La rabia del guerrero Garou le nublaba la razón. Evan pudo eludirle deslizándose inadvertidamente y volviendo sobre sus pasos. Los sentidos de Cuchillo de Sílex parecían agudos, pero sin duda estaba confundido por las maniobras de Evan. Evan se alejó a rastras, por el suelo y en silencio. Cuchillo de Sílex aulló y echó a correr por la tundra, en dirección opuesta al campamento.
Mientras lo veía marchar, Evan volvió a avistar el movimiento del corazón. Dejó escapar otra flecha. Esta consiguió rozar al corazón, produciendo un pequeño chorro de sangre antes de incrustarse en el suelo. Cuando la niebla se apartó, la flecha desapareció.
Evan esperó, temiendo lo que podría ocurrir después. Otro aullido estalló en las cercanías. Uno de los Fianna de la Lanza del Jabalí avanzó dando traspiés, aullando y gruñendo. Con una mano se agarraba la flecha de Evan, que sobresalía de su muslo. Él también había perdido la razón a causa de la rabia y rastreaba cualquier olor o sonido de su atacante.
Evan se alejó a rastras y se mantuvo lo más alejado posible de los sentidos del Fianna. Se dio cuenta de que cada vez que lanzaba una flecha por la niebla hacia Astilla-de-Corazón, de alguna manera golpeaba a un Garou que estaba en el mundo material. La herida les ponía los nervios de punta, inflamaba su rabia y los llevaba instintivamente hasta el mundo espiritual, para buscar a su enemigo. ¿Cómo podía golpear el corazón de la Garra sin antes golpear a todos los Garou del campamento?
Estallaron más aullidos y aparecieron cinco Garou Wendigo, que cruzaron la Celosía. Evan frunció el ceño. No había disparado ninguna flecha más. Estos Garou no estaban heridos, pero sí frenéticos, perdidos en la rabia como los demás. Evan frunció el ceño. ¿Qué estaba pasando allí?
Los Garou se desplegaron, buscando a su presa con el olfato. Evan reculó, apartándose más del centro de la niebla. Vio un movimiento por debajo de los pies de los recién llegados; el corazón se escondía entre el grupo. Apuntó cuidadosamente y disparó otra flecha. En el último momento, uno de los Garou se movió y se interpuso delante de la flecha. Se le clavó en el torso, provocando un aullido de rabia. El Garou saltó hacia Evan, siguiendo la trayectoria del vuelo de la flecha incluso en su estado enloquecido.
Evan corrió hacia su derecha, pero resbaló en la nieve. El ruido de su caída, incluso amortiguado por la nieve, alertó los oídos de los enfurecidos Garou. El Wendigo aterrizó en su espalda y le clavó las zarpas.
Evan luchó por quitarse de encima al Garou; su mochila y el carcaj le protegieron de la mayor parte del daño a costa de algunas de sus flechas, que se quebraron bajo los poderosos golpes. Gritó, convocando sus dones espirituales. Un repentino viento golpeó al enloquecido guerrero Wendigo, derribándolo y haciéndole aullar de dolor. Evan se levantó de un salto y echó a correr, por la tundra, lejos de la niebla.
Los otros Garou enfurecidos lo oyeron y buscaron el blanco, cargando directamente contra él.
Rebuscó en su carcaj una flecha que estuviera intacta y la enganchó a la cuerda mientras corría. Se giró y la disparó contra el Garou que iba en cabeza; la flecha se le clavó en el cuello. El Garou cayó hacia atrás, revolcándose y se sacó la flecha de un tirón. No lo detendría durante mucho tiempo. La mayoría de las flechas de Evan eran normales, no estaban diseñadas para herir a hombres-lobo.
Evan volvió sobre sus pasos mientras intentaba decidir a dónde ir y esquivó por los pelos un zarpazo. Cuchillo de Sílex había vuelto y estaba a escasos centímetros de Evan. Debía de haber oído sus pisadas.
Evan cambió a la forma de lobo terrible y chocó contra él, derribándolo. Sin perder el paso, siguió corriendo. Necesitaba sus cuatro patas para dejar atrás a los demás, que se habían puesto a cuatro patas en sus formas de batalla, menos ágiles que la suya.
Una silueta apareció más adelante, moviéndose en ángulo para interceptarle. El Fianna.
Evan cambió de dirección y corrió en perpendicular al campamento. En cualquier cosa que hiciera, tenía que asegurarse de que ninguno de los Garou se acercaba a Aurak. El espíritu del venado solo podía mantener alejados a los Garou enfurecidos durante un corto periodo de tiempo. Algunos de los Garou siguieron corriendo en línea recta, al no percibir su cambio de dirección, pero dos parecieron darse cuenta y giraron hacia él.
Un nuevo Garou apareció delante de él cruzando la Celosía entre aullidos frenéticos. Percibió la presencia precipitada de Evan al momento, se lanzó sobre él y lo derribó. Evan rodó por el suelo y se quedó encima del Garou antes de que este pudiera ponerle encima todo su peso. Las mandíbulas rechinaron y las zarpas lo golpearon con fuerza, abriéndole unas heridas en las patas traseras. Evan clavó su mandíbula en la garganta del Garou y tiró, derramando la sangre por la nieve. Se dio cuenta de que estaba mordiendo a Piernaslargas, uno de los de la Camada de Fenris.
Pareció que el chaval dejaba de pelear así que Evan le soltó y se alejó a saltos para evitar la persecución de los otros Garou, que habían oído los gruñidos y las dentelladas. Se sintió fatal cuando dos de los Wendigo se lanzaron sobre Piernaslargas al tomarle por Evan en su estado de rabia, pero no podía hacer nada para evitarlo.
Corrió.
Cuchillo de Sílex apareció a su lado, también en su forma de lobo terrible. Sus mandíbulas se clavaron en la pata derecha delantera de Evan. Evan se fue al suelo, aullando de dolor, mientras Cuchillo de Sílex lo soltaba para colocarse mejor y morderle en el cuello. Evan se retorció, intentando liberarse, pero ahora tenía al Garou encima y sus mandíbulas descendieron.
Un nuevo aullido estalló en las cercanías, profundo y enfurecido y se propagó por la tundra. Cuchillo de Sílex se detuvo, confundido durante un momento incluso en su estado frenético.
Un lobo blanco se lanzó contra él y lo derribó, apartándolo de Evan. Otros cuatro lobos blancos pasaron corriendo a su lado y chocaron contra los Wendigo y el Fianna. Un sexto, un Garou de pelaje blanco que portaba un martillo de gran tamaño, se desplazó para bloquear el paso de los Garou enfurecidos que trataban de acercarse a Evan.
Evan se levantó y miró a su alrededor, perplejo. Otros tres Garou de pelaje blanco se movieron para rodearlo, protegiéndole por todas partes.
Estalló un nuevo aullido, sonoro y victorioso, que les produjo escalofríos hasta a los Garou frenéticos, que se quedaron gimoteando, sin saber a dónde ir.
Evan casi lloró de alivio al reconocerlo. Se apartó de los Garou que le habían rodeado para protegerlo y cambió a su forma humana mientras corría. Echó los brazos alrededor del pecho del rey Albrecht.
—Eh, muchacho —dijo Albrecht, sonriendo mientras rodeaba con un brazo a Evan y con el otro levantaba su enorme klaive—. ¿No te dije que no salieras a meterte con más tíos de los que puedas manejar?
Evan soltó a Albrecht y lo miró, con los ojos abiertos como platos.
—¿Cómo me has encontrado?
—¿Estás de broma? —contestó Albrecht—. ¿Con todo el follón que estos tíos están armando? —Albrecht señaló con su klaive a los Garou frenéticos. Sus Colmillos Plateados les habían perseguido para alejarles y ahora estaban puestos en fila, preparados para rechazarles si volvían a cargar. Los Garou furiosos corrían en círculos, confusos.
—¡No me refería a eso! —dijo Evan—. ¡Estabas en Rusia!
—Me llevó un rato regresar —dijo Albrecht encogiéndose de hombros—. Pero lo conseguimos. —El rey miró hacia los hombres-lobo frenéticos, que aullaban y caminaban en un círculo, husmeando el aire—. No sé qué está pasando aquí, pero esos chicos ya deberían haber salido del trance.
—Es la Astilla-de-Corazón —dijo Evan, al tiempo que miraba a los enfurecidos Garou con una expresión preocupada—. Está a nuestro alrededor. Tengo que encontrar su corazón y matarlo. —Evan examinó la zona, en busca de señales del corazón reptante.
Albrecht frunció el ceño y miró a Evan inquisitivamente.
—Yo no veo nada. ¿Dices que está a nuestro alrededor ahora?
Evan asintió, gimiendo.
—Solo yo puedo verlo. Aurak lo sentía, pero… ¡Oh, dios mío! ¡Aurak!
Giró sobre sus talones, en busca del cuerpo del anciano chamán. Todavía estaba donde le había dejado. El espíritu del venado pateaba el suelo y marchaba en un círculo alrededor del cuerpo de Aurak, amenazando a cualquier cosa que osase siquiera mirar en su dirección.
Evan echó a correr. Albrecht lo siguió con tres Colmillos Plateados detrás, muy cerca, uno de los cuales era Derick Dienteduro.
—La Garra lo mordió —dijo Evan, mientras se inclinaba sobre Aurak. El venado se apartó de él, pero bufó y bramó cuando Albrecht se acercó. Albrecht se detuvo a unos pocos metros de distancia, respetuoso con el deber del espíritu.
—Creo que le saqué el veneno —dijo Evan—. Pero no estoy seguro.
Dienteduro le habló al venado en una lengua que Evan no entendía. El animal agachó la cabeza y se apartó para dejar pasar al Theurge Colmillo Plateado, que se arrodilló al lado de Evan y examinó a Aurak. Colocó las manos sobre el cuerpo del anciano y utilizó un poder espiritual para curar la herida.
—Todavía le queda veneno —dijo Dienteduro—. No puedo sacárselo. Esperemos que su espíritu pueda luchar contra él.
Un aullido estalló en las cercanías, al que se unieron todos los Garou frenéticos a la vez. Cargaron de repente, dirigiéndose al origen de las voces que escuchaban.
Los Colmillos Plateados saltaron hacia delante y se enfrentaron a la carga. Cayeron en una maraña rodante de patas y zarpas, una confusión de mordiscos y ladridos y la sangre se derramó por la nieve.
—¡Tengo que encontrar a esta cosa ahora mismo! —gritó Evan, al tiempo que se levantaba de un salto y cargaba una nueva flecha.
Albrecht puso la mano sobre el hombro de Evan y le detuvo.
—¿Dónde está Mari?
Evan gimió.
—Salió corriendo detrás de un fomor. No había vuelto todavía cuando Aurak y yo cruzamos. —Tragó saliva, esperando que no hubiera sido víctima de ninguna de sus flechas en su ataque contra Astilla-de-Corazón. ¿Y si había vuelto al campamento solo para encontrarse con un puñado de Garou enloquecidos que buscaban sangre? Meneó la cabeza, obligándose a no pensar en eso—. Tengo que cazar al corazón, Albrecht. Es nuestra única oportunidad. Creo que está herido. Algo lo hirió antes de que yo lo encontrase. De lo contrario, no creo que fuese capaz de golpearle.
Albrecht lo miró un momento, en silencio. Luego asintió y le soltó el hombro.
—¡No permitáis que nadie se acerque a Evan! —le gritó a sus guerreros.
Evan echó a correr hacia los Garou que peleaban, examinando el suelo en busca del corazón. Sospechaba que utilizaría la confusión para esconderse e intentar golpear a los Garou de cerca. Sintió la emoción del triunfo cuando lo vio; estaba arrastrándose bajo los pies de un Colmillo Plateado. Levantó su arco y disparó. La flecha lo empaló justo en el medio y lo clavó al suelo. Un terrible sonido chirriante golpeó los oídos de Evan. Incluso Albrecht y los demás lo oyeron; Evan pudo ver cómo se tapaban los oídos para bloquear el sonido.
Echó a correr hacia su presa, mientras se pasaba el arco por encima del hombro y sacaba su Daga de Colmillo. El corazón luchaba por liberarse de la flecha y su sangre oscura caía a borbotones sobre la nieve. Evan pudo ver dos filas de dientes amarillentos y mellados, que estaban morados a causa del veneno que goteaba de ellos.
Apuntó cuidadosamente y hundió el cuchillo justo en las fauces abiertas de la cosa. Volvió a chirriar y casi hizo que Evan se retorciese de dolor. Su cuerpo carnoso se convulsionó y se derrumbó, inmóvil.
Evan dejó escapar un profundo suspiro de alivio, se sentó y se volvió para mirar a los demás. Frunció el ceño. Los Colmillos Plateados seguían luchando contra los Garou enfurecidos. Tres Wendigo habían caído y un Colmillo Plateado estaba tan malherido que otro tenía que ocupar su lugar mientras Dienteduro lo curaba.
La niebla verde seguía suspendida bajo ellos, a la altura de sus rodillas.
Evan meneó la cabeza incrédulo. Aquello no tenía sentido. El corazón estaba muerto. La niebla debería haber desaparecido. Se giró para volver a mirar al corazón, empalado en su flecha y su cuchillo. No se movía. Cogió la empuñadura de la daga y la retorció, cortando el corazón en pedazos. La sangre salió a borbotones del órgano muerto, pero nada más se movió.
Evan volvió a girar sobre sus talones, casi desesperado. Albrecht se había metido en la refriega y estaba balanceando su klaive a la izquierda y la derecha; al Fianna le cortó un brazo y destripó a un Wendigo.
Evan gritó.
—¡No! ¡No pueden evitarlo!
Albrecht le lanzó una mirada furiosa.
—¡No tengo elección! —gritó—. ¡No voy a perder a ninguno de los míos por hacerles mimos! ¡Esto ya ha ido demasiado lejos!
En unos segundos, los frenéticos Garou estaban en el suelo. Evan no podía saber si estaban muertos o si alguno todavía vivía y estaba inconsciente a causa de las heridas.
Albrecht clavó la espada en la nieve, enterró la sangre y se acercó a Evan. Le puso una mano en el hombro.
—Detesto hacer eso. Sabes que lo detesto. Pero ahora tengo a dos hombres heridos de gravedad. Nos ha costado mucho regresar a este lado del mundo. No podía permitir que esos tíos nos derribasen solo porque están bajo el control del Wyrm.
Evan asintió y dejó caer la cabeza.
—No lo entiendo, Albrecht. El guardián de la pesadilla… dijo que tenía que golpear al corazón. Aurak estaba de acuerdo. Pero nada ha cambiado.
Albrecht frunció el ceño.
—Mira, muchacho. Has hecho lo que has podido. Odio decir esto, pero… ¿estás seguro de que no es algún tipo de espejismo? Quiero decir, tú eres el único que lo ve.
Evan miró a Albrecht.
—¡Estoy seguro, maldición! Los ancestros me lo enseñaron.
Albrecht asintió.
—Está bien, lo acepto. Si estás seguro, estoy contigo. Pero tienes que tomar una decisión: ¿qué vas a hacer ahora?
Evan volvió a dejar caer la cabeza.
—No lo sé. Si Aurak estuviese despierto…
Albrecht tiró de Evan y le hizo levantarse.
—Tú eres quien debe tomar esta decisión. Él no va a levantarse durante algún tiempo. Tengo refuerzos que están de camino. Necesitamos un plan de batalla antes de que lleguen aquí.