1.
Doctor Hermann Oberth: Técnico en vuelo espacial e ingeniero de cohetes.
2.
Doctor Kurt Debus: Especialista en parámetros de alta descarga eléctrica y medición en el suministro eléctrico continuo de alto voltaje.
3.
Doctora Elizabeth Adler: Matemática, Universidad de Königsberg.
4.
Profesor doctor Walther Gerlach: Especialista en Polarización, Gravedad Magnética, Transmutación de Elementos y Plasma de Mercurio.
Estos científicos de tan alto nivel y las áreas de especialización que representaban, solo podían estar implicados en un proyecto fuera de lo normal. La Campana, que era la máquina desarrollada, era el resultado de sus investigaciones y representaba una revolución en los principios de la física conocida hasta el momento. De hecho, descubrir y desarrollar una forma alternativa de física era un objetivo del SS-E-IV o SS
Entwicklungstelle
(Grupo IV de Desarrollo SS), que buscaba en sus investigaciones una energía alternativa para hacer que Alemania fuese absolutamente independientemente del petróleo. Los especialistas y científicos que participaban en estos experimentos ultra-secretos trabajaban sobre conceptos que se alejaban totalmente de las leyes de la física convencional. Era una nueva física.
Uno de los científicos más brillantes que había trabajado en esa dirección fue el doctor Ingeniero Ott Christoph Hilgenberg, alumno brillante del Premio Nobel doctor Gerlach, que en 1931 ya publicó un documento titulado
Gravitation, Tromben und Wellen in bewegten Medien
(Sobre Gravitación, Vórtices y Ondas en un Medio en Rotación), que fue conocida como
Vórtice Emergente,
basada en un modelo de vórtice del éter dinámico, que no solo fue una explicación comprensible de la gravedad, sino que daba explicaciones muy satisfactorias al llamado «fenómeno relativista» e incluso a la estructura atómica; en muchos casos de forma mejor y más satisfactoria que la teoría nuclear clásica. Esta fue la base sobre la cual muchos físicos alemanes trabajaron, uniendo conocimientos de mecánica cuántica y vórtices con una mezcla de antiguas teorías sobre la energía y el éter. La asunción de una estructura vorticular en el éter fue la base de la observación de las partículas y la energía, que conecta perfectamente con el principio del «flujo en el vacío» o «energía de gravedad cero».
La predicción a la que conducían estos principios era que la curvatura del espacio-tiempo era modificable técnicamente, y que el efecto de desplazamiento de cualquier tamaño de masa era obtenible a través de la contra-rotación del plasma. Este principio estaba en desacuerdo radical con la teoría de la relatividad, que predecía que la curvatura espacio-tiempo solo podía darse ante masas muy grandes. El doctor Hilgenberg propuso, apartándose de las ideas convencionales, que la Tierra o cualquier otro cuerpo inmenso en rotación se expandía o se contraía en lo que sería una onda inmensa en el tiempo.
En 1938, Hilgenberg continuó sus investigaciones sobre este asunto combinando la física y las matemáticas teóricas en un documento realmente profundo y complejo bajo el título de
Quantenzahlen, Wirbelring-Atommodelle und Heliumsechserring-Aufbauprinzip des Periodensystems der chemischen Elemente
(El número cuántico, modelo del vórtice atómico y el principio de la construcción del anillo hexagonal del sistema periódico de los elementos químicos). Hilgenberg había desarrollado la base matemática de un modelo atómico en consonancia con los principios de la rotación vorticular del éter. La combinación de estos conocimientos de Hilgenberg y su teoría matemática para su desarrollo le permitió predecir un gran número de consecuencias que variaban sobre la física relativista e incidían en la ingeniería del tiempo.
Bajo la influencia del doctor Hilgerberg otro doctor, Carl Friedrich Krafft, aprovechó la «mecánica cuántica vorticular» y la desarrolló un paso más allá. Demostró que el átomo es esencialmente una construcción geométrica o topo lógica del éter, que funcionaba como «bomba de éter», tomando o expulsando energía en función de la rotación de los diversos anillos de éter dinámico alrededor de dichas bombas. Parece ser que estos descubrimientos fundamentales para el espacio tiempo y su ingeniería fueron eclipsados por el fin de la guerra y la victoria aliada.
Horst había escuchado y sabía que Alemania siempre había demostrado un alto interés por todo lo relacionado con el espacio, la gravedad y las posibles formas de llevar a cabo viajes espaciales. Era sorprendente, pero se había avanzado mucho en ese campo y, de hecho, había dos programas espaciales en desarrollo. Uno de carácter «público» que era el relativamente secreto programa de cohetes de Von Braun en el complejo secreto de Peenemünde y otro, mucho más secreto, al mando de las SS científicas, que había empezado mucho antes y que contemplaba la aplicación de una física y una tecnología totalmente nuevas y diferentes a las conocidas hasta ese momento. Para estos desarrollos secretos, el General SS Kammler contó con la inestimable ayuda de organizaciones técnicas que colaboraron en el proyecto, como fueron:
•
FEP, Forschungen, Entwicklungen, Patente: Investigación de Patentes y Desarrollos.
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A.E.G. Allgemeine Elektricitäts Gesellschaft: Investigación en Alto Voltaje y Alta Frecuencia.
•
HWA, Heereswaffenamt: Oficina Militar de Armamento.
Estas organizaciones trabajaban «compartimentalizadas» sobre investigaciones concretas y sin conocer el objetivo final en el cual participaban. Era una suma de esfuerzos bajo una misma dirección, que llevaba a cabo el General Kammler, que sí conocía cuál era el objetivo del esfuerzo de todos e indicaba sobre qué debía trabajar, separadamente, cada entidad.
Increíblemente, buena parte del proyecto había sido desarrollado teóricamente antes de la guerra y, de hecho, buena parte de él venía de finales de los años 20. La capacidad técnica de aquel momento y la física revolucionaria que representaba no permitían llevar a la realidad las investigaciones, aunque estas iban avanzando a buen ritmo. La ascensión de Hitler al poder aceleró de manera espectacular el desarrollo, ya que el régimen estimulaba cualquier investigación que se apartase de los patrones tradicionales de la llamada «física judía» y aportaba las sumas de dinero necesarias y las organizaciones y empresas con tecnología y capacidad para realizar el desarrollo.
El impulso definitivo, por exigencias de la guerra, se produjo a partir de enero de 1942, bajo el nombre en clave de Tor (puerta), que fue efectivo hasta agosto de 1943. A partir de ese momento, Tor fue dividido en dos sub-proyectos: Kronos y Laternenträger. Como es lógico, ambos se referían a la máquina base, la Campana, pero sobre dos áreas de interés: una era física y la otra médico-biológica. Los nombres eran tremendamente sugerentes. Tor y Kronos podían traducirse como
Puerta
y
Tiempo
, y Laternträger como
quien porta la luz
. Ya se podía observar que, tras estos nombres, había un interés en «monitorizar el tiempo» o una «ingeniería del tiempo». Por ello, se podía afirmar que los alemanes habían abandonado cualquier investigación sobre la teoría de la relatividad con su «espacio plano» y habían entrado de lleno en una híper-relatividad donde se conjugaban la ingeniería de la curvatura espacio-tiempo y las consecuencias prácticas de esa ingeniería, con el objetivo de dominarlas. Por ello, el significado de esos nombres codificados apunta a una física totalmente diferente, radical y exótica para los estándares habitualmente aceptados. En aquel momento, y con el desarrollo alcanzado, la Campana tenía dos funciones operativas militares y científicas: por un lado, la posibilidad real de viajar en el tiempo, ejercicio que ya se estaba llevando a cabo y, por otro, el desarrollo de una nave anti-gravitacional que permitiese vuelos espaciales sin restricciones de ningún tipo aplicando la Energía de Gravedad Cero.
Horst, como es lógico, conocía a varios de los militares y científicos que participaban en las pruebas y que luego les interrogaban acerca de la misión que habían desarrollado en otro espacio-tiempo. Uno de esos científicos, el doctor Ferdinand Schöffel, que también era de Potsdam como él, le había explicado de forma somera el funcionamiento de la Campana, ya que Horst había mostrado interés en ello. Si bien la Campana a primera vista podía parecer un máquina simple, los resultados de su funcionamiento contradecían esta primera impresión. La máquina y su forma recordaban evidentemente a una campana con la base cerrada y colocada sobre un pedestal, cuya altura era de unos 3 metros por 2 de diámetro en su parte baja más ancha. La Campana siempre requería una fuente de suministro eléctrico muy potente en las proximidades para su funcionamiento.
La parte central y principal del ingenio estaba formada por dos cilindros de metal plateado, de aproximadamente 1 metro de diámetro cada uno que, durante el funcionamiento, ubicados uno sobre el otro, giraban en sentido opuesto a altísima velocidad sobre un mismo eje. Dicho eje estaba hecho de un metal especial de alta densidad y tenía un diámetro de unos 20 centímetros. El eje estaba fijado al pedestal, fabricado en un metal pesado, donde descansaba la máquina. Antes de cada prueba, un contenedor de cerámica cubría la máquina y era rodeado, a su vez, por una pared de plomo de un espesor de 3 centímetros. Tenía una longitud de 1,5 metros y se rellenaba de una sustancia extraña y metálica de un color violáceo-dorado que obligaba a que la zona en la que se operaba con la máquina se mantuviese a una temperatura constante. Esa temperatura específica impedía que la sustancia, que estaba ligeramente coagulada, no se coagulase totalmente. La sustancia recibía la denominación codificada de IRR XERUM-525 y contenía, entre otros elementos, óxido de torio y óxido de berilio, denominados
Leichtmetall
. Era fácil adivinar que este material ayudaba en la investigación sobre las propiedades de la inercia y el vórtice del material radiactivo cuando se le sometía a una rotación a muy altas velocidades y a los consiguientes efectos sobre los campos de torsión. El IRR XERUM-525 también contenía mercurio y probablemente varios isótopos pesados. Dentro de los cilindros rotatorios había mercurio muy puro.
Antes de iniciar cada prueba experimental, y para que su vida útil durase más, el mercurio era refrigerado a muy bajas temperaturas. Se usaba gas líquido del tipo nitrógeno y oxígeno. Cuando estaba a punto para la prueba, se cubría todo con la pieza superior en forma de campana, que tenía en su parte superior, un gancho para poder izarla y desplazarla con una pequeña grúa. El doctor Schöffel también le había explicado el resultado de los primeros experimentos en Ludwigsdorf, donde solo participaba personal científico y militar y donde Horst no había estado presente. En aquel lugar, los experimentos se llevaban a cabo en una especie de cámara o piscina sin agua, preparada al efecto, y bajo tierra. Dicha cámara se recubría totalmente de azulejos de cerámica y el suelo, además, con una plancha o alfombra de goma muy gruesa y pesada. Tras cada prueba, la alfombra de goma quedaba inservible y los azulejos se limpiaban con un líquido rosado de consistencia parecida a la brea. Como medida de seguridad, durante los experimentos que se llevaron a cabo en minas subterráneas inactivas, la cámara donde se efectuaba la prueba era siempre destruida con explosivos tras dos o tres experimentos.
Se colocaban cámaras de cine y todo tipo de aparatos de medición en un soporte al efecto, en la misma zona donde se desarrollaba el experimento. Dirigidas por técnicos y científicos, las primeras pruebas se efectuaron colocando objetos y muestras de todo tipo cerca de la Campana y se comprobaron los efectos de la energía emitida sobre ellos. Se hicieron pruebas sobre organismos vivos como ratas, caracoles, lagartos, ranas, insectos y, hasta donde le informó el doctor Schöffel, seres humanos que provenían del campo de concentración de Gross-Rosen. También se probaron los efectos sobre plantas de diversos tipos y sobre una serie de sustancias de origen orgánico como huevos, sangre, leche, carne y grasas líquidas. Antes de cada experimento, todo el personal técnico involucrado en la prueba se situaba a unos 200 metros de la Campana debidamente protegido con trajes de goma gruesa y cascos con visores rojos. El sonido de la máquina en funcionamiento recordaba al de un enjambre de abejas dentro de un recipiente. La limpieza tras cada prueba fue asignada a un grupo de unos 100 prisioneros de Gross-Rosen.
Los efectos analizados en los objetos y organismos vivos eran muy claros en el momento en que la máquina era desconectada. Por ejemplo, la instalación de 220V provocaba una sobretensión que hacía explotar las bombillas. La Campana emitía una luz azulada fosforescente, que era el resultado obvio de una radiación ionizada y, también, un campo magnético muy potente. Los participantes en los experimentos, a pesar de las protecciones, sufrían en estas primeras pruebas problemas en su sistema nervioso, espasmos musculares, dolores de cabeza y un regusto metálico en la boca. También se había observado, con el paso del tiempo, que las personas sufrían falta de sueño, problemas de equilibrio y memoria, dolores musculares y llagas en diversas partes del cuerpo. Estos problemas ya habían sido solucionados en pruebas posteriores.
Pero según el doctor Schöffel, y siempre hablando de las pruebas efectuadas entre mayo y junio de 1944, los efectos sobre las muestras orgánicas eran muy peculiares, pero sobre todo mortales. Las plantas, animales y prisioneros que fueron sometidos a su campo de radiación sufrieron diversos tipos de daños, siendo el principal la destrucción de los tejidos de la dermis y la estratificación y transformación en gelatina de los líquidos, entre ellos la sangre. Durante la primera fase, a las cinco horas de haber finalizado la prueba, las plantas perdían color o se volvían grises en su totalidad, lo que indicaba una descomposición química o una desaparición de la clorofila. Sorprendentemente, y a pesar de ello, la planta seguía viva de forma aparentemente normal durante una semana más. Seguidamente, aparecía un declive muy rápido, de entre 8 y 12 horas, que acababa descomponiéndola en una sustancia grasienta, como grasa rancia.
Estos efectos colaterales también los sufrieron los científicos en estas pruebas preliminares. De un equipo de siete, cinco murieron y dos enfermaron muy gravemente. Debido a esta trágica situación, este primer grupo de investigadores fue disuelto por el General SS Hans Kammler, ordenando que la máxima prioridad del proyecto fuese limitar estos daños. Los científicos llegaron a determinar que había habido un problema en la compresión del vórtice, que había afectado a la separación de los campos magnéticos del experimento.