—Cancelen mi anterior orden. Se enviará información de la fuerza de asalto a los ingenieros, pero en una sola dirección. Si ven algo que parezca sospechoso, será conmigo con quien se comuniquen de inmediato, capitana Tyrosian. Coronel Carabali, prosiga con su operación. Le pido disculpas por la distracción.
Ambas oficiales parecieron sorprenderse ante las órdenes de Geary, como si esperasen algo totalmente distinto. Después Carabali se despidió con un saludo militar y su pantalla volvió a quedarse en blanco. Tyrosian asintió de nuevo.
—Sí, señor. Los, eh... transbordadores con el equipo de ingenieros ya han partido.
—Bien. Asegúrese de que esos equipos comprenden que están bajo el mando de la fuerza de asalto de los infantes de marina.
Geary se recostó en cuanto se cerró la ventana de su interlocutora, y se frotó la frente para intentar aliviar lo que en ese momento era ya un tremendo dolor de cabeza. Desjani, que no podía haber escuchado las comunicaciones privadas que Geary tenía con otros oficiales, lo miró, receptiva.
—¿Ingenieros?
—E infantes de marina —respondió hoscamente Geary—. ¿Por qué a veces tengo que pasar más tiempo luchando con mis propios oficiales que con el enemigo?
Volvió a dirigir su mirada a la pantalla que mostraba el asalto a la instalación. Los marines seguían penetrando en el objetivo, ocupando casi todo el complejo, y apostando unidades para asegurar los pozos en los que los defensores síndicos se habían escondido. Sobre ellos descendían los transbordadores que transportaban a los equipos de ingenieros, preparados para ser depositados directamente sobre la plataforma de aterrizaje.
Si algo iba a explotar, seguramente lo haría en aquellos momentos.
Los infantes de marina de la Alianza entraron en la sala de control principal del complejo, se desplegaron y utilizaron su equipamiento para detectar bombas trampa. En la habitación había muchas luces brillantes de color verde, lo cual indicaba que el equipamiento minero se encontraba totalmente operativo. El oficial del cuerpo de infantería que Geary estaba monitorizando se acercó a un panel con varios botones en rojo.
—Rieles maglev —le informó el infante a su superior, mientras Geary escuchaba la retransmisión—. Es el único equipamiento con fallos. Todo lo demás está en perfecto estado y funcionando.
En vez de estar contento, el marine parecía preocupado.
Una ventana emergió frente a Geary. Era la capitana Tyrosian con mala cara.
—No han apagado el equipamiento.
—No —asintió Geary.
—Eso nos va a hacer perder bastante tiempo —se lamentó Tyrosian.
—Pensé que encender el equipamiento les llevaría más tiempo.
Tyrosian pareció sorprenderse ante aquella afirmación.
—Bueno... sí. Si lo hubiesen apagado, tendríamos que encenderlo poco a poco para asegurarnos de que no han saboteado mecánicamente su equipo, o su software. Ya sabe, gusanos y ese tipo de cosas que se alojan en el sistema operativo. Pero sigue funcionando, señor.
Aquello quería decir que los gusanos o cualquier otro tipo de programa nocivo seguían también operativos. Nunca confíes en los regalos de los síndicos.
—Entiendo.
Entonces reapareció la coronel Carabali, con una expresión en consonancia con la de Tyrosian.
—Señor, vamos a tener que realizar un apagado controlado de todo, luego un barrido completo del sistema y a continuación un encendido gradual.
Geary suspiró profundamente, preguntándose por qué tenía que ser precisamente en eso en lo que tanto los infantes de marina como los ingenieros estaban de acuerdo.
—¿Qué sería lo peor que podría pasar si intentásemos manipular los sistemas ahora?
—Fallo terminal del sistema, apagones fatales para el equipamiento, daños críticos en el entorno de ejecución, lesiones, pérdidas de personal y de todas las dotaciones del complejo.
—Podría saltar todo por los aires —añadió concisamente la coronel de los infantes de marina.
Geary asintió con la cabeza.
Vale, pasan cosas malas
.
—¿Cuánto tiempo tardaríamos en hacer todo eso?
—Las estimaciones son muy variables, ya que hay muchos factores en juego... —comenzó a decir Tyrosian.
—¡La flota no puede permitirse acampar en esa instalación, capitana Tyrosian! —afirmó bruscamente Geary.
—¿Cuánto material necesitamos conseguir? —preguntó Carabali—. ¿Tenemos que analizar y cargar las piedras para acceder a las reservas?
Tyrosian pareció enojarse.
—Se necesitan los subsistemas de minería. Y se necesita el sistema principal para poder enviar órdenes a esos subsistemas. Si los sistemas de seguridad no están activados y monitorizando la actividad del principal y de los subsistemas, el sistema de seguridad de enlace no permitirá que nada se ponga en marcha.
—Pues que le den a todo —afirmó Geary.
Tyrosian negó con la cabeza.
—No podemos hacer eso.
Se detuvo al ver aparecer un aviso urgente, que indicaba que alguien quería unirse a la conversación con Carabali y la ingeniera. Geary echó un vistazo a la comunicación y vio que procedía de la
Titánica
. Los mensajes procedentes de dicha nave no solían ser halagüeños. El retraso en la retransmisión le hacía sentirse frustrado, por lo que sintió ganas de golpear con fuerza la opción «Cancelar».
No necesito que alguien empeore las cosas. Coño, ¿cuánto más se puede complicar esto? Lo que necesito son opciones mejores. Quizá esta persona, sea quien sea, pueda darme alguna idea
. Geary se paró, contó hasta cinco, y aceptó.
Entonces apareció la cara del comandante Lommand, capitán de la
Titánica
. Era joven para la posición que ocupaba, pero Geary ya había observado que tendía a suplir su falta de experiencia con iniciativa y entusiasmo. El joven pareció algo arrepentido.
—Pido disculpas por entrometerme, capitán Geary, pero me he enterado de que la capitana Tyrosian estaba participando en esta reunión, y pensé que le gustaría saber que dos Módulos de Minería Ultraportátiles de la
Titánica
se encuentran ya cargados en los transbordadores pesados y están preparados para realizar el lanzamiento.
Geary miró a Tyrosian, que intentaba, sin demasiado acierto, que no se notase su sorpresa ante aquella noticia.
—¿Módulos de Minería Ultraportátiles? —preguntó Geary—. ¿Pueden ser de utilidad?
—Pueden serlo si resulta imposible usar el equipamiento de la instalación síndica —respondió Lommand con inocencia—. Tener los módulos preparados por si hacían falta parecía una buena idea.
—Así es —le interrumpió Tyrosian, como si aquello fuese cosa suya—. Aunque corremos un riesgo al utilizarlos, ya que esos dos módulos de la
Titánica
son los únicos que quedan en la flota. No obstante, los MMU pueden localizar, analizar y cargar los elementos traza síndicos que necesitamos.
—¿Tiempo de vuelo necesario? —preguntó Geary, buscando entre sus controles la opción que le ofreciese esa información.
El comandante Lommand respondió al momento.
—Treinta y un minutos si realizamos el lanzamiento ahora.
La coronel Carabali estaba comprobando algo por su cuenta.
—No podemos arriesgarnos a tener aquí un equipamiento tan importante mientras el del complejo siga funcionando y sea capaz de infectarnos. Realizar un apagado seguro de los sistemas síndicos nos llevaría más o menos... veinte minutos.
Geary asintió con la cabeza.
—¿Y qué pasa con todo ese equipamiento síndico? ¿Deberíamos usar en su lugar esas, eh..., MMU?
—Señor, entrar en los sistemas síndicos y limpiarlos nos llevaría un par de horas por lo menos, luego más o menos medio día para volver a ejecutarlos poco a poco de forma controlada...
—¿En cuánto tiempo podrían empezar a funcionar las MMU una vez que estén en la superficie?
—Inmediatamente, señor —contestó el comandante Lommand—. El arranque se puede llevar a cabo en los transbordadores. En cuanto hayan aterrizado, las MMU saldrán por la rampa y empezarán la exploración.
Bien. En lo que respectaba a aquel tema, era otra de las cosas en las que Geary dependía de sus subordinados. Por suerte, uno de esos subordinados era el comandante Lommand. Geary estaba a punto de ordenar que realizasen el lanzamiento de los transbordadores a bordo de la
Titánica
hasta que se acordó de Tyrosian, la superior de Lommand. Entonces miró hacia ella. El joven había vuelto a saltarse la cadena de mando, pero al menos esta vez de forma justificada, ya que parecía no pretender nada más que poner al corriente a Tyrosian.
—Capitana Tyrosian, que la
Titánica
realice el lanzamiento de los transbordadores y que aterricen en el complejo. Quiero que se pongan a trabajar en cuanto toquen tierra. Comandante Lommand, gracias por informarnos. Coronel Carabali, que sus expertos en sistemas apaguen todo el equipo que los síndicos dejaron en funcionamiento. Quiero todo apagado para cuando lleguen los transbordadores de la
Titánica
.
—Sí, señor —respondió Carabali, sonriendo ligeramente—. Señor, ¿quiere que realicemos un borrado del sistema para sabotearlo?
—No, a menos que sea necesario para garantizar la seguridad de las tropas. No tengo intención de encender los sistemas mientras estemos ahí y, en cuanto nos vayamos, destruiremos todo el equipamiento de la instalación.
En la boca de Carabali se dibujó una gran sonrisa.
—Sí, señor.
En cuanto desapareció la imagen de la oficial de infantería, la capitana Tyrosian miró a Geary con confianza, como si el plan hubiese sido cosa suya.
—Ya he ordenado que la
Titánica
realice el lanzamiento de los transbordadores, señor.
—Gracias. —Por lo menos se había puesto al día cuando Lommand entró en la reunión—. Buen trabajo. Cojamos esas rocas y marchémonos.
Las ventanas desaparecieron, por lo que ante Geary ya solo flotaba el visor del sistema. Miró los símbolos que representaban a la flota sobrepasando la luna que poseía las instalaciones mineras, y luego rodeando el gigante gaseoso para volver a pasar otra vez por el satélite. Realizó algunos cálculos rápidos para comprobar si la flota tendría que reducir la velocidad algo más a causa de los retrasos en la superficie.
Parecía que así estaba bien. No era la mejor situación, pues había poco margen de error, pero si los módulos mineros eran capaces de realizar su tarea rápido, no tendría que consumir más células de combustible al reducir todavía más la velocidad de la flota.
Geary se recostó y vio a Desjani intentando evitar parecer interesada.
—Los síndicos dejaron en funcionamiento el complejo —le explicó Geary.
—Cabrones —respondió Desjani poniendo mala cara—. Sabían que pensaríamos que la situación era propicia para una emboscada con trampas bomba.
—Sí, pero la
Titánica
tiene un par de aparatos de minería portátiles que estamos enviando a las instalaciones para que se ocupen de las reservas. —Geary miró detrás de él para incluir a Rione en la conversación—. El cuerpo de infantería está apagando los sistemas síndicos.
Rione sacudió la cabeza.
—Qué raro que los síndicos no llenasen de bombas trampa el complejo. De todos modos, no teníamos más remedio que actuar como si lo hubiesen hecho.
—Siempre que nos hemos encontrado con síndicos, hemos encontrado también trampas.
Geary vio a los transbordadores de la
Titánica
trazar un arco descendente hacia el satélite. Entonces deseó que el enemigo fuese menos taimado y la situación de su propia flota, menos peligrosa.
La voz del suboficial que supervisaba los Módulos de Minería Ultraportátiles de la
Titánica
parecía delatar sorpresa e impresión al escuchar a Geary.
—Señor, es un honor hablar con usted, señor.
Geary trató de que en su voz no se notase el desagrado que le producía aquella adoración. En general, los tripulantes de la flota tendían a creer, más que los oficiales, que había sido enviado por las mismísimas estrellas del firmamento para salvar a la Alianza, en particular a aquella flota. De hecho, también tendían a creer que Geary era realmente aquel héroe mítico del pasado. Sin embargo, respetaba la fe que sentían, a la vez que intentaba no creérselo él mismo.
—¿Tiene un momento para hablar sobre su maquinaria, suboficial?
No había ningún problema, pero Geary tenía la impresión de que debía permanecer en el puente hasta que el asunto se solucionase y, además, sentía curiosidad por las MMU.
La visión que le llegaba desde el casco del suboficial le mostraba uno de los lados del complejo síndico. Las grandes puertas que permitían el acceso a las reservas de minerales ya minados y refinados habían sido brutalmente sacadas de sus goznes gracias a los infantes, contentos con haber empezado ya a destrozar la instalación. Las mastodónticas formas de las dos MMU se arrastraban a través de la superficie del satélite, despedazando o apartando algunas de las barreras de seguridad síndicas. En ese instante estaban situadas enfrente de los accesos.
—Sí, señor —respondió el suboficial—, los operarios de las mumús están trabajando con las vacas, yo estoy aquí por si acaso.
Vacas. Aquella manera de designarlas tenía tanto sentido como cualquier otra para una maquinaria cuyo nombre oficial era MMU.
—No estoy familiarizado con ese equipamiento, suboficial. ¿Qué me puede contar de él?
Ya había intentado buscar información en la librería en línea del
Intrépido
, pero solo había conseguido sumergirse en un montón de documentos, de los cuales ninguno parecía ofrecer un esquema simple y claro sobre las propiedades de las MMU. Después de intentar infructuosamente encontrar algo entre aquella masa de información, Geary había decidido seguir las indicaciones de lo que había aprendido cuando era un oficial de bajo rango: «Cuando necesites saber algo, pregunta a un suboficial».
Este en particular parecía no poder creer que
Black Jack
Geary necesitase preguntar algo.
—La tecnología no ha cambiado demasiado desde... eh... desde...
—¿Desde hace un siglo? —preguntó Geary secamente—. Tampoco es que supiese demasiado sobre el tema por aquel entonces, suboficial. No era algo de lo que tuviese que preocuparme.
—Oh, eh, sí, señor. Bueno, como ya he dicho, la tecnología no ha cambiado tanto. Son simples y resistentes. Todos los intentos por reemplazarlos han resultado más complejos, más caros, se estropean con mayor facilidad... bueno, ya sabe.