—No exactamente, Trev quiero decir, Trevize.
—Oh, adelante, siga llamándome Trev. No me importa en absoluto.
—No exactamente, Trev. Compor ha abandonado esa nave y ha sido remplazado por dos personas. Una es Storgendibal, un funcionario importante de la Segunda Fundación. Se le llama orador.
—¿Un funcionario importante? Me imagino que tiene poder mentálico.
—Oh, mucho.
—¿Podrán controlarlo?
—Desde luego. La segunda persona, que está en la nave con él, es Gaia.
—¿Es uno de ustedes?
—Si. Su nombre es Suranoviremblastiran. Debería ser mucho más largo, pero ha estado mucho tiempo lejos de mí/nosotros/resto.
—¿Es capaz de dominar a un alto funcionario de la Segunda Fundación?
—No es ella, sino Gaia quien le domina. Ella/yo/nosotros/todos somos capaces de machacarlo.
—¿Es eso lo que va a hacer? ¿Vas a machacarlo a él y a Branno? ¿Qué significa esto? ¿Es que Gaia va a destruir las Fundaciones y a establecer un Imperio Galáctico por su cuenta? ¿El Mulo otra vez? Un Mulo más poderoso…
—No, no, Trev. No se agite. No debe hacerlo. Los tres están en un estancamiento. Están esperando.
—¿Qué esperan?
—Su decisión.
—Ya estamos en las mismas. ¿Qué decisión? ¿Por qué yo?
—Por favor, Trev —dijo Bliss—. Pronto lo sabrá. Yo/nosotros/ella hemos dicho todo lo que yo/nosotros/ella podemos por ahora.
Branno declaró con cansancio:
—Es evidente que he cometido un error, Liono, que puede ser fatal.
—¿Cree que debe admitirlo? —murmuró Kodell a través de sus labios inmóviles.
—Ellos saben lo que pienso. No perderemos nada diciéndolo. También saben lo que usted piensa aunque no mueva los labios. Tendría que haber esperado hasta que el escudo estuviera más perfeccionado.
Kodell repuso:
—¿Cómo iba a saberlo, alcaldesa? Si hubiéramos esperado hasta que la seguridad fuese doble y triple y cuádruple e infinitamente grande, habríamos esperado siempre. Sin duda, lamento que hayamos venido nosotros en persona. Habría sido mejor experimentarlo con otro; con su pararrayos, Trevize, por ejemplo.
Branno suspiró.
—No quería ponerlos sobre aviso, Liono. Sin embargo, usted ha puesto el dedo en la llaga. Debería haber esperado hasta que el escudo fuese razonablemente impenetrable. No absolutamente impenetrable, pero sí razonablemente. Sabía que ahora tenía una filtración perceptible, pero no podía seguir esperando. Solucionar la filtración habría significado esperar hasta el término de mis funciones y quería hacerlo durante mi mandato… y quería estar presente. Así que, como una tonta, me convencí a mí misma de que el escudo era adecuado. No quise escuchar ninguna advertencia, ni siquiera sus dudas, Liono.
—Aún es posible que venzamos, si somos pacientes.
—¿Puede dar la orden de abrir fuego contra la otra nave?
—No, no puedo, alcaldesa. Por alguna razón, el pensamiento es algo que no puedo dominar.
—Yo tampoco. Y si usted o yo lográsemos dar la orden, estoy segura de que los tripulantes no la obedecerían, porque no serían capaces de hacerlo.
—En las circunstancias actuales no, alcaldesa, pero las circunstancias podrían cambiar De hecho, un nuevo actor está apareciendo en escena.
Señaló la pantalla. La computadora de la nave había dividido automáticamente la pantalla cuando una nueva nave entró en su campo de acción. La segunda nave apareció en el lado derecho.
—¿Puede ampliar la imagen, Liono?
—Sin ninguna dificultad. El miembro de la Segunda Fundación es hábil. Somos libres de hacer cualquier cosa que no le cree problemas.
—Bueno —dijo Branno, escudriñando la pantalla—, ése es el Estrella Lejana, estoy segura. Y me imagino que Trevize y Pelorat se encuentran a bordo.
—Luego, con amargura —: A no ser que también hayan sido remplazados por miembros de la Segunda Fundación. Mi pararrayos ha sido realmente muy eficaz. Si mi escudo hubiera sido más fuerte…
—¡Paciencia! —rogó Kodell.
Una voz resonó en los confines de la sala de mando de la nave y Branno supo de algún modo que no se componía de ondas sonoras. La oyó en su propia mente y una ojeada a Kodell le bastó para saber que él también la había oído.
La voz dijo:
—¿Me oye, alcaldesa Branno? Si es así, no se moleste en decir nada. Será suficiente con que lo piense.
Branno preguntó con calma:
—¿Quién es usted?
—Yo soy Gaia.
Cada una de las tres naves se hallaba esencialmente inmóvil con respecto a las otras dos. Las tres giraban con gran lentitud alrededor del planeta Gaia, como un lejano satélite tripartito del planeta. Las tres acompañaban a Gaia en su interminable viaje en torno a su sol.
Trevize seguía observando la pantalla, cansado de hacer conjeturas sobre cuál sería su papel, la razón por la que le habían obligado a recorrer un millar de pársecs. El sonido que percibió en la mente no le sobresaltó. Fue como si hubiera estado esperándola.
El sonido dijo:
—¿Me oye, Golan Trevize? Si es así, no se moleste en decir nada. Será suficiente con que lo piense.
Trevize miró a su alrededor. Pelorat, claramente sobresaltado, miraba en todas direcciones, como intentando hallar la fuente de la voz. Bliss estaba tranquilamente sentada, con las manos en el regazo. Trevize no dudó ni por un momento de que era consciente del sonido.
Pasó por alto la orden de utilizar los pensamientos y habló articulando las palabras con deliberada claridad.
—Si no averiguo de qué se trata todo esto, no haré nada de lo que me pidan.
Y la voz dijo:
—Está a punto de averiguarlo.
Novi dijo:
—Todos ustedes me oirán en su mente. Todos ustedes son libres de responder con el pensamiento. Me encargaré de que todos ustedes se oigan unos a otros. Y, como todos ustedes saben, estamos bastante cerca, de modo que, a la velocidad de la luz del campo mentálico espacial, no habrá retrasos inconvenientes. Para empezar, todos estamos aquí porque así se ha dispuesto.
—¿De qué manera? —preguntó la voz de Branno.
—Sin manipulación mental —dijo Novi—. Gala no ha intervenido en ninguna mente. No es nuestro estilo. Nos limitamos a valernos de la ambición. La alcaldesa Branno quería establecer un Segundo Imperio inmediatamente; el orador Gendibal quería ser primer orador. Bastó con alentar estos deseos y seguir la corriente, de un modo selectivo y con criterio.
—Yo sé cómo me atrajeron aquí —declaró Gendibal con rigidez. Y era cierto. Sabía por qué se había sentido tan ansioso de salir al espacio, tan ansioso de perseguir a Trevize, tan seguro de poder controlarlo todo. Fue por causa de Novi. ¡Oh, Novi!
—El caso del orador Gendibal era muy especial. Tenía una gran ambición, pero también una debilidad que nos facilitó las cosas. El sería bondadoso con una persona a la que hubieran enseñado a considerarse inferior en todos los aspectos. Yo me aproveché de esto y lo volví contra él. Yo/nosotros estoy/estamos avergonzada/avergonzados. La excusa es que el futuro de la Galaxia está en peligro.
Novi hizo una pausa y su voz (aunque no hablara por medio de las cuerdas vocales) se tornó más sombría, y su cara, más seria.
—El momento había llegado. Gaia no podía seguir esperando. Durante más de un siglo, el pueblo de Términus había estado desarrollando un escuda mentálico. Si dejábamos pasar otra generación, sería impenetrable incluso para Gaia, y ellos podrían utilizar sus armas físicas a voluntad. La Galaxia no sería capaz de hacerles frente y un Segundo Imperio, a la manera de Términus, sería establecido de inmediato, a pesar del Plan Seldon, a pesar de la gente de Trántor, a pesar de Gaia. La alcaldesa Branno tenía que ser inducida de algún modo a dar el paso mientras el escudo seguía siendo imperfecto.
»Después está Trántor. El Plan Seldon funcionaba perfectamente, pues el mismo Gaia velaba para mantenerlo encauzado con toda precisión. Y durante más de un siglo había habido primeros oradores quietistas, de modo que Trántor vegetaba. Sin embargo, ahora Stor Gendibal medraba rápidamente. Sin duda se convertiría en primer orador y, bajo su mando, Trántor asumiría un papel activista. Sin duda se concentraría en el poder físico y reconocería el peligro de Términus y tomaría medidas contra él. Si podía actuar contra Términus antes de que su escudo estuviera perfeccionado, el Plan Seldon vería cumplido su objetivo con un Segundo Imperio Galáctico, a la manera de Trántor, a pesar del pueblo de Términus y a pesar de Gaia. En consecuencia, Gendibal tenía que ser inducido de algún modo a dar el paso antes de convertirse en primer orador.
»Afortunadamente, gracias a que Gaia ha trabajado mucho durante décadas, hemos traído a ambas Fundaciones al lugar adecuado en el momento adecuado. Repito todo esto principalmente para que el consejero Golan Trevize de Términus lo entienda.
Trevize intervino de inmediato y volvió a pasar por alto el esfuerzo de conversar por medio del pensamiento. Habló con firmeza:
—No lo entiendo. ¿Qué hay de malo en ambas versiones del Segundo Imperio Galáctico?
Novi contestó:
—El Segundo Imperio Galáctico, desarrollado a la manera de Términus, será un Imperio militar, establecido por la fuerza, mantenido por la fuerza y, con el tiempo, destruido por la fuerza. No será más que el Primer Imperio Galáctico renacido. Este es el parecer de Gaia.
»El Segundo Imperio Galáctico, desarrollado a la manera de Trántor, será un Imperio paternalista, establecido por el cálculo, mantenido por el cálculo, y en perpetua muerte en vida por el cálculo. Será un callejón sin salida. Este es el parecer de Gaia.
—¿Y qué ofrece Gaia como alternativa? —preguntó Trevize.
—¡Un Gaia más grande! ¡Una Galaxia más grande! Todos los planetas habitados tan vivos como Gaia. Todos los planetas vivientes combinados en una vida hiperespacial aún más grande. La participación de todos los planetas deshabitados. De todas las estrellas. De todas las partículas de gas interestelar. Quizás incluso del gran agujero negro central. Una galaxia viviente que pueda hacerse favorable a toda clase de vida por medios que aún no podemos prever. Un sistema de vida fundamentalmente distinto de todos los que han imperado hasta ahora y sin repetir ninguno de los viejos errores.
—Originando otros nuevos —murmuró Gendibal con sarcasmo.
—Hemos tenido miles de años de Gaia para corregirlos.
—Pero no a escala galáctica.
Trevize, pasando por alto el corto intercambio de pensamientos y yendo a lo que le interesaba, preguntó:
—¿Y cuál es mi papel en todo esto?
La voz de Gaia, canalizada a través de la mente de Novi, tronó:
—¡Escoger! ¿Qué alternativa debe prevalecer?
Un profundo silencio sucedió a esta revelación y después, en ese silencio, la voz de Trevize, al fin mental, pues estaba demasiado atónito para hablar, sonó ahogada y todavía desafiante:
—¿Por qué yo?
Novi dijo:
—Aunque reconocimos que había llegado el momento en que Términus o Trántor serían demasiado poderosos para ser atajados o, lo que es peor, en que ambos podrían ser tan poderosos que devastaran la Galaxia con su equilibrio de fuerzas, seguimos sin poder hacer nada. Para nuestros propósitos, necesitábamos a alguien, una persona determinada, con talento para la corrección. Encontramos al consejero. No, el mérito no es nuestro. La gente de Trántor lo encontró por medio del hombre llamado Compor, aunque ni siquiera ellos sabían lo que tenían. El acto de encontrar al consejero atrajo nuestra atención hacia él. Golan Trevize tiene el don de saber qué hay que hacer.
—Lo niego —dijo Trevize.
—De vez en cuando, está seguro. Y nosotros queremos que esta vez esté seguro por el bien de la Galaxia. Quizás él no desee la responsabilidad. Puede que haga lo posible para no tener que escoger. No obstante, se dará cuenta de que hay que hacerlo. ¡Estará seguro! Y entonces escogerá. En cuanto lo encontramos, supimos que la búsqueda había terminado, y hemos trabajado durante años para alentar una línea de acción que, sin interferencias mentálicas directas, afectara a los acontecimientos de tal modo que los tres, la alcaldesa Branno, el orador Gendibal y el consejero Trevize, estuvieran en las cercanías de Gaia al mismo tiempo. Lo hemos conseguido.
—En este lugar del espacio, en las presentes circunstancias, ¿no es verdad, Gaia, si es así como quiere que la llame, que puede vencer tanto a la alcaldesa cómo al orador? ¿No es verdad que puede establecer esa Galaxia viviente de la que habla sin que yo haga nada? ¿Por qué, entonces, no lo hace? —preguntó Trevize.
Novi contestó:
—No sé si podré explicárselo a su entera satisfacción. Gaia fue formado hace miles de años con la ayuda de robots que, durante un corto período de tiempo, sirvieron a la especie humana y ahora ya no la sirven. Nos hicieron comprender claramente que sólo podríamos sobrevivir con la aplicación estricta de las Tres Leyes de la Robótica a la vida en general. La Primera Ley, en esos términos, es: «Gaia no debe dañar la vida o, por medio de la inacción, permitir que la vida llegue a ser dañada.» Hemos observado esta norma a lo largo de toda nuestra historia y no podemos hacer otra cosa.
»El resultado es que ahora estamos indefensos. No podemos imponer nuestra visión de la Galaxia viviente a un millón de billones de seres humanos y otras incontables formas de vida y perjudicar tal vez a muchos. Tampoco podemos quedarnos sin hacer nada mientras la mitad de la Galaxia se destruye a sí misma en una lucha que habríamos podido evitar. No sabemos si la acción o la inacción costará menos a la Galaxia; y si escogemos la acción, tampoco sabemos si respaldar a Términus o a Trántor costará menos a la Galaxia. Así pues, dejemos que el consejero Trevize decida y, cualquiera que sea su decisión, Gaia la acatará.
Trevize inquirió:
—¿Cómo esperan que tome una decisión? ¿Qué hago?
Novi contestó:
—Tiene su computadora. La gente de Términus no sabía que, cuando la hizo, la hizo mejor de lo que sabía. La computadora que hay en su nave incorpora parte de Gaia. Coloque las manos sobre las terminales y piense. Puede pensar que el escudo de la alcaldesa Branno es impenetrable, por ejemplo. Si lo hace, es posible que ella utilice inmediatamente sus armas para inmovilizar o destruir las otras dos naves, establecer la autoridad física sobre Gaia y, más tarde, sobre Trántor.