
me dije con voz oportuna:
aprovechando que hay LUNA
me le voy a declarar.
Y me fui muy ilusorio
hasta el hogar donde vivías
pero me dijeron tus tías
que estabas en un velorio
porque se murió Matías.
Después mi alma quedó absorta
cuando supe y resultó cierto
que el velorio era de Dorta
que se estaba haciendo el muerto
para que tú fueras a su puerto.
Desde entonces me desprecias
y ante mi amor insinuante
te pones cual protestante
cuando pasa por las iglesias.
Pues cuando me ves me huyes
cual quien en un monte se adentra
y de repente se encuentra
con que por ahí hay: piqui juyes.
En vano con gran porfía
le digo a mi alma: No importa,
no te disgustes, Alma mía
que esa mujer es de Dorta.
Tanto me destrozaste el pecho
por no querer adorarme
que cuando por fin fui a matarte
ya el mandado estaba hecho.
Pues mi alma porfiada sufre
por lo tanto que te quiero
y hasta las cosas que ingiero
me saben a puro azufre.
Hoy por ti sufro y me atrofio,
pero mañana o pasado
yo estaré bien acomodado
y vendrás a pedirme gofio.
Hoy tu amor es mi verdugo,
pero habrá de llegar un día
en que tu estarás en la policía
y yo no te mandaré ni un jugo.
Hoy me odias y no me aguantas,
pero cuando yo esté en el congreso,
arrastrándote a mis plantas
vendrás a pedirme: queso.
Salvo algún chisme —siempre una bobada—
que muy de tarde en tarde lo recorre
y en su fastidio apenas lo socorre,
en este pueblo nunca pasa nada.
Siempre parece ser de madrugada,
y se diría que ni el tiempo corre
si no se oyera en la distante torre