Observadores del pasado: La redención de Cristóbal Colón (17 page)

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Authors: Orson Scott Card

Tags: #Ciencia Ficción

Los demás lo miraron, incapaces de decir nada.

—¿Quién dice que el cambio que esta gente efectuó no acabó con peores resultados que los acontecimientos que trataban de evitar? —Kemal les sonrió con malicia—. La arrogancia de aquellos que desean jugar a ser Dios. Y eso es exactamente lo que hicieron, ¿no? Jugaron a ser Dios. O la Trinidad, para ser exactos. La paloma fue un buen detalle. Sí, por supuesto, observen esta escena un millar de veces. Y cada vez que vean a esos pobres actores fingiendo ser la Trinidad, engañando a Colón para que se aparte de su cruzada y se embarque en un viaje al oeste que devastó un mundo, espero que se vean a ustedes mismos. Fue gente como ustedes la que causó todo ese sufrimiento.

Hassan dio un paso hacia Kemal, pero Tagiri se interpuso entre ambos.

—Puede que tenga razón, Kemal. Y puede que no. Para empezar, no creo que su propósito fuera apartar a Colón de su cruzada. Para eso, lo único que habrían necesitado es ordenarle que abandonara la idea. Y dijeron que si fracasaba, las consecuencias serían terribles para la cristiandad. Eso está muy lejos de tratar de deshacer la conquista cristiana del mundo musulmán.

—Podrían haber estado mintiendo fácilmente —contestó Pernal—. Podrían haberle dicho lo que pensaban que necesitaba oír para hacer que actuara como querían.

—Quizá —dijo Tagiri—. Pero creo que hacían otra cosa. Había algo más que habría sucedido si Colón no hubiera recibido esta visión. Y debemos averiguar qué fue.

—¿Cómo podemos averiguar lo que podría haber sucedido? —preguntó Diko.

Tagiri sonrió desagradablemente a Kemal.

—Conozco a un hombre de inagotable persistencia, gran sabiduría y rápido juicio. Es el hombre adecuado para encargarse del proyecto de determinar lo que esta visión pretendía evitar, o lo que pretendía conseguir. Por algún motivo la gente de ese otro futuro decidió enviar a Colón al oeste. Alguien debe liderar el proyecto de averiguar por qué. Y usted, Kemal, no está haciendo nada productivo, ¿verdad? Sus grandes días han pasado ya, y ahora sólo va por ahí diciendo a la gente que sus sueños no merecen la pena.

Por un momento pareció que Kemal iba a golpearla, tan cruel había sido la valoración que había hecho de él. Pero no alzó la mano, y tras un largo instante se volvió y abandonó la habitación.

—¿Está bien, madre? —preguntó Diko.

—Más concretamente: ¿Nos creará problemas? —dijo Hassan.

—Creo que liderará el proyecto de averiguar qué habría sucedido —contestó Tagiri—. Creo que el problema se apropiará de él y no lo soltará y acabará trabajando con nosotros.

—Oh, vaya —murmuró alguien secamente, y todos se echaron a reír.

—Kemal como enemigo es formidable, pero como amigo es irreemplazable —dijo Tagiri—. Encontró la Atlántida cuando nadie creía que fuera necesario hacerlo, ¿no? Encontró el gran Diluvio. Encontró a Yewesweder. Si alguien puede, él descubrirá cómo podría haber sido la historia, o al menos un escenario plausible. Y todos nos alegraremos de trabajar con él.

Sonrió.

—Los locos somos testarudos e irracionales e imposibles de tratar, pero hay cierta raza de víctima voluntaria que elige trabajar con nosotros de todas formas.

Los otros se rieron, pero pocos pensaban que Kemal se pareciera en algo a su querida Tagiri.

—Y creo que todos hemos pasado por alto uno de los puntos más importantes del gran descubrimiento de Diko. Sí, Diko, grande. —Tagiri miró en derredor—. ¿Podéis ver lo que es?

—Por supuesto —dijo Hassan—. Ver la pequeña actuación de esos actores fingiendo ser la Trinidad nos hizo saber una cosa más allá de toda duda: podemos alcanzar el pasado. Si ellos consiguieron enviar una visión, una visión deliberadamente controlada, entonces también nosotros podemos.

—Y tal vez —dijo Tagiri—, tal vez podamos hacerlo mejor.

6. EVIDENCIA

6

EVIDENCIA

S
egún el
Popol Vuh,
el libro sagrado de los mayas, Xpiyacoc y Xmucane engendraron a dos hijos, llamados Un Hunahpu y Siete Hunahpu. Un Hunahpu creció hasta hacerse un nombre, se casó y su esposa Xbaquiyalo dio a luz dos hijos: Un Mono y Un Artesano. Siete Hunahpu nunca creció; antes de que pudiera convertirse en hombre, su hermano y él fueron sacrificados en el campo de pelota donde perdieron ante Una y Siete Muertes. Entonces la cabeza de Un Hunahpu fue colgada de una calabacera, que nunca antes había dado fruto. Y cuando lo dio, el fruto pareció una cabeza, y la cabeza de Un Hunahpu llegó a parecerse al fruto, así que fueron lo mismo.

Entonces una joven virgen llamada Mujer Sangre llegó al templo de los sacrificios para ver el árbol, y le habló a la cabeza de Un Hunahpu, y la cabeza de Un Hunahpu le habló a ella. Cuando tocó el hueso de su cabeza, su semilla se le quedó en la mano, y pronto concibió un hijo. Siete Hunahpu consintió en esto, y fue también el padre de lo que llenaba su vientre.

Mujer Sangre se negó a decirle a su padre cómo había llegado el niño a su vientre, ya que estaba prohibido ir a la calabacera donde estaba colgada la cabeza de Un Hunahpu. Indignado porque había concebido un bastardo, su padre la envió a ser sacrificada. Pero para salvar su vida, ella les dijo a los Guardianes Militares de la Estera, que iban a matarla, que el niño procedía de la cabeza de Un Hunahpu. Entonces ellos no quisieron matarla, pero tenían que llevar su corazón a su padre, Recogedor de Sangre. Así que Mujer Sangre lo engañó llenando un cuenco con la roja savia del árbol crotón, que cuajó hasta parecer un corazón humano. Todos los dioses de Xibalba fueron engañados por el corazón falso.

Mujer Sangre fue a la casa de la viuda de Un Hunahpu, Xbaquiyalo, para parir a su hijo. Cuando el niño nació, fueron dos niños, dos varones, a quienes llamó Hunahpu y Xbalanque. A Xbaquiyalo no le gustaba el ruido que hacían los bebés y los expulsó de la casa. Sus hijos, Un Mono y Un Artesano, no tenían ningún deseo de nuevos hermanos, así que los metieron en un hormiguero. Como los bebés no murieron allí, los hermanos mayores los echaron a unas zarzas, pero sobrevivieron. El odio entre los hermanos mayores y los hermanos más jóvenes continuó a lo largo de los años, mientras los bebés se convertían en hombres.

Los hermanos mayores eran flautistas, cantantes, artistas, hacedores y conocedores. Por encima de todo, eran conocedores. Cuando nacieron sus hermanos sabían exactamente quiénes y qué eran y en qué se convertirían, pero por celos no se lo dijeron a nadie. Así que fue de justicia cuando Hunahpu y Xbalanque valiéndose de un engaño los hicieron trepar a un árbol y los dejaron allí, donde los dos hermanos mayores se convirtieron en monos y nunca volvieron a pisar el suelo. Entonces Hunahpu y Xbalanque, grandes guerreros y jugadores de pelota, fueron a competir en la lucha entre sus padres, Un y Siete Hunahpu, y los dioses de Xibalba.

Al final del juego, Xbalanque se vio obligado a sacrificar a su hermano Hunahpu. Envolvió el corazón de su hermano en una hoja, y entonces bailó solo en el campo de pelota hasta que gritó el nombre de su hermano y Hunahpu se levantó de entre los muertos y ocupó su lugar junto a él. Al ver esto, sus dos oponentes en el juego, los grandes señores Una y Siete Muertes, demandaron a su vez ser sacrificados. Así que Hunahpu y Xbalanque arrancaron el corazón de Una Muerte; pero éste no se levantó de entre los muertos. Al ver esto, Siete Muertes se aterrorizó y suplicó que lo eximieran de su sacrificio. Así, con vergüenza, su corazón fue arrancado sin coraje y sin consentimiento. Y fue así cómo Hunahpu y Xbalanque vengaron a sus padres, Uno y Siete Hunahpu, y quebrantaron el gran poder de los señores de Xibalba.

Así se dice en el
Popol Vuh.

Cuando Dolores de Cristo Matamoro tuvo su tercer hijo, recordó sus estudios de cultura maya de cuando fue educada allá en Tekax, en el Yucatán, y como no estaba segura de quién era el padre del niño, lo llamó Hunahpu. Si hubiera tenido otro hijo, sin duda lo habría llamado Xbalanque, pero, cuando Hunahpu era todavía un bebé, Dolores resbaló en el andén de la estación de San Andrés Tuxtla y el tren la mató.

Hunahpu Matamoro no tenía en realidad nada de ella, excepto el nombre que le dio, y quizá fue eso lo que produjo su obsesión por el pasado de su pueblo. Sus hermanos mayores se convirtieron en hombres corrientes de San Andrés Tuxtla: Pedro se hizo policía y José María sacerdote. Pero Hunahpu estudió la historia de los mayas, de los mexica, de los toltecas, de los zapotecas, de los olmecas, las grandes naciones de Mesoamérica, y cuando al segundo intento alcanzó la calificación necesaria, fue admitido en Vigilancia del Pasado e inició sus estudios.

Éste fue su proyecto desde el principio: averiguar qué habría sido de Mesoamérica si los españoles no hubieran llegado. Contrariamente a Tagiri, cuyo expediente tenía una etiqueta plateada que indicaba que había que consentir sus rarezas, Hunahpu encontró resistencia a cada paso.

—Vigilancia observa el pasado —le decían una y otra vez—. No especulamos sobre lo que podría haber ocurrido si el pasado no hubiera sucedido tal como fue. No hay forma de probarlo, y no tendría valor ni aunque lo hicieras bien.

Pero a pesar de la resistencia, Hunahpu continuó. Ningún equipo de colaboradores creció a su alrededor. De hecho, pertenecía a otro equipo que estudiaba las culturas zapotecas de la costa norte del istmo de Tehuantepec en los años anteriores a la llegada de los españoles. Fue asignado a ese equipo porque era el proyecto en marcha que más se acercaba a los intereses de Hunahpu. Sus supervisores eran bien conscientes de que pasaba al menos tanto tiempo en su labor especulativa como en las observaciones que contribuirían a obtener conocimientos reales. Fueron pacientes. Esperaban que se librara de su obsesión de tratar de conocer lo incognoscible si lo dejaban. Mientras su trabajo en el Proyecto Zapoteca fuera aceptable... y aunque a duras penas así era.

Entonces llegó la noticia del descubrimiento de la Intervención. Una Vigilancia de otro futuro había enviado una visión a Colón, lo apartó de su sueño de dirigir una cruzada para liberar Constantinopla y acabó por llevarlo a América. Era sorprendente; para un indio como Hunahpu resultaba atroz. ¡Cómo se atrevían! Pues supo de inmediato qué era lo que habían intentado evitar los Intervencionistas, y no se trataba de la conquista cristiana del Islam.

Los rumores empezaron a circular unas semanas más tarde, y la repetición los hizo creíbles. El gran Kemal iniciaba un nuevo proyecto. Por primera vez, Vigilancia del Pasado trataría de extrapolar desde el pasado lo que habría sucedido en el futuro si un acontecimiento concreto no hubiera ocurrido. ¿Por qué ponen en marcha un proyecto para estudiar esto?, se preguntó Hunahpu. Sabía que podía responder en un momento a todas las cuestiones de Kemal. Sabía que si alguien del nuevo proyecto leyera uno solo de los estudios que había escrito y enviado a las redes, advertiría que la respuesta estaba delante de sus narices, que la obra estaba ya hecha y que se trataba únicamente de aplicar unos cuantos años de trabajo para solventar los detalles.

Hunahpu esperaba que Kemal le escribiera, o que uno de los supervisores de Vigilancia le recomendase que echara un vistazo a sus investigaciones, o incluso (como debía suceder inevitablemente) que Hunahpu fuera reasignado al proyecto de Kemal. Pero tal reasignación no se produjo, la carta no llegó, y los superiores de Hunahpu parecieron no darse cuenta de que el ayudante más valioso de Kemal sería ese lento joven maya que había trabajado sin ganas en su tedioso proyecto de recopilación de datos.

Fue entonces cuando Hunahpu comprendió que no sólo se enfrentaba a la resistencia de los demás, sino también a su desdén. Su trabajo era tan despreciado que nadie lo consideraba siquiera, ningún rumor había circulado al respecto, y cuando miró descubrió que ninguno de los estudios que había enviado a las redes había sido descargado y leído, ni uno de ellos, ni una sola vez.

Pero no era propio de Hunahpu desesperarse. En cambio, redobló obstinadamente sus esfuerzos, sabiendo que la única forma de superar la barrera de desdén era producir un cuerpo de pruebas tan convincente que Kemal se viera obligado a respetarlo. Y si tenía que hacerlo, Hunahpu le llevaría esa prueba directamente a Kemal, sorteando todos los canales regulares, como Kemal había acudido a Tagiri en aquel encuentro ya legendario. Por supuesto, había una diferencia. Kemal lo había hecho siendo un hombre famoso, con logros conocidos, así que fue recibido con cortesía aunque su mensaje no fuera bienvenido. Hunahpu no tenía ningún logro, o al menos ninguno que fuera reconocido por nadie, y por eso era improbable que Kemal estuviera dispuesto a verlo o examinar su trabajo. Sin embargo, esto no lo detuvo. Hunahpu continuó, reunía pacientemente pruebas y escribía cuidadosos análisis de lo que había encontrado, aborreciendo cada momento que tenía que pasar grabando los detalles de la construcción de barcos en las costas zapotecas entre los años 1510 y 1524.

Sus hermanos mayores, el policía y el sacerdote, que no eran bastardos y por tanto siempre lo miraban por encima del hombro, se preocuparon por él. Fueron a verlo a la estación de Vigilancia en San Andrés Tuxtla, donde se le permito a Hunahpu que usara una sala de conferencias para recibirlos, ya que no había intimidad en su cubículo.

—Nunca estás en casa —dijo el policía—. Te llamo y nunca contestas.

—Estoy trabajando —respondió Hunahpu.

—No tienes buen aspecto —dijo el sacerdote—. Y cuando hablamos de ti con tu supervisora, nos dice que no eres muy productivo. Siempre trabajando en tus propios proyectos inútiles.

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