Read Humor y amor Online

Authors: Aquiles Nazoa

Tags: #teatro, #humor, #poesía

Humor y amor (4 page)

mediante una cosa tan sencilla

pueda cualquiera aquí tener su momia,

cuando otros muchos hay que junto al Nilo

por descubrir alguna echan el kilo

y al final los abate la estegomia

y si no la estegomia el cocodrilo!

Pero al estar de todos al alcance

el líquido en cuestión

¿quién impide que surja algún percance

y que nos momifiquen a traición?

¡Con razón teme Enrique

que alguno por error lo momifique!

Si hay gente, como ocurre a cada rato,

que creyendo que es chicha o es carato

se "empujan" un perol de creolina

sin que les diga nada la hedentina,

¿qué no sucederá con una droga

que "ni huele ni hiede",

y que al ponerse en boga

no habrá una casa en la que no se hospede?

Ocurrirá sin duda más de un chasco;

por ejemplo, el que a causa de un chubasco

o de un baño nocturno, se constipe,

se compra una inyección para la gripe,

con otras medicinas la coloca,

y ...el que venga a inyectarlo se equivoca.

¡Por no hacer de la ampolla un buen examen

lo convierte en un nuevo Tutankamen!

Y contra eso si que no hay quien pueda:

quien momia se volvió, momia se queda!

De manera, lector, que nos gozamos,

pues si tenemos más que suficiente

con los momificados que ya estamos,

¡como será la cosa si agregamos

la momificación por accidente!

EL AGUA DE YUGOSLAVIA

Desde Yugoslavia

llegó el notición

de que en una aldea

de aquella nación

ha brotado un agua

con cuya ingestión

cualquier viejecito

levanta presión

Viejito que bebe

del agua en cuestión,

viejito que al punto

se vuelve atacón

y deja rosario,

cachucha y bastón

y llama a su vieja

que está en el fogón,

y cuando ella viene:

¿Que quieres, Ramón?,

ya el viejo bandido,

ya el viejo bribón,

igual que el famoso

sapito lipón,

ni tiene camisa

ni tiene calzón.

Así este el viejito

como un chicharrón

o de un renacuajo

nos dé la impresión,

apenas de agua

toma una ración,

ahí mismo se pone

de guachamarón

a decir que quiere

meter un jon ron.

Es tal la eficiencia

del agua en cuestión

que gracias a ella

y a su extraña acción,

ya cualquier viejito

de la reacción

superarrugado,

superochentón,

podrá enamorarse

de un lindo bombón,

y una vez que logre

parar papelón,

lo demás lo arregla

con el garrafón.

EL DÍA DE LOS INOCENTES
CONTADO POR UNO DE ELLOS

Aunque el 2 de los corrientes

era lo que parecía,

hoy, señores es el Día

de los Santos Inocentes.

Y esta es la criollización

de lo que en prosa elevada,

cuenta la Historia Sagrada

sobre la fecha en cuestión.

Comenzó el merequetén

justamente al cuarto día

de haber tenido María

su muchachito en Belén.

Difícil que el parto fue

y propenso él al infarto,

con el trajín de aquel parto

quedó grogui San José.

Por supuesto, el pobrecito,

pasado ya el grave trance,

apenas le dieron chance

se durmió como un bendito.

Pero no bien pegó un ojo

vió en sueños la fantasía

de un ángel que le decía:

—Viejito, no seas tan flojo.

Huye a Egipto con tu esposa

y el fruto de su barriga,

porque aquí color de hormiga

se está poniendo la cosa.

Pues con creciente cariño,

y en cualquier lugar que sea,

ya no se habla en Galilea

de otra cosa que del Niño.

En el revuelo causado

por un niñito tan tierno,

algo hay que a nuestro gobierno

le huele a perro mojado.

Y así Herodes ha prescrito

que ha todo niño de cuna

sin diferencia alguna

le corten el pescuecito.

O enconchas, pues, al nené

o lo raspa el rey Herodes;

así que no te incomodes

y alza arriba, San José.

José, que un burro tenía,

lo ensilló de cualquier modo,

y en él con muchacho y todo

montó a la Virgen María.

Ya sobre el burro en cuestión,

la Virgen, siempre tan ida,

¿Para dónde es la movida?

pregunto con devoción.

Y cuando él saber le hizo

que hacia tierras egipcianas,

de lo que ella tuvo ganas

fue de mandarlo al carrizo.

Y exclamando: —¡Qué tupé!,

le dijo ya sin rubor:

—¿A Egipto en burro, mi amor?

¿Tú estás loco, San José?

José ante aquella chacota,

no protestó, sino dijo,

mientras de modo prolijo

se sobaba la chivota:

—Aunque en mis propios mostachos

de viejo loco me apodes,

lo importante es que está Herodes

descabezando muchachos.

El espera, con cariño,

despescuezando arrapiezos,

que alguno de esos pescuezos

resulte ser el del Niño.

El les ofrece alfondoque

y arepita y empanada

y después con un estoque

los mata de la estocada.

Así hablo el santo bendito,

y así contestó su esposa:

—Caramba! si así es la cosa,

tienes razón Joseíto.

Si la cosa está tan fea

como tú la estás pintando,

de aquí hay que salir raspando

en burro o en lo que sea.

Por huir de ese carrizo

y de su espada filosa,

yo me voy en cualquier cosa,

no digo a Egipto: ¡Al chorizo!.

Vamos a buscar posada

a alguna tierra apartada

donde nos tengan cariño,

y no le corten al Niño

ni la cabeza ni nada.

Así emprendieron la Huida

mientras Herodes, ya en vano,

con su machete en la mano

continuaba la movida.

Blandiendo dicho aderezo

ninguno se la ganaba:

Muchachito que se encontraba,

muchachito sin pescuezo.

Era un tipo muy maluco;

mediante el famoso truco

del pajarito sin cola,

degollaba a los chiquitos

diciéndoles, pobrecitos,

"Baja la trompa, mapola".

Convirtió así su poblacho

en una carnicería,

donde no se conseguía

sino carne de muchacho.

Y en cuanto a José y María

yo por mi cuenta discurro,

que el cuerpo les quedaría

tras tan larga travesía

más estropeado que un churro.

Quedarían como aquellos

a quienes tumba un susurro,

y si así quedaron ellos,

¡cómo quedaría el burro!

ELEGÍA A LA DULCERA DE SOCIEDAD

¿Qué se habrá hecho la dulcera

de la esquina de Sociedad

con su gorra de cocinera

y su esponjado delatal

y su azafate que por fuera

tenía tanto de vitral

y que por dentro el gozo era

de nuestra hambrienta capital,

con sus torta tipo burrera

y sus tajadas de manjar

y sus esféricos coquitos

que parecían de cristal?

¿Qué se habrá hecho la dulcera

de la esquina de Sociedad

que se pasó la vida entera

junto al lugar donde estuviera

en otro tiempo el City Bank?

Brava ,locuaz, dicharachera,

rica de pintoricidad,

fue, sin que nunca lo supiera,

un tipo de esos que le dan

a la ciudad su verdadera

categoría de ciudad:

¡rolliza estampa callejera

de Dulcinea popular,

como mejor nunca se viera

ni en la pintura de Lovera

ni el los sainetes de Guinán!

¿Qué se habrá hecho la dulcera

de la esquina de Sociedad

la que dejó tan hondas huellas

en nuestro criollo paladar,

con las grandes tortas aquellas

de majestad episcopal,

tan parecidas a su dueña

y que de haber podido hablar

hablado hubieran, como ella

un rudo inglés de Trinidad?

Aunque de más de una manera

—excepción hecha de su hablar—

más caraqueña y criolla era

que las criollísimas chiveras

de la parroquia de San Juan,

de vez en cuando a las seseras

se le subía Trinidad,

y de sus fibras patrioteras

daba las muestras más severas

no vendiéndoles sino a

los estirados y corteses

americanos medio ingleses

del Royal Bank of Canadá.

(Y una tarde, tarde cualquiera,

y procedente de la acera

de la antigua universidad

se presentó una periquera

de San Francisco a Sociedad.

Y amenazada la dulcera,

de ser tumbada en la carrera

que la arrollaba sin piedad,

no se movió de allí siquiera,

sino se irguió, grave y severa

con la más alta dignidad,

y en la británica bandera

embojotó su humanidad.)

¿Qué se habrá hecho la dulcera

de la esquina de Sociedad ?

Yo no lo sé, más dondequiera

que se haya ido a refugiar,

sepa que aún queda un poeta

—tal vez el ultimo juglar—

que dejaría su actual dieta

que es casi toda de galleta ,

de la más dura de mascar,

para que en alguna tarde quieta

volver sus dulces a probar.

EL GESTO DE SARTRE

Jean Paul Sartre, filósofo francés

y astro de la mundial literatura

que ver no puede un premio ni en pintura

por lo que ha rechazado más de tres,

ha vuelto a demostrar que ante los premios

es como ante la caña los abstemios

y que al vituperarlos casi a gritos

no se refiere sólo a los chiquitos.

Y en prueba de la mala catadura

con que mira también los premios buenos,

ahora ha rechazado, nada menos,

que el Premio Nobel de Literatura.

Pero lo meritorio del rechazo

y lo que como heroico lo define,

no es que Sartre con él sólo decline

el honor que comporta ese premiazo:

es que con dicho honor también ahuyenta

— y allí está de su gesto lo viril —

los churupos que el premio representa

y que en dólares son, según mi cuenta,

más de cincuenta mil.

Así, pues, queda la Academia Sueca

como una perfectísima babieca

con la mano estirada

porque Sartre no acepta la mascada...

De ser otro el autor favorecido,

que distinta la cosa hubiera sido.

Si para darle el premio al que se escoge

es a un venezolano

no digo yo lo coge:

¡les arranca la mano!

EL INFIERNO RODANTE

Un crujiente montón

de abollado latón

que vomita, al pasar, sobre el viandante

un humo turbio, fétido, asfixiante.

Unos asientos hechos

al máximo de estrechos

provistos de una especie de bojotes

sucios, rotos, más duros que Monote

y en los que viaja usted casi en cuclillas

sin saber cómo hacer con las rodillas.

Y esto si no le toca ir parado,

besándole el cogote al que va al lado.

Un timbre que no suena

porque tiene la cuerda reventada,

y un chofer que no atiende o se envenena

si se le pide a voces la parada.

Unas descalabradas ventanillas

con el vidrio atascado o vuelto astillas;

una lámina entera despegada

que causa, en un frenazo, una cortada;

un piso con los hierros levantados

hundiéndose en los pies de los parados,

y unas costras oscuras en el piso

que parecen casabe untado con guiso.

Una puerta de atrás que no funciona

cuando se va a bajar una persona,

o que funciona tan violentamente

que, de darle donde es, mata a una gente.

Y, sobre todo esto, una hedentina

tan fuerte y tan tenaz a gasolina,

que, sin echarse un palo, hasta el más macho

si hace el viaje hasta el fin, llega borracho.

Este infernal suplicio,

digno de Adolfo Hitler y su corte

se llama aquí "Servicio

Público de Transporte".

EL KENNEL CLUB

Se fundó en Venezuela el Club Canino,

consorcio de personas muy boyantes

que coleccionas perros elegantes

de esos que tienen cara de cochino.

Conservar la salud del perro fino

dándole sus bañitos, sus laxantes

y alejando a las perras trashumantes

que los pueden desviar del buen camino...

Tal es el noble fin del club de perros.

Entre tanto, los niños de los cerros

viven como unos mismos condenados...

El mundo es malo, verdaderamente:

mientras se muere de hambre tanta gente,

¡que bien viven los perros potentados!

EL MAYORDOMO Y EL GATO

Recientemente falleció en Montana

una viejecita norteamericana

que, en calidad de único heredero

le dejó a un mayordomo su dinero.

Mas la anciana del caso que relato

dejó también un gato

que ha venido a plantearle al mayordomo

un problema, lector, de tomo y lomo,

ya que en el testamento hay un mandato

que le impide aunque llegue a la indigencia,

disponer ni una puya de la herencia

hasta que no se muera dicho gato.

Me diréis: — ¿Y por qué ese mayordomo

no se arma de una estaca o de un zapato

y acaba de una vez con ese gato

que debe de caerle como un plomo?

Other books

The Watchman by Davis Grubb
Charlotte in New York by Joan MacPhail Knight
Some Like It Wicked by Hawkeye, Lauren
Bad by Francine Pascal
Home Again by Ketchum, Jennifer
Unicorn Uproar by Carolyn Keene
Awaken to Danger by Catherine Mann