Materia (62 page)

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Authors: Iain M. Banks

Tags: #Ciencia Ficción

La esfera plateada volvió cuando Ferbin terminó. Incluso a pesar de haber mantenido el relato tan conciso como le había sido posible, a Ferbin le había llevado un rato contarlo todo. Holse también había completado algunas partes. El aire había empezado a cargarse y hacía calor. Ferbin había tenido que aflojarse la ropa mientras contaba su historia y Holse estaba sudando. Hippinse y Djan Seriy no parecían molestos por nada.

Djan Seriy levantó una mano para hacer callar a Ferbin un momento antes de que apareciera la esfera. Ferbin había supuesto que su hermana podía invocarla a voluntad aunque más tarde descubrió que solo se le daba muy bien calcular el tiempo en su cabeza y sabía cuándo volvería a aparecer. El aire se enfrió y refrescó y la esfera volvió a desaparecer. Su hermana asintió y Ferbin terminó su relato.

–Lo último que supe fue que Oramen seguía vivo –dijo Djan una vez que su hermano terminó. Tenía una mirada severa, pensó Ferbin; la sonrisa sabia y astuta que jugaba en su rostro había desaparecido, había tensado la mandíbula y apretado los labios. Su reacción al modo en que había muerto el padre de ambos se había expresado al principio no en palabras sino en un breve gesto de los ojos, que se habían abierto mucho y después se habían entrecerrado. En cierto sentido fue un gesto pequeño, pero Ferbin tuvo la impresión de que acababa de ver algo incontenible, algo implacable que se acababa de poner en movimiento. Comprendió que su hermana se había convertido en un ser formidable. Recordó lo sólida y fuerte que le había parecido al abrazarla y se alegró de que estuviera de su lado.

»¿De veras hizo eso Tyl Loesp? –dijo Djan de repente y lo miró a los ojos, casi con fiereza.

Ferbin sintió una presión terrible en esos ojos despejados y sorprendentemente oscuros. Sintió que tragaba saliva al contestar.

–Sí. Por mi vida.

Su hermana siguió estudiándolo un momento más, después se relajó un poco, bajó la cabeza y asintió. Miró al objeto que había llamado dron y frunció el ceño por unos instantes, después volvió a bajar los ojos. Djan Seriy se sentó con las piernas cruzadas bajo su larga combinación azul; flotaba sin esfuerzo en aquel espacio cerrado, igual que Hippinse, que iba de negro. Ferbin y Holse se limitaban a flotar sin mucho garbo, con los miembros estirados para que cuando chocaran con algo pudieran rebotar otra vez. Ferbin se sentía raro en aquella ausencia de gravedad, hinchado, como si se le hubiera acalorado la cara.

Estudió a su hermana mientras esta (suponía él) pensaba. Había una quietud casi antinatural en ella, una sensación de solidez inconmovible casi sobrehumana.

Djan Seriy levantó la cabeza.

–Muy bien. –Señaló con un gesto a Hippinse–. Aquí el señor Hippinse representa a una nave que debería poder llevarnos a Sursamen con cierta premura. –Ferbin y Holse miraron al otro hombre.

Hippinse les dio la espalda a los dos hombres y sonrió a Djan Seriy.

–A su disposición, mi querida señora –dijo. Un poco empalagoso, pensó Ferbin. Había decidido que el tipo no le caía bien, aunque aquella nueva calma era un alivio.

–Creo que no nos queda más alternativa que aceptar la ayuda que nos ofrece, y la nave –dijo Djan Seriy–. Las urgencias se multiplican.

–Será un placer servirla –dijo Hippinse sin dejar de esbozar una sonrisa irritante.

–Ferbin –dijo Djan Seriy al tiempo que se inclinaba hacia él–, señor Holse. Volvía a casa de todos modos tras haberme enterado de la muerte de nuestro padre, aunque, por supuesto, no de lo ocurrido. Sin embargo, el señor Hippinse me ha traído ciertas noticias sobre los oct que han hecho que me hayan pedido que mi visita se convierta en lo que se podría llamar una visita oficial autorizada. Uno de los colegas del señor Hippinse se puso en contacto conmigo hace poco tiempo y se ofreció a ayudarme. Rechacé ese primer ofrecimiento, pero al llegar aquí descubrí un mensaje de los que podríamos denominar mis jefes: me pedían que me tomara un interés profesional en los acontecimientos de Sursamen, así que he tenido que cambiar de opinión. –Le echó un vistazo a Hippinse, que sonrió, primero a ella y después a los dos sarlos–. A mis jefes les ha parecido conveniente enviar a una representación de mi superior inmediato a la nave para ayudarme en la planificación de la misión –añadió.

Un constructo de la personalidad de Jerle Batra se había colocado en la mente del
Problema candente.
Si eso no era señal de que la nave era uno de los activos secretos de CE, Djan no sabía qué podía serlo, aunque ellos siguieran negándolo de forma oficial.

–Puede que haya algo extraño en Sursamen –dijo Djan Seriy–. Algo cuya importancia podría ser mucho mayor que la muerte del rey Hausk, por muy terrible que esta pueda ser para nosotros. Algo que implica a los oct. No sabemos lo que es. –Djan señaló a Ferbin–. Tampoco sabemos si está vinculado de algún modo con la muerte de nuestro padre. –Miró primero a Ferbin y luego a Holse–. Regresar a Sursamen podría ser peligroso para vosotros dos, en cualquier caso. Regresar conmigo puede que sea mucho más peligroso. Es posible que yo atraiga más problemas de los que habríais descubierto vosotros solos y no podré garantizar vuestra seguridad, ni siquiera puedo garantizar que pueda convertirlo en una prioridad. Ahora mismo vuelvo por cuestiones de trabajo y tendré obligaciones que atender. ¿Lo entendéis? No tenéis que acompañarme. Podéis quedaros aquí o pedir que os lleven a otra parte de la Cultura. No sería ninguna deshonra.

–Hermana –dijo Ferbin–, vamos contigo. –El príncipe miró a Holse, que asintió con brusquedad.

Anaplian asintió y se volvió hacia Hippinse.

–¿En cuánto tiempo puede llevarnos a Sursamen?

–Cinco horas en lanzadera interna para salir de Syaung-un y sincronizar la recogida. Después de eso, setenta y ocho horas hasta detenernos sobre la superficie de Sursamen.

Djan Seriy frunció el ceño.

–¿Qué puede recortar?

Hippinse la miró, alarmado.

–Nada. A esa velocidad ya dañamos los motores. Necesitan un repaso.

–Dáñelos un poco más. Reserve un repaso mayor.

–Si los daño más, me arriesgo a estropearlos del todo y a dejarnos reducidos a un simple alabeo, o a seguir adelante cojeando solo con las unidades de aceleración.

–¿Qué hay de una parada forzosa?

–Cinco horas menos de tiempo de viaje. Pero ya puede despedirse de su acercamiento discreto. Todo el mundo sabrá que estamos ahí. Para eso podríamos deletrearlo con manchas solares.

–Con todo, considérelo una opción. –Djan frunció el ceño–. Traiga la nave
tarp
y sáquenos de la lanzadera. ¿Qué nos ahorra eso?

–Tres horas en la primera parte. Pero añade una al tiempo de viaje; iríamos en dirección contraria. Pero a toda velocidad, con un despl...

–Hágalo, por favor. –La agente asintió con viveza. La esfera plateada volvió a aparecer. La puerta que se había deslizado hacia ellos empezó a retirarse de nuevo casi de inmediato. Djan Seriy se estiró con calma y miró a los tres hombres–. No volvemos a hablar de nada de esto hasta que estemos en la nave, ¿de acuerdo? –Todos asintieron. Djan Seriy se alejó con un empujón hacia el tapón de puerta que se retiraba–. Vamos.

Les dieron exactamente diez minutos para prepararse. Ferbin y Holse encontraron un sitio no muy lejos, en la sección del eje que tenía una cantidad diminuta de gravedad, las ventanas se asomaban a los inmensos anillos que se iban retorciendo poco a poco, los anillos del gran mundo nido de Syaung-un que los rodeaba; también había un pequeño bar con unas máquinas que dispensaban comida y bebida. El dron de Djan Seriy fue con ellos y les enseñó cómo funcionaba todo. Cuando vacilaban, la maquinita elegía por ellos. Los dos hombres seguían expresando su asombro ante lo bien que sabía todo cuando llegó la hora de irse.

~
El desplazamiento puede que se note. Una parada forzosa se notará con toda seguridad,
le dijo a Anaplian el constructo de la personalidad de Jerle Batra cuando la agente vio en la pantalla principal del módulo primero el pequeño microorbital Quinta Hebra de Grado 512, que se iba encogiendo y luego el propio Syaung-un. Las dos estructuras se encogían a ritmos muy diferentes, ya que la pequeña nave de doce plazas en la que se encontraban, una lanzadera del
Problema candente,
estaba acelerando tan rápido como permitían los estatutos de Morthanveld. La Quinta Hebra de Grado 512 desapareció casi de inmediato, un engranaje diminuto en una máquina inmensa. El mundo nido siguió siendo visible durante mucho tiempo. Al principio parecía casi que iba aumentando de tamaño, cada vez se veía más a medida que se alejaba la lanzadera, antes de que, junto con su estrella central, Syaung-un al fin comenzara a encogerse.

~
Mala suerte,
respondió Djan Seriy.
Si nuestros amigos morthanveld se ofenden, qué se le va a hacer. Ya hemos ido bailado bastante al son de los morthanveld. Estoy harta.

~
Asume una gran autoridad en este caso, Seriy Anaplian,
le dijo el constructo (que en esos momentos se encontraba en la matriz de la IA de la lanzadera).
No es usted la que debe hacer o rehacer la política de asuntos exteriores de la Cultura.

Djan Seriy se acomodó en su asiento en la parte posterior de la lanzadera. Desde allí podía ver a todo el mundo.

~
Soy ciudadana de la Cultura,
respondió.
Pensé que era mi derecho y mi obligación.

~
No es más que una ciudadana de la Cultura, no la Cultura entera.

~
Bueno, en cualquier caso, Jerle Batra, si se ha de creer a mi hermano mayor, la vida de mi otro hermano corre grave peligro. El hombre que asesinó a sangre fría a mi padre (un tirano en potencia) es el señor no de uno sino de dos de los niveles de Sursamen y, por supuesto, la mayor parte de la flota de vanguardia de los oct podría estar reuniéndose en mi planeta natal por razones que todavía no están claras. Creo que tengo derecho a tener un poco de margen. Y hablando de eso, ¿qué es lo último que se sabe sobre las naves oct? Las que puede que se estén dirigiendo hacia Sursamen o no.

~
Hasta el momento no estamos captando nada extraño, que yo sepa. Le sugiero que se ponga al día cuando esté en el
Problema candente.

~
¿Usted no viene con nosotros?

~
Mi presencia, incluso en forma de constructo, podría hacer que esto pareciera demasiado oficial. No voy a ir con ustedes.

~
Oh.
Lo que seguramente significaba que iban a eliminar al constructo también de la matriz de la lanzadera. Sería una especie de muerte. El constructo no parecía demasiado disgustado por ello.

~
¿Supongo que confía en el
Problema candente?
,
envió Djan.

~
No tenemos alternativa,
respondió Batra.
Es todo lo que tenemos disponible.

~
¿Sigue negando que pertenezca de forma oficial a CE?

~
La nave es lo que dice que es,
le dijo Batra.
Sin embargo, para volver al tema que nos ocupa: el problema
es
que no tenemos ninguna nave en los volúmenes relevantes para poder comprobarlo que están haciendo los oct en realidad. Los morthanveld y los nariscenos tienen las naves y no parecen haber captado nada tampoco, claro que no están buscando nada.

~
Quizá haya llegado el momento de decirles que empiecen a mirar.

~
Quizá sí. Se está discutiendo.

~
Estoy convencida. ¿Lo que implicaría un montón de mentes dándole a la lengua sin parar?

~
Eso implicaría.

~
Sugiera que le den a la lengua más rápido. Ah, otra cosa.

~
¿Sí, Djan Seriy?

~
Voy a conectar otra vez todos mis sistemas. Al menos todos los que pueda. Le pediré al
Problema candente
que me ayude con los que no pueda volver a instigar. Suponiendo siempre, por supuesto, que esté familiarizado con los procedimientos de CE.

~
No se le está ordenando que lo haga,
respondió Batra, que al parecer pasó por alto lo que podría haber sido un sarcasmo.

~
Sí, lo sé.

~
Personalmente, creo que es un paso muy inteligente.

~
Yo también.

–¿No lo notasteis, señor? No respiraba, ni una sola vez en todo el tiempo que estuvimos allí dentro, salvo cuando esa cosa resplandeciente estaba allí. Cuando no estaba, vuestra hermana no respiraba en absoluto. Asombroso. –Holse hablaba en voz muy baja, consciente de que la dama en cuestión estaba solo un par de filas por detrás de ellos en la lanzadera. Hippinse estaba una fila por delante y parecía dormido como un tronco. Holse frunció el ceño–. ¿Estáis seguro de que es de verdad vuestra hermana, señor?

Ferbin solo recordaba que había pensado lo quieta que le había parecido Djan Seriy en el extraño tubo del pasillo, en el pequeño hábitat con forma de rueda.

–Oh, es mi hermana, Holse. –Volvió la cabeza y se preguntó por qué Djan había elegido sentarse allí, lejos de él. Su hermana lo saludó con la cabeza con gesto distraído. Ferbin le sonrió y se dio la vuelta–. En cualquier caso, debo asumir que es ella –le dijo a Holse–. Como ella, a su vez, debe aceptar mi palabra sobre el destino de nuestro padre.

~
Oh, sí, ya lo noto,
envió el dron. Djan acababa de decirle a la máquina que estaba recuperando sus «colmillos» y conectando de nuevo todos los sistemas que podía.
¿A Batra le parece bien?

~
Bastante bien.

~
Me pregunto si el
Problema candente
tiene sus propios «colmillos» escondidos,
envió el dron. Se había incrustado entre el cuello de Anaplian y el asiento. Había vuelto a cambiar de aspecto. Cuando llegaron a las instalaciones de la Quinta Hebra de Grado 512 había modificado su superficie y se había hinchado un poco para parecer una especie de dron bastón.

~
Oh, me da en la nariz que sí, y bastantes,
envió Djan Seriy.
Cuanto más lo pienso, más extraño me parece que la nave se describiera a sí misma como «fugada».

~
A mí también me pareció raro en su momento,
envió Turminder Xuss.
Sin embargo, lo achaqué a una excentricidad de nave vieja.

~
Es una nave vieja,
asintió Anaplian.
Pero no creo que esté demente. Pero sí que es lo bastante antigua como para haberse ganado la jubilación. Es una veterana. Al comienzo de la guerra idirana los Supercargueros eran las naves más rápidas que tenía la Cultura y los que más se parecía a naves de guerra sin llegar a ser naves de guerra. Contuvieron a las fuerzas enemigas y sufrieron muchos daños. Pocas sobrevivieron. Debería ser un ciudadano condecorado. Debería tener el equivalente de medallas, una pensión, viajes gratis. Sin embargo se describe a sí misma como «fugada», así que quizá se negó a hacer algo que se suponía que debía hacer. Como dejar que la desarmaran.

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