Osada (12 page)

Read Osada Online

Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

—¿Ocurre algo? O debería decir, ¿ocurre algo más?

Geary sonrió ligeramente, y asintió con la cabeza reconociendo el acierto del comentario.

—Nada que no se mencionase en la reunión, creo.

—Las mismas intrigas oscuras y las mismas discusiones contraproducentes de siempre —dijo Duellos, mientas se observaba las uñas.

—Exacto. —La habitual actitud casi irrespetuosa y rebelde por parte de algunos de los oficiales de la flota—. Siento curiosidad por algo.

La figura de Duellos se levantó, caminó hasta ponerse frente a Geary, y volvió a sentarse.

—¿Asuntos de política? ¿Personal?

—Ambos. Pero en primer lugar, ¿qué me puede decir del capitán Casia?

Duellos hizo una mueca con la boca.

—Es un oficial de méritos bastante modestos, tan modestos que incluso ha sido superado por el capitán Numos. ¿Qué sucede?, ¿se pregunta por qué fue tan molesto en esta reunión y en la anterior?

—Exacto.

—Porque actualmente tanto Numos como la capitana Faresa están arrestados. Eso deja un vacío de poder en la Tercera División de Acorazados —comentó Duellos—. Supongo que ya se ha dado cuenta, pero esa división ha sido el agujero al que mandar a los oficiales al mando más problemáticos.

Geary reflexionó sobre lo que acababa de oír. En su época, con tan pocos buques capitales disponibles, la idea de dedicar una división de acorazados para aislar a los oficiales problemáticos era impensable.

—¿Cómo de problemático es Casia?

—Es difícil saberlo —reconoció Duellos, con el ceño fruncido—. En solitario, lo más probable es que solo moleste bastante. No obstante, si actúa como punta de lanza para aquellos que discuten su mando, podría ser la cabeza visible que esconda otros oficiales más capaces que quieren mantener sus verdaderas motivaciones ocultas.

Por desgracia, aquellas palabras coincidían con los peores miedos de Geary.

—¿Se atrevería a especular sobre quiénes podrían ser esos oficiales?

Duellos evidenció su incomodidad ante aquella pregunta.

—Preferiría que no, señor. Si tuviese alguna evidencia, o conocimiento directo, sería una cosa; pero prefiero no acusar a nadie basándome solo en especulaciones.

—Lo entiendo. La verdad, tampoco quiero ser el tipo de comandante que intenta espiar a los subordinados que podrían traerle problemas.

Nunca se había imaginado como ese tipo de comandante, de hecho, un siglo atrás la cultura de la flota no habría aceptado un comportamiento como ese.

—Tampoco es algo insólito —afirmó Duellos—. Supongo que ya se ha dado cuenta de que va en contra de la práctica común al no intentar espiar a los comandantes subordinados para averiguar en quién puede confiar y en quién no.

Por alguna razón, aquello hizo que en la boca de Geary se dibujase una sonrisa irónica.

—Hace un siglo se suponía que un comandante debería estar cualificado para realizar ese tipo de juicios sin recurrir al espionaje.

—Eran tiempos más simples. Como tantas otras cosas, ese tipo de prácticas, usuales hoy en día, se excusan con el hecho de tener que luchar por la supervivencia.

—Menuda excusa, ¿no? Dudo mucho que a nuestros antepasados les agrade. —Geary sacudió la cabeza—. Me niego a realizar una caza de brujas contra mis oficiales.

Duellos observó a Geary durante un rato.

—¿Y si el precio que hay que pagar por su honor fuese la pérdida de esta flota y de la guerra por parte de la Alianza?

—¿Intenta convencerme para actuar en contra de mis oficiales basándome en meras sospechas? —le preguntó Geary—. Me sorprende.

—¿Y le decepciona? —Duellos movió la mano en el aire con gesto desdeñoso—. Tiendo a pensar que si esta flota llega a casa, será porque recordamos aquello que honraron nuestros antepasados. —Su mirada se dirigió al campo de estrellas de uno de los mamparos—. Parece obvio, de hecho. Aunque lamentables, algunas prácticas adoptadas durante el último siglo han demostrado ser necesarias si lo que queremos es ganar la guerra. Aunque parezca mentira, todavía no hemos ganado. Supongo que se preguntará si nadie se ha cuestionado estas prácticas, como ya he dicho, lamentables pero a la vez necesarias, y que no han producido los resultados deseados. Pues bien, no hasta que llegó usted y nos hizo pensar en ello en lugar de aceptarlo sin más. —Duellos suspiró—. Bah, solo estoy jugando a ser el abogado del diablo, capitán Geary. Todo comandante necesita a alguien así, ¿verdad?

—Uno por lo menos —convino Geary.

—Y usted no solo me tiene a mí, sino también a la copresidenta Rione. —Duellos escudriñó a Geary con la mirada—. ¿Cómo va? Si me permite la pregunta.

—Sus conjeturas seguramente son tan buenas como las mías.

—Es una mujer fuerte, y firme, y tan respetada como puede llegar a serlo una política en esta flota.

—Tengo bastante experiencia en lo que respecta a las dos primeras características, y tampoco es que ponga en duda la última. —Geary se encogió de hombros—. Se ha mostrado distante desde Ilión. No sé por qué, y tampoco me lo va a decir.

—Los comandantes de las naves pertenecientes a la Federación Rift y a la República Callas me han comentado que la copresidenta Rione, en contra de lo habitual, ha perdido algo de contacto con ellos últimamente —observó Duellos—. Parece que también se muestra más distante con ellos.

—Qué raro. Veré qué puedo averiguar. Es muy extraño que alguien como ella se comporte de ese modo.

Pensaba que era por algo que yo había hecho. Pero entonces, ¿por qué Rione actúa del mismo modo con las naves de su propia república? Por lo que sé, a Rione le preocupan personalmente esas naves y sus tripulantes.

Duellos asintió con la cabeza.

—Hablando de cosas extrañas..., me he percatado de un detalle, pero no acabo de entenderlo. Mi última piedra en el zapato, el capitán Casia, está al mando de un acorazado —afirmó Geary.

—Así es —dijo Duellos, preguntándose claramente por qué comentaba eso Geary.

—También lo son, o lo eran, gente como Numos, Faresa y Kerestes. Por otro lado, tengo comandantes como usted mismo, como Desjani, Tulev y Crésida, que son unos oficiales excelentes, y todos están al mando de cruceros de batalla. —Duellos extendió las manos, como burlándose de sí mismo en un gesto de humildad, y asintió—. ¿Por qué?

—¿Cómo que por qué?

—¿Por qué son mis comandantes de los acorazados peores que los de los cruceros de batalla? —preguntó Geary bruscamente.

Duellos tenía la misma cara de sorpresa que si le preguntasen por qué el espacio era oscuro.

—Así es como funciona la flota. Los mejores oficiales van a los cruceros de batalla. Los que no se consideran suficientemente buenos como para estar al mando de un crucero de batalla van a los acorazados.

Geary esperaba algo más, pero a Duellos no le pareció que aquello necesitase mayor explicación.

—Vale, es el modo en que funciona, pero ¿por qué? En mi época, los acorazados eran lo más prestigioso para un comandante. Los cruceros de batalla también eran importantes, pero estaban por debajo de los acorazados.

Aquella debía de ser la primera ocasión en la que Geary sorprendía realmente a Duellos.

—¿Lo dice en serio? Pero los acorazados son lentos, pesados. También son poderosos, ¡pero no son los que lideran el ataque!

—¿Los que lideran el ataque?

—¡Claro! —Duellos realizó un gesto dramático—. Los cruceros de batalla son rápidos. Lideran las cargas, son los primeros en establecer contacto con el enemigo...

—Mueren antes y con mayor frecuencia porque carecen del nivel de defensa del que gozan los acorazados —dijo Geary, interrumpiéndolo.

—Lógicamente —dijo Duellos, dándole la razón pero mostrándose perplejo al mismo tiempo—. No vamos a la guerra para escondernos tras nuestras defensas, vamos a luchar. Y los cruceros de batalla están en primera línea.

De repente todo tenía sentido. La flota tenía una cultura que valoraba el combate por encima de todo, por lo que la mayor virtud residía en combatir con el enemigo lo antes posible, y que prácticamente desdeñaba cualquier cosa que pudiese llamarse defensa, en favor de buscar siempre el ataque. Por lo tanto, los mejores comandantes querrían aspirar al mando de las naves más ofensivas, y los peores serían enviados a las más centradas en tareas defensivas, por mucho armamento del que dispusiese.

Sin embargo, había un problema con aquella forma de pensar. Geary se preguntaba si había dado finalmente con una de las razones que habían mermado el liderazgo de la flota.

—Capitán Duellos, piense en lo que está haciendo la flota. Ha estado poniendo a los mejores oficiales al mando de las naves con más probabilidades de ser destruidas, y ha mantenido a los menos capaces en las más protegidas. ¿No le parece ese modo de obrar una locura a largo plazo?

Duellos frunció el ceño, pensativo.

—No lo había visto de esa manera. No obstante, la flota necesita a los mejores en las naves más rápidas y con menos capacidades defensivas. Un oficial poco capaz puede sobrevivir en un acorazado dado que es más difícil destruirlo, ya sabe.

Geary no pudo evitar echarse a reír.

—¿Es que el sistema está diseñado para proteger a los menos capaces?

Duellos frunció todavía más el ceño.

—Nunca había escuchado a nadie exponerlo de esa forma. Siempre se suele pensar que las defensas de una nave valen para compensar las deficiencias de su oficial al mando.

De algún modo, aquello casi parecía tener sentido.

—¿Los síndicos piensan igual?

—Pues no lo sé —admitió Duellos—. Supongo que sí.

Si era así, al menos ambos bandos habían trabajado duro para eliminar a los mejores oficiales en el menor tiempo posible. Una vez más, Geary se preguntó por qué una raza alienígena inteligente tendría que tomar medidas contra la humanidad, teniendo en cuenta que esta última demostraba una gran capacidad y un gran entusiasmo obrando en su propia contra.

—Al menos ahora comprendo algo importante. Que quede entre nosotros, pero creo que este procedimiento es una locura, aunque obviamente, por ahora no puedo cambiarlo.

Si seguía perdiendo cruceros de batalla, seguiría perdiendo a sus mejores oficiales. Pero tampoco se le ocurría una manera de evitar que los cruceros no interviniesen en combate si se enfrentaban a los síndicos. Además, sus mejores oficiales tampoco lo aceptarían. Iba totalmente en contra de lo que habían aprendido, de lo que creían, y de cómo luchaban.
Será mejor que piense en algún modo de preservar mis cruceros de batalla, o esta flota está perdida
.

—¿Hay algo más que deba saber y que todavía ignoro?

Duellos hizo una mueca, y pareció vacilar.

—¿Está al tanto de que sus enemigos siguen extendiendo rumores con la intención de socavar su mando?

—Sí, lo de siempre. ¿O es que hay algo nuevo?

Duellos frunció el ceño de modo todavía más acusado.

—No sé si decírselo, capitán Geary, pero seguramente se ha dado cuenta del encontronazo que han tenido la capitana Desjani y la comandante Yin al final de la reunión.

—Sí, claro, ¿y qué?

Duellos hablaba claramente con desgana.

—No creo que la capitana Desjani sepa nada, a menos que alguien que afirme ser su amigo se lo contase, pero usted debería estar al tanto de los rumores que pregonan que usted y la capitana tienen una relación.

Entonces fue Geary quien frunció el ceño.

—Supongo que se refiere a algo más que una mera relación profesional.

Duellos asintió con la cabeza, con una expresión que mostraba que no se sentía cómodo hablando de ese tema.

—¿Dicen que le pongo los cuernos a Rione? Supuse que toda la flota sabía lo mío con ella.

—Aparentemente es capaz de tener satisfechas a dos mujeres —dijo Duellos, y a continuación se dibujó una sonrisa sardónica en su boca—. Es un hombre supuestamente capaz de colmar los deseos tanto de Rione como de Desjani. Creo que debería ser algo digno de elevar su reputación.

—No tiene gracia —respondió Geary.

—No. Es algo que no solo atañe a su honor, sino también al de Desjani y, por ende, al de la copresidenta Rione. —Duellos se encogió de hombros—. Cualquier persona próxima a usted es un blanco fácil para sus oponentes.

—¿Incluido usted?

Duellos asintió sin decir nada. Geary sacudió la cabeza.

—No debería sorprenderme. Tendré cuidado con Desjani. Me aseguraré de no hacer nada que dé pie a pensar que hay algo entre nosotros, ni siquiera a la cabeza más malpensada.

—Los malpensados suelen tener una gran imaginación —comentó Duellos—. Si estuviese en mi nave, seguramente ya habría rumores sobre nuestra relación.

—Lo siento, capitán Duellos, pero no es mi tipo.

—Descuide. —Duellos respondió con una sonrisa—. Además, no creo que a mi esposa le hiciese gracia.

—Es lo que tienen las mujeres —dijo Geary, mientras recordaba que Duellos todavía tenía familia en el espacio de la Alianza. No pudo evitar mostrar una sonrisa burlona—. Para ser un hombre que supuestamente está con dos mujeres, no suelo tener suerte, precisamente.

—Mírelo por el lado bueno —dijo Duellos—, es más que probable que si estuviese poniéndole los cuernos a Rione con Desjani, o al revés, una de ellas, o incluso ambas, lo matasen y disfrutasen viéndolo morir. Las mujeres también tienen esas cosas.

—Sí, de hecho sí. Sobre todo las que son como Rione y Desjani. Gracias por ponerme sobre aviso. No quiero que se cuestione el honor de nadie por mi culpa. —Geary vaciló al venírsele a la mente otra pregunta a la vez que recordaba a Rione—. Eso que comentó el capitán Badaya sobre las puertas hipernéticas...

Duellos asintió con la cabeza, tranquilo.

—Conseguimos silenciar el tema.

—¿Cuánto saben exactamente?

—Podría extinguir una especie entera. —El capitán Duellos volvió a recostarse, y cerró los ojos por un instante—. Se pueden producir supernovas, o novas, en cada sistema estelar con una puerta hipernética. Disculpe, comandante, pero la capitana Crésida ha informado a un pequeño grupo sobre esta amenaza potencial. Ha previsto que podría necesitar ayuda con relación a ese tema. —Duellos abrió los ojos y miró a Geary con expresión severa—. Espero que no se enfade con ella. Creo que actuó sabiamente contándonoslo, como pudo comprobar durante la reunión cuando salió el tema.

—Sí, eso parece —admitió Geary—. Tiene razón. Demostró inteligencia al hacerlo. Sinceramente, me asusta que se sepa, pero si queremos evitar que suceda lo peor, algunos tienen que estar al tanto.

Other books

Lisa Shearin - Raine Benares 01 by Magic Lost, Trouble Found
Bad Heiress Day by Allie Pleiter
George Mills by Stanley Elkin
A Conflict of Interest by Adam Mitzner
The Boys of Summer by Roger Kahn
The Return of Moriarty by John E. Gardner
The Alpine Menace by Mary Daheim
Shameless by Burston, Paul