Geary trató de entender su razonamiento. De hecho, tenía cierto sentido, y desde luego era algo que a Geary no se le habría ocurrido nunca. ¿Estaba Falco en lo cierto? Sin duda los síndicos habían notado los efectos de las pérdidas que la flota de la Alianza había causado entre los suyos durante los últimos meses. Habían perdido muchas naves. ¿Se atreverían a dejar Lakota con pocas defensas al creer que la flota de la Alianza no iría allí?
Falco no sabía nada sobre la destrucción de la puerta hipernética de Sancere, ni que los síndicos ya habían demostrado estar dispuestos a destruirlas con tal de que la Alianza no las utilizase. Sin embargo, estos últimos sabían que la flota de la Alianza estaba al tanto.
—Habrá una fuerza de defensa defendiendo la puerta —comentó Geary—, pero no se pueden permitir tener una flotilla decente en el sistema.
—Exacto —dijo Falco con aire condescendiente—. No será algo de lo que no nos podamos ocupar. Podemos deshacernos de los defensores, bombardear el mundo habitado e irnos adonde queramos.
Era posible, aunque Geary no tenía intención de bombardear objetivos civiles. El material de Baldur que el teniente Íger le había mostrado había confirmado su opinión de que la estrategia de la Alianza de combate total era contraproducente. La mayoría de los Mundos Síndicos temía a la Alianza, tenía miedo de que destruyesen sus casas, por lo que se entregaban para derrotarlos. No obstante, ¿era correcto el resto del razonamiento de Falco? ¿Estaba totalmente loco o se mostraba a la vez astuto como un zorro?
Geary analizó el visor. Si usaban los dispositivos de salto, Lakota les daba acceso a tres sistemas estelares cercanos a Ixion.
Podía funcionar.
—Gracias, capitán Falco. Disculpe las molestias. —Este volvió a sonreír, y Geary sintió como si un puñal se le clavase en el corazón ante el hecho de verse engañando a un hombre enfermo—. ¿Qué tal está?
Falco frunció ligeramente el ceño.
—¿Que qué tal estoy? Bien, por supuesto. Un poco estresado por estar al mando. Ya sabe a qué me refiero. Sin embargo, es un honor poder servir a la Alianza tanto como pueda. Es mi deber. —Volvió a sonreír.
—¿Necesita algo?
—Deberíamos tener una reunión de la flota en breve. Organícela, capitán...
—Geary.
—¿En serio? ¿Guarda alguna relación con el mítico héroe?
Geary asintió con la cabeza.
—Alguna, sí.
—Increíble. Y ahora, si me disculpa, el deber me llama. —Falco se levantó y miró a su alrededor algo confundido.
Geary cortó la conexión, y la imagen de Falco desapareció.
Joder, joder, joder
.
—¿A Lakota? —dijo Victoria Rione casi gritando—. ¿De dónde has sacado esa idea? —Su cara se iluminó, horrorizada al darse cuenta—. Esta tarde hablaste con el capitán Falco. ¿Es cosa suya? ¿Cómo lo has escuchado siquiera?
—Yo... —Geary la miró durante un instante—. ¿Sabes que hablé con Falco? Configuré esa conversación con el nivel de seguridad más alto.
—No sé de qué hablasteis, si te hace sentirte mejor. —Rione se dio la vuelta, negando con la cabeza—. Por favor, dime que no le pediste consejo.
—No con esas palabras. —Geary se puso a la defensiva y supo que Rione tenía toda la razón del mundo para mostrar incredulidad—. Quería saber qué es lo que él haría.
—¡Algo estúpido! ¡Yo misma te lo podía haber dicho!
—No quiere que vayamos a T’negu.
Rione se giró para estar frente a frente con él, luego lo miró con los ojos entreabiertos.
—Falco cree que en T’negu habrá una trampa.
Rione levantó los brazos.
—Resulta que ahora estoy de acuerdo con el capitán Falco en algo. Nunca pensé que fuese posible.
Geary se aseguró de que la escotilla de su camarote estuviese perfectamente cerrada. No quería que nadie escuchase aquella discusión.
—Mira, yo no iría a Lakota.
—Pues no lo hagas.
—Los síndicos probablemente saben que no iría —dijo Geary con tanta paciencia como pudo—. Saben cuáles son los lugares a los que seguramente iría, a alguno de los sistemas cercanos a Ixion. También tienen clara la ruta que la flota debería seguir si escogiese la más directa hacia casa. Lakota no cuadra con ninguno de esos razonamientos.
—¡Porque ir allí es estúpido!
—¡Los síndicos saben que ir allí sería estúpido, y nosotros también, por lo que es posible que sea lo que menos se esperan!
Rione se quedó mirándolo.
—¿Lo dices en serio?
—¡Sí! —Geary avanzó unos pasos, encendió el visor estelar de su camarote y lo centró en Ixion—. T’negu es un objetivo demasiado claro. No podemos ir sin esperar que todos los puntos de salto estén repletos de muchas más minas de las que nos encontramos aquí. Volver a Daiquón valdría para poco más que para minar la moral de la flota y quizá para dejarnos en una posición franca para la fuerza síndica que pueda estar persiguiéndonos por los sistemas por los que hemos pasado. Vosta nos hace retroceder, y desde ahí solo hay dos sistemas estelares accesibles mediante salto. Kopara ni nos aleja ni nos retrasa, ni avanzamos ni retrocedemos en nuestro camino hacia el espacio de la Alianza y, además, desde allí solo hay acceso a una estrella. Dansik, según Inteligencia, y los datos que hemos conseguido: se trata de una central regional militar, por lo que estará fuertemente defendida. Solo nos queda Lakota.
Rione miró al visor y luego a Geary, impasible. Luego volvió a mirar la pantalla.
—¿Qué haría el capitán Geary?
—Vosta. —Frunció el ceño mientras miraba el visor—. Para despistar a nuestros posibles perseguidores.
—Pero los síndicos ya te han visto retroceder de ese modo otras veces.
—Sí.
—¿No pensarán que vas a Kopara?
—Lo dudo. Les bastaría con situar una fuerza importante en cada uno de los sistemas estelares para atraparnos. Sería maravilloso que pensasen que soy imbécil, pero no puedo contar con ello.
La expresión de Rione se endureció.
—Has conseguido traernos a Ixion, y ahora ninguna de las opciones te gusta.
Le dieron ganas de responder con un rugido, pero se dio cuenta de que tenía razón.
—La verdad es que no creía que pudiésemos llegar a Ixion. Pensé que los síndicos reaccionarían más rápido, y que en Daiquón nos desviaríamos de nuestra ruta hacia la Alianza.
—Así que ¿ahora basas tus planes en la esperanza de que los síndicos no crean que eres estúpido? ¡Por favor, escucha lo que estás diciendo! ¡Le has pedido consejo a Falco! Siempre ha sido un idiota, pero ahora es un idiota loco. —Rione paseó alrededor del visor estelar, con la cabeza entre las manos—. John, no lo hagas. No lleves la flota a Lakota.
Nunca antes lo había llamado solamente por el nombre.
—Las otras opciones no son mejores. Si funciona...
—¿Si funciona? ¿Y si no lo hace? ¿Qué haremos entonces?
—Podemos evitar entrar en combate, avanzar a través del sistema, y saltar a otro objetivo.
Rione bajó la cabeza.
—¿Crees realmente que la flota te permitirá evitar el combate? Sí, te lo permitieron después de las bajas sufridas en el sistema nativo síndico, cuando todo el mundo estaba tan conmocionado que dejó a un lado sus impulsos suicidas. No obstante, si intentas evitar el combate en Lakota, algunas de tus naves te desobedecerán para abalanzarse sobre el enemigo, ¿qué harás entonces?
No había considerado aquella posibilidad. Geary miró a través de la figura que le hablaba, pensativo.
—¿Crees realmente que algunos serían capaces de hacer eso? Los que están en mi contra, gente como Casia, no parecen el tipo de persona que se aventura a cargar heroicamente sin demasiadas posibilidades.
—¡No son esos quienes deben preocuparte! ¿Qué es lo que las estrellas del firmamento te han dado en lugar de cerebro, John Geary? —Se acercó a él y lo cogió por los brazos—. ¡Los más peligrosos son los que creen en ti lo suficiente como para ofrecerte el puesto de dictador pero, sin embargo, no creen lo suficiente como para cambiar su forma de pensar! Pregúntaselo a los oficiales en los que más confías, como Duellos. Él podrá decírtelo. Incluso Desjani te lo diría. ¡Prueba si no me crees!
Aquello tenía bastante sentido.
—Supongo que a veces es bueno pensar como un político.
—Gracias, creo. —Se separó de él y señaló de nuevo el visor—. No te ven capaz de ir a Kopara...
—¡No! ¡Si nos atrapan ahí, no habrá salida! Con Lakota tenemos otras opciones. —Observó durante un instante la pantalla, y luego miró a Rione—. ¿Por qué no lo has dicho?
Ella le devolvió la mirada.
—¿El qué?
—Amenazarme con decir a las naves de la República Callas y de la Federación Rift que no sigan mis órdenes. ¿Por qué no me has dicho que estarías dispuesta a hacerlo?
—Porque no lanzo amenazas que no puedo mantener —respondió Rione enfadada—. Por favor, no esperes que me crea que no sabes que la lealtad de mis comandantes está dividida. No importa lo que diga; muchos de ellos te seguirán de todos modos.
—¿En serio? —Pareció mostrarse sorprendido—. Nunca he intentado que su lealtad...
—¡Venga ya! —gritó Rione, furiosa. Volvió a ponerse a su lado, y le dio un puñetazo en el pecho—. ¿Te crees que voy a creerme que eres tan estúpido? ¡Tienen fe en ti, John Geary! ¡Porque has llegado hasta aquí, hasta tan lejos, y porque has conseguido victorias increíbles por el camino! ¡Creen que eres Black Jack y que salvarás a la Alianza! No te ven como un político, y en eso tienen razón. Pero te has ganado su confianza. —Apoyó el dedo índice con fuerza sobre el visor—. ¡No recompenses su fe llevándolos a Lakota!
—Joder. —Geary se dejó caer en un asiento cercano, al sentirse de repente cansado—. ¿Es que te crees que hago otra cosa que no sea buscar lo mejor para las personas que han depositado su confianza en mí?
La ira de Rione se desvaneció, y lo observó con impotencia.
—¿Qué vas a hacer?
—Organizar una reunión y ver cómo reaccionan ante lo de Lakota.
—Les encantará. El típico golpe genial de
Black Jack
Geary. —Rione se dejó caer también en un asiento.
Después de un minuto en silencio, Geary la miró fijamente.
—Señora copresidenta, ¿alguna vez había escuchado hablar sobre algo llamado Complejo de Geary?
Rione levantó la cabeza y arqueó una ceja.
—Sí, la primera vez que lo escuché fue hace años, mientras un compañero senador me hablaba del capitán Falco. ¿Al final te has enterado?
—Me resulta curioso que nunca me hayas acusado de sufrirlo.
—Difícilmente se te podría acusar de imaginar que eres el capitán John Geary.
—Creo que hay por lo menos un médico en la flota que lo sospecha —dijo secamente—. No lo entiendo. Ahora te comportas de forma distinta.
—Bueno, gracias. —A Rione le costó decirlo—. ¿Qué se supone que significa eso?
—Entre otras cosas, que ya no me sermoneas sobre los peligros que representa Black Jack, sobre lo que podría pasar si empiezo a creerme que soy él de verdad.
Rione se encogió de hombros.
—Ya te he dicho esas cosas muchas veces, y parece que es algo que tienes bastante en cuenta. Repetírtelo seguramente sería exagerado.
—Hasta ahora eso nunca te había detenido.
—A lo mejor es el momento de que te llame la atención sobre ese sentido del humor que tienes —dijo Rione con un tono de voz casi peligroso—. ¿Intentas decirme algo?
—Sí. —Geary la analizó antes de seguir—. Estás bastante en contra de la idea de llevar la flota a Lakota. Crees que estoy equivocado, que quiero estar a la altura de Black Jack. Pero no te has puesto como una loca, ni has hecho saltar el camarote por los aires, ni siquiera me has dicho nada sobre lo que podría pasarme a mí personalmente si empiezo a comportarme como Black Jack. ¿Por qué no lo has hecho?
Se encogió de hombros, y miró en otra dirección.
—A lo mejor quiero ser imprevisible. Sabes que lo haría, y sé que lo sabes, por eso hago algo distinto esta vez. Aunque en este caso no es algo estúpido.
—Mira quién fue a hablar de sentido del humor. —Geary eliminó cualquier rastro de burla o fingimiento—. En serio. ¿Qué pasa?
Rione tardó un rato en responder. Luego volvió para mirarlo directamente.
—Te seré sincera. Hasta ahora he lanzado muchas advertencias funestas con relación a tus planes. Siempre he estado segura de tener la razón, y siempre ha resultado que estaba equivocada, y el que tenía razón eras tú. Sancere es solo el mejor ejemplo de mis errores. No hay manera de saber dónde estaría esta flota si me hubieses hecho caso, pero dudo mucho de que estuviese en mejor estado que ahora o que nuestros enemigos sufriesen tantas bajas.
—¿Confías en mí? —Su sorpresa casi se hizo patente.
Rione sonrió sardónicamente.
—Me temo que sí. Creo que ir a Lakota es un error. Ya te lo he dicho, y te he expuesto mis razones. Tú me has escuchado. Sí, me he dado cuenta de que lo has hecho. Ahora bien, teniendo en cuenta nuestros historiales, no creo que tenga derecho a ir de nuevo en contra de tu instinto. Has estado en lo cierto demasiadas veces como para hacerlo. —Hizo una pausa, buscando algo con los ojos—. Sí, ya sé que ahora la preocupación de esos instintos recae sobre mí. No estás seguro de por qué he vuelto a tu lado, de por qué me metí en tu cama por primera vez y de por qué ahora he vuelto a hacerlo.
Él asintió con la cabeza.
—Es cierto.
—Y tampoco me lo vas a preguntar porque no sabes si creerías lo que te diga. No lo niegues. Siento tus dudas, y me lo merezco.
—No he dicho que...
—No tienes que hacerlo. —Rione extendió los brazos con las manos abiertas—. ¿Quieres que te diga que te quiero? No voy a hacerlo. Ya sabes a quién pertenece mi corazón.
—Entonces —dijo Geary—, ¿por qué pasas la noche conmigo?
—Eres irresistible para las mujeres, ¿no lo sabías? —Rione se echó a reír—. Deberías ver la cara que has puesto.
Él le devolvió la sonrisa, y se dio cuenta de que Rione nunca respondería claramente, de que solo pronunciaría más palabras, y de que nunca podría saber si eran sinceras.
—Reflexionaré algo más sobre el tema.
—¿Sobre Lakota? ¿En serio? —Rione dejó de reírse, y luego asintió con la cabeza—. Quizá esa sea la razón por la que vuelvo a estar a tu lado, John Geary. Quizá por eso volveré a pasar la noche contigo.
—¿Y cuando volvamos al espacio de la Alianza? Supongamos que llegamos. ¿Saldrás de esta nave conmigo del brazo? ¿Seguirás pasando las noches conmigo?