Kronos. La puerta del tiempo (2 page)

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Authors: Felipe Botaya

Tags: #Bélico, Histórico

—La claridad es sensacional y permite una observación muy nítida. Este es un cielo único y podré comprobar mediciones que hasta ahora siempre han sido teóricas.

Comenzó sus observaciones, combinando aparatos manuales con el aparato que soportaba el trípode. Iba tomando notas en un bloc y ajustando su maquinaria de medición. El trípode disponía de una pequeña base de madera en la que iba depositando el material que iba utilizando. Cambió lo que parecía el teodolito sobre el trípode por un telescopio muy moderno que se desplegaba como el catalejo de un pirata. Unas pequeñas luces se encendieron en el telescopio, indicando que el aparato estaba listo. Lo instaló sin dificultad y continuó con sus observaciones.

Sacó de una bolsa un libro, otro bloc lleno de apuntes y lo que parecían ser complejos cálculos astronómicos y dibujos de trayectorias planetarias y ubicación de estrellas en el firmamento. Su cabeza se movía afirmativamente mientras comprobaba los cálculos que estaba haciendo en ese momento con los que parecía llevar anotados en el bloc y las páginas del libro que tenía abierto. Horst sentía curiosidad por lo que Joseph estaba haciendo y, sobre todo, por lo que parecía una confirmación de cálculos.

—¿Alguna novedad, Joseph? —preguntó mientras observaba los alrededores con la mira VAMPYR. La puso de nuevo sobre su frente.

—¡Es increíble, Horst! —la cara del doctor Noske demostraba una gran satisfacción—. No he terminado los cálculos todavía, pero todo lo que he ido comprobando hasta ahora confirma algo que ya los antiguos sabían y que nosotros hemos recuperado de esa ciencia antigua: ¡la existencia del planeta número 12, llamado Marduk, y que tiene una órbita excéntrica con respecto al Sol!

Realmente, el doctor en astronomía estaba muy excitado por la certificación de sus cálculos y, sobre todo, porque confirmaban una ciencia antigua despreciada por toda la comunidad científica internacional u «oficial».

—Eso es increíble, Joseph. ¿Qué sabes de ese planeta? —Horst se mostró interesado por la espectacular noticia. Joseph sonrió y comenzó a explicar la existencia del duodécimo planeta del sistema solar.

—Bueno, Horst, es una historia larga e intentaré resumirla: los sabios antiguos llamaban a Marduk el planeta intruso que tenía en su órbita varias lunas. Una de ellas colisionó con uno de los planetas estables del sistema solar, partiéndolo en dos. Una mitad se desintegró y dio lugar al cinturón de asteroides, y la otra mitad pasó a ser la Tierra, que se quedó con uno de los satélites de Marduk, nuestra actual Luna. Suena increíble, pero no tengo dudas de que es verdad.

La Luna brillaba con intensidad en esa atmósfera limpia. Se apreciaban a simple vista los accidentes geográficos y los cráteres. Casi se diría que estaba más cerca de lo habitual.

El doctor Noske continuó con su relato.

—El planeta Marduk según los babilonios, también llamado Nibiru según los sumerios, también el «planeta del millón de años» según los egipcios o Ajenjo, como en el Apocalipsis, es un gigante seis veces mayor que Júpiter que adquirió una órbita de cometa, es decir, excéntrica con respecto al Sol. Por ello, cada 3.666 años se acerca a nuestro planeta. Lo más importante para nosotros es tener presente que cada tres pasadas, es decir, cada 10.998 años cruza más cerca de la Tierra. Según los sumerios, nuestro sistema solar consta de 12 cuerpos celestes: el Sol, la Luna y diez planetas, no nueve. Este sistema solar, con nuestro Sol en el centro, aparece con todo detalle en un sello sumerio cilíndrico de una antigüedad de 4.500 años. Fue encontrado por un arqueólogo alemán y está en el Museo Estatal de Berlín, con la referencia VAT/243. Hoy está en nuestra base antártica y ha sido estudiado en profundidad. Según ese sello cilíndrico sumerio, el planeta número 12 se llamaba Nibiru, «El planeta de tránsito». Su símbolo es la cruz. Tiene una gran órbita elíptica, como un cometa, y se acerca a nuestra vecindad, entre Marte y Júpiter, como ya te he comentado, cada 3.666 años aproximadamente.

Noske sabía muy bien de qué hablaba y Horst estaba sorprendido.

—Los sumerios ya habían calculado su existencia, en la que nosotros no hemos creído hasta ahora. La Ley de Bode, formulada en el siglo XVIII, establece una proporción matemática que determina la distancia de cada planeta con el Sol y señalaba, ya entonces que, a la distancia a la cual se encuentra actualmente el cinturón de asteroides, debió existir un planeta en el pasado.

Noske sonrió.

—Piensa, Horst, que durante los últimos doscientos años el descubrimiento de nuevos planetas se ha debido más a los cálculos matemáticos que a la creación de telescopios mayores y más potentes. Sabemos que las órbitas de Neptuno, Urano, Plutón e incluso de Saturno denotan ciertas anomalías e irregularidades gravitatorias que indican claramente la interacción de otro planeta en nuestro sistema solar. Ese planeta es Nibiru, estoy totalmente seguro.

El doctor Noske miró los abundantes datos apuntados en una de las libretas.

—La excéntrica trayectoria cósmica de Marduk ha dado lugar a una serie de cataclismos de diversas intensidades como glaciaciones, hundimientos de continentes, surgimiento del fondo del mar, diluvios o desaparición de especies. Esto ya lo habíamos comprobado en nuestras expediciones a la Antártida y a través de nuestras bases fijas allí, como es el caso de la Base 211, estando la magnitud de la catástrofe en relación directa con la distancia a la que Marduk pasa con respecto a la Tierra. Para un planeta de ese colosal tamaño, la palabra «cercanía» hay que entenderla en proporciones astronómicas y es bastante más alejada que la de la Luna con respecto a la Tierra.

Joseph señaló a nuestro satélite.

—Durante el diluvio que la Biblia explica, esa «cercanía» hizo que la Tierra se saliese de su órbita y perdiera su verticalidad, dejándola con una inclinación de 23,5°. La pasada cósmica que se avecina, al parecer la más catastrófica, será a partir del año 2010, y haría que la Tierra volviese a su verticalidad de manera brusca, dando lugar a un gran y violento terremoto planetario con hundimientos de tierra, salidas de mar, surgimiento de fuego tipo volcán, con la expulsión a la atmósfera de tal cantidad de partículas de todo tipo que la Tierra quedaría absolutamente oscura, aun en los lugares que estuvieran a pleno día. Estas partículas, por electricidad estática y de otro tipo, como la ionización inducida por el propio Marduk, al friccionarse entre sí producirían chispas, rayos y centellas que asolarían totalmente la superficie terrestre quemando todo y no dejando nada sobre la faz de nuestro planeta, en el que quedaría tan sólo vacío, soledad y desolación.

Horst estaba asombrado por lo que su compañero le iba explicando.

—¡Pero eso es tremendo y es el final de la Tierra! ¿No tenemos forma de evitarlo?

Joseph miró el libro que tenía entre sus manos.

—Horst, los sumerios ya nos advierten sobre este cataclismo en sus tablillas de arcilla y nos piden que estemos preparados. Es extraordinario, pero se lo dicen al hombre presente, a nosotros, para que nos preparemos mentalmente. Nosotros, las SS científicas, ya hemos detectado desde la Antártida y la propia Alemania que ya se dan cambios sutiles en los movimientos de la Tierra, que indican una aproximación de Marduk a nuestro planeta. Hemos de saberlo con datos objetivos para que los científicos no duden de ello y se preparen, si no, será muy tarde. Con la información que estamos consiguiendo en este traslado podremos ponernos en marcha y tomar las medidas necesarias. Calculamos que se acercará de nuevo a la Tierra muy pronto en términos espaciales, hacia el año 2012. Esta cifra que hemos calculado coincide con la del calendario de la civilización olmeca, que también conocía de la existencia del planeta gigante.

Horst volvió a ajustarse su mira VAMPYR. Todo seguía en orden. Se sentó en una piedra.

—No puedo creerlo, estamos condenados a la desaparición. Perderemos todo lo que hayamos podido crear y desarrollar.

—Esos son nuestro cálculos, Horst, y creo que son correctos —Joseph seguía con su trabajo de observación y medición—. Esta noche estoy viendo el planeta Marduk, y es real. Mira a través del telescopio.

Horst miró a través de la lente. Un punto muy brillante destacaba. Una tonalidad verdosa se observaba sin dificultad, aunque no proporcionaba más detalles. Se apartó del aparato y miró directamente. Marduk destacaba claramente sobre el resto de puntos brillantes. Calculó a simple vista que el planeta, en comparación relativa con nuestro satélite, era alrededor de un 2% del tamaño de la Luna. Debía de ser inmenso, y Joseph parecía tener razón. Le embargó una gran desazón.

Joseph, desde su posición frente al trípode, seguía su explicación.

—La posición de Marduk que estamos viendo en este momento indica que se va aproximando a nuestro planeta y que, en poco tiempo, se iniciarán cataclismos incontrolados en toda la superficie. ¿Has observado la violencia de la lluvia y ese volcán en plena actividad? Eso es lo que vemos desde aquí, pero no tengo dudas de que es a nivel general. Lo sospechaba desde que llegamos y hoy he podido comprobarlo sin ninguna duda.

—¿Y cuándo llegará el cataclismo? —preguntó azorado Horst.

—Creo que está empezando y todavía con poca intensidad. Van a desaparecer muchas especies que serán sustituidas por otras, que serán la evolución de las anteriores y, como es lógico, aparecerán nuevas también. También tendrá influencia en términos geográficos —Joseph tomó notas mientras hablaba—. Por ello, vale la pena obtener muestras de todo tipo que podamos encontrar y podamos transportar a Alemania.

Joseph dibujó la bóveda celeste que se observaba en ese momento con todo detalle. También tomó varias fotos que se sumaban a las que ya había hecho desde que llegaron. Su cámara
Leica
llevaba un motor que iba desplazando el carrete automáticamente, por lo que resultaba muy cómoda. Era un modelo militar diseñado para la misión y que, además, era sumergible.

En ese momento, Klaus se unió al grupo.

—Cambio de guardia —dijo sonriendo.

—No me había dado cuenta de que ya han pasado dos horas —exclamó Horst, mirando su reloj.

Se levantó y se dirigió al interior de la caverna. Joseph Noske seguía con su trabajo, aunque parecía que acabaría pronto. Klaus comprobó su arma y se ajustó su mira VAMPYR. Todo estaba en orden, y hacía calor.

Horst se durmió sin dificultad, a pesar de que su mente daba vueltas a lo que acababa de escuchar. Su familia apareció en su mente… ¿Qué sería de ellos ahora? El sueño le venció.

El tableteo de la ametralladora de Klaus despertó a todos de forma violenta. Un ruido de difícil descripción se oía en la entrada de la caverna. La voz de Klaus pedía ayuda desesperadamente. Sin saber qué pasaba exactamente, el grupo militar de la expedición, formado por Horst, Hermann y Georg, ya había empuñado sus armas y se dirigía rápidamente a la entrada de la cueva, donde Klaus estaba enfrentándose a algo desconocido. La luz nocturna permitía vislumbrar que la escena que tenían delante era increíble. Dos gusanos ciempiés, de casi tres metros de largo, se hallaban en posición vertical y Klaus estaba atrapado entre las patas y el abdomen de uno de ellos. Sus gritos reflejaban un horror indescriptible. Rápido como el rayo, Horst descargó su cargador en lo que parecía la cabeza del gusano que había atrapado a su compañero. De inmediato, el animal soltó su presa. Klaus cayó al suelo y se alejó lastimosamente de su captor que cayó pesadamente junto a él. Hermann y Georg acabaron con el segundo animal sin problemas.

—¿Qué ha pasado, Klaus? —preguntó Horst, ayudando a su compañero a incorporarse.

—Ha sido rapidísimo y han pasado por encima de mí, reptando por la pared, hasta que se han abalanzado sobre mí. No me he dado cuenta, no hacían ruido —describió, entre jadeos, Klaus.

—No te preocupes, Klaus. Lávate un poco y deja que curemos algún rasguño que tienes. Creo que hemos llegado a tiempo.

El resto del equipo apareció en el lugar.

—Doctor Langert, ahí tiene a los gusanos de tamaño humano que solicitaba —indicó Horst, señalando a los gusanos abatidos.

El doctor Langert estaba asombrado ante la visión de los descomunales animales, comparados con los gusanos que él conocía hasta ese momento. Doctor Noske sacó su cámara, preparó el flash y tomó fotos de los cadáveres desde varios ángulos. Hermann se puso junto a ellos para que pudiesen compararse sus tamaños. Richard cogió dos frascos vacíos y un bisturí. Cortó pequeños pedazos de los gusanos y muestras de sus patas y lo guardó todo herméticamente en los botes.

—Lo analizaré a nuestro regreso. Puede servirnos para comprender el gigantismo de estos animales —las muestras de las que disponían eran muy numerosas y representaban una gama espectacular de flora, fauna y geología. También habían recogido muestras de aire y agua. Tenían mucho trabajo de análisis y estudio por delante.

—Qué curioso —dijo de repente el doctor Langert—. Parece que han atacado siguiendo un patrón de caza en grupo. Pero eso es imposible. ¡Son solo gusanos!

Nadie hizo ningún comentario, pero lo que decía el doctor Langert parecía cierto.

El nerviosismo de la situación ya no les permitió conciliar el sueño nuevamente, aunque lo intentaron. Según el horario eran las cinco de la mañana y el grupo estaba deseoso de seguir su ruta y ser trasladado lo antes posible. Horst dio orden de continuar y todo el grupo abandonó la caverna ordenadamente. Sortearon los cadáveres de los dos gusanos que ya comenzaban a ser devorados por pequeños insectos que habían aparecido inmediatamente.

De nuevo se vieron condenados a abrirse paso entre la maleza. Volvía a ser un sacrificio traspasar aquel muro vegetal que parecía interminable. El rugido del volcán iba apreciándose con más fuerza a medida que avanzaban. La lluvia hizo de nuevo su aparición cuando llevaban ya dos horas de camino. El reloj de Horst indicaba que faltaban once horas para el traslado y deberían encontrarse en unas coordenadas determinadas, hacia el sur de la posición en la que se encontraban en ese momento. Hermann y Georg, en la cola del grupo, ayudaban a llevar los bultos de las muestras científicas que ya representaban un volumen y un peso considerables. Pero era lo más importante de la operación. Aquel traslado y las muestras debían ser pruebas palpables de los indicios que se habían calculado teóricamente en los laboratorios y universidades de toda Alemania, que en este tipo de investigación dependían de las SS científicas y, sobre todo, del
Ahnenerbe SS
, llamado también «Ministerio de lo Oculto». Este negociado de las SS basaba su trabajo en la búsqueda alrededor del mundo de pruebas y evidencias de sabiduría antigua y todo tipo de artefactos y tecnologías olvidadas.

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