Horst intervino.
—General Kammler, usted conoce a la perfección todos los detalles de esa historia. Es increíble.
Kammler dejó el vaso sobre la mesa.
—He leído ese detallado informe hasta la saciedad. Créame que haré todo lo posible para que ese sea nuestro futuro y no otro. Ahora permítanme continuar, ya que creo que es muy interesante.
—A partir de ese momento, Lord Halifax informó a los Estados Unidos de que Inglaterra se retiraba de la contienda. Fue una noticia terrible para la coalición aliada. Inmediatamente se abrieron las rondas de conversaciones con Alemania hasta cerrar un acuerdo. En el acuerdo se indicaba un cese total de las hostilidades, la retirada de fuerzas enemigas sobre territorio británico, es decir las americanas, polacas y demás, la aceptación de las fronteras actuales y la ausencia de indemnizaciones por reparaciones de guerra, pero sí un acuerdo sólido entre Alemania e Inglaterra para el trabajo en común en un nuevo sistema de coexistencia pacífica y reconstrucción. También Lord Halifax aceptó firmar un armisticio con Japón, reconociendo a su vez la paralización de las reclamaciones sobre Hong Kong, Burma, Malasia, Singapur y otros territorios de la Commonwealth bajo control japonés —Kammler señalaba estos países en el mapamundi—. Como respuesta, la India seguía bajo control británico. Australia y Nueva Zelanda se negaron a firmar el tratado y ambos gobiernos anunciaron su secesión de la Commonwealth y, por lo tanto, del Imperio Británico. Cuando Estados Unidos dio garantías a ambos gobiernos de ayuda y soporte para seguir la guerra contra Japón, Australia y Nueva Zelanda firmaron alianzas militares con los Estados Unidos. A principios de julio de 1944, el líder fascista inglés Sir Oswald Mosley anunció la reforma de su British Union of Fascist bajo una nueva denominación, British Nazi Party. Al mismo tiempo, preparó candidatos y programas políticos para las próximas elecciones al parlamento y declaró sin ambages su apoyo para una nueva época de amistad y cooperación Inglaterra-Alemania. Como pueden imaginar con todo este panorama, el presidente Roosevelt estaba furioso con los ingleses. Él quería seguir la guerra con Alemania, pero después de la retirada forzosa de sus tropas de territorio inglés el alto mando le indicó que organizar una nueva invasión en esas condiciones era imposible. A finales de julio, Winston Churchill y su familia abandonaron para siempre Inglaterra y pusieron rumbo a los Estados Unidos, convirtiéndose en ciudadanos norteamericanos al poco tiempo. Churchill murió tres años después, totalmente alcoholizado.
—El general americano G. Marshall, tras ser presionado por la mayoría de los líderes militares del ejército de los Estados Unidos, consideró que lo mejor era continuar la guerra con Alemania, pero potenció el esfuerzo de guerra contra Japón en el Pacífico. El presidente Roosevelt y su gabinete de gobierno se vieron forzados a aceptar. Pero no había una forma clara de atacar y continuar la guerra contra Alemania desde Italia y el norte del África francesa, y eso afectaba al envío masivo de bombarderos desde esos lugares. La idea era mantener el máximo de divisiones alemanas en la zona, mientras los rusos seguían con más empuje su avance hacia Alemania. Marshall y Roosevelt estaban seguros de que Estados Unidos podría disponer de la bomba atómica en el plazo de un año y podría usarla contra Alemania y Japón y ganar la guerra. Las tropas inglesas fueron retirándose de Italia, y en agosto de 1944 los americanos también se vieron forzados a retirarse del país. Alemania volvió a reocupar Italia, excepto Sicilia, que seguía en manos americanas. El Partido Fascista de Mussolini volvió a Roma, pero debió aceptar la pérdida de la mitad norte del Tirol Sur, Trieste y Fiume para entregárselo a Alemania. El rey italiano fue forzado a abdicar y se eliminó la monarquía. En los siguientes tres meses, los americanos se posicionaron con fuerza en Sicilia y África del Norte, pero nuestros submarinos, que antes actuaban en el Atlántico cerca de Europa, bloquearon a los Estados Unidos. Alemania presionó a la España de Franco para que permitiese que nuestros submarinos operasen desde los puertos españoles. Franco dio el permiso. Esa acción dificultó enormemente el suministro a las tropas norteamericanas desde su país.
Kammler señalaba todos los puntos geográficos que iba citando y apuntaba en la pizarra los datos que aportaba. Todos le seguían con un interés inusitado. Era una historia paralela, pero factible, increíble… verosímil.
—El quince de julio, Roosevelt anunció por radio el fin de la guerra en Europa pero siguió pidiendo a su pueblo que siguiese en su esfuerzo en la guerra contra Japón, diciendo: «Más que nunca debemos continuar la lucha por la victoria en el Pacífico, por nuestra libertad y por la supervivencia de los Estados Unidos de Norteamérica». La salud del presidente era precaria desde hacía mucho tiempo. Estos acontecimientos y reveses aceleraron su debilidad general. El treinta de julio de 1944 sufrió un ataque al corazón y murió. Henry Wallace fue nombrado presidente de los Estados Unidos y estuvo de acuerdo en continuar la guerra contra Alemania.
Kammler bebió otro sorbo de agua y luego, dirigiéndose a la audiencia, preguntó abiertamente:
—Pero ¿qué pasaría con los rusos mientras tanto?
—Con el desastre de Normandía y la retirada británica de la guerra en Europa, Stalin decidió retrasar su prevista ofensiva de verano planificada para el 22 de junio de 1944. En aquel momento nuestro ejército disponía de 59 divisiones en Francia, 23 divisiones en Italia y 163 frente a los soviéticos. Al terminar la guerra en el oeste, el Führer decidió enviar 60 divisiones desde Francia e Italia, para reforzar el frente ruso. El Arca se usó a pequeña escala en algunas zonas del frente ruso con gran éxito y se estaba trabajando una operación a gran escala con ella. Los rusos no entendían qué sucedía ni qué tipo de arma era, mientras esta destruía todo lo que los rusos ponían frente a ella. Por su lado, el
Reichsführer
SS Himmler, conocedor de la presencia del arca y animado por los nuevos acontecimientos, continuó con su reclutamiento de no alemanes para las
Waffen SS
. Nuestras SS se estaban convirtiendo en un ejército multinacional.
—Al cesar la ayuda americana a Rusia, Stalin fue consciente de que podía perder la guerra. Trató de abrir negociaciones con el Führer, pero este se negó. Nuestro Führer seguía pensando en formar un imperio en el este hasta los Urales. Cuando Stalin decidió lanzar su ataque el 22 de agosto de 1944, nuestra patria estaba preparada para ello. El ataque soviético se centró en el Grupo de Ejércitos Centro. Dos movimientos en pinza se efectuaron desde Vitebisk hasta Bobruisk. El objetivo era Minsk. Nuestro ejército estaba esperando a las cabezas de ataque rusas, que fueron diezmadas con ayuda del Arca y de nuevas divisiones y el uso de los nuevos aviones a reacción Me 262 y cohetes V1 y V2. Model y Guderian, bajo las órdenes de Von Manstein, destrozaron sin piedad las pinzas rusas. Luego atacaron los flancos soviéticos y el Arca logró el record de acabar con más de 100.000 rusos y más de 400 tanques en el valle de Poniakov. Casi medio millón de soldados rusos fueron capturados. Stalin tuvo que detener precipitadamente la ofensiva. Esa gran victoria revitalizó la moral del pueblo alemán —Kammler señalaba las zonas en el mapamundi.
—Con esta derrota de la ofensiva rusa, nuestro Führer ordenó a la
Wehrmacht
que siguiese la ofensiva hasta Ucrania. Estas victorias fortalecieron la alianza con países amigos como Hungría, España, Rumanía o Finlandia. En septiembre de 1944 nuestro ejército atacó Kiev, conquistándolo, y Stalin ordenó la retirada. Los soviéticos trataron de escapar más allá del río Dnieper, pero más de 200.000 soldados fueron capturados antes de que pudiesen huir. Nuestra ofensiva continuó victoriosa hacia Ucrania, empujando al Ejército Rojo de nuevo al río Dnieper. Rusia perdía fuerza a marchas forzadas. Ya no recibía ayuda americana.
—Volviendo a América, y como dato muy interesante, señores, puedo contarles que durante los primeros días de julio de 1944, el partido Republicano también celebró su convención anual en Chicago. Nombraron al gobernador de Nueva York, Thomas E. Dewey, como presidente y al gobernador John W. Bricker, de Ohio, como vicepresidente. Los dos prometieron continuar la guerra contra Japón, pero deseaban una pacífica coexistencia con la Nueva Europa que se estaba construyendo. Con la reciente muerte de Roosevelt, el Partido Demócrata se dividió en dos: los izquierdistas, New Dealers, y los conservadores demócratas del sur. También este partido hizo su convención en Chicago en julio y nombró al vicepresidente Henry Wallace como presidente del país. El partido estaba seriamente dividido. Los sureños se negaron a seguir las políticas izquierdistas de Wallace y, sobre todo, a apoyar su soporte a los derechos de los negros. Wallace prometió que seguiría la guerra contra Alemania si era elegido presidente.
Kammler sonrió:
—El pueblo americano nunca sintió la misma hostilidad hacia los alemanes que contra los japoneses. Odiaban a los japoneses por dos razones: por su supuesto ataque traidor a Pearl Harbor y porque eran de raza amarilla, a diferencia de nosotros que somos de raza blanca. Mucha gente sentía que la guerra en Europa ya había terminado y que se debían concentrar los esfuerzos en derrotar definitivamente a Japón. En definitiva, pedían a sus autoridades y estamento militar el lograr un armisticio con Alemania. Pero sigamos. Robert Hannegan, del partido Demócrata; Ed Kelly, alcalde de Chicago, Ed Flynn y el general Frank Walker organizaron la paralización de la nominación de Wallace en la convención. Wallace logró maniobrar entre bastidores y apareció triunfador en Chicago. Tras esto, el grupo sureño abandonó la convención. No estaban de acuerdo con la situación, ya que consideraban que atacaban la esencia de los estados sureños y a su particular forma de vida. Durante la campaña, Wallace fue denunciado como miembro del partido comunista y su popularidad decayó fuertemente.
—En septiembre de 1944, el general MacArthur anunció su retorno al servicio activo cuando las tropas americanas desembarcaron en Leyte, en las Islas Filipinas. Era algo que le debía al pueblo filipino. En esa batalla Japón perdió a la mayoría de su flota. Al mismo tiempo, en Europa, nuestro Führer celebró una conferencia de la máxima importancia en Berlín, en la que se firmó la Alianza de la Nueva Europa. Además de los nuevos regímenes fascistas de Hungría y Rumania, el generalísimo Franco, en nombre de España, anunció la entrada de su país en la guerra junto a la Nueva Europa. La Francia reunificada también estaba presente, y el presidente Laval anunció solemnemente el envío de tropas contra Rusia y el comunismo. Uno de los puntos más importantes y aceptados con entusiasmo fue la anexión a la Gran Alemania de Bélgica y Holanda y una franja fronteriza de territorio francés que iba desde Flandes hasta Suiza —Kammler observaba los rostros sorprendidos de los presentes ante tal futuro potencial. Era un futuro paralelo, pero indudablemente mejor para Alemania. Dejó algunos de los papeles en la carpeta. Tomó otros y siguió su fascinante explicación.
—En noviembre de 1944, el republicano Thomas E. Dewey fue elegido presidente de los Estados Unidos con una mayoría abrumadora de más del 60% de los votos. Los republicanos también controlaron las dos salas del Congreso y también un gran amigo de Alemania, Charles Lindbergh, fue elegido miembro del Senado. El partido republicano estaba dominado por dos facciones: la gran élite de los negocios del Este y los aislacionistas del Medio-Oeste. El presidente Dewey prometió lograr un armisticio con nuestra patria, pero siguió luchando por la victoria en el Pacífico. El partido demócrata atravesaba momentos muy difíciles. Los sureños no solo se rebelaron contra el partido, sino que también le dieron soporte a Dewey. Los republicanos deseaban tenerlos a su lado y les prometieron que la segregación racial seguiría en el sur. El soporte económico judío y sionista al partido demócrata era visto por muchos políticos de la derecha como una conspiración judío-comunista para arrastrar a América de nuevo a la guerra con Alemania —Kammler rió en este punto. Por fin los americanos se dieron cuenta de quién era su verdadero enemigo…— Kammler siguió.
—A finales de noviembre del mismo año, es decir, prácticamente ahora, señores, en ese universo paralelo potencial nuestra patria empezó la reconstrucción. Tras el cese de los bombardeos anglo-americanos, Albert Speer, que ya fue capaz de incrementar la producción en tiempos de guerra hasta niveles increíbles, logró una vez más un auténtico milagro económico y productivo. Nuestras ciudades fueron reconstruidas muy rápidamente. La producción de tanques y aviones en sus versiones más modernas con el Me 262, He 178 y alas delta volantes. Por otra parte, Rusia fue bombardeada con cohetes V2 que diezmaron las tropas y consiguieron alcanzar las fábricas de armas más allá de los Urales. Rusia estaba absolutamente sola. Moscú no tardaría en caer, aunque ya no representaba más que un lugar en el mapa —Kammler señaló Irán en el mapa.
—Stalin hizo algo increíble, que fue invadir Irán. Las tropas inglesas allí acantonadas no pudieron repeler el ataque y los rusos consiguieron ocupar una buena parte del territorio persa. Inglaterra nos pidió ayuda, integrándose también en la Alianza de la Nueva Europa. El Primer ministro Lord Halifax fue el principal impulsor. Al poco, Turquía también se unió a la alianza. Nuestras tropas cruzaron Turquía a toda velocidad y entraron en Irak. A principios de diciembre de 1944 se formó una coalición militar integrada por Alemania, Inglaterra y Turquía, que avanzó sobre Irán contra los invasores soviéticos. También los propios persas se alzaron en armas contra los rusos. A partir de ese momento nuestra patria obtuvo reservas petrolíferas inmensas de Oriente Medio. Las reservas soviéticas del Cáucaso estaban a muy poca distancia de nuestras tropas. La batalla fue feroz, pero el uso masivo de nuestras más modernas armas obligó a la retirada desordenada del Ejército Rojo hasta sus fronteras. En Isfahan se capturaron más de 300.000 soldados rusos. El agradecimiento de Irán fue total y solicitó la unión a la Alianza de la Nueva Europa. El Führer sopesó la cuestión y le dio un plazo preferente a Irán de 5 años para su inclusión. Con el objetivo de reforzar nuestra capacidad ofensiva contra Rusia, nuestro
Reichführer SS
Himmler siguió ampliando las
Waffen SS
reclutando un gran número de hombres. Tenía casi 50 divisiones en aquellos momentos. En el lado americano las cosas cambiaban a gran velocidad. El general Marshall, presionado por la mayoría de líderes militares americanos, fue convencido de que lo mejor era concluir con un armisticio en Europa y seguir contra Japón hasta su derrota total. Por ello, había que abrir una ronda de negociaciones con nuestra patria. El 21 de noviembre, en el terreno neutral de la república de San Marino, comenzaron las reuniones para lograr los términos de un tratado de paz. El llamado Tratado de San Marino se firmó el 20 de diciembre y fue conocido popularmente como el Tratado de Navidad. América aceptó retirarse de Sicilia, permitiendo que Mussolini volviese a ocupar la isla. En los siguientes tres meses, las tropas americanas se retiraron del norte de África y la actividad de nuestros submarinos en el Atlántico cesó por fin. Alemania aceptó dejar de ayudar a Japón, y América, a Rusia. Un pequeño contingente de tropas italo-alemanas volvió a ocupar Libia y África del este, Somalia, Eritrea y Etiopía. Eso forzó a Haile Selassie a marcharse por segunda vez en diez años. Cuando en enero de 1945 Dewey fue nombrado oficialmente presidente de los Estados Unidos, anunció que su país retomaría las relaciones diplomáticas con Alemania. Dewey nombró a John F. Dulles como Secretario de Estado. No solo era progermano, sino que quería mejorar las relaciones con nuestra patria y que Europa estuviese bajo dominio alemán. Dewey prometió eliminar muchos puntos del infausto programa de Roosevelt llamado New Deal y forzó a sus ciudadanos a la unidad para vencer a Japón. Él creía que el destino americano estaba en el Pacífico y no en el Atlántico. En febrero fue tomada la isla de Iwo-Jima.