—A todas las unidades, viren a estribor ciento noventa grados en cuatro cuatro.
La flotilla Delta estaba realizando un viraje en dirección ascendente mientras la Bravo volvía a fallar al intentar corregir su posición para contrarrestar la maniobra de la Alianza, por lo que perdió todavía más terreno.
—A todas las unidades, alteren el curso veinte grados abajo en cuatro nueve. Que la formación pivote en dirección ascendente setenta grados en cinco dos.
Esta vez el cilindro de la Alianza acabó situado en una posición más horizontal con respecto al plano del sistema y avanzó por debajo de la formación Delta. Mientras, la Bravo comenzaba a frenar bruscamente para reducir su velocidad lo suficiente como para virar en el mismo radio que las lentas naves aliadas. Geary esperó hasta ver el modo en que Delta ejecutaba su maniobra de frenada.
—A todas las unidades, viren a estribor noventa y cinco grados y aceleren hasta cero con uno velocidad luz en cero dos.
Ambas formaciones síndicas redujeron su velocidad y viraron la una hacia la otra, la flotilla Delta desde arriba, y la Bravo desde un lado, para intentar enderezarse de nuevo hacia la flota de la Alianza, cuyas naves avanzaban en dirección al punto de salto de Ixion.
—Esta es la operación militar más extraña en la que he participado —dijo Desjani, extrañada.
—Todavía no se ha terminado —respondió Geary—. Volverán a reorganizarse, acelerarán y vendrán hacia nosotros.
—Va a ser una persecución bastante apretada. —Desjani ejecutó una simulación de la maniobra—. Acabarán alcanzándonos antes de que lleguemos al punto de salto.
—Sí.
—¿Cree que volverá a funcionar? —preguntó Rione.
—¿Esquivarlos? —Geary sacudió la cabeza—. A veces, en los viejos tiempos, hacíamos este tipo de cosas para divertirnos, y nos justificábamos afirmando que nos valía para aprender a anticiparnos a los movimientos de las demás formaciones. Y a lo mejor, en realidad, fue así, pero no va a funcionar otra vez. Los síndicos esperan que esquivemos, y tienen suficientes naves como para extender sus formaciones lo necesario para obligarnos a establecer contacto la próxima vez.
Rione parecía un poco desalentada, pero Desjani se dio cuenta y sonrió con la misma expresión de un viejo zorro.
—Si extienden sus formaciones, su potencia de artillería se repartirá en varios puntos.
—Exacto, y nosotros vamos a por uno de esos puntos. —Geary señaló el visor, en el que se podía ver a los síndicos todavía acelerando—. Parece que pretenden unirse en una sola formación. Necesito saber el lugar aproximado en el que va a estar el buque insignia.
—Debería estar en el centro —dijo Desjani.
Geary asintió con la cabeza. Claro, el lugar de honor. El sitio más propenso a recibir el grueso de un ataque enemigo teniendo en cuenta las tácticas comunes de aquella época. No era la forma más inteligente de plantearlo pero, al igual que los síndicos, se veía obligado a actuar así por la costumbre, puesto que todas y cada una de las naves de la flota se horrorizaría si el buque insignia no estuviese situado en el centro del ataque.
Mientras, en la estela de la flota de la Alianza, la inmensa formación síndica, ya combinada, se expandía, con menos grosor pero también más desplegada, de forma que el muro se extendía en todas las direcciones alrededor del rumbo de la flota de la Alianza, por lo que realizar otra maniobra de evasión era imposible.
¿Queréis atraparnos? Perfecto. Preparaos para ver lo que pasa cuando intentas coger una avispa con la mano
.
La precisión a la hora de elegir el momento adecuado volvía a ser crítica. Geary esperó, mientras veía a los síndicos perseguir la flota de la Alianza a una velocidad que en aquel momento alcanzaba las catorce centésimas de la velocidad de la luz y sacándole cada vez más terreno. El punto de salto a Ixion estaba a solo una hora de distancia, pero el enemigo alcanzaría el campo de combate mucho antes.
¿Cuándo lanzarán los proyectiles? Espera un poco. Casi estamos en su rango extremo de misiles. Aguarda hasta reducir el margen de error en caso de que intentemos acelerar de repente en el último momento. Aguanta, aguanta... ahora
.
—A todas las unidades, cambien la orientación de la formación ciento ochenta grados, catorce grados en dirección ascendente, y deceleren hasta cinco centésimas velocidad luz en cuatro siete. Abran fuego en cuanto el enemigo entre en el campo de tiro.
Las naves de la Alianza viraron para apuntar hacia el enemigo y desactivaron momentáneamente los sistemas de propulsión para aminorar rápidamente, por lo que la velocidad a la que se aproximaban los síndicos aumentó al mismo ritmo. Entonces las unidades de la Alianza se movieron hacia atrás a cero con cero cinco c, mientras los síndicos se abalanzaban sobre ellos a gran velocidad. En vez de interceptarlos a una velocidad relativa de cero con cero cuatro c, su ventaja aumentó hasta casi cero con uno c, y ambas fuerzas avanzaron contra la Alianza al unísono.
Los síndicos, cogidos de nuevo por sorpresa y con tiempo escaso para reaccionar, lanzaron sus misiles y su metralla, pero solo los disparos procedentes de las naves enemigas más cercanas al lugar al que apuntaba la flota de la Alianza tuvieron posibilidades reales de impactar. El borde más avanzado del cilindro se iluminó y centelleó en cuanto los disparos enemigos alcanzaron los escudos.
Las naves de guerra de la Alianza también dispararon, apuntando a una zona relativamente reducida del gran muro síndico. Los escudos de las naves de combate enemigas se iluminaron, formando un círculo de luz en el punto hacia el que estaba orientado el cilindro de la Alianza. No muy lejos de esa zona se encontraba el buque insignia síndico. A una velocidad relativa de poco menos que treinta mil kilómetros por segundo, en un instante parecía que la formación enemiga estaba todavía lejos, y al siguiente el cilindro de la Alianza había atravesado ya el muro síndico igual que una bala atraviesa un tablero.
El momento de choque llegó, y casi al mismo tiempo pasó. Geary respiró en cuanto se percató de que estaba manteniendo el aliento, mientras el
Intrépido
se sacudía ante los impactos de los síndicos que habían dado en el blanco durante la fracción de segundo en la que ambas formaciones estuvieron dentro del campo de tiro.
—Escudos levemente dañados; algunos errores; impactos de poca importancia en popa; sin pérdidas en los sistemas —anunció rápidamente uno de los consultores del
Intrépido
.
—A todas las unidades de la Alianza, que la formación cambie su orientación ciento ochenta grados, aceleren hasta una décima de la velocidad de la luz en cinco nueve.
—¿Vamos a volver a cargar contra ellos? —preguntó Rione, aparentemente conmocionada.
—Esa es la idea. Si frenan para igualar nuestra velocidad, tendremos problemas, pero con suerte, asumirán que vamos a alejarnos y acelerarán también hacia nosotros.
La mirada de Geary permanecía atenta a la pantalla, observando los informes de daño de ambas flotas al mismo tiempo que los sensores analizaban los resultados del instante de contacto.
—Dos acorazados —anunció Desjani, satisfecha—. También hemos dejado fuera de combate tres cruceros de batalla, uno de los cuales seguramente era el buque insignia.
—Esperemos que sí.
Unas diez o doce pasadas tan fructíferas como aquella y equilibrarían las posibilidades de victoria para ambos bandos en aquel sistema. El panorama tampoco es que fuese como para envalentonarse.
—No hemos sufrido demasiado daño, pero la próxima vez será peor.
Las naves de la Alianza volvieron a dar la vuelta completamente, y se orientaron de nuevo hacia el punto de salto y hacia la formación síndica. Geary observó los movimientos del enemigo, esperando que realizasen la maniobra más natural y, por lo tanto, diesen también la vuelta para perseguirlos de nuevo.
Y fue lo que hicieron, aunque no lo con la suficiente rapidez.
—Vuelven a dirigirse hacia nosotros, pero vamos a atravesarlos a una velocidad relativa de solo veinte centésimas de la velocidad de la luz —le informó Desjani.
Eso quería decir que pasarían más tiempo dentro del área de disparo enemigo y que serían un blanco fácil para los misiles y la metralla que los síndicos todavía conservaban en cantidades abundantes, al contrario que la Alianza.
No tenía ganas de mirar el estado de las células de combustible después de las maniobras, aunque tampoco es que importase. Era necesario aprovecharlas al máximo, puesto que si no lo hacía, la flota no sobreviviría el tiempo suficiente como para tener que preocuparse por ello.
La formación síndica comenzó a reagruparse, intentando reforzar el punto por el que pasaría la flota de la Alianza. Por suerte, no dispuso del tiempo suficiente para conseguirlo.
Una vez más, el muro síndico se acercó y se alejó, y los escudos del
Intrépido
se pusieron incandescentes ante la lluvia de impactos enemigos.
—Se han detectado fallos en los escudos de proa y en los de los flancos. Daños menores por impactos de metralla. Impactos de varias lanzas en el centro de la nave. Baterías de lanzas infernales 3A y 5B no disponibles. Tiempo necesario para la reparación, desconocido. Bajas sufridas, desconocidas.
Los ojos de Geary se posaron sobre los informes del estado de la flota. El
Intrépido
había salido casi indemne en comparación con los demás cruceros de batalla. La
Osada
, de Duellos, había resultado bastante dañada, y el
Arrojado
había perdido la mitad de su armamento. Los sistemas de propulsión de la
Leviatán
y la
Dragón
estaban en mal estado, aunque todavía podían mantenerse a duras penas con el resto de la formación. A la
Formidable
y la
Increíble
les habían destrozado la parte central de la nave. Incluso los acorazados habían sufrido daños, aunque no tantos como los cruceros de batalla. La nave de reconocimiento
Ejemplar
había recibido bastantes impactos, pero por suerte no era nada serio. Además, habían perdido a los cruceros pesados
Bacinete
y
Sallet
. El primero explotó bajo una ráfaga de fuego síndico, y el segundo se alejaba de la formación dando vueltas, hecho trizas e indefenso, expulsando todavía cápsulas de escape.
Los cruceros ligeros
Espuela, Damasquina
y
Centinela
habían sido destruidos o reducidos a pedazos, y de los destructores
Martillón, Prasa, Talwar
y
Xiphos
quedaban poco más que añicos, pese a estar situados en una posición protegida del cilindro.
La
Titánica
había vuelto a sufrir daños. Parecía atraer a la munición síndica igual que un imán atrae el hierro. Por suerte, no era grave. Pese al dolor que le producían las pérdidas, Geary se sintió satisfecho al ver el estado de la
Guerrera
, la
Orión
y la
Majestuosa
. El estado lamentable en el que se encontraban sus escudos y el daño que habían recibido directamente ponían de manifiesto que habían hecho todo lo posible por proteger las naves auxiliares.
Los síndicos tampoco habían salido indemnes de aquella pasada, gracias a la superioridad de poderío ofensivo del que gozaba la Alianza en aquella situación. Otro de sus acorazados había quedado fuera de combate, y otros tres cruceros de batalla habían saltado por los aires o estaban destrozados. Por lo menos una docena de cruceros pesados había quedado inutilizada o había sido destruida, y numerosos restos de varios cruceros ligeros y naves de caza asesinas cubrían gran parte del espacio en aquella zona.
—¿Vamos a realizar otra pasada? —preguntó Desjani con un tono de voz algo apagado después de ver el daño que había sufrido su nave.
—No. Tendríamos que atravesarlos dos veces más, y nos harían pedazos. Estamos a menos de una hora del punto de salto, y es adonde vamos a ir.
La formación con la figura de un muro de los síndicos, deformada y curvada debido a las maniobras y a los dos ataques de la Alianza, giraba para dirigirse de nuevo hacia la flota enemiga, acelerando para seguir su estela.
¿Debía intentar atacar de nuevo? ¿Intentar despistarlos otra vez? Geary comprobó el estado de los escudos de la flota, observó la poca cantidad de misiles espectro y de metralla que le quedaba, y el daño que sus naves habían sufrido, y supo que lo que le había dicho a Desjani era totalmente cierto. Aventurarse a atravesar un par de veces más la formación síndica era un suicidio. No disponían ni de la ventaja de la velocidad ni de la distancia necesaria para intentar golpear con fuerza los flancos de la formación síndica, que por entonces era más fina y más ancha que alta, pero todavía suficientemente grande como para cubrir el espacio que había tras la formación de la Alianza.
Quedaban cuarenta y cinco minutos para llegar al punto de salto. La flota de la Alianza tendría que frenar para poder superar el campo de minas que había enfrente del punto.
Los síndicos estaban demasiado cerca, y seguían recortando terreno a gran velocidad. No sería suficiente. Nada de lo que pudiese intentar sería suficiente.
Geary observó que los sistemas de navegación predecían el resultado de la persecución a esas velocidades y según esos vectores direccionales, y pudo ver a los síndicos alcanzar la retaguardia de su formación. Tenía dos opciones, ambas bastante desagradables: o bien abandonar a las naves de la retaguardia, o bien reducir la velocidad de toda la flota para unirse a ella y condenar el resto de las naves en el proceso. ¿Debía perder un tercio de las naves, por lo menos, o todas y cada una de ellas, sin excepción? Por si fuese poco, sabía que aunque escapase abandonando sus naves de retaguardia a su funesto destino, las supervivientes no estarían a salvo, puesto que el enemigo seguiría tras ellos.
—Capitán Geary. —De repente apareció una ventana con la imagen del capitán Mosko, aparentemente calmado, casi como paralizado—. Mi división está situada en el extremo de la retaguardia de la Alianza, en el punto más cercano a los síndicos.
—Así es.
La Séptima División de Acorazados había sufrido los impactos de los misiles y la metralla síndica la primera vez que atravesaron la formación enemiga, y había evitado la misma situación en la segunda al liderar la carga de las naves situadas en la parte frontal del cilindro. Sin embargo, volverían a quedar en el punto de mira en cuanto los síndicos interceptasen la flota de la Alianza. Pese a todo, no había nada que Geary pudiese hacer al respecto.