—¿Y qué fue de los judíos, general Kammler? —preguntó Gross.
Kammler también tenía respuesta para ello.
—Los que fueron asentados en Rusia y más allá de los Urales fueron siendo eliminados por la inclemencia de la zona y los rigurosos trabajos físicos a los que fueron sometidos. A mediados de los años setenta y viendo cómo iban prosperando en países sudamericanos los que habían huido de los Estados Unidos, se retomó el Plan Madagascar. Tanto Alemania como Inglaterra y los Estados Unidos estaban decididos a dar una salida definitiva a todo ese contingente hebreo y los países de Sudamérica con Chile y Argentina a la cabeza, mostraron todo su apoyo, ya que sufrían su presencia. Palestina o cualquier otra zona de Oriente Medio fue desestimada por los problemas que podía crear a los habitantes árabes, legítimos pobladores, y por la excelente relación y ayuda que Alemania siempre había recibido de ellos. En un plazo de tres años se había efectuado todo el traslado, dejando a los judíos a su suerte y sin permiso para salir de Madagascar, bajo pena de muerte. Todo el traslado fue pagado con dinero y bienes incautados a los mismos judíos. Internamente, le llamamos Promoción de Asentamiento Autoliquidable, ya que se autofinanciaba.
Todo el grupo sonrió ante el nombre de la operación.
El histórico Plan Madagascar que citaba Kammler no era un plan originalmente alemán, sino que ya en el siglo XIX Paul de Lagarde, Henry Hamilton Beamish, Arnold Leese, Lord Moyne y otros gobiernos, incluyendo los de Inglaterra, Francia y Polonia, habían contemplado la idea de deportar a todos los judíos a la citada isla. De hecho, en ese mismo siglo XIX Madagascar, Uganda y Argentina ya habían sido consideradas por Theodore Herlz, padre del sionismo, en su obra
El Estado judío
, lugar para fundar Israel. En 1927 y 1928, Polonia y Japón, cada uno por su lado, ya pensaron en la solución Madagascar, en el caso polaco para los judíos allí residentes, y en el japonés para su sobrepoblación. Fueron los polacos los que llegaron más lejos ya que en 1937 enviaron a esa misión al Mayor Mieczyslaw Lepecki, con representantes judíos, para que pudiesen estudiar la zona y tomar las decisiones necesarias para montar un estado sionista allí. Dos de los dirigentes no estuvieron de acuerdo: Leon Alter, director de la Asociación de Emigración Judía en Varsovia, que creía que no se podían enviar más de 2.000 judíos, y Salomón Dyk, ingeniero agrícola de Tel Aviv, que incluso creía que menos. Finalmente, los dirigentes judíos no aceptaron esa solución. De todas maneras, Polonia siguió con este plan, negociando con Francia, ya que era colonia francesa, sobre este asunto. Y fue en 1938, un año después de la comisión polaca, cuando Alemania comenzó a sugerir que se llevase a cabo el Plan Madagascar.
En noviembre de 1938, Hermann Göring informó de la intención de Hitler de enviar a los judíos a Madagascar. Hjalmar Schacht, presidente del Reichsbank, a través de varias reuniones que se celebraron en Londres, intentó conseguir un crédito internacional para el envío de los judíos a la isla. En diciembre de 1939, Von Ribbentrop, Ministro de Exteriores, incluyó la emigración de los judíos a Madagascar como parte de un plan de paz al Papa.
En mayo de 1940, Himmler dio soporte para ese envío y Hitler lo consideró muy positivo. Von Ribbentrop ordenó a Franz Rademacher la creación de un plan titulado La Cuestión Judía en el Tratado de Paz, fechado el 3 de julio de 1940. Decía:
1.
Francia deberá entregar Madagascar a Alemania
2.
Se le dará a Alemania el permiso para instalar bases militares en la isla
3.
Los ciudadanos franceses que viven allí, 25.000, serán trasladados
4.
La emigración judía será forzada, no voluntaria
5.
Los judíos allí asentados tendrán su propio gobierno local, que responderá ante un gobernador alemán
6.
La entera emigración y colonización de Madagascar será pagada con el dinero y las posesiones judías confiscadas por Alemania
La guerra con Rusia dio al traste con esta operación, que en aquel momento fue retrasada hasta un futuro en que fuese posible su realización. Los acontecimientos militares posteriores, en todo el teatro de operaciones europeo, no permitieron, ya definitivamente, llevar a cabo el traslado programado.
—De nuevo, creo que hablo en nombre de todos general Kammler —indicó de repente Horst—. Estamos asombrados por esa historia paralela que puede llevarse a cabo —todos asintieron al oír sus palabras. Kammler no podía disimular el orgullo que le proporcionaba la historia que acababa de explicar y de la cual aún faltaban muchos detalles por contar.
—Gracias, caballeros, pero les recuerdo que lo que les estoy explicando forma parte de un informe elaborado por un equipo enviado al futuro, hasta mediados de los noventa, concretamente 1997, y que ese resultado está en función de la aplicación militar del Arca y de las nuevas armas futuristas que estamos desarrollando en este momento. Es un futuro alternativo que deberemos crear para que el resultado sea el que nos interesa. De lo contrario, se producirá el que hemos comentado al principio de esta reunión, que representará el fin de Alemania y de la cultura europea —se sentó y su cara demostró una cierta preocupación.
—No voy a engañarles, ese futuro que nos interesa está ahí. Pero también hay otros que pueden ser peores. Nuestra experiencia en el proyecto temporal nos indica que el futuro son muchas puertas y no podemos equivocarnos al abrir la que de verdad nos interesa. Esa es una cuestión técnica de nuestros científicos —Kammler miró a todo su equipo técnico, que confirmó sus palabras—. Pero hay un detalle muy importante en toda esta historia, y es que ese futuro empieza en el pasado próximo, en este mismo año de 1944, en Normandía y con el Arca en combate. No puedo garantizarles qué sucederá con su equipo y con usted mismo,
Haupsturmführer
Bauer, en ese futuro, que nos implica a todos y que ustedes deberán iniciar en nuestro pasado. Vamos enviarles a ese frente como responsables militares del Arca con el equipo científico que la utilizará como arma. Si todo va bien, como está previsto, seguirá el futuro que acabamos de ver sin problemas. Pero hemos de trabajar rápidamente. Ustedes volverán a este presente que ya será la nueva Alemania si han tenido éxito.
Horst le daba vueltas a todo el asunto y las paradojas no cesaban de acudir a su mente.
—Pero, general, usted seguirá en este presente y vivirá la derrota de Alemania y ese futuro terrible que nos ha descrito al principio. ¿Por qué no vienen con nosotros y ya se sitúan en ese nuevo escenario?
Esta vez el doctor Schoppe pidió la palabra.
—Efectivamente, nosotros seguiremos aquí, pero ya no sufriremos ese futuro terrible,
Haupsturmführer
Bauer, ya que ustedes lo habrán variado y estaremos de forma automática en él. También estaremos en el pasado que ustedes visitarán y cambiarán y, por ello no habrá problema, ya que participaremos en el éxito de Alemania. Es curioso, pero todos estamos en todos los futuros posibles, se trata de llegar hasta ellos y modificarlos. Lo que sucede es que no somos conscientes y deseamos el que vivimos directamente, como el actual. De hecho, si ustedes logran su misión, esta reunión que estamos teniendo hoy no sucederá —un murmullo recorrió la sala. Aquello sonaba increíble.
—Pero doctor Schoppe —preguntó Horst, al que le asaltaban dudas—: mis camaradas y yo estábamos en Normandía en ese momento, en la LAH Panzer-División. ¿Podremos encontrarnos con nosotros mismos allí? ¿Qué deberemos hacer? —Horst planteaba una paradoja en el tiempo, que parecía lógica.
—Definitivamente no,
Haupsturmführer
Bauer —contestó con seguridad Schoppe—. No se preocupen. En realidad ustedes no estaban en ese pasado, ya que vienen de una puerta temporal diferente y jamás han existido allí. Pasaría lo mismo si todos nosotros decidiésemos ir también. De repente, ese no sería nuestro pasado. Por ello, no puede darse la famosa paradoja del nieto que intenta matar a su abuelo cuando este era un niño. Nuestras investigaciones demuestran que es así y ello nos ha permitido manipular el pasado en la Realidad Predeterminada.
—Pero, entonces —dijo Gross—, nuestras familias y amigos no existen en ese pasado. No tendremos vinculación afectiva, amistosa o familiar con nadie… —frunció el ceño ante esa posibilidad—. Es como empezar de nuevo… —murmuró.
—Pueden verlo así —contestó el doctor Schoppe—. Lo que sí es cierto es que las personas que conocen ahora existen en ese pasado y futuro alternativo, pero tienen otras vidas y se han relacionado con otras personas. Ustedes no son nadie para ellos en ese escenario —trató de tranquilizarles—. Pero eso no es problema, ya que volverán aquí y sus familias serán las mismas, como en este momento. Nada habrá variado. Piensen que todos los futuros son iguales excepto en detalles que los cambian totalmente. La utilización del Arca en ese pasado similar al que vivimos todos nosotros ahora y que acabaría con nuestra derrota también, hará que aparezca el triunfo total de Alemania y su grandeza futura. No como se prevé ahora.
Horst pensó en su familia, su mujer, sus hijos y en lo que vendría si aceptaba aquella misión.
Kammler entró rápidamente en la conversación.
—Ya saben que me gusta hablar claro: la misión es muy sencilla, pero de altísimo riesgo, ya que lo que vendrá para nuestra patria depende de ella.
—Pero, general —preguntó Horst, visiblemente nervioso—. Han enviado un equipo a ese futuro y han regresado sin problemas. ¿Cuál es la diferencia con nosotros?
Kammler decidió contestar.
—Es muy sencilla,
Haupsturmführer
Bauer. Ellos pudieron ver un futuro en el que el Arca entraba en acción en Normandía, y los resultados de ese cambio histórico. Luego regresaron, ya que eso formaba parte del experimento. Hicieron varios saltos temporales hasta el año 1997, como les he dicho antes. Ha sido el traslado más complejo técnicamente hablando, pero ha sido un éxito. Así hemos conocido ese futuro alternativo, entre los muchos que hay, y sabemos que si van y utilizan el Arca todo funcionará bien.
De nuevo Horst intervino.
—De acuerdo General Kammler, ese futuro ya ha sido creado. El equipo ha conseguido variarlo y se han sucedido todos los hechos que nos ha relatado antes. En ese futuro, Alemania ha ganado la guerra. ¡Ya está hecho! Lo que hemos de hacer es marcharnos todos a él —exclamó.
—
Haupsturmführer
Bauer —contestó el doctor Schoppe—. Ese no es nuestro pasado directo, pertenece a otra línea temporal y queremos que ustedes vayan a nuestro pasado directo, el que nos afecta a nosotros aquí y ahora. Por ello, la utilización de la puerta temporal adecuada es fundamental, ya que debe ser la de nuestro pasado y no otro. Antes he hablado de detalles en cada línea temporal, nuestras vidas y nuestro tiempo tienen sus propios matices y detalles que las hacen diferentes a las demás, y por ello son únicas. Debemos buscar nuestro pasado directo y transformarlo. No hay otra alternativa. Los otros futuros ahí están y nos servirán para ver escenarios posibles, pero no definitivos.
Gross intervino.
—Pero por lo que entiendo, doctor Schoppe, ese futuro brillante para Alemania que ha visto el equipo enviado allí puede tener matices algo diferentes a lo explicado, cuando se aplique al nuestro directo.
—Creemos que es así, pero no han de ser cosas de importancia —admitió Schoppe—. La historia general dará esos resultados descritos.
Horst escuchaba con atención las explicaciones del doctor Schoppe. En ese momento recordó las palabras del doctor Joseph Noske sobre el planeta Nibiru y el posible cataclismo en al año 2012.
—Solo como curiosidad, doctor Schoppe, ¿por qué no han ido más allá del año dos mil? Parece un año que abre perspectivas legendarias y futuristas —Georg miró a Horst, ya que este le había explicado lo que le había dicho Noske.
—Simplemente lo hemos hecho así —contestó Schoppe—. No ha habido ninguna razón concreta,
Haupsturmführer
Bauer. Nos parecía una buena distancia temporal desde hoy, 1944, llegar hasta las puertas del año dos mil, y nos daba una perspectiva muy amplia de lo que pasaría. Prácticamente sesenta años —Horst afirmó con la cabeza, pero ya no siguió con el asunto.
—Volvamos a lo importante, señores —dijo Kammler con impaciencia y algo contrariado—. Cuando lleguen al pasado en Normandía, y sabiendo cómo fue la batalla, deberán golpear al enemigo en las mismas playas.
Horst intervino de nuevo.
—General Kammler, ¿cómo nos daremos a conocer en ese momento a los mandos? ¿Quiénes seremos nosotros allí y cómo habremos llegado? Es decir, ¿cómo nos presentaremos? Nuestra historia puede ser muy difícil de aceptar…
Kammler sonrió.
—Sabía que lo preguntaría,
Haupsturmführer
Bauer. Con una orden escrita del Führer en persona que obra en mi poder y que le entregaré personalmente —remachó—. Ese documento les permitirá moverse con absoluta libertad por la zona y disponer de lo que necesiten para llevar a cabo la misión. Serán situados en el Gross París dos semanas antes del desembarco. Desde allí, y de la mano del general Wilhelm Von Boineburg Lengsfeld, gobernador militar de la ciudad, serán trasladados a Normandía con todo lo que necesiten. Al mismo tiempo, tendremos tiempo de trasladar a todas las divisiones que en nuestra historia estaban desplegadas por toda Francia y en el Paso de Calais, para ubicarlas en las playas.
Horst y sus hombres asentían ante las palabras de Kammler, pero seguían algunas dudas.
—General Kammler —dijo Horst—. Entienda mis palabras, como ya sabe nosotros luchamos en esa batalla y el despliegue aéreo enemigo era abrumador. No teníamos opción de viajar de día, era imposible, y perdimos una gran cantidad de hombres y material por ello. ¿Cómo conseguiremos llegar hasta las playas en esas circunstancias? —los hombres de Horst recordaban aquellos días terribles de una batalla basada en la calidad frente a la cantidad y donde ésta última decidió la victoria. La calidad contuvo casi tres meses, hasta el 25 de agosto en que se tomó París, a los aliados luchando cerca de las playas y con un coste brutal en vidas y material. La calidad había roto las optimistas previsiones de Eisenhower y Monty de un paseo militar por Francia. Pero la victoria, al final, había sido suya.