—Y entonces te encontraste con que te habías convertido en Black Jack, el héroe mítico de la Alianza —dijo Rione con tranquilidad.
—Sí. Lo único que me salvó fue asumir el mando de la flota. Me obligó a salir de mi madriguera. —Recordó el frío que lo invadió al principio, y que había intentado erigir un muro helado entre él y el mundo que lo rodeaba—. Si no fuese por eso... —Geary sacudió la cabeza.
—Tuvimos suerte, tanto tú como nosotros —dijo Rione.
—¿Y tú, tuviste suerte? —le preguntó Geary.
—¿Yo? —Rione suspiró—. Me pregunto si mi marido es una de esas luces. Me pregunto qué es lo que mis antepasados piensan de mí. Y me pregunto qué nos esperará en Lakota, y qué le deparará el futuro a la Alianza. ¿Crees que es una suerte vivir en estos tiempos y enfrentarse a estas situaciones?
—No es suerte de la buena, desde luego.
—No, la verdad es que no.
Al menos siempre había papeleo del que ocuparse y con el que pasar el tiempo. Así se distraía y se olvidaba de sus preocupaciones sobre lo que les esperaba en Lakota, aunque se imprimía tan poco en papel que se preguntaba por qué le llamarían de aquel modo. Geary frunció el ceño al ver un mensaje procedente de la
Furiosa
. No deberían mandarle informes rutinarios de transferencias de personal administrativo ni siquiera a modo de copia informativa. Si eso pasase, se vería enterrado en un montón de papeleo.
Luego vio el nombre del transferido y llamó a la capitana Desjani.
—Me ha llegado una orden de transferencia de la
Furiosa
y...
—Sí, señor. Ahora mismo bajo para hablar del tema, señor.
Geary esperó, preguntándose qué pasaría, hasta que, finalmente, llegó la capitana Desjani. Le invitó a sentarse, y ella lo hizo, firme, tal y como siempre solía hacer. Desde que había escuchado los rumores que afirmaban que podía haber una relación entre ellos, Geary había dejado de pedirle que se relajase. Se preguntó si la orden tendría algo que ver con aquello.
—Es una orden para transferir al teniente Casell Riva de la
Furiosa
a la
Avanbrazo
.
La expresión de Desjani no cambió mientras asentía con la cabeza.
—Quizá encaje más en un crucero pesado, pero las necesidades de la flota están por encima.
—Ya veo. —
No, no veo nada de nada
—. ¿Estaba al tanto de esto?
—La capitana Crésida me informó de que tenía intención de transferir al teniente Riva, señor.
—¿Y le parece bien?
—Señor, no puedo preocuparme por el destino de los oficiales de bajo rango de otras naves.
Geary intentó que no se notase su sorpresa.
—Por lo general, eso sería verdad. A mí tampoco debería preocuparme, pero por lo que he oído, tenía esperanzas de volver con el teniente Riva.
¿Cuánto hacía que no hablaba del tema con Desjani? No estaba seguro. Había pasado demasiado tiempo dedicado a su relación con Rione y a las discusiones que habían derivado de ello, sin contar los rumores sobre su relación con la capitana. Estaba claro que había pasado demasiado desde la última vez que se interesó por la vida personal de Desjani.
Ella se encogió de hombros.
—La copresidenta Rione y yo tenemos algunas cosas en común, señor.
Ella debió de leer su expresión, porque añadió cuidadosamente:
—Fantasmas de nuestro pasado, que nos traen viejas emociones y que alborotan nuestras ruinas personales con su vuelta.
—No lo entiendo. Pensé que usted y el teniente Riva...
Desjani negó con la cabeza.
—El teniente Riva está muy interesado en una oficial compañera de la
Furiosa
, y ha decidido actuar en consecuencia.
—Pero...
—Sí, señor. La capitana Crésida ha tenido que tomar medidas contra él por violar el buen orden y las reglas de disciplina. Al menos eso he oído. El teniente Riva no se dignó siquiera a informarme sobre sus nuevos intereses.
Obviamente, para Desjani el teniente Casell Riva ya no era «Casell», y tampoco es que Geary pudiese culparla.
Mierda, fui yo quien le sugirió a Desjani que enviase a Riva a una nave como la
Furiosa.
—Lo siento.
Ella respondió como si le diese igual.
—Él se lo pierde, señor.
—Está claro.
—Aunque es extraño —continuó Desjani, mirando a través de Geary—. A veces pensaba que era como si el teniente Riva hubiese pasado en hibernación el tiempo que estuvo prisionero. Seguía igual, con su vida y su carrera estancadas, en el mismo lugar en que las había dejado cuando lo capturaron, como si también las encarcelasen en el campo de trabajos forzados síndico. Todo, excepto su edad, es tal como lo recordaba. —Hizo una pausa, pensativa—. Cuando superó la conmoción de verse rescatado, de encontrarse vivo, creo que empezó a desagradarle que yo sí hubiese cambiado. Ya no era el teniente que había visto hacía tanto tiempo, el que recordaba mientras estaba cautivo.
—Si pasó tanto tiempo pensando en ti en aquel campo, me sorprende que no te fuese fiel cuando salió.
En la cara de Desjani se dibujó una sonrisa, pero no era de alegría.
—No he dicho que le fuese fiel a mi memoria, señor. Había muchas mujeres en el campo de trabajo. El teniente Riva estuvo abierto a relaciones temporales. Él mismo lo admitió, y tampoco lo culpo. Aunque debería haberme preguntado el porqué de las relaciones temporales.
—¿Cree que estaba celoso —preguntó Geary— porque es capitana y tiene su propia nave?
—Eso me pareció. El teniente Riva se sentía frustrado al ver a oficiales menores que él con rangos mayores. Le dije que probablemente ascendería rápido, pero parece que creía que debería ser ya, que tenía que pasar todo de repente, como si quisiese alcanzar en un instante a aquel mundo que tanto había cambiado sin él. —Hizo una mueca—. La persona con la que empezó la relación en la
Furiosa
era una alférez casi la mitad de joven que él.
—Eso no suele ser un buen camino para alguien que intenta subir su ego —dijo Geary—. En cualquier caso, lo siento.
Desjani sonrió ligeramente, esta vez de verdad.
—Creo que merezco a alguien mejor, señor.
—De eso no hay duda. Gracias, Tanya. Siento haberle dado la lata con esto.
—Le agradezco que se preocupe, señor. —La expresión de Desjani se volvió lúgubre—. Debería ser más consciente de que no hay sitio en mi vida para relaciones. Ya tengo una a jornada completa con un caballero llamado
Intrépido
, que requiere toda mi atención.
—Conozco ese sentimiento —dijo Geary—. La persona al mando de la flota tampoco tiene demasiado espacio para la vida personal. Es una buena capitana.
—Gracias, señor. —Desjani se levantó y se dio la vuelta para marcharse. Luego volvió a girarse—. Señor, ¿puedo hacerle una pregunta personal?
—Se ha ganado el derecho a hacerlo —respondió Geary—. Hemos estado hablando de su vida. ¿De qué se trata?
—¿Cómo le va a usted y a la copresidenta Rione?
Geary no supo muy bien qué expresión era la más adecuada. Al final acabó sonriendo y frunciendo el ceño ligeramente.
—Bien, creo.
—Yo... estoy sorprendida, señor. No esperaba que volviese con usted.
Él negó con la cabeza.
—Yo tampoco.
Desjani vaciló.
—¿Le importa, señor?
—Creo que sí. —Geary se rió durante un instante—. Mierda, en realidad no lo sé, pero creo que sí.
—Y usted, ¿le importa a ella?
—No estoy seguro. —Si había alguien con quien pudiese sincerarse con respecto a aquello, sin duda era Desjani—. No lo sé. No me da muchas pistas sobre lo que siente.
—Lo hizo una vez, señor —dijo en voz baja—. No puedo decirle lo que la copresidenta siente ahora mismo, pero no creo que le afectase tanto descubrir que su marido podría estar vivo si no sintiese nada por usted. Bueno, esa es mi opinión, claro.
Geary no se había parado a pensar en ese detalle.
—Gracias por decírmelo. No siempre puedo... bueno...
—¿No siempre puede saber si lo que dice es verdad? —se adelantó Desjani, sonriendo tímidamente.
Geary le devolvió la sonrisa.
—Exacto. Rione es una política, pero me enteré cuando ya estaba dentro.
—Unos políticos son peores que otros, por lo tanto algunos son mejores. Y aunque sean malos, los hay más indeseables.
—¿En serio? Bueno, sí, los abogados, por ejemplo.
—Sí, señor —dijo Desjani—. O los agentes literarios. Yo podía haber sido una de ellos.
—¿Lo dice en serio? —Geary la miró fijamente, intentando imaginarse a la capitana del
Intrépido
sentada en una oficina en algún lugar, en algún planeta, leyendo y vendiendo relatos de aventuras en lugar de vivirlas.
—Mi tío me ofreció un trabajo en su agencia antes unirme a la flota —comenzó a explicarle Desjani—, pero dejando a un lado lo demás, aceptar aquel trabajo habría significado tener que trabajar con escritores, y ya sabe cómo son.
—Algo me han dicho, sí. —Geary no pudo evitar sonreír—. ¿Es verdad eso que me acaba de decir?
—A lo mejor, señor.
Desjani se marchó, pero Geary se quedó mirando la escotilla cerrada durante un momento. Estaba bien poder relajarse un rato con Desjani. Intercambiaba experiencias con él, algunas de ellas fruto de carreras distintas en la flota que, pese a estar separadas por cien años, compartían los elementos a los que todo oficial y navegante se tenía que enfrentar desde el mismo comienzo de la raza humana. Otros pasaban el tiempo en la nave juntos, lidiando con la presión derivada de estar al mando, o se peleaban. Geary se dio cuenta de que era fácil hablar con Desjani.
Me pregunto qué habría pasado si no tuviese a Desjani como subordinada, pero siguiese estando en esta nave. Si no estuviésemos sometidos al honor y al deber...
No sigas por ahí. Ni se te ocurra pensarlo siquiera. Eso no es lo que pasó, ni lo que va a pasar
.
Se despertó y supo que pasaba bastante de medianoche según los horarios de la nave. Si todo salía bien, la flota llegaría a Lakota a una hora razonable, cuando todo el mundo hubiese gozado de una buena noche para descansar y de un desayuno tranquilo. Bueno, eso suponiendo que alguien pudiese tener una buena noche justo antes de llegar a un sistema enemigo con un número indeterminado de naves síndicas; o estómago para desayunar cuando estás de los nervios porque sabes que seguramente tendrás que enfrentarte a un combate inminente. Pese a todo, tener la oportunidad de hacer todo aquello debería reconfortarlos de algún modo.
Aunque la humanidad había descubierto cómo romper algunas de las leyes del universo en determinadas circunstancias y usar dispositivos de salto para viajar entre estrellas a más velocidad que la luz, hacerlo tenía sus propias normas. Moverse por el espacio de salto desde Ixion a Lakota llevaba un tiempo determinado, ni más ni menos. La flota de la Alianza saldría de nuevo al espacio normal en el punto de salto de Lakota en cero cuatrocientos de la mañana, según el calendario que seguían las naves para mantener los biorritmos humanos contentos.
Cuatro horas eran demasiadas como para quedarse tumbado y despierto al lado de Victoria Rione, que parecía seguir durmiendo. Era algo bastante inusual, por lo que no la despertó. Fuesen cuales fuesen sus pensamientos o sus sentimientos, de noche habían producido una agitación más que notable en quien compartía cama con ella.
Se levantó con cuidado, se vistió en silencio y se marchó. Justo cuando estaba en la entrada, se paró para mirar durante un instante a Rione antes de que la escotilla se cerrase. Fue entonces cuando la escuchó hablar, totalmente despierta:
—Nos vemos en el puente.
—Vale.
Perfecto. Ni siquiera sabía cuándo estaba realmente dormida, ni por qué había simulado no estar despierta hasta que se marchó, y había dejado que se diese cuenta en el último momento de que lo había engañado.
La capitana Desjani estaba ya totalmente despejada, sentada en su puesto de mando en el puente, comprobando los preparativos para el combate. De repente se giró hacia él, con una mirada de confianza.
—Llega pronto, señor.
—Me cuesta un poco dormir. —Se pasó un rato observando los informes que había estudiado durante días, y luego se volvió a poner de pie—. Voy a dar una vuelta.
Tal y como había supuesto, casi toda la tripulación parecía estar ya despierta, como él. Incluso los que habían terminado las guardias de medianoche seguían sin ir a dormir, pasando el tiempo, nerviosos, entre toda la gente que había en los comedores o en las zonas de servicio. Geary intentó aparentar tranquilidad y confianza mientras caminaba entre ellos, intercambiando saludos y hablando brevemente con algunos sobre sus hogares y sobre como, con toda seguridad, derrotarían de nuevo a los síndicos en el sistema Lakota. Cuando la conversación tocaba el tema de la fecha de regreso a casa, Geary intentaba ser sincero. No sabía cuándo volverían definitivamente al espacio de la Alianza, pero hacía todo lo que podía para conseguirlo.
Y confiaban en él. Creían lo que les decía. Ponían sus vidas en sus manos. Tenían fe en que salvaría la Alianza, aunque aquella expresión no siempre significase lo mismo, pues dependía de quién lo dijese.
Prestó más atención a lo que la tripulación del
Intrépido
contaba sobre sus hogares, sobre la Alianza, para intentar ver si expresaban de algún modo su frustración con los políticos, si mostraban aquellos sentimientos de culpabilidad relacionados con el devenir de la guerra. Es posible que estuviese especialmente sensible con respecto a aquello, pero a Geary le pareció escuchar más comentarios que antes.
Tal y como me dijo Rione, no importa tanto lo que digas como lo que la gente cree oír. Antes no escuchaba tantas habladurías
.
No me extraña que estén tan contentos con el «milagroso» retorno de
Black Jack
Geary. Lo que ellos querían no era un líder militar, sin más, sino alguien que liderase a toda la Alianza. Que mis antepasados me ayuden
.
Volvió al puente de mando cuando quedaba aproximadamente una hora para llegar a Lakota, y se encontró a Rione en el asiento destinado a los observadores, hablando con Desjani con aparente tranquilidad.
Lo único que podía hacer para matar el tiempo era ejecutar el visor estelar y encontrar un objetivo si finalmente la flota no podía utilizar la puerta hipernética síndica que había en Lakota, que era lo más probable. Como de costumbre, la falta de presencia humana en los sistemas estelares cercanos era molesta, cuando no exasperante. Branwyn parecía relativamente segura, pero sus pequeños asentamientos y sus instalaciones mineras habían sido abandonados hacía décadas según los últimos informes que Geary tenía en su poder. También era posible que hubiese síndicos para evitar que consiguiesen más materiales para las naves auxiliares. Por otra parte, ir hacia Branwyn implicaba seguir avanzando hacia el espacio de la Alianza. ¿Habrían minado ya sus puntos de salto? ¿Estarían ya las fuerzas de bloqueo síndicas tomando posiciones?