Osada (13 page)

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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

—¿A quién más se lo ha dicho?

—Solo a la copresidenta.

—Ah, a una senadora de la Alianza. —Duellos hizo una mueca—. El senado de la Alianza votaría a favor de usar las puertas hipernéticas para hacer explotar las que se encuentran en el espacio síndico. Lo sabe, ¿no?

—Eso dijo Rione. Y los síndicos podrían gozar del tiempo suficiente como para descubrir nuestros planes y actuar en consecuencia.

Duellos asintió con la cabeza, y de repente pareció mayor.

—Si vuelve con esta flota a casa, llevará con ella el conocimiento que permitiría eliminar la raza humana.

—Sí. —Geary bajó la cabeza y se frotó la frente—. ¿Quiere asumir el mando?

—No en su lugar. —Los ojos de Duellos se perdieron en el visor estelar—. A lo mejor las estrellas del firmamento han dado a la humanidad por imposible.

—Las estrellas del firmamento no crearon las puertas hipernéticas —respondió Geary con tono severo.

—Si son ellas quienes nos guían, es lo mismo...

—Alguien... algo nos ha entregado esa tecnología. Estoy seguro.

Duellos ponderó aquellas palabras durante un rato antes de responder.

—Algo... ¿no humano?

—Eso creo. Rione está de acuerdo conmigo. Creemos que están en el extremo del espacio síndico.

—Interesante idea. —Volvió a tomarse una pausa—. ¿Nos han dado veneno en forma de caramelo esperando que nos lo comamos?

—Podría ser. —Geary señaló el visor estelar—. Solo podemos especular sobre sus intenciones. Tienen razón al creer que la humanidad es suficientemente estúpida como para aceptar el regalo y suicidarse, pero se olvidan de algo importante.

Duellos elevó una ceja a causa de la curiosidad.

—Y eso es...

—Que no nos gusta que nos digan lo que tenemos que hacer, y que somos impredecibles.

El otro oficial sonrió.

—Cierto. ¿Debería compartir esta información?

—Sí. —Geary se paró a pensar durante un instante—. Cuénteselo a los mismos que están al tanto de lo de las puertas hipernéticas. Estaba tan ocupado preocupándome por quién podría saberlo, que me olvidé de asegurarme de que lo supiesen las personas adecuadas. Hágalo por si me pasa algo.

Duellos volvió a fruncir el ceño.

—Puede que nos hayamos vuelto ruines, pero la flota nunca ha contemplado el hecho de asesinar al oficial al mando como un mérito.

Geary no pudo evitar reírse.

—Lo siento, no pretendía insinuar eso; pero ya sabe, estamos en una guerra, a la gente le pasan cosas...

—Eso dicen. —Duellos se puso en pie lentamente, pensativo—. La situación se intensifica por momentos, y la responsabilidad última es cosa suya. ¿Cómo lo lleva?

—Fatal.

Duellos asintió con la cabeza.

—Si finalmente sucede lo peor, si muere en combate, lo haré lo mejor que pueda. Con respecto a todo. Tiene mi palabra y el honor de mis antepasados.

Geary también se levantó y fue a coger del hombro a la imagen, hasta recordar que solo era eso, por lo que simplemente hizo el ademán.

—Nunca lo he dudado. Gracias, amigo mío.

Duellos se despidió con un saludo militar, Geary se lo devolvió, y luego la imagen desapareció, por lo que se quedó completamente solo en la sala.

Capítulo 4

No importaba cuánto empeorase, ni lo solo y aislado que se sintiese al mando de la flota, siempre le quedaban sus antepasados.

Cuando la flota alcanzó finalmente el lugar exacto, cerca del sol de Baldur, y entró en el punto de salto en dirección a Sendai, Geary pudo ver a través de la vista exterior que el paisaje cambiaba de un negro salpicado por estrellas a un gris pálido e infinito en el que de vez en cuando brillaban puntos de luz que, casi al momento, desaparecían. En la época de Geary no se sabía lo que eran las luces, puesto que resultaba imposible explorar el espacio de salto, y con la llegada de la hipernet, se perdió el interés. También era posible que las líneas de investigación que podrían haber explicado aquel fenómeno nunca llegasen a materializarse ante la necesidad de apoyar la guerra con todos los medios científicos, técnicos y económicos posibles.

La capitana Desjani descubrió a Geary mirando las luces, se percató de que él la había visto, y desvió la mirada rápidamente. Desjani le había contado, al poco de asumir el mando de la flota, que muchos tripulantes creían que Geary había sido una de esas luces, un espíritu descansando, imperturbable, en el espacio de salto, hasta que la situación de la Alianza fue tan desesperada que el legendario
Jack Black
Geary volvió para salvarlos. ¿Seguirían creyéndolo después de saber que Geary había estado vagando en una cápsula de supervivencia en mal estado, orbitando durante años una estrella llamada Grendel, situada en el extremo del espacio de la Alianza, con la baliza inoperante, y con un equipamiento de supervivencia que lo mantenía vivo a duras penas, hasta que aquella flota se topó con él?

¿Volvería a ver Grendel alguna vez? Ahora, tampoco es que se muriese de ganas. De hecho, era más bien una estrella inútil, el tipo de lugar por el que pasan las naves y los convoyes en dirección a otros lugares más importantes. Le habían dicho que aquel sistema había sido abandonado porque estaba demasiado cerca de los Mundos Síndicos, y no había nada valioso que defender allí, salvo, como mucho, los restos de docenas de batallas que orbitaban aquella estrella y que eran lo único que quedaba de la presencia humana en ese lugar. No obstante, algunos de aquellos restos pertenecían a su antigua nave, que había sido destruida mientras cubría la retirada del resto del convoy. Gran parte de su tripulación había muerto en Grendel. Les debía una visita de respeto al lugar en el que habían luchado y perecido bajo sus órdenes.

Desdichadamente, no eran los únicos que habían muerto bajo su mando, incluyendo casi seguramente a su resobrino, cuya nave, la
Resistente
, había sido destruida cubriendo la retirada de la flota en el sistema nativo síndico. Michael Geary probablemente descansaba ya con sus antepasados, a los que no había honrado desde hacía mucho tiempo.

—Capitana Desjani, durante la siguiente hora, más o menos, ocúpese de todo salvo de las llamadas de emergencia.

Ella asintió con la cabeza, con expresión de cansancio dado el tiempo que había pasado en el puente de mando en el espacio enemigo.

—Es bastante raro que haya alguna emergencia mientras estamos en el espacio de salto. Puede que sea aburrido, pero ahora mismo aburrirse parece lo mejor que puede pasar.

Geary se giró para abandonar el puente del
Intrépido
, mirando, durante un momento, el asiento de observador, vacío en aquel momento. La copresidenta Rione había ocupado aquel lugar incluso en momentos de rutina como los saltos
. Tengo que averiguar qué le pasa. Llevo bastante tiempo teniendo que hacerlo, pero mientras estuvimos en el sistema estelar Baldur tenía una excusa
.

Abandonó el puente pero, en lugar de dirigirse a su camarote, fue hacia las profundidades de la nave, hacia los compartimentos más escondidos del crucero de batalla, protegidos al máximo del enemigo y de los accidentes. Con todo lo que había cambiado desde su época, poder encontrar dichos compartimentos era todo un alivio.

La tripulación y los oficiales lo saludaban a su paso, sonriendo y mirándolo con la admiración y la adoración que se siente por un héroe. Él les devolvía la sonrisa, aunque en sus adentros desease zarandearlos y preguntarles por qué no podían creer que era una persona normal, tan propensa a fallar como cada uno de ellos. Devolvió tantos saludos que su brazo se cansó con rapidez al realizar tantas veces el gesto, y llegó incluso a preguntarse si había hecho bien reintroduciendo aquella tradición en la flota.

Había algunos tripulantes cerca de la zona ancestral, pero le abrieron paso al verlo llegar. Después de avanzar entre ellos, escuchó murmullos. A la tripulación le gustaba saber que hablaba con los antepasados, que buscaba sus consejos y su desahogo, como cualquiera.

Entró en una pequeña estancia, cerró la puerta, y se sentó en un banco de madera, frente a un estante sobre el que había una vela. Cogió el encendedor más cercano, la prendió, y estuvo un rato en silencio, relajándose mientras esperaba a que los antepasados se reuniesen.

Finalmente, comenzó a hablar.

—Gracias, antepasados, por llevar esta flota a salvo hasta otro sistema estelar enemigo. Gracias por guiarme en mis decisiones y por ayudarme a no perder hombres en Baldur. —Geary se detuvo, mientras divagaba, pensando en lugares en los que no les había dejado estar desde hacía un tiempo—. Espero que Baldur no haya cambiado. Todavía espero poder ir algún día; ver si realmente es como todo el mundo dice. Pero nadie en esta flota se acuerda. Nadie en la flota lo recuerda como algo que no sea un sistema estelar enemigo.

Hizo otra pausa mientras dejaba su mente volar.

—Espero estar tomando la decisión correcta al ir a Sendai, y a la siguiente estrella. Si estoy equivocado, por favor, encontrad un modo de comunicármelo. Esta gente cree en mí. Bueno, más bien la mayoría. Otros... mierda, otros no sé ni lo que piensan. No es que me guste demasiado este trabajo.

Miró más allá de la candela, al mamparo, imaginando el vacío que había más allá del casco del
Intrépido
.

—Es una gran tentación. Ya saben, lo de la vocecilla. Sé
Black Jack
Geary. Haz lo que creas que está bien, sin más. Eso sería mucho más fácil. No intentes convencer a nadie. Enséñales cómo hay que hacerlo y punto. Tengo que seguir recordándome a mí mismo que no soy quien creen que es Black Jack, un héroe perfecto. Si empiezo a comportarme como alguien que no soy, podría resultar desastroso ya no solo para la Alianza, sino para toda la humanidad.

»¿Está bien? No puedo creer que pregunte esto, pero... ¿está bien ver a los síndicos como personas? Sus líderes son gente horrible, y hay que detener a sus naves de combate y a sus fuerzas armadas, pero si empiezo a pensar que son monstruos, cuyas muertes no importan, ¿estaría equivocado? Si realmente hay una raza inteligente no humana al otro lado del espacio síndico, una raza que se la ha jugado a los humanos poniendo unas armas destructivas con un poder increíble en cada sistema estelar importante ocupado por nosotros, ¿no deberíamos recordar aquello que nos une? Podríamos enfrentarnos a un enemigo común.

Pasó un rato largo sentado, intentando no pensar, dejando su mente vacía de forma que estuviese abierta a cualquier tipo de mensaje. No obstante, no le llegó inspiración alguna. Geary suspiró y se preparó para levantarse. Luego habló por última vez.

—No sé qué le sucede a Victoria Rione, pero algo le pasa, algo que no compartirá conmigo, ni con nadie. Sé que no tiene familia, pero si hay algo que pueda hacer por ella, díganmelo, si es posible. Sinceramente, no sé qué siento por esa mujer, pero ha dado mucho por los demás.

Mientras apagaba la vela, recitó las antiguas palabras.

—Otórguenme paz, otórguenme orientación, otórguenme sabiduría.

Al marcharse de allí, se sintió bastante mejor.

«Hemos encontrado material interesante entre los documentos que los infantes de marina consiguieron recuperar en la instalación minera síndica de Baldur.»

El mensaje del teniente Íger, de Inteligencia, no es que aportase mucho, pero a los de su departamento les gustaba parecer crípticos y misteriosos, como si supiesen algo más de lo que dicen. En este caso, el mensaje consiguió que Geary fuese hasta su sección.

—¿Qué sucede?

El teniente Íger y uno de sus suboficiales le ofrecieron una tableta de lectura.

—Aquí, señor —le indicó Íger.

Geary leyó el primer documento. «Querida Asira.» Se trataba de una carta personal. Primero leyó rápido, pero luego se paró a leer con atención. «No hemos podido conseguir las partes que necesitamos para mantener todo operativo, por lo que hemos tenido que canibalizar parte del equipamiento para seguir con el resto... La semana pasada casi volvemos a quedarnos sin raciones... hay rumores de que habrá otro llamamiento a filas, por favor, dime que no es verdad... ¿Cuándo va a terminar esta guerra?» Alzó la vista.

—¿Lo han sacado de los archivos de la sección de seguridad de la instalación? Supongo que, fuese quien fuese el que escribió esto, estaba arrestado.

Íger negó con la cabeza.

—Estaba en la cola de envíos, señor. Los revisores de seguridad ya le habían dado el visto bueno.

—Está de broma. —Geary volvió a mirar la carta, extrañado—. Supongo que no me han hecho bajar hasta aquí para decirme que los Mundos Síndicos permiten más libertad de lo que me habían hecho creer.

Tanto el teniente como el suboficial sonrieron.

—No, señor —respondió Íger—. Siguen siendo un estado policial. Esta es solo una carta, pero hay un montón, todas preparadas para ser enviadas, y la mayoría de ellas contienen el mismo tipo de sentimientos. Hemos buscado los nombres que aparecen en las cartas en los archivos que los infantes de marina sacaron de las oficinas de seguridad y, aparte de entradas rutinarias, no hay nada sobre ellos.

—¿Por qué? —Geary levantó la tableta—. ¿No son el tipo de cosas por las que envían a la gente a los campos de trabajo de los Mundos Síndicos?

—Así es, señor. —Íger se puso serio—. O al menos debería. Por lo que parece, en ese complejo se habían estado tolerando quejas abiertas hasta extremos nunca antes vistos. O el nivel de seguridad era bastante laxo, o el desencanto por los asuntos de estado es tan palpable que ese tipo de sentimientos es demasiado común como para intentar contenerlo. —Señaló la tableta—. Además, los archivos de la instalación también incluyen correo procedente del mundo habitado que todavía no había sido entregado a los mineros y al resto de obreros. Muchos de ellos dicen más o menos lo mismo. Hay escasez de todo, y están preocupados porque piden más gente o recursos para la guerra.

—¿Alguno de ellos critica directamente al gobierno?

Los pocos síndicos que Geary había conocido desde que había asumido el mando de la flota se habían mostrado aterrados ante la posibilidad de decir algo en contra de sus líderes.

—Solo uno, señor. Los demás evitan criticar abiertamente a los líderes de los Mundos Síndicos. —Íger introdujo un par de comandos—. Esta es la excepción.

Geary leyó con atención.

«¿En qué están pensando nuestros líderes? Alguien está cometiendo errores serios, pero nadie paga por ello excepto tú o yo. Esto no puede seguir así.»

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