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Authors: Aquiles Nazoa

Tags: #teatro, #humor, #poesía

Humor y amor (3 page)

la gente se ponía,

pues aunque les volvieran

el tejado papilla

en aquella Caracas

los zamuros servían

para que el vecindario

viéndolos ahí arriba

conociendo las causas

se muriera de envidia.

¡Que costumbre tan bella!

¡Que costumbre tan lírica!

Bastaba que en el techo

de la casa vecina

alguien viera un zamuro

comiéndose una tripa

para que de inmediato

corriera la noticia:

— ¿Te fijaste, fulana?

Voltea para arriba.

¿Qué tendrán las Mengánez

que mataron gallina?

O bien se lo callaban

porque eran gentes dignas,

pero viendo al zamuro

para sí se decían:

"En la casa de al lado

están dándose vida."

Pues bien, esta mañana,

recordando esos días

en busca de un zamuro

tendí al cielo la vista

y aunque busqué en los techos

e indagué en las cornisas,

al no hallar a ninguno

donde tantos había,

pensé casi llorando

con tristeza infinita:

O en Caracas la gente

ya no come gallina,

o a los techos ahora

nadie tira las tripas!

CULEBRAS DE AYER Y DE HOY

Allá, a principios de siglo,

cuando se andaba en landós

por calles que se alumbraban

con un trémulo farol;

cuando jugaban las niñas

con un galgo en el salón,

y los niños eran buenos

y se llamaban Gastón

y en bis-a-bis los amantes

citaban a Campoamor

o contemplaban postales

de la Gran Exposición;

aquel tiempo en que los viejos

de bigote y chaquetón

usaban una pantufla

para guardar el reloj

y hablaban de sobremesa

del audaz Santos Dumont;

el tiempo en que los maridos

llegaban como un cañón

rugiendo: — ¡Traición! ¡Traición!

Y la esposa, en una especie

de mortal retortijón,

agarraba a los dos niños

— pues casi siempre eran dos —

y de rodillas caía

gimiendo: — Edgardo, perdón!

y, después que él le soltaba

tres frases de relumbrón,

a hartarse de serpentina

se encerraba en un salón…

Fue en ese tiempo, repito,

cuando nació el culebrón,

ese tipo de monsergas

que llamaban folletón

cuyo argumento era siempre

un enredijo feroz

donde, a causa de una carta

que a su tiempo no llegó,

es víctima una muchacha

de cierta calumnia atroz

cuando ya para casarse

tiene comprado el trusó;

una espantosa calumnia

que se refiere a su honor

y a un niño que de un convento

fue dejado en el portón

por otra, gemela de ella,

que es la mala de las dos

y la cual, aprovechando

lo parecidas que son,

quiere culpar a su hermana

de un muerto que otro mató.

Aquellos tiempos pasaron:

ya no circulan landós;

las calles de nuestros días

se alumbran con gas neón;

ya los amantes no usan

bis-a-bis, sino chaise-longue,

y en la comida los viejos

no hablan de Santos Dumont,

ni tienen una pantufla

para guardar el reloj;

ni llegan ya los maridos

gritando: Traición, traición,

y entre los niños son pocos

los que se llaman Gastón...

Pero de aquel mundo cursi

que pasó a vida mejor,

hay una cosa que queda

y esa cosa es la peor:

¡La novela por entregas,

el temible culebrón,

los llorosos enredijos

que se arman sin son ni ton!

Culebrones que si entonces

eran tan malos como hoy,

al menos una ventaja

tenían en su favor,

y es que con ellos fue mucho

el que a leer aprendió,

mientras que los de hoy no cumplen

ni esa modesta misión;

que hoy cualquier analfabeta

seguir puede un culebrón

con sólo estirar tres dedos

y darle vuelta a un botón.

CUPIDO AL VOLANTE

Señoras y señoritas

que en los autos de alquiler

—y no sólo en esos carros

sino en los otros también—

le lleváis echado el brazo

por los hombros al chofer,

a riesgo de que a un frenazo

que de pronto el tercio dé

os queden las naricitas

pegadas de una pared.

Señoritas y señoras,

perdonad mi estupidez,

pero eso de que una dama

vaya abrazada a un chofer

para que todos sepamos

que está
pegada
con él,

eso, a juicio de vosotras,

muy bonito podrá ser,

pero yo, lo siento mucho,

yo soy de otro parecer.

Me diréis que esto es envidia

resentimiento, tal vez,

pues yo, cuando siento ganas

de abrazar a mi mujer,

como no tengo automóvil

tengo que abrazarla a pie...

El caso es que no hay estampa

que tan mala espina dé,

como esa que hacéis vosotras

creyendo lucir muy bien,

cuando os da por ir pegadas

como un chicle, del chofer,

con aquellos amapuches

y aquella desfachatez,

con los que a un mismo cochino

las tripas le revolvéis.

¿Qué fin perseguís con eso?

Con eso, ¿qué os proponéis?

Señoras y señoritas,

yo no sé por qué lo hacéis

pero esas son monerías

que en un carro no están bien;

porque una dama, una dama

que en verdad quiera a un chofer

debe escoger otro sitio

para abrazarse con él;

un lugar donde él le pueda

con calma corresponder,

donde no tenga un volante

ni un motor a qué atender,

"ni otro afán que el de adorarte"

como dijo el tercio aquel.

Pero, ¿en un carro, señoras,

y un carro a todo correr?

Eso es poner como dicen,

en tres y dos al chofer,

eso es plantearle un dilema

como el de ser o no ser,

y ante el cual, el pobrecito,

no encontrando qué escoger,

ni le atiende al automóvil,

ni le atiende a la mujer!

DELICIAS DEL TIEMPO ACTUAL
CRONISTAS QUE "DAN LA HORA"
O COMO SE ESCRIBE AHORA
UNA RESEÑA SOCIAL

En la elegante mansión

de don Mamertino Plasta,

un gran juego de canasta

tuvo antenoche ocasión.

Su esposa doña Leonor

y su sobrina Pichicha,

amarraron una bicha

de las de marca mayor.

El juego duró tres horas

y fue dado a beneficio

del Comité pro señoras

que no pagan el servicio.

De la gente que allí había

recuerdo al Gocho García

y a la Nena Morgallete,

quien se casa el diez y siete

y el diez y ocho espera cría.

También vi a Ramiro Nava

y al doctor Hadgialy Divo

charlando sobre el cultivo

del gusano en la guayaba.

Puestas en los corredores

las mesitas de paleta,

allí hasta la camiseta

perdieron los jugadores.

Como agradable sorpresa

míster Plasta y su mujer

nos llamaron a la mesa

para echarnos de comer.

El menú fue delicado:

mute, mondongo, tequiche

y tapiramo picado

con conchas de arepa piche.

La mesa se vio asistida

por huéspedes ten despiertos

que al terminar la comida

ya no quedaban cubiertos.

Para animar el festín,

el joven Luis Bellorín,

que también era invitado,

contó un cuento colorado

con títulos en latín.

Pero la nota saliente

fue la rifa del colchón

en el que recientemente

se murió cierto pariente

del distinguido anfitrión.

DESPEDIDA DE LAS ÑAPAS

(En colaboración con Roberto Mujica)

Allá, cuando era niño

ya un poco zagaletón,

de medias acordonadas

y gallitos en la voz,

cuando yo jugaba metras

— pepa uno y palmo dos —

y traicionaba a la escuela

para irme de manganzón

a atiborrarme de mangos

por esos mundos de Dios.

Cuando yo estaba chiquito

— chiquito, pero atacón —,

por ser entre mis hermanos

el hermanito mayor,

era a mi a quien le tocaba

cumplir con la obligación

de hacer los diarios mandados

o comprar al por menor.

Era el cliente cotidiano

de un pulpero rezongón,

de aquellos que todavía

usaban gorra y batón

y empleaban una cabuya

para picar el jabón;

y tenían siempre un gato

echado en el mostrador,

y una armadura repleta

de perolas de salmón,

de manillas de tabaco

y algún otro escobillón,

y un gancho lleno de "vales"

junto a un anciano jamón,

y un ramillete de escobas

ahorcadas junto al portón.

Más lo que a mi me gustaba

de aquel pulpero, lector,

es que era el representante

de una noble institución

que, como muchas otras cosas,

hace tiempo se acabó:

¡La institución de las ñapas,

las ñapas de papelón,

o bien las ñapas de queso

o bien las de ambos a dos

que integraban el binomio

de Judas con San Simón.

A veces no daban ñapa,

mas daban algo mejor;

apartaban un frasquito

propiedad del comprador,

y por compra que éste hacia

le metían un frijol,

y al estar tan lleno el frasco

que no le entraba el tapón,

ah señores, que golilla,

señores, que golillón,

¡le daban a usted tres lochas

o un regalo a su elección!

(Lo que en verdad no era nada,

porque tres lochas, ¿qué son?,

pero que a un niño de entonces

le llenaba el corazón

igual que el aire, que es menos

llena un globo de color.)

Hoy ya no existen pulperos

de cachucha y chaquetón

(los últimos que quedaban

Rockefeller los barrió);

en las antiguas bodegas

se puso por siempre el sol

y hace muchísimos años

que la ñapa de acabó.

¡Adiós, ñapas infantiles

de grata recordación;

adiós, mis líricas ñapas;

adiós, mis ñapas, adiós!

Al pensar en nuestro eclipse

se me vuelve el corazón

como un niño de diez años

que, de portón en portón,

va pidiendo inútilmente

¡su ñapa de papelón!

DIFERENCIA ENTRE LA CORTE
DE LUIS XVI Y UNA GALLINA

Hay una gallina

norteamericana

que a la ciencia yanki

tiene alborotada,

pues es la gallina

sin duda más rara

que ha visto la especie

de las gallináceas.

No sé si es piroca,

no sé si es enana,

no sé si es papuja,

no sé si es jabada.

(¡Dirán los lectores

que yo no sé nada!.)

Lo cierto es que dicen

que al ave de marras,

queriendo su dueño

comérsela horneada,

cortóle el pescuezo

y así degollada,

en un calderito

la dejó tapada,

tal vez para luego

venir a pelarla.

Algunos minutos

dejó que pasaran

y cuando ya estuvo

bien caliente el agua,

volvió al sitio donde

la gallina estaba.

Mas, ¡vaya sorpresa!,

que cosa tan rara,

cuando del caldero

levantó la tapa,

vio que allí no había

gallina ni nada.

¿Qué es esto? — se dijo —

¿Qué es esto, caramba?

¿Quién fue el vagamundo

que me echó esa lava?

Yo no tengo perro,

yo no tengo gata,

yo no tengo zorro,

yo no tengo nada;

lo que tengo es novia

y es vegetariana!

Como un detective

por toda la casa,

jorungó cajones,

registró las camas,

levantó la alfombra,

rajó las almohadas,

y no halló ni huellas

del ave extraviada.

Compungido entonces,

al corral se marcha,

y allí de sorpresa

casi se desmaya,

pues la tal gallina

que por muerta daba,

no estaba tan muerta

como él la dejara:

así, sin cabeza,

sin pico ni nada,

la bicha, señores,

no sólo escarbaba,

sino que la bicha

también cacareaba.

No ha habido en el mundo

gallina tan rara:

el cuello le cortan

y sigue encantada

En cambio, lo mismo

le hicieron en Francia

a toda una Corte

con todo y monarca,

¡y a los diez minutos

nadie cacareaba!

EL ABARATAMIENTO DE LAS MOMIAS

«Si los líquidos para momificar se hallan en todas las casas, si su adquisición es tan fácil, ¿quién nos dice que un día no lleguen a inyectárnoslos? Muchas trágicas equivocaciones han ocurrido y ocurren todos los días.»

ENRIQUE BERNARDO NUÑEZ

Los que cultivan la egiptología

deben de estar que brincan de alegría,

pues lo que en ese gremio más se encomia

que es tener una momia,

será en lo sucesivo tan factible

como tener hoy día un "convertible";

bastará con llegarse a la botica

y comprar la inyección que momifica

y el resto será cosa de encontrar

a quien momificar.

Figúrate, lector, que mantequilla:

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