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Authors: C. S. Lewis

Tags: #Ciencia Ficción, Relato, otros

Más allá del planeta silencioso (23 page)

Pasemos ahora a su pregunta más molesta: «Al describir a los eldila, ¿Augray no confundía la idea de un cuerpo más sutil con la de un ser superior?». No. La confusión corre totalmente por cuenta suya, Lewis. El dijo dos cosas: que los eldila tenían cuerpos distintos a los de los animales terrestres y que eran de una inteligencia superior. Ni él ni nadie confundieron nunca en Malacandra la primera afirmación con la segunda, ni dedujeron una de la otra. En realidad, tengo mis razones para creer que hay también seres irracionales con el tipo de cuerpo eldil (¿recuerda las «bestias de aire» de Chaucer?).

Me pregunto si será sensato no decir nada sobre el problema de la forma de hablar de los eldila. Reconozco que presentar la cuestión durante la escena del proceso en Meldilorn arruinaría el relato, pero con seguridad muchos lectores tendrán el sentido común necesario para preguntarse cómo pueden hablar los eldila, si es obvio que no respiran. Es cierto que tendríamos que admitir que no lo sabemos, pero ¿no deberíamos comunicárselo a los lectores? Sugerí a J. (el único científico en quien confío) una teoría sobre que podrían tener instrumentos o incluso órganos para manipular el aire a su alrededor y producir así sonidos de forma indirecta, pero no pareció tomarla muy en cuenta. El cree probable que manipulen directamente los oídos de aquellos a quienes «hablan». Eso suena muy difícil… Desde luego, debemos recordar que no tenemos el menor dato acerca de la forma o el tamaño de un eldil o al menos de sus relaciones con el espacio (nuestro espacio) en general. En realidad, hay que seguir insistiendo en que lo que conocemos sobre ellos es casi nada. Igual que usted, no puedo evitar el intento de confirmar su relación con las cosas que aparecen en la tradición terrestre: dioses, ángeles, hadas. Pero no tenemos información suficiente. Cuando traté de darle a Oyarsa cierta idea de nuestra propia clasificación cristiana de los ángeles, pareció considerar nuestros «ángeles» distintos de algún modo a sí mismo. Pero no sé si quiso decir que eran una especie distinta o si sólo se trataba de un tipo especial de casta militar, dado que nuestra pobre y vieja tierra parece ser algo así como una batalla de Ypres
[5]
del universo.

¿Por qué no incluir mi descripción sobre cómo se trabó la persiana de la escotilla justo antes de bajar en Malacandra? Sin eso, la descripción que usted hace de nuestros sufrimientos por la luz excesiva durante el viaje de regreso provoca una muy evidente pregunta: «¿Por qué no cerraron las persianas?». No creo en su teoría de que «los lectores nunca notan ese tipo de cosas». Estoy seguro de que sí lo hacen.

Hay dos escenas que me hubiera gustado ver incluidas en el libro; no importa, las tengo grabadas en mi mente. Una u otra está siempre ante mí cuando cierro los ojos.

En una de ellas veo el cielo de Malacandra por la mañana: azul pálido, tan pálido que ahora que me he acostumbrado otra vez a los cielos terrestres, lo recuerdo casi blanco. Las copas más cercanas de las hierbas gigantes («árboles», como usted las llama) se recortan en negro contra él, pero, a lo lejos, a kilómetros de distancia, más allá del agua azul y deslumbrante, los bosques remotos tienen el color de una acuarela púrpura. A mi alrededor, las sombras aparecen sobre el pálido suelo como sombras sobre la nieve. Ante mí caminan siluetas, formas esbeltas pero gigantescas, negras y bruñidas como sombreros de copa animados; sus grandes cabezas redondas, equilibradas sobre cuerpos sinuosos como tallos, les dan el aspecto de tulipanes negros. Bajan, cantando, al borde del lago. La música inunda el bosque con su vibración, aunque es tan suave que apenas la oigo, es como una lejana música de órgano. Algunos embarcan, pero la mayoría se queda en la orilla; no es una ocasión ordinaria, sino una especie de ceremonia. En realidad, se trata de un funeral jross. Los tres jrossa de hocico gris a quienes están ayudando a entrar al bote van a morir a Meldilorn. Porque, en aquel mundo, salvo los pocos atrapados en las fauces del
jnakra
, nadie muere antes de que le llegue la hora. Todos agotan el lapso vital que le corresponde a su especie, y para ellos una muerte es tan previsible como un nacimiento para nosotros. La aldea entera ha sabido que esos tres iban a morir ese año, ese mes; incluso era fácil prever que morirían esa semana. Y ahora han partido, para recibir el último consejo de Oyarsa, para morir, para ser descorporizados por él. Los cadáveres, como cadáveres, existirán sólo durante unos minutos. En Malacandra no hay ataúdes, ni sepultureros, ni cementerios, ni empresarios de pompas fúnebres. Ante su partida, el ánimo en el valle es solemne, pero no advierto señales de pena apasionada. No dudan de su inmoralidad, y los amigos de una misma generación no son apartados con violencia unos de otros. Se abandona el mundo como se llegó a él, acompañado por los «hombres de su edad». La muerte no es precedida por el terror ni seguida por la corrupción.

La otra escena es nocturna. Me veo con Jyoi en el cálido lago, bañándonos. Se ríe de mi torpe manera de nadar. Acostumbrado a un mundo más denso, apenas puedo sumergirme lo suficiente para lograr algún adelanto. Y entonces veo el cielo nocturno. En su mayor parte es muy parecido al nuestro, aunque sus profundidades son más negras y las estrellas más brillantes, pero algo que ninguna analogía terrestre puede transmitirle, querido amigo, sucede hacia el oeste. Imagine la Vía Láctea aumentada, la Vía Láctea vista con el telescopio más poderoso en la más límpida noche. Y luego imagine que no está inmóvil atravesando el cenit, sino alzándose como una constelación por encima de las cumbres montañosas: un deslumbrante collar de luces que brillan como planetas, alzándose con lentitud hasta ocupar la quinta parte del cielo, hasta dejar un cinturón de negrura entre el horizonte y él. No se puede contemplar mucho a causa del brillo, pero es sólo un anticipo. Algo más se aproxima. Sobre el
jarandra
hay un resplandor similar al que precede a la Luna.
¡Ajijra!
, grita Jyoi y otras voces ladradoras le contestan desde la oscuridad que nos rodea. Y ahora ha subido el verdadero rey de la noche y ahora penetra a través de la extraña galaxia occidental y hace que la luz de sus astros parezca incierta comparada con su propio resplandor. Aparto los ojos, porque el pequeño disco es mucho más brillante que la Luna en todo su esplendor. Una luz incolora baña todo el
jandramit
, puedo contar los tallos del bosque sobre la orilla opuesta del lago; veo que tengo las uñas de las manos sucias y partidas. Y ahora adivino qué es lo que he visto: Júpiter alzándose más allá de los asteroides, sesenta millones de kilómetros más cerca de lo que lo hayan visto nunca ojos terrestres. Pero los habitantes de Malacandra dirían «dentro de los asteroides», porque a veces tienen la extraña costumbre de considerar al sistema solar de forma inversa. Llaman a los asteroides los «danzarines ante el umbral de los Grandes Mundos». Los grandes mundos son los planetas que nosotros situaríamos «más allá» o «fuera de» los asteroides. Glundandra (Júpiter) es el mayor y tiene cierta importancia, que no pude precisar, para la mentalidad malacándrica. Es «el centro», «gran Meldilorn», «trono» y «fiesta». Por supuesto, son muy conscientes de que es inhabitable, al menos por animales de tipo planetario, y estoy seguro de que no abrigan ninguna idea pagana que los lleve a otorgar un lugar de residencia a Maleldil. Pero alguien o algo muy importante está conectado con Júpiter; como dirían ellos, «los séroni sabrían». Pero nunca me lo contaron. Quizás el mejor comentario sea del autor que ya le he mencionado: «Porque así como bien se dijo del gran Africano, que nunca estaba menos solo que cuando estaba solo, en nuestra filosofía no hay partes de la estructura universal menos adecuadas para ser llamadas solitarias que las que el vulgo considera más solitarias, dado que la ausencia de hombres y animales sólo significa la frecuencia mayor de criaturas más excelsas».

Seguiremos con esto cuando venga. Estoy tratando de leer todos los libros antiguos que pueda conseguir sobre el tema. Ahora que «Weston» ha cerrado la puerta, el camino hacia los planetas descansa en el pasado. ¡Si en el futuro llega a realizarse otro viaje por el espacio, tendrá que ser también un viaje por el tiempo…!

Notas

[1]
Título de un poema de Kipling que se convertiría en emblema y justificación de la mentalidad colonialista británica. (N. del t.)
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[2]
Según la mitología griega, Dánae es la madre del rey Perseo, que tuvo con Zeus. Encerrada en una torre, éste la visitaba en forma de lluvia de fuego. (N. del t.)
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[3]
Protagonista de la novela
Los primeros hombres en la Luna
. (N. del t.)
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[4]
Famoso ilustrador inglés de dibujos fantásticos. (N. del t.)
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[5]
Batalla de la primera guerra mundial ocurrida en Ypres (Bélgica). (N. del t.)
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