Lazos que atan (9 page)

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Authors: Jude Watson

—¿Hay algún sospechoso? —preguntó Obi-Wan.

—Obviamente, podrían ser los Absolutos —dijo Balog—. Se supone que esos dispositivos fueron destruidos, pero sabemos de buena tinta que algunos se salvaron de la quema. Cualquiera podría comprarlos en el mercado negro. En otras palabras, no, no sé quién se ha llevado a las gemelas —miró hacia el cielo—. Sólo espero que los responsables ofrezcan un rescate. Espero que sea un secuestro y no...

No terminó la frase.

—El uso de los contenedores indica que así será —dijo Qui-Gon—. Si hubieran querido matar a las gemelas, ya lo habrían hecho aquí.

Balog se pasó la mano por la frente.

—Tengo que contárselo personalmente a Roan. Quedará devastado.

Se alejó, demasiado preocupado para despedirse.

Qui-Gon le miró mientras se iba.

—A menos que Roan ya lo sepa —dijo.

Capítulo 14

Los Jedi se reunieron con Tahl en un lugar acordado de antemano, oculto en pleno Sector Obrero. Era un pequeño parque conmemorativo construido en honor a uno de los primeros Obreros que protestaron contra el sistema de Ápsolon. Una única columna blanca se levantaba en medio del césped. No se quitaron las capuchas del rostro mientras daban vueltas alrededor del parque una y otra vez. Cuando Tahl supo lo de las gemelas, tardó tres vueltas en hablar.

—No creo que fueran los Absolutos —dijo finalmente—. Yo me habría enterado. Había facciones extremistas del grupo, pero ahora están bajo el control del comité central. O eso creo. Es una posibilidad, pero me inclino más a creer que Irini y los Obreros han secuestrado a las gemelas. Están convencidos de que Roan mató a Ewane. Quizá podrían incluso justificar el secuestro, alegando que así alejan a las gemelas del peligro.

—Deberías unirte a nosotros en la búsqueda de los secuestradores —dijo Qui-Gon—. Si piensas que los Absolutos no están involucrados, es una pérdida de tiempo que sigas allí.

—He dicho que no creo que hayan sido los Absolutos —le corrigió Tahl—. Existe la posibilidad de que lo hayan hecho algunos miembros por su cuenta. Tengo que quedarme allí e investigar. Lo normal es que los Absolutos intenten averiguar quién ha sido. Puedo emplear sus recursos de vigilancia.

Obi-Wan se dio cuenta de que su Maestro parecía tener objeciones. No entendía por qué. Tahl tenía razón. Debía permanecer de incógnito, al menos hasta que supieran quién se había llevado a las gemelas.

—¿Crees que Roan podría estar involucrado? —preguntó a Tahl.

—No lo sé —dijo Tahl—, pero es una posibilidad que hemos de tener en cuenta.

—Íbamos a hablar con él cuando descubrimos el secuestro —dijo Qui-Gon.

—Quizá deberíamos intentar hablar con él ahora —sugirió Obi-Wan.

—Va a ser difícil —señaló Tahl—, Ahora mismo estará fuertemente vigilado. No tendrá tiempo para atendernos.

Justo en ese momento sonó el intercomunicador de Qui-Gon. Era Balog. Qui-Gon escuchó atentamente unos instantes, y luego cortó la comunicación.

—Va a ser más fácil de lo que pensábamos —dijo Qui-Gon—. Roan ha solicitado vernos.

***

Roan recibió a los Jedi en su despacho, en el enorme edificio del Instituto de Servicio Gubernamental. A pesar de la grandeza del edificio, su despacho estaba decorado con sobriedad: sillas alineadas junto a la pared, una larga mesa que servía de escritorio y el suelo de piedra gris y diáfano. La ventana daba a la calle. Qui-Gon y Obi-Wan habían comenzado a ver señales de protesta. El asunto de las gemelas se había hecho público, y la gente se estaba echando a la calle.

Los Obreros se habían organizado rápidamente. Al otro lado de la calle, en la plaza, habían formado un sólido cubo de seres humanos imitando la forma de los numerosos monumentos de la ciudad. Y seguían llegando más. La fila del principio llevaba una pancarta: "ARRESTAD A ROAN YA".

Roan, que se encontraba frente a la ventana cuando entraron, se dio la vuelta. Era un hombre de mediana edad, con una figura imponente y un mechón plateado a un lado de la cabeza. Se inclinó a modo de saludo.

—Bienvenidos. Si hubiera sabido que estabais aquí, habría convocado antes esta reunión.

—No hemos venido en misión oficial, así que no queríamos molestar —dijo Qui-Gon.

—Consideraos en misión oficial —dijo Roan, sombrío. Sus ojos oscuros parecían embrujados—. Necesitamos ayuda para encontrar a las chicas. Sé que vosotros también queréis encontrarlas. Y también sé que hay gente que piensa que yo estoy detrás del asesinato de su padre y de su secuestro. Os he hecho venir para deciros que no es así.

—¿Por qué crees que comenzó el rumor? —preguntó Qui-Gon.

—Porque después del asesinato de Ewane, la estructura del Gobierno se quedó en un estado precario. Hay gente que solicita elecciones anticipadas. Mis enemigos han alimentado el rumor de que yo maté a Ewane.

Roan caminaba lentamente de un lado a otro, frente a la ventana. Estaba tintada para que él pudiera ver el exterior, pero Qui-Gon se dio cuenta de que la masa reunida no podía verlo a él. Se dio la vuelta y miró a los Jedi. Luego abrió las manos.

—No sé qué hacer. Mi planeta ha luchado por la justicia y ha conseguido la libertad para todo su pueblo. Y ahora corre el peligro de perder esa estabilidad. Cuando cierro los ojos tengo visiones de destrucción. Y sé que puedo evitarla, pero no sé cómo. Es como si las cosas sucedieran ante mí, y yo no pudiera hacer nada.

Qui-Gon sintió simpatía por Roan. El hombre parecía realmente triste. Y Qui-Gon sabía perfectamente lo que era ser presa de las visiones. Sabía lo que se sentía cuando las cosas ocurrían como si uno las hubiera soñado y no hiciera más que recordarlas.

—¿Y qué podemos hacer nosotros? —preguntó Qui-Gon.

En ese momento, la unidad de comunicación interna de Roan pitó. Él respondió con un gesto de impaciencia.

—He dicho claramente que no quería que me molestaran...

—Sí, Gobernador, pero hemos recibido una comunicación externa. Exigen hablar únicamente con usted. Dicen ser los secuestradores.

Roan miró a los Jedi.

—Me gustaría que oyerais esto —habló al intercomunicador—. Por favor, pásamelos.

La voz que resonó en el dispositivo estaba manipulada electrónicamente. Tenía un tono espeluznante, mitad máquina, mitad ser vivo.

—Buenas tardes. Hoy, las descendientes de Ewane han sido secuestradas. Las tenemos nosotros, y las liberaremos en cuanto usted cumpla una serie de condiciones.

—¿Están bien? —preguntó Roan—. Déjame hablar con ellas.

—Están a salvo, no han sufrido daño. No hables. Escucha.

—Pagaré por su rescate...

—¡No hables! No queremos dinero. Queremos que dimitas de tu puesto como Gobernador Supremo. Dirás que estás cumpliendo los deseos del pueblo. Convocarás elecciones anticipadas. Jamás revelarás que renunciaste para liberar a las gemelas.

Roan miró a Qui-Gon a los ojos. Qui-Gon vio que iba a aceptar. No tenía elección.

—Si no cumples con tu palabra, tanto tú como las gemelas moriréis. No dudes que podemos acceder a ti en cualquier momento. Incluso con protección Jedi.

—De acuerdo —dijo Roan, acercándose al intercomunicador—. Accedo a tus condiciones, pero he de ver a las gemelas y ponerlas a salvo. No quiero que vuelvan a pasar miedo.

—Eso es aceptable. Nos pondremos en contacto contigo para darte detalles.

—¿Cuándo? —preguntó Roan con apremio, pero la comunicación se cortó.

Roan se desplomó sobre el asiento.

—Por lo menos están vivas. Eso si creemos lo que dicen.

—No debes acudir solo al encuentro —dijo Qui-Gon—. Cuando vuelvan a ponerse en contacto contigo, pide una escolta Jedi. Tienes que asegurarte de que tanto tú como las gemelas volváis vivos de la reunión.

Roan asintió.

—Así lo haré. Sé que las protegeréis. Yo soy todo lo que tienen. He de hacer lo que piden los secuestradores. Pero os agradecería vuestra ayuda. Nuestra principal preocupación es la vida de las chicas.

Capítulo 15

Qui-Gon y Obi-Wan dejaron a Roan, que prometió llamar a los Jedi en cuanto los secuestradores volvieran a ponerse en contacto con él. Apenas se habían alejado unos pasos del edificio del Gobierno cuando sonó el intercomunicador de Qui-Gon.

—Qui-Gon, te necesito.

Era Tahl. Qui-Gon sintió la preocupación de la Jedi concentrándose como una enorme bola ardiente en su pecho. Parecía haberse quedado sin aliento. Estaba en peligro. Por no mencionar que pedía ayuda.

—¿Qué pasa?

—No sé cómo, pero se han enterado de que soy Jedi. Tienen miedo de todo lo que sé. Me he escapado de la sede, pero han mandado sondas robot a por mí. Qui-Gon, yo... no veo a las sondas...

—¿Sabes dónde estás?

—He cruzado al Sector Obrero. He ido cuatro manzanas al Sur y tres al Este. Estoy escondida en un monumento conmemorativo, una de las columnas, ¿las conoces?

—Sí —Qui-Gon ya caminaba rápidamente hacia el Sector Obrero.

—Estoy oculta entre las columnas de cristal, pero las sondas robot no tardarán en encontrarme. Hay mucha gente en la calle, y eso les confundirá un tiempo, pero...

—Estamos en camino.

Qui-Gon explicó rápidamente la situación a Obi-Wan, y ambos echaron a correr. Tahl no podía sentir a las sondas a través de la Fuerza, y eso hacía que su llamada fuera todavía más urgente. Él recordaba perfectamente la ubicación de la sede de los Absolutos.

¿Era esto? ¿Era éste el significado de su visión? ¿Iba a encontrar a Tahl acurrucada entre las columnas? ¿La encontrarían las sondas robot?

Ahora sus ojos estaban negros y opacos, llenos de sufrimiento. Cuando ella le vio, volvieron a brillar...

Había visto los ojos de Tahl en su visión, y estaban oscuros, del color de las lentes que se ponía para ocultar su peculiar color. Qui-Gon recordó ese detalle de repente. ¿Significaría eso que el resto de la visión iba a hacerse realidad?

—Qui-Gon, ya hemos llegado —Obi-Wan habló suavemente a su lado, con la voz áspera por la carrera—. Tenemos que tener mucho cuidado. Las sondas robot podrían estar buscándonos a nosotros también.

Tenía razón. Él no lo había pensado. Bajó el ritmo y comenzó a andar más lento entre los transeúntes para no llamar la atención. Luego fueron aumentando la velocidad, mezclándose entre la multitud. Dada la inquietud provocada por la desaparición de las gemelas, las calles estaban repletas.

Qui-Gon contó los bloques, luchando por no correr. Contempló el aire y no vio ninguna sonda robot. No sabía si ese dato debía preocuparle o tranquilizarle.

Por último, llegaron a la esquina donde se encontraba el monumento a los Obreros caídos. Qui-Gon y Obi-Wan corrieron hacia las resplandecientes columnas. Buscaron entre las filas y al fin encontraron a Tahl cerca del fondo, en un lugar que le permitía ocultarse, pero que le dejaba sitio para escapar del cubo y huir.

Ella alzó el rostro hacia el sonido de sus pasos. Sus ojos estaban oscuros, pero no reflejaban dolor. Estaba bien. Su sonrisa irónica se clavó en el corazón de Qui-Gon.

—Gracias por venir.

Qui-Gon se agachó e indicó a Obi-Wan que hiciera lo mismo.

—Hay mucha gente en la calle. A las sondas robot les costará encontrarte. Creo que ahora mismo el sitio más seguro es la casa de Roan. Aunque esté detrás del secuestro, debe mantener las apariencias. Y ya que te has quedado sin tapadera, no importa que se sepa que eres Jedi.

—Es cierto —dijo Tahl—. Vamos.

Obi-Wan escudriñó el cielo.

—La vigilancia va a ser más intensa en esta zona. Cuando lleguemos al Sector Civilizado es probable que las sondas robot se den por vencidas.

—Quédate entre nosotros y no te separes —dijo Qui-Gon a Tahl.

Salieron con cuidado de las resplandecientes columnas y se mezclaron con los paseantes. Al cabo de un rato se dieron cuenta de que todos iban en la misma dirección.

—Van a alguna parte —murmuró Qui-Gon.

—Probablemente sea una manifestación —supuso Tahl.

La manifestación se hallaba a tan sólo unas manzanas de distancia. La multitud se dirigía hacia el parque en el que se estaban concentrando los Obreros. Qui-Gon, Obi-Wan y Tahl se quedaron solos.

—Podríamos ocultarnos entre la multitud —dijo Qui-Gon en voz baja.

—Pero luego tendríamos que irnos —dijo Obi-Wan.

—Puede que las sondas robot se rindan.

—No —dijo Tahl—. Los Absolutos nunca se rinden.

—Yo digo que nos vayamos —dijo Qui-Gon—. El Sector Civilizado y Roan no están tan lejos. Los secuestradores podrían ponerse en contacto con él en cualquier momento. Ha accedido a que los Jedi ayuden.

—De acuerdo —dijo Tahl, y Obi-Wan asintió.

Se alejaron rápidamente de la manifestación, hacia el Sector Civilizado. Habían avanzado una corta distancia cuando Qui-Gon sintió una presencia.

—Puedo sentirlo —dijo Tahl.

—Es algo que está cerca —asintió Obi-Wan.

La sonda robot apareció. Volaba bajo para detectar a los tres. Qui-Gon saltó sin previo aviso, blandiendo su sable láser activado. La sonda robot cayó al suelo echando humo.

—Ahora vendrán más —susurró Tahl.

Aceleraron el paso. Enseguida, otras tres sondas robot se aproximaron. El fuego láser resonó junto a ellos. Qui-Gon y Obi-Wan se cerraron alrededor de Tahl para protegerla.

—Puedo ponerme sobre ellas en esa cornisa —dijo Obi-Wan—. ¿Puedes cubrir a Tahl mientras lo hago?

—Sí —dijo Qui-Gon. Era su única esperanza. Se alegró de que su padawan hubiera visto el edificio.

Obi-Wan disparó su lanzacables, y en pocos segundos se alzó sobre la cornisa. Mientras el lanzacables lo elevaba por los aires, atacó a una de las sondas robot, que estaba apuntando a Tahl. La partió en dos, y, deshecha, cayó en espiral al suelo.

Una de las dos sondas restantes se alzó para ir a por Obi-Wan, mientras la otra seguía disparando a Tahl. El aprendiz de Jedi se colgó del cable y se separó del edificio de una patada. Luego se balanceó hacia la sonda y atacó. Falló por centímetros. Obi-Wan volvió a separarse del edificio, impulsándose con los pies más alto y más lejos. La sonda, que no estaba acostumbrada a esa heterodoxa acción de su presa, le rodeaba silbando. Obi-Wan la atacó, destruyendo algunos de sus circuitos. La sonda robot comenzó a ir a la deriva, dando vueltas. Al siguiente golpe, Obi-Wan la destrozó.

Qui-Gon vio a Obi-Wan destruyendo la sonda, pero estaba ocupado con la que quedaba.

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