La última batalla (34 page)

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Authors: Bill Bridges

Tags: #Fantástico

—Es la Garra —dijo Aurak, suspirando—. Les distrae y no les permite escuchar tus palabras.

—¿Por qué
yo
la veo? —preguntó Evan—. Cuento con que

la veas; tú eres un jefe. Pero yo no soy tan fuerte todavía. Y ni siquiera soy un Theurge.

Aurak frunció el ceño.

—Pero si yo no puedo verla. Solo la conozco por lo que me has contado y por el extraño comportamiento de los demás.

Evan se detuvo y miró a Aurak.

—Pero… yo pensaba que podías notar su presencia.

Aurak sacudió la cabeza.

—¿Notarla? No. Leo las pistas en el comportamiento de nuestra gente. Sospechaba que estaba aquí, o al menos en algún lugar cercano. Tu visión solo confirma mis sospechas.

—¿Pues entonces por qué soy el único que la puede ver? ¿Es por los ancestros? ¿Me dieron algún poder?

Aurak se encogió de hombros.

—No lo sé. Tu destino es enfrentarte a ella. Eso es lo que sé. Tú y Astilla-de-Corazón estáis conectados de alguna forma. Grita-al-Anochecer lo supo en cuanto oyó tu nombre. Tal vez los ancestros han estado trabajando muchos siglos para producir tu espíritu de manera que existiese un paladín aquí y ahora para luchar contra ella.

Evan meneó la cabeza.

—¿Entonces por qué no me avisaron antes? ¿Por que espetármelo de buenas a primeras?

—A veces, hablar de una cosa es darle a esa cosa poder sobre ti, o alertarla. Si Astilla-de-Corazón supiera que estás cerca, ¿habría venido de esta manera? Tal vez se habría ido hacia el este o el oeste y causado estragos entre aquellos que no pueden verla y por tanto no pueden luchar contra ella. El secreto es una forma de poder, tanto para nosotros como para el Wyrm.

Evan cerró los ojos y enterró la cabeza en las manos.

—No sé qué hacer.

Aurak se inclinó hacia delante.

—Piensa en lo que has experimentado en el pasado: tu manada descubrió a los siervos del Wyrm Profanador. ¿Cuál es la lección que enseña el Profanador? Que las heridas que no se cuidan, no se curan y se acaban infectando. Infectó los espíritus de muchos Garou.

Evan conocía las tres apariencias del Wyrm: la brutal Bestia de la Guerra, el siempre hambriento Devorador de Almas y el sigiloso y sumamente corruptor Profanador.

—Loba Carcassone descubrió a los secuaces del Wyrm Profanador —dijo Evan—. Los devotos de la Séptima Generación. Loba es compañera de tribu de Albrecht. Nadie excepto él la creyó. Cuando se convirtió en rey, hizo que todos los demás vieran la verdad llevándoles al campo y haciéndoles luchar contra ellos.

—Bien. Hay que enfrentarse a ella, como Astilla-de-Corazón. ¿Pero dónde se esconde?

Evan frunció el ceño.

—Es que no se esconde. Está por toda la Penumbra. Pero solo yo puedo verla.

Aurak meneó la cabeza.

—No me refería a eso. ¿Dónde se ha escondido todos estos años? Tú dijiste que los guardianes de las pesadillas solo capturaron su corazón. Eso significa que el resto estaba suelto. ¿Por qué nadie lo descubrió?

Evan lo pensó durante un minuto.

—Se llama Astilla-de-Corazón porque se esconde en nuestros corazones. No literalmente, claro. Imagino que eso significa que se encubre con nuestras emociones.

—¿Y cuál es la más fuerte de esas emociones?

Evan apretó la mandíbula.

—La rabia. Se oculta detrás de nuestra rabia. Por eso es por lo que no podemos verla. Siempre que sus acciones pueden quedar al descubierto, las malinterpretamos como rabia, una furia sin objetivo.

—Nuestra rabia es su camuflaje. La rabia es nuestra pena por las heridas de Gaia, pero también es el medio con el que bloqueamos esa pena. Impide que miremos dentro. Toda nuestra furia se proyecta hacia fuera. No nos damos cuenta de lo que está escondido dentro. Así es como el Wyrm Profanador obtiene su poder. Astilla-de-Corazón hace lo mismo.

Evan se sentó, cansado.

—Así que está utilizando nuestra rabia contra nosotros. Probablemente incluso la empeora. Obviamente, ceder a la rabia no es posible; es probable que tenga poder sobre los Garou que están perdidos en el frenesí.

—Debemos pensar en la pesadilla como algo que tiene dos partes —dijo Aurak, echándose hacia atrás con los ojos fijos en el cielo nocturno—. La propia pesadilla, una de las cinco Garras del Wyrm que fue capturada por los guardianes de las pesadillas; eso es su corazón. Luego está su poder, capaz de ir más allá de sí mismo, arrastrándose en los corazones de los Garou y aumentando su furia. No posee a un Garou como lo hace una pesadilla corriente; utiliza su poder desde lejos para liberar su rabia y ayudarle a provocar su propia destrucción.

—Si puede hacer eso cuando está cautiva, ¿qué puede hacer ahora, que está libre?

—Puede hacer que nos destruyamos a nosotros mismos —contestó Aurak, al tiempo que volvía a mirar a Evan—. Ha utilizado su poder para hacer que las tribus sigan enfadadas unas con otras, para impedir la reconciliación. Tu tarea es conseguir esa reunión entre hermanos y hermanas. Tú eres su némesis. Ambos tenéis que enfrentaros.

—¿Cómo? —gritó Evan, abriendo los brazos—. ¡Es una niebla incorpórea!

—No —dijo Aurak agitando un dedo hacia Evan—. Se cubre de niebla. En algún lugar de su interior se esconde su corazón, la cosa que los guardianes de las pesadillas capturaron. Debes encontrarlo y golpearlo.

Evan se levantó.

—Entonces tengo que regresar a la Umbra. Allí es donde puedo verlo. —Se llevó una mano por encima del hombro y levantó su arco—. ¿Mis flechas lo detendrán? Solo tres de ellas son flechas de pesadilla.

Aurak lo pensó un momento, suspirando.

—Creo que todas tus flechas lo herirán. Eres el Curandero-del-Pasado; él es la herida. En tus manos, las flechas son cuchillos con los que extirpar su veneno. —Aurak gruñó, se inclinó hacia delante y cogió su bastón. Luego se levantó, agitándose inestablemente durante un momento antes de recuperar el equilibrio apoyándose en el bastón—. Voy contigo.

Evan negó con la cabeza.

—Te necesitan aquí. Además, tú no puedes verlo.

Aurak arqueó las cejas.

—¿Y? Eso no me impidió comprender más cosas sobre la Garra que tú.

Evan dejó caer la cabeza.

—Sí. Realmente no hay comparación.

—No —dijo Aurak con una sonrisa—. Eso no era lo que quería decir. Solo quiero que le des a un anciano algo de crédito de vez en cuando. Puede que no sea capaz de ver al corazón, pero puedo imaginarme sus jugarretas. He visto mucho mundo, ya sabes. Los Garou no llegan a mi edad sin algo de astucia.

Evan sonrió.

—Tengo que decir que me alivia oírlo. No quería hacer esto solo.

—¿Hacer qué solo? —preguntó Zarpa Pintada, al tiempo que aparecía detrás de Evan. Se había movido tan sigilosamente que Evan no lo había sentido. Aurak no parecía sorprendido.

Evan se giró para mirarle.

—Tengo que entrar en la Umbra y luchar contra la Garra. Aurak ha decidido acompañarme.

Zarpa Pintada frunció el ceño. Abrió la boca y luego la cerró, como si estuviese intentando pensar en algo que decir. Meneó la cabeza y cruzó los brazos.

—No sé de qué estás hablando. Los exploradores no han informado de nada.

Evan suspiró. Era la misma respuesta que había recibido antes. Era como si el cerebro de Zarpa Pintada se desconectase siempre que mencionaba a la Garra.

Aurak dio un paso adelante.

—Evan y yo vamos a explorar la Umbra. Si no hemos regresado antes del amanecer, venid a buscar nuestros huesos.

Los ojos de Zarpa Pintada se abrieron como platos.

—¿Huesos? No seas malévolo, abuelo. Nuestros guerreros os protegerán si algo se os acerca. Si tenéis que entrar, eso es decisión vuestra. Pero nosotros tenemos que levantar el campamento y marcharnos al amanecer, o si no la Garra se alejará demasiado.

Aurak encogió los hombros.

Evan no se molestó en corregir a Zarpa Pintada recordándole que la Garra ya estaba allí. Le hizo una pregunta.

—¿Ha llegado algún mensaje o señal de Mari y la Manada del Río de Plata?

Zarpa Pintada apartó la vista y escudriñó el horizonte.

—Ninguna todavía. Estoy seguro de que están bien. No podemos arriesgarnos a enviar guerreros para seguirles la pista.

Evan dejó caer la cabeza.

—Lo sé. Lo que pasa… —Evan levantó la vista hacia Zarpa Pintada—. Bueno, sé que estáis haciendo todo lo que podéis. Gracias. —Vaciló un momento y luego volvió a hablar—. Si ella regresa, decidle a dónde nos hemos ido.

Zarpa Pintada asintió, frunciendo el ceño de nuevo, como si sospechase que su viajecito era más de lo que Aurak había revelado. Sin duda no recordaba la explicación que Evan le había dado sobre la Garra.

Aurak agitó la mano hacia Zarpa Pintada con impaciencia y empezó a alejarse, apoyándose en su bastón. Evan se fue con él y ambos se apartaron de la luz de la hoguera del campamento.

—Agárrate a mí —dijo Aurak—. Es la hora.

Evan se cogió a la manga de Aurak y, antes de que pudiese pestañear, su siguiente paso aterrizó en la Umbra, en el paisaje espiritual de la nieve impoluta. Aurak era un Theurge poderoso; su habilidad para abrir la Celosía superaba incluso a la de Mari.

Ahora la niebla verde lo cubría todo y estaba suspendida por todo el campamento. Evan cargó una flecha.

—Está por todas partes —dijo—. Llega a la altura de las rodillas. Apenas puedo ver a través de ella.

Aurak miró a su alrededor y meneó la cabeza.

—No veo nada más que nieve. Y aún así… noto que algo no anda bien aquí.

Evan observó el suelo, intentando ver a través de aquellas olas de niebla verde.

—En mi visión, algo se movía entre los pies de los Garou malditos. Debía de ser el corazón.

—Ten cuidado —dijo Aurak—. La Garra ha demostrado ser astuta. Podría… —Aurak aulló de dolor y se agarró la pierna.

Evan vio que una cosa roja y carnosa se alejaba a toda prisa de Aurak, oculta bajo la capa de niebla. Cogió el arco y disparó a la cosa antes de que pudiera desaparecer. Su flecha erró el blanco por los pelos y se clavó en el suelo con un ruido sordo. La niebla se apartó de la flecha y dejó una abertura vacía y arremolinada a su alrededor. Luego la flecha se desvaneció, como si la arrancasen del mundo espiritual. Evan frunció el ceño.

Aurak gimió y cayó hacia atrás. Evan arrojó su arco y lo cogió antes de que tocase el suelo. Luego ayudó al anciano Theurge a sentarse. Aurak tenía los ojos cerrados con fuerza y su mano agarraba el bastón firmemente, con los músculos doloridos.

—Me ha mordido —dijo entre dientes—. En la pierna.

Evan examinó la herida. Era un desgarrón feo, evidentemente producido por unas mandíbulas de dientes afilados. La morada herida estaba infectada por el veneno. Evan gimió, sacó su navaja y sajó la herida. Se inclinó y la succionó, sacando el veneno con la boca y escupiéndolo a un lado. Le quemó la lengua.

La respiración de Aurak se hizo más trabajosa. Sus ojos cerrados se sacudieron, doloridos por la fiebre. Evan abrió la cartuchera de Aurak y sacó una compresa. La puso en la frente del hombre y rezó al espíritu de la curación que estaba vinculado a ella. El espíritu despertó y esparció su energía sobre Aurak.

Los ojos de Aurak pestañearon brevemente y luego se cerraron. Su respiración se hizo más constante, pero cayó inconsciente.

Evan miró a su alrededor. Quería llevar a Aurak de vuelta al mundo material, donde la Garra no pudiera volver a morderle, pero le daba miedo marcharse. Devolver a un Aurak herido podría hacer que Zarpa Pintada intentase impedir que Evan volviera a la Umbra.

Buscó en la bolsa de Aurak. El viejo chamán debía de tener algún fetiche que pudiera protegerlo. Sacó un cuerno de venado y miró cuidadosamente los pictogramas escritos en él. Había hecho el esfuerzo de aprenderse los pictogramas que los Garou utilizaban al poner por escrito sus conocimientos orales. Por suerte, estos eran bastante normales. El nombre del espíritu vinculado estaba inscrito; eso era suficiente información para un media-luna como Evan.

Convocó su poder y llamó al espíritu, pidiéndole que cumpliera su deber. La niebla que rodeaba a Aurak se separó cuando apareció una figura. Cuatro pezuñas cavaron en la nieve y un bufido de respiración congelada anunció la llegada del espíritu del venado.

Evan sonrió.

—Vigílale. Mantén limpio el suelo a su alrededor.

El espíritu volvió a resoplar e inclinó la cabeza para frotar su cornamenta formando un círculo alrededor del cuerpo de Aurak. Nuevamente, la niebla se separó, no apartándose como antes, sino echándose a un lado lentamente, como si estuviera más enfadada que repelida. Dejó una zona abierta donde yacía el cuerpo de Aurak. El venado rodeó el sitio, clavando sus cascos con fuerza en la nieve para marcar su territorio.

Evan cogió su arco, se levantó y cargó una nueva flecha. Se puso en marcha, se movió a través de la niebla y rodeó la zona en busca del corazón carnoso. Cuando se acercó al centro del lugar donde debía de estar el campamento en el mundo material, vio un destello fugaz de movimiento. Soltó la flecha al instante. Cayó en la nieve con un ruido sordo y la niebla que se apartó dejó al descubierto una criatura que se desvanecía rápidamente.

Parecía un corazón rojo y palpitante, arrancado del cuerpo de un animal enorme, que arrastraba los ventrículos colgando detrás de sí. A lo largo de su centro, Evan vislumbró unos pinchos amarillentos: filas de dientes. Parecía moverse por el suelo gracias a una impresionante fuerza de voluntad y se revolvía por la nieve sin dejar huellas. Su camino era errático, como si fuera cojeando. Como si hubiera sido herido.

Evan sacó otra flecha del carcaj y se dio cuenta de que la última flecha había desaparecido, exactamente igual que la primera. Intentó entender lo que significaba aquello. El repentino sonido del aullido de un Garou lo sacó de sus ensoñaciones.

Cuchillo de Sílex estaba a unos pocos pasos de Evan, gesticulando como un salvaje en su forma de batalla; tenía los dientes apretados, la cabeza le daba vueltas y olisqueaba el aire. Evan podía asegurar, por la manera en que se movía, que estaba fuera de control; se había vuelto loco, consumido por la rabia. Una de las flechas de Evan le sobresalía del hombro.

Cuchillo de Sílex captó el olor de Evan. Aulló y cargó hacia delante. Evan echó a correr en círculos, intentando eludir al guerrero que arremetía contra él. Cuchillo de Sílex se detuvo y volvió a olisquear el aire, intentando localizar otra vez a su presa.

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