Año del Santo de 551. Un cisma divide a las naciones ramusianas de Normannia. A un lado, los monarcas que respaldan al sumo pontífice Macrobius, dado por muerto en la caída de la ciudad santa de Aekir pero milagrosamente reaparecido. Al otro, los reyes que han ligado su suerte a la de Himerius, un prelado ambicioso que planea convertir a la Iglesia en un imperio secular.
Para el rey Abeleyn de Hebrion, el cisma no es una mera cuestión teológica, sino una dolorosa realidad bélica: en su capital, Abrusio, los Caballeros Militantes, el brazo armado de la Iglesia, libran un combate abierto contra la armada y el ejército hebrionéses, que siguen fieles a su rey. Pero, ¿cuánto durará su fidelidad una vez sepan que Abeleyn ha sido excomulgado?
Entre tanto, el periplo del capitán Richard Hawkwood y su cargamento de magos exiliados ha culminado con éxito. Ahora se preparan para la exploración de las junglas del Continente Occidental, una arriesgada aventura que arrojará luz sobre el pasado de Normannia y sus vínculos con el nuevo mundo.
Y en la ciudad monasterio de Charibon, en pleno corazón de la Iglesia, dos monjes realizan un descubrimiento que podría conmover los cimientos de la fe… si es que viven para darlo a conocer.
Paul Kearney
Los reyes heréticos
Las monarquías de Dios - 2
ePUB v1.1
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Título original:
The Heretic Kings
Paul Kearney, 1996.
Traducción: Nuria Gres
Ilustraciones: Alejandro Colucci
Diseño/retoque portada: Alejandro Terán
Editor original: libra_861010 (v1.1)
Erratas reportadas por: Lenny
Para mis hermanos, Sean y James Kearney
Mi agradecimiento a:
John McLaughlin, Richard Evans y Jo Fletcher,
por su paciencia y duro trabajo en mi beneficio
Ha transcurrido más de medio milenio desde el nacimiento del bendito Santo, Ramusio, el hombre que llevó la luz de la verdadera fe al mundo occidental. El imperio de los fimbrios, que antaño había abarcado todo el ancho continente de Normannia, no es más que un recuerdo borroso. El antiguo imperio se ha transformado en una serie de poderosos reinos, y los electorados fimbrios han permanecido aislados en el interior de sus fronteras durante más de cuatro siglos, indiferentes a los acontecimientos más allá de ellas.
Pero se han producido unos hechos que no pueden ser ignorados. Aekir, la Ciudad Santa de la frontera oriental y sede del sumo pontífice Macrobius, cabeza de la Iglesia, ha caído ante las numerosas huestes paganas de los merduk, que llevan décadas presionando las fronteras orientales de los reinos ramusianos.
Atrapado en la furia de la caída, uno de los pocos defensores supervivientes, Corfe Cear-Inaf, huye hacia el oeste. En la carretera abarrotada de refugiados traba amistad con un anciano al que los merduk han dejado ciego, y descubre que no es otro que el propio Macrobius, que ha conseguido escapar sin ser reconocido por las tropas de Shahr Baraz, el general merduk. Corfe tiene sus propios motivos de sufrimiento; ha dejado a su esposa en Aekir, y la cree muerta. Sin embargo, sin que él lo sepa, ella ha sobrevivido al asalto, para ser capturada y enviada a la corte del sultán como botín de guerra con destino a su harén. Corfe y Macrobius avanzan hacia el oeste junto a miles de personas, buscando refugio en la fortaleza impenetrable del dique de Ormann, la última línea de defensa de Occidente después de Aekir.
Entre tanto, al otro lado del continente, el navegante Richard Hawkwood regresa de un viaje para descubrir que en aquellos momentos de temor e incertidumbre los clérigos militantes de la orden inceptina están capturando a todos los practicantes de magia y extranjeros de la gran capital portuaria de Abrusio, la principal ciudad del reino de Hebrion. Dado que la mitad de los hombres de Hawkwood no son nativos de Hebrion, son arrestados y condenados a la pira. El rey de Hebrion, Abeleyn, intenta hacer lo posible para limitar la escala de la purga en el bullicioso puerto, con lo que se ve involucrado en una batalla de voluntades con Himerius, el superior eclesiástico, que la ha instigado, y que también ha pedido a la Iglesia que le envíe ayuda en forma de dos mil Caballeros Militantes, el fanático brazo militar de la Iglesia.
El mago Bardolin también se ve afectado por la purga. Ha trabado amistad con una joven cambiaformas, a la que ha rescatado de una de las patrullas de la ciudad, pero al parecer sólo ha conseguido cierto alivio momentáneo. Entonces el mago Golophin, su antiguo profesor, consejero del rey y actualmente proscrito, le sugiere una salida. El rey hebrionés va a financiar un viaje de exploración y colonización al oeste, y sus barcos tendrán espacio para una buena cantidad de practicantes de dweomer, que en aquel momento son objeto de persecución en todo el reino.
El capitán de la expedición no es otro que Richard Hawkwood, al que un ambicioso noble menor, Murad de Galiapeno, ha chantajeado para que acepte tomar parte en la misión. Murad sueña con un reino propio, y cree que hay un continente perdido en algún lugar del Gran Océano Occidental. Posee un antiguo libro de rutas con la crónica de un antiguo viaje a ese continente. No revela al rey Abeleyn, ni a Hawkwood, que aquel primer viaje al oeste acabó en muerte y locura, con un hombre lobo a bordo del barco.
La expedición se hace a la mar, después de que Hawkwood se haya despedido de su caprichosa amante noble, lady Jemilla, y de su demacrada e histérica esposa Estrella. Pero aparece un último pasajero muy poco deseado a bordo de los barcos. El clérigo inceptino Ortelius embarca con los exploradores, sin duda para que la Iglesia pueda vigilar de cerca un viaje tan poco ortodoxo.
Entre tanto, en el este, los acontecimientos se precipitan. Corfe y Macrobius llegan finalmente al dique de Ormann, donde Macrobius es reconocido y bien recibido, y Corfe vuelve a convertirse en oficial del ejército toruniano. El sultán merduk, Aurungzeb, ordena un asalto inmediato al dique contra la opinión de su anciano general, Shahr Baraz. Dos asaltos sucesivos acaban en fracaso, el segundo de ellos gracias en parte a los esfuerzos del propio Corfe. Cuando el sultán ordena un tercer ataque, comunicando sus deseos a través de un homúnculo, Shahr Baraz rehúsa y mata al homúnculo, lisiando y desfigurando al mago de la corte de Aurungzeb, Orkh. Shahr Baraz huye entonces a las estepas del este, y la campaña se detiene durante el invierno. El dique de Ormann está a salvo, por el momento. Ascendido a coronel por el comandante del dique, Martellus el León, Corfe debe escoltar a Macrobius a la capital toruniana, Torunn, donde el papel del anciano pontífice adquirirá una nueva importancia.
Pues la Iglesia se ha escindido. En ausencia de Macrobius, los prelados de los Cinco Reinos han proclamado pontífice al fanático prelado de Hebrion, Himerius, quien se niega a aceptar que Macrobius esté vivo. Los acontecimientos alcanzan su clímax en el Cónclave de Reyes en Vol Ephrir, al que asisten todos los monarcas de la Normannia ramusiana. En la conferencia, tres de los reyes, Abeleyn de Hebrion, Mark de Astarac (aliado de Abeleyn y su futuro cuñado) y Lofantyr, de la asediada Torunna, reconocen a Macrobius como pontífice legítimo, mientras los demás gobernantes ramusianos del continente se ponen del lado de Himerius. Ello produce un cisma religioso de enormes proporciones, y la perspectiva de una guerra fratricida entre los estados ramusianos justo en el peor momento de la amenaza merduk. Pero ése no es el único acontecimiento de importancia que tiene lugar en el Cónclave.
Los fimbrios, aislados durante tanto tiempo, han enviado representantes a la asamblea para ofrecer los servicios de sus tropas a cualquier estado que las necesite… a cambio de un precio. El atribulado Lofantyr de Torunna acepta la oferta de inmediato, y solicita que una fuerza fimbria acuda en ayuda de sus desgastadas tropas en el dique de Ormann. Pero Abeleyn está inquieto, seguro de que los fimbrios tienen algún objetivo secreto, tal vez con miras a restablecer su antiguo imperio.
A la conclusión del Cónclave, entre un ambiente de desconfianza y hostilidad, Abeleyn recibe otra noticia importante. Su nueva amante, lady Jemilla, le informa de que está embarazada de su hijo. Abeleyn emprende el regreso a su país sabiendo que la Iglesia ha hecho todo lo posible para apoderarse de su reino durante su ausencia, y que hay un heredero bastardo en camino.
Mientras Normannia es desgarrada por la guerra y las disputas religiosas, los dos barcos de Hawkwood avanzan hacia el oeste sin contratiempos. Ante la irritación de Hawkwood, Murad toma a un par de pasajeras como sirvientas y compañeras de cama. Una de ellas es la protegida de Bardolin, la joven cambiaformas, Griella. La muchacha odia a Murad, pero hay algo en ella que responde a su crueldad, igual que él responde a la extraña naturaleza animal que percibe en Griella. Bardolin está al mismo tiempo celoso y asustado de las consecuencias de aquella relación, pero no puede hacer nada al respecto.
El barco sobrevive a una terrible tormenta, pero pierde el rumbo. Cuando llega la calma, Hawkwood recurre a los talentos de Pernicus, un brujo del clima, para atraer el viento, pese a las objeciones del inceptino, Ortelius, que insiste en que el viaje está maldito. Llega el viento, pero no dura mucho tiempo. Pernicus es encontrado muerto en la bodega, con heridas aparentemente infligidas por algún tipo de bestia.
Durante el avance hacia el oeste, los dos navíos pierden el contacto, y Hawkwood ignora si su otro barco continúa a flote o se ha hundido. Sin embargo, tiene problemas suficientes para ocuparlo en su propio barco. Su primer oficial también es asesinado, y un asistente de camarote desaparece. Bardolin, seguro de que Griella está detrás de los crímenes, se enfrenta a ella, pero acaba convencido de que la muchacha es inocente, lo que resulta muy desconcertante. El barco empieza a parecer una prisión, con guardias por todas partes y una tripulación aterrada y al borde del motín. Sólo la autoridad de Hawkwood y la salvaje disciplina de Murad mantienen a raya a los pasajeros y la tripulación.
Pero una negra noche, la bestia ataca a Hawkwood, Murad y Bardolin. Dos cambiaformas toman parte en el ataque: uno de ellos resulta ser Ortelius, y el otro el asistente desaparecido, deseoso de vengarse de Hawkwood desde que éste lo abandonó. En la batalla subsiguiente, Griella toma forma de bestia para proteger a su amante Murad, y Bardolin acaba con el otro licántropo con un rayo de dweomer. Griella muere a consecuencia de sus heridas, dejando a Murad horrorizado y presa del dolor.
El desdichado barco continúa avanzando, y finalmente los vigías avistan tierra. Han llegado por fin al Continente Occidental, pero son los únicos. En el arrecife que rodea la extraña costa, distinguen los restos del naufragio del otro barco de Hawkwood, y no hay rastro de supervivientes.
El viaje de Hawkwood
termina con los exploradores poniendo el pie en las costas del nuevo territorio. Ignoran qué les espera a continuación, pero saben que Ortelius trataba de impedirles que llegaran, del mismo modo que algo ha impedido a todos los barcos sobrevivir al viaje al oeste durante más de tres siglos. Sospechan que el nuevo mundo está habitado. Pero, ¿por quién, o por qué?