Osada (29 page)

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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

De entre las demás opciones, T’negu era tan accesible desde Lakota como lo había sido desde Ixion. ¿Estaría el punto de salto del sistema minado? Al fin y al cabo se supone que la Alianza no entraría desde allí. Seruta parecía un sistema normal, sin hipernet, con un planeta riguroso, pero habitado por varias decenas de millones de personas y con varias instalaciones exteriores dispersas. No presentaba ninguna amenaza especial, pero dirigirse allí implicaba ir de nuevo en dirección contraria al espacio de la Alianza. Y por último, obviamente, estaba Ixion, de donde venían.

No le gustaba ninguna de las opciones, pero eran mejores que cualquier otro lugar al que podía haber llevado la flota.

—Cinco minutos para salir del espacio de salto —anunció un consultor, hecho que arrancó a Geary de sus reflexiones.

La capitana Desjani activó su intercomunicador.

—Que todos se preparen para luchar en cuanto salgamos. Recuerden que el capitán Geary nos observa.

Intentó no mostrar su nerviosismo, pero algo lo obligó a volverse para ver la reacción de Rione. Ella le devolvió la mirada con una expresión inescrutable, pero sus ojos delataban también nerviosismo.

—Un minuto para salir.

Geary trató de calmar su respiración concentrándose en el visor que mostraba la descripción del sistema estelar Lakota, y que ofrecía información anticuada sobre aquella estrella y la presencia síndica que allí había. En poco tiempo la pantalla comenzaría a actualizarse frenéticamente según volviesen al espacio normal y los sensores de la flota comenzasen a detectar todo lo que no estaba en los informes.

—Preparados. Dentro.

El paisaje gris se volvió negro, y Geary se sintió empujado hacia uno de los lados de la nave en cuanto el
Intrépido
comenzó a ejecutar el giro brusco prefijado en los sistemas de navegación. Alrededor de él, el resto de la flota que formaba el cuerpo principal realizó acompasadamente el mismo movimiento. Más adelante, la vanguardia también maniobraba según lo previsto, y lo mismo sucedía en los flancos del cuerpo principal. Momentos después, la parte más retrasada apareció también, y comenzaron a ejecutar la misma operación.

—¿Dónde están las minas? —preguntó Desjani. Luego sonrió con mala cara al ver que los visores se llenaban de puntos de alerta. Por supuesto, había un denso campo de minas siguiendo un camino recto desde el punto de salto. La flota de la Alianza ya había virado, de modo que las formaciones con forma de moneda se movían en dirección a uno de sus planos, como si cinco discos se deslizasen sobre el borde de una superficie lisa. A estribor de la formación de la Alianza quedaba el campo de minas, que los observaba impotente.

La atenta mirada de Geary abandonó la amenaza más inmediata y comenzó a buscar naves síndicas. No había ninguna al lado del punto de salto. Tampoco cerca. Sus ojos recorrieron el visor sin resultado, casi sin creerse aquella falta de enemigos, hasta llegar a la puerta hipernética.

Allí estaba la flotilla síndica, patrullando pesadamente alrededor de la puerta en lo seguramente era un curso prefijado.

—Flotilla síndica Alfa formada por seis acorazados, cuatro cruceros de batalla, nueve cruceros pesados, trece cruceros ligeros, y veinte naves de caza asesinas —anunció el consultor de vigilancia a la vez que las pantallas mostraban la misma información.

—Son nuestros —dijo Desjani, exultante—. Podemos ganarles con facilidad.

Miró a Geary con una fiera sonrisa dibujada en su boca, el tipo de sonrisa que tiene un compañero de equipo cuando el otro bando comete un error fatal y la victoria parece segura.

Geary intentó tranquilizarse, buscando en la pantalla más naves de combate síndicas en el sistema. No obstante, quitando un par de asesinas que pasaban cerca del planeta habitado, situadas a cinco horas luz de la posición que la flota de la Alianza ocupaba en aquel momento, todas parecían estar con la flotilla que se movía cerca de la puerta hipernética, con su amenazante presencia.

—Esa flotilla debería tener suficiente potencia de artillería como para destruir la puerta antes de que lleguemos —dijo Rione.

—Sí —respondió Geary. Pero no deberían desaprovechar aquella oportunidad. No podían desaprovecharla. Seguramente Desjani no era la única oficial de la flota convencida de que aquellos síndicos eran presa fácil—. Si cargamos de frente, seguramente la destruirán. Tenemos que atraerlos para sacarlos de su posición, y luego llegar a la puerta antes de que puedan volver.

—Si los destruimos... —comenzó a decir Desjani.

—Ya, pero nuestra prioridad es alcanzar la puerta intacta.

Desjani asintió con la cabeza, contrariada.

—¿Cómo vamos a atraerlos? —preguntó Rione.

—¿Qué sugieres? —respondió Geary.

Rione se paró a pensarlo durante un instante.

—Ofrezcámosles algo, algo irresistible.

—Sí. —Desjani estaba de acuerdo—. Hagamos que crean que no estamos interesados en la puerta y pongámosles en las narices un objetivo sobre el que abalanzarse.

Por desgracia, solo había un objetivo aliado que cumpliese aquellos requisitos.

—La formación Eco Cinco Cinco. Las naves auxiliares y las naves en mal estado.

Eran como animales enfermos situados en la retaguardia de la manada. Pese a todo, no quería perder ninguna de aquellas naves. Las auxiliares seguían siendo cruciales para la supervivencia de la flota, y las naves que las acompañaban no solo eran importantes para mantener su potencia de combate, sino que su presencia constituía un mensaje para todos: Geary no abandonaría ninguna nave ni a su tripulación. Usarlos como cebo era algo que no tenía cabida en aquella idea.

Volvió a analizar la situación con detenimiento durante un rato. El sistema estelar Lakota parecía próspero en comparación con las estrellas escasamente pobladas por las que la flota de la Alianza había pasado recientemente. El principal planeta habitado, situado en aquel momento a nueve horas luz en el otro extremo del sistema, tenía toda la pinta de ser un mundo dinámico y en expansión. Existían algunas otras colonias notables en un par de planetas, y había bastantes instalaciones de varios tipos en estrellas, lunas y complejos orbitales. Además, entre todo aquello seguía habiendo un tráfico civil destacable. Varias naves mercantes cruzaban el sistema y se dirigían al exterior, o llegaban a él, y grandes naves de transporte portaban recursos minerales extraídos en minas situadas en ricos pero inhabitados planetas exteriores y en asteroides. Algunas localizaciones extraplanetarias estaban rodeadas de defensas, pero Geary no les prestó atención. Tanto las antedichas defensas, como las instalaciones militares que orbitaban el mundo principal, eran poco más que patos preparados para ser cazados si la flota decidía ejecutar bombardeos de largo alcance.

Capturar la carga de las naves que transportaban recursos para abastecer a las auxiliares podría ser una buena idea.

Los sistemas de navegación no tuvieron ningún problema en ejecutar las acciones que Geary tenía en mente.

—Segundo y Séptimo Escuadrón de Destructores, van a separarse de la formación y a interceptar las naves síndicas que transportan minerales que hemos localizado cerca del gigante gaseoso situado a una con dos horas luz de la zona de estribor de la formación. Háganse con ellas y escóltenlas de vuelta a la flota para que podamos trasladar la carga a las auxiliares.

Se paró un momento a pensar si aquellas eran todas las órdenes que tenía que dar hasta el momento, y luego decidió acabar con algunos de los problemas que había en el sistema. Geary le comunicó a los sistemas de combate del
Intrépido
lo que quería destruir, señalando los objetivos, y cómo hacerlo eligiendo las armas pertinentes. Después de unas décimas de segundo, el sistema le ofreció una respuesta. Geary estudió el plan durante unos instantes, y luego se lo envió a la
Represalia
.

—Octavo escuadrón de acorazados, realicen un bombardeo cinético sobre las instalaciones síndicas, tal y como se detalla en el plan de acción que les acabo de enviar.

En cuanto Geary se dispuso a seguir pensando el plan de acción, los cuatro acorazados dispararon sus mazacotes de metal sólido, que adquirieron una energía cinética tremenda antes de impactar sobre sus objetivos. Teniendo en cuenta la velocidad que habrían alcanzado aquellos proyectiles metálicos cuando acertasen en el blanco, no serían los únicos en vaporizarse, sino que a una parte importante de las instalaciones circundantes les pasaría lo mismo. Para las naves era fácil ver a los proyectiles cinéticos acercarse y alterar ligeramente su curso para esquivar unos cuerpos que avanzaban desde millones de kilómetros de distancia. No obstante, las instalaciones orbitales fijas seguían cursos previsibles, por lo que eran objetivos fáciles desde que la humanidad había conseguido armarse en el espacio.

—A todas las unidades —comenzó a ordenar Geary—, viren setenta y dos grados a estribor, tres grados en dirección descendente, en uno seis.

Aquella orden haría que todas las naves pivotasen, y que la formación se alinease de la misma manera, pero apuntando en otra dirección, de modo que los cantos de las monedas volverían a mirar hacia adelante.

A Desjani le llevó solo un instante entenderlo.

—¿Intenta ponernos en medio de los puntos de salto a Branwyn y T’negu?

—Quiero que los síndicos se pregunten cuál es nuestro objetivo —dijo mientras se ponía de pie—. ¿Preparada para otra reunión?

—Si usted puede hacerlo, yo también —respondió Desjani.

Desjani siguió a Geary mientras salían del puente, pero cuando este pasó al lado de Rione, ella también se levantó y se puso justo detrás, interponiéndose entre él y la capitana.

—¿Va a estar físicamente en la reunión? —le preguntó Geary, al que había sorprendido mientras pensaba en las alternativas.

—Es posible —respondió Rione con cierta frialdad—. Me gustaría saber de antemano lo que se va a decidir, a menos que sea secreto.

—Me parece bien.

Rione caminó a su lado mientras se dirigían a la sala de conferencias, seguidos por Desjani, que avanzaba en silencio.

—Voy a decirles que pretendo atraer a los síndicos que hay en la puerta hipernética para que pierdan su posición. El rumbo que seguimos ahora hará que se pregunten cuál es nuestro objetivo, pero también les hará pensar que simplemente estamos atravesando el sistema para abandonarlo lo más rápido posible.

—¿Y es lo que pretende? —inquirió Rione.

—Bueno, sí, aunque si hacemos que la flotilla síndica abandone lo suficiente su posición, podríamos lanzarnos sobre la puerta hipernética. Sería una opción.

—¿De verdad cree que se van a arriesgar a abandonar la puerta? —Rione no intentó ocultar en absoluto su escepticismo.

—Es una posibilidad. Si no, nos vamos a Branwyn.

El software de conferencias ya había extendido la sala, y la mayoría de los oficiales estaban ya en sus sitios. Justo antes de que Geary se sentase a la cabeza de la mesa, apareció un pequeño aviso ante él, recordándole que, dado que la flota se encontraba dispersa, habría un retraso notable en los tiempos de respuesta de las naves situadas a cierta distancia.

—Bienvenidos a Lakota —dijo Geary, a la vez que se percataba de que tenía que encontrar otro modo de empezar las reuniones—. Parece que nos hemos vuelto a adelantar a los síndicos.

—¿Por qué no nos dirigimos a la puerta hipernética? —preguntó el capitán Casia.

Geary se sintió tremendamente cansado de que Casia lo interrumpiese continuamente, por lo que simplemente se quedó quieto mirándolo un rato largo, hasta que el capitán comenzó a ponerse nervioso.

—Me gustaría que, en el futuro —comenzó a decir Geary en una voz tan neutral como pudo—, espere a que exponga mi plan antes de criticarlo. ¿Ha quedado claro, capitán Casia?

—Yo solo...

—¿Ha quedado claro, capitán Casia? ¿Entiende lo que le he dicho? —Sí, estaba claro que Black Jack podía hacer aquello. Cómo le gustaba. Simplemente tenía que preocuparse de no ir más allá de lo que John Geary consideraba aceptable.

—Lo entiendo. —Geary puso una expresión todavía más severa, y Casia añadió finalmente—: Señor.

—Gracias. —Volvió a mirar hacia la mesa e intentó recuperar la conversación en el punto en el que la había dejado—. En el sistema hay solo una pequeña flota, pero es suficientemente grande como para destruir la puerta si intentamos acercarnos mientras ellos mantienen su posición. Con ellos allí, no tendremos la más mínima oportunidad de utilizarla.

Señaló el visor, en el que había aparecido una representación de la formación de la flota de la Alianza y una larga línea arqueada que atravesaba Lakota y se dirigía a un punto a medio camino entre los dos puntos de salto situados en el otro lado del sistema.

—Si al final no conseguimos que se alejen de la puerta, tendremos que utilizar de nuevo un punto de salto. En ese caso, nos dirigiremos a Branwyn. —En las bocas de los oficiales se dibujaron algunas sonrisas, puesto que aquel destino implicaba seguir avanzando hacia el espacio de la Alianza—. Pero al mismo tiempo conseguiremos que tengan dudas sobre si nos dirigimos allí o, por el contrario, vamos a T’negu.

—No van a alejarse de la puerta —dijo el capitán Tulev—. Seguramente tienen órdenes de asegurarse de que no la usemos.

—Seguramente —concordó Geary—, pero existe una posibilidad si están convencidos de que nos dirigimos a un punto de salto y ven una oportunidad suficientemente atractiva. Entonces podrían arriesgarse.

Al fondo de la mesa, la capitana Tyrosian se estremeció. La última vez que Geary había necesitado un cebo, había sido una de las naves auxiliares. Su estado tampoco mejoraría de saber que lo que tramaba era precisamente utilizar las cuatro.

Geary manipuló la configuración del visor que flotaba sobre la mesa e hizo zum sobre la representación de la formación de la Alianza.

—Los síndicos saben que las naves de las Eco Cinco Cinco son las cuatro auxiliares y las naves más dañadas. Nuestras posiciones ya están dispuestas de modo que esta va a la cola de la formación. Según avancemos a través del sistema, la Cinco Cinco estará cada vez más rezagada, como si no pudiese seguir el ritmo.

—¿A cuánta distancia? —preguntó la capitana Midea.

Geary se percató de que en aquella ocasión su actitud era distinta. Si no se enfrentase a una amenaza inminente, habría sido bastante más mordaz. No obstante, con los síndicos rondando, parecía comportarse de un modo más profesional, como si estuviese más concentrada en encargarse del enemigo que en molestar a Geary.

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