Mamá, ¿por qué las mujeres son tan complicadas?

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Authors: Jovanka Vaccari Barba

Tags: #Relato

 

Los 69 artículos —no es casual, no: 69— que presenta Anroart Ediciones, compusieron una serie que se publicó a lo largo de año y medio en el periódico La Tribuna de Canarias, en una sección denominada Consultorio sexistencial. Era la primera vez que un medio de comunicación local acogía un espacio para la divulgación científica, hoy tan demandada, y se convirtió rápidamente en uno de los más leídos y comentados, tal era ya la avidez de conocimiento sobre la naturaleza humana y, en particular, del origen de sus comportamientos en torno al sexo. Nueve años han transcurrido desde que Jovanka Vaccari Barba trasladara a la gente de a pie las explicaciones que estaban dando las distintas disciplinas científicas —frente a las humanísticas, milenariamente perdidas en los vericuetos de las sucesivas culturas y morales—a una esfera tan íntimamente vinculada a la vida orgánica, a la humanidad y a su trayectoria. El éxito fue inmediato, basado en una aguda interpretación de las incipientes hipótesis que se manejaban, en un estilo narrativo resuelto, brioso, accesible y, sobre todo, en un humor clorhídrico que dejó para el olvido el viejo adagio de que «la ciencia es aburrida». A pesar de su diáfano compromiso con el desvelamiento de los invisibles del principio femenino y de la defensa de éste —postura que le valió el reconocimiento de las mujeres—, dicen las malas lenguas que fueron los lectores hombres los que se constituyeron en legión de admiradores que aplaudían el Consultorio sexistencial a la voz de «por fin entendemos algo», mientras posiblemente su lectura les hiciera concebir pensamientos menos confesables…

Todas estas razones, alguna más que dejamos para la intrahistoria y la actualidad teórica que mantiene la obra decidieron a Anroart Ediciones a publicar en formato libro esta serie que su autora define como «lecturas para el baño», dado el poco tiempo que ocupa su cómoda extensión. El título «Mamá, ¿por qué las mujeres son tan complicadas?», ha sido tomado del primer artículo en el que Jovanka Vaccari Barba expone los argumentos que la llevaron a dar respuesta a los interrogantes que todos y todas, hijos e hijas, hombres y mujeres, nos hemos hecho alguna vez. Disfruten de la información que les ofrece, y aprovechamos para advertirles de que no se admiten reclamaciones.

Jovanka Vaccari Barba

Mamá, ¿por qué las mujeres son tan complicadas?

ePUB v1.3

Enylu
30.07.12

Edición 1 Año 2009

209 páginas

MAMÁ, ¿POR QUÉ LAS MUJERES SON TAN COMPLICADAS?

Muy buenas. Permítanme resolver con rapidez las felicitaciones a este periódico y
blablablá
, porque estoy deseando explicarles algo antes de que se me desordene. Verán: hace cosa de un par de meses, el redactor jefe y amigo de este diario me propuso colaborar aportando un pensamiento
o así
que, la diosa lo bendiga, ha conseguido ver en mí.

Tan vanidosa como insegura, lógicamente, me atrapé enseguida: la primera dijo que sí y la segunda empezó a sufrir: ¿Sobre qué escribir? Me asusta la opinión, tan poco perdurable.
Ños
, ¿qué me queda, pues?...

Pues, quizá, sólo la realidad, la vida entera y el desvelamiento de sus invisibles con intención científica.

¿Y qué formato darle?

Ajá.

Doy mi palabra de haberlo pensado, ejem, bastante. Finalmente, y como iluminada conclusión, le propuse a mi compañero de andanzas crear e interpretar una partitura «a 4 manos»: he de aclarar que desde hace años estoy incapacitada para explicarme la realidad sin conocer el punto de vista masculino de mis amiguetes. Voy contaminada por la cultura feminista de los setenta, compréndanlo, pero así como ésta resultó ser un flotador ideológico eficaz para remontar rápidos juveniles, ni llena de güisqui permitiría que se convirtiera en
el
punto de vista desde el que explorar la vida toda. Así que proponerle a un hombre inteligente una aventura
heterointelectual
se me antojaba arriesgado para el ego pero definitivamente benéfico para el pensamiento: abordar asuntos de la vitalidad con la visión de «la otra» subjetividad debiera mejorar, cuanto menos, el cutis.

Por otra parte, reflejar en plena batalla de géneros el proceso con el que una mujer y un hombre, «costillas de una idéntica condición», exponen sus culturizadas subjetividades, se despojan de ellas y se atreven con las del inmediato venidero, me pareció un ejercicio periodístico original y aventurero. También es verdad que podíamos haber terminado a tortazos delante de Uds., pero preferí este riesgo al de tener a una
oenegé
encima por buscar emociones fuertes con otras fieras.

Bien. Primero, mi
compi
aceptó con entusiasmo el reto y nos fuimos poniendo de acuerdo sobre contenido y estilo de la colaboración. Pero agárrenseme: el mismitito día que habíamos quedado para ponernos a trabajar, me dijo que mejor no participaba, que el debate podía ser conflictivo para nuestra convivencia y tal, pero que, sobre todo, yo «necesitaba un espacio propio» —deduzco yo que donde
yo
pudiera ser Yo sin interferencias masculinas,tal como reclamaba la Woolf hace tropecientos.

Discusión y conclusiones: «Prudencia», dijo él; «acojono», dije yo, pues pensé que el problema no era que yo necesitara un espacio propio, sino que lo tenía ya. «Lo propio» nunca es cortesía de otro: es el botín de una guerra que se libra con una misma, y quien ha incursionado esos territorios está poco disponible para la sumisión, mucho menos la intelectual.

¿Quién tenía «razón»?

¡A saber!: Mientras que para el mundo masculino son valores excitantes, la singularidad, la soberanía y el librepensamiento en la mujer —el «espacio propio»— ahuyenta a los hombres, ora acusándonos de voraz ansia de poderío, ora de memez. Pero, por sacar una media, diría que la actitud de mi compañero ilustra estupendamente cómo están viviendo los hombres elegantes estas situaciones: con prudente acojono.

Decidida a seguir contando con «la otra mirada«, esta vez pedí ayuda a un ilustradísimo amigo —a quien con ocasión de unas conferencias yo había prestado una ayuda similar— para secuenciar comprensiblemente el contenido elegido, evitando a los lectores, en lo posible, excursiones egóticas.

–¡Encantadísimo!

Bien. Elegimos un luminoso día canarión,
after rain,
de esos que lustran colores escondidos en palmeras y buganvillas, y me lo llevé a disfrutar de Las Canteras (¡a finales de diciembre!), pues este hombre habita en las gélidas tierras íberas del norte. Así se llama el suplemento dominical de La Tribuna de Canarias en el que se publicó semanalmente el
Consultorio Sexistencial.

Debió de ser este frío malcurado, pienso ahora, lo que le provocó un estado de semi-iluminación, pues una vez instalados, con lápiz en la mano, y al menos yo dispuesta a una saludable charleta, me dijo: «Tigrota,
lo que tienes que hacer
es sentarte a escribir y ser tú misma» (la cursiva es mía).

¡Oh, Demóstenes! Me sentí como si hubiera quedado para montar un motor de cuatro tiempos y el compañero mecánico cantara un mantra como colaboración. ¿Habría
aconsejado
igual a un colega hombre?

Discusión y conclusiones: «Es el mejor consejo que te podía dar», me dijo él; «paternalismo», dije yo, pues no había pedido consejo sino cooperación.

¿Podía cabrearme con él? No. Sé que no había machismo, todo lo contrario. ¿Mas cómo sobrellevar la cotidianeidad conciliando ambos puntos de vista, intrínsecamente masculino el uno y femenino el otro?

Unos días después, al volver a casa, mi púber hijo me esperaba desencajado y cariacontecido —las dos cosas, sí— por importantísimos asuntos de su edad (presexuales, vaya): «Mamá, ¿por qué las mujeres son tan complicadas?».

Maquillada con interrogaciones que a su edad parecían indicar inexperiencia, en realidad me encontré con una legendaria convicción masculina transmitida de generación en generación con categoría de conocimiento profundo, pero que, en mi criterio, sólo indica falta de interés por el conocimiento profundo. Mi niñito, tan joven y ya diciendo cosas de viejo. ¿Qué responderle?

Miedo, confusión, desorientación. Qué difícil está siendo la vida para los hombres, después de la turmix cultural de los 60-70-80 (hippismo-feminismo-corrección política) que ha licuado el cerebro, los bíceps y los genitales del gorilón postedípico, y ya no sabe qué decir, qué hacer, cómo comportarse, ni siquiera cómo copular, ante el despliegue imparable del desconocidísimo
principio
femenino que, para mayor complejidad, se va autoinventado.

Y, debo confesar, estoy seriamente preocupada por ellos: soy una
hétero
comprometida (me gustan los penes; algunos hombres también), tengo amantes, amigos, hermano y un hijo delicioso, y les veo, pobrecitos míos, aleteando con los pies para estar a la altura de esta era indiscutiblemente yin.

Florecimiento, avance femenino, cambios determinantes para el futuro común que no están siendo entendidos por los hombres. ¿Qué otra cosa podía poner sino un consultorio? De paso me entero de qué es lo que no saben. Para la trayectoria vital de cada mujer, el sentimiento de soledad intelectual es inquietante aunque fructífero, pero para el colectivo femenino la soledad intelectual resulta aniquiladora, pues nos priva del universo de lo complejo y lo sutil, auténtico hogar de la conciencia sin genitales, la de la especie: quiénes somos —o, mejor, como veremos:
qué
somos—, de dónde venimos, a dónde vamos y, sobre todo, cuánto nos va a costar.

Así pues, les propongo que nos reinventemos: empieza a haber suficiente información, clarificadora, liberadora, colorista, cachonda. Lo que nos vamos a reír haciendo argumentos sutiles. El primero, me lo permitirán, será para responder a mi hijo.

El caso del pejesapo abisal

El pejesapo abisal es un pescado de regular tamaño, primo hermano del popular rape.

En un momento de su ciclo sexual, el pejesapo hembra «pare» a un macho perfectamente formado, con sus ojitos y sus aletitas. La hembra es unas dos mil veces mayor que él. A partir de ese momento, el macho va a gozar de una vida libre y autónoma, una orgía de libertad que durará... un par de minutos. Justo el tiempo necesario para nadar/reptar hasta el flanco de la hembra, donde se fijará a ella por la boca.

Así, el resto de su vida el macho colgará pasivo, como una sanguijuela, de la piel de la hembra, conectando y subordinando todos sus sistemas a los de ella, fundiendo incluso su piel y su sistema nervioso.

El macho queda convertido así en un mero saquito de esperma. Un saquito que se activará cuando la hembra lo decida. Y cuando ella muera, él, innecesario, incompleto y dependiente, perecerá también. Quizá, en un residual cerebrito, logre formular aquello de «no somos nadie». ¡Cosas de nuestros antepasados los peces! Hijo mío, recuerda siempre a Mai Pu (maestro zen): «
Todo lo que somos ya lo hemos sido. Todo lo que hemos sido, lo seguimos siendo».

¿EL TAMAÑO DEL PENE ES IMPORTANTE?

En los montes de Virunga, un clan de chimpancés retoza su estro exhibiendo una abierta sexualidad que incluye masturbación e intercambios de todo tipo. En el mismo territorio, una población de gorilas, constituida por componentes solitarios, se reagrupa organizando su periodo de fertilidad con violentas normas de monogamia femenina y supeditación sexual al macho. Alguien con vocación ha medido el tamaño de pene y testículos de unos y otros: a pesar de ser la mitad de pequeño, el chimpancé medio ha desarrollado un pene casi cuatro veces mayor que el del gorila.

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