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Authors: Annabel Pitcher

Tags: #Drama, Relato

Nubes de kétchup

 

Zoe es una chica inglesa de quince años que oculta un terrible secreto. Llena de angustia pero también con una buena dosis de humor, Zoe comenzará a escribir cartas a un criminal llamado Stuart Harris, encerrado en el corredor de la muerte de una prisión de Texas. Piensa que solo alguien así, marcado al igual que ella por el secreto, la mentira y el asesinato, va a poder comprenderla… Bolígrafo en mano, Zoe respira profundamente, come un sándwich de mermelada de fresa y comienza su relato de amor y traición…

Annabel Pitcher

Nubes de Kétchup

ePUB v1.0

Crubiera
02.04.13

Título original:
Ketchup Clouds

Annabel Pitcher, 2013.

Traducción: María Díaz

Ilustraciones: Orion Children’s Books

Diseño portada: John Fordham

Editor original: Crubiera (v1.0)

ePub base v2.1

Para mi marido y mejor amigo, S. P. ;

todo mi amor y sincera gratitud.

Qué triste y qué horrible fue,

y qué demencial, pero luego

¡qué agradable!

ROBERT BROWNING,

Confesiones

Calle Ficticia, 1

Bath

1 de agosto

Querido señor S. Harris:

No tenga en cuenta la mancha roja de la esquina. Es mermelada, no sangre, aunque igual tampoco hace falta que le explique la diferencia. No era precisamente mermelada de su esposa lo que la policía le encontró a usted en el zapato.

La mermelada de la esquina es de mi sándwich. De frambuesa, casera. La hizo la abuela. Hace siete años que murió, y esa mermelada fue la última cosa que hizo. O sea, si no se cuentan las semanas que se pasó en el hospital enganchada a una de esas cosas del corazón que hacen
bip bip
si tienes suerte y
biiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiip
si no. Y eso fue lo que se oyó en su cuarto del hospital hace siete años:
biiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiip
. Mi hermana pequeña nació seis meses más tarde y mi padre le puso el nombre por la abuela. Dorothy Constance. Luego, mi padre, cuando paró de lamentarse, decidió acortárselo. Como mi hermana es pequeña y redonda la acabamos llamando Dot, que significa punto en inglés.

Mi otra hermana, Soph, tiene diez años. Las dos son rubias con el pelo largo y los ojos verdes y la nariz respingona, pero Soph es alta y delgada y más morena de piel, como si a Dot la hubieran amasado y la hubieran metido diez minutos en el horno. Yo soy distinta. Morena de pelo. De ojos castaños. Estatura normal. Peso normal. Corriente, supongo. Solo con mirarme jamás adivinaría usted mi secreto.

Al final me ha costado terminarme el sándwich. No es que la mermelada estuviera mala ni nada de eso, porque esterilizando los frascos aguanta años. Por lo menos eso es lo que dice mi padre cuando ve que mi madre arruga la nariz. La tiene respingona ella también. El pelo lo tiene del mismo color que mis hermanas, pero más corto y tirando a ondulado. Mi padre lo tiene más parecido al mío, solo que con mechones blancos encima de las orejas, y tiene esa cosa que se llama heterocromía, que significa que un ojo lo tiene castaño y el otro, en cambio, mucho más claro: azul cuando hace bueno, gris si el cielo está cubierto. «El cielo entero en un ojo», le dije una vez. Mi padre también tiene un hoyuelo en mitad de cada mejilla, y tampoco sé si nada de esto importa en realidad, pero supongo que está bien que le haga un retrato de mi familia antes de decirle lo que he venido a decir.

Porque lo voy a decir. No he venido sentarme a este cobertizo del jardín solo porque me parezca divertido. Hace un frío que te congelas y mi madre me mataría si supiera que no estoy en la cama, pero es un buen sitio para escribir esta carta, escondida bajo unos cuantos árboles. No me pregunte de qué tipo son, pero tienen unas hojas grandes que susurran con la brisa.
Suissss
… Aunque en realidad no es en absoluto así como suenan.

Tengo mermelada en los dedos, así que el bolígrafo está pringoso. Y seguro que los bigotes de los gatos también.
Lloyd
y
Webber
se han puesto a maullar como si no pudiesen creer que estuvieran lloviendo sándwiches del cielo cuando lo he lanzado por encima del seto. Yo ya no tenía hambre. La realidad es que no la he tenido en ningún momento, y si le soy sincera, hice el sándwich para retrasar lo de escribir esta carta. No se lo tome a mal ni nada, señor Harris. Solo que resulta difícil. Y estoy cansada. Llevo sin dormir de verdad desde el 1 de mayo.

No hay peligro de que me quede dormida aquí. La caja de azulejos se me está clavando en las piernas y entra corriente por la rendija de debajo de la puerta del cobertizo. Lo que tengo que hacer es espabilarme, porque con esta suerte mía la linterna se me está quedando sin pilas. He intentado sujetarla con los dientes pero me dolía la mandíbula, así que ahora la tengo columpiándose junto a una telaraña del alféizar de la ventana. No suelo venir al cobertizo, y menos a las dos de la mañana, pero esta noche la voz que me suena por dentro está hablando más alto que nunca. Las imágenes son más auténticas y el pulso se me acelera se me acelera se me acelera, y apuesto a que si tuviese el corazón conectado a una de esas máquinas de hospital, la rompería de los saltos que me pega.

He salido de la cama con la parte de arriba del pijama pegada a la espalda y la boca más seca probablemente que un desierto. Ahí es cuando me he metido su nombre y su dirección en el bolsillo de la bata y me he escapado de puntillas, y aquí estoy ahora cara a cara con esta hoja en blanco, decidida a contarle a usted mi secreto pero no del todo segura de cómo decírselo.

Escribiendo no existe lo del nudo en la lengua, pero si existiera, si mi mano fuese como una lengua enorme, de verdad le digo que la tendría atada con uno de esos nudos complicados que solo los boy scouts saben deshacer. Los boy scouts y también el tipo ese de la BBC2, el que va con el pelo revuelto y hace programas de supervivencia y acaba siempre en mitad de la jungla durmiendo encima de un árbol y comiéndose alguna serpiente para cenar. Ahora que lo pienso, lo más probable es que usted no tenga ni idea de lo que le estoy diciendo. ¿Tienen tele en el Corredor de la Muerte?, y si es que sí, ¿ven programas británicos o solo estadounidenses?

Me hago cargo de que tampoco tiene sentido hacer preguntas. Aunque usted quisiera responderme a esta carta, la dirección del encabezamiento es falsa. No existe en Inglaterra ninguna calle Ficticia, de modo que, señor Harris, no se vaya usted a pensar que puede escaparse de la cárcel y plantarse de repente en la puerta de mi casa solo porque haya conseguido que le traigan desde Texas y esté buscando a una chica que se llama…, bueno, vamos a hacer como que me llamo Zoe.

Los detalles para ponerme en contacto con usted los he sacado de una página web sobre el Corredor de la Muerte, y la página la encontré por una monja, y esta es una frase que nunca pensé que escribiría, pero es que mi vida tampoco está resultando como me la había imaginado. Había una foto de usted con una expresión bastante amistosa para alguien que lleva un mono naranja, la cabeza rapada y unas gafas muy gordas y tiene una cicatriz en la mejilla. El suyo no fue el único perfil en el que hice clic. Hay cientos de criminales que quieren que alguien les escriba. Cientos. Pero usted destacaba. Toda esa historia de que su familia había renegado de usted y que por eso no había recibido una sola carta en estos once años. Toda esa historia de sus remordimientos.

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