—¿Seguro? —Rione suspiró larga y profundamente—. Si me estás tomando como ejemplo, no esperes sonar convincente. ¿Por qué ibas a intentar salir en mi defensa?
—Porque ningún hombre que valga algo te culparía por un error honesto como...
—¿Ningún hombre? ¿Vaya, resulta que ahora hablas en nombre de mi marido, John Geary? —Rione lo miró con los ojos llenos de rabia—. ¿Qué debería decirle, eh? ¿Y a mis antepasados? No he hablado con ellos desde que me enteré de esto. ¿Cómo voy a hacerlo?
Geary la miró durante un rato.
—¿Quieres que sea honesto contigo?
—¿Por qué no? Al menos uno de los dos debería serlo —respondió fríamente.
—Entonces te diré un par de cosas —dijo Geary con firmeza, como si estuviese dando órdenes desde el puente de mando—. En primer lugar, no has mancillado mi honor. Y tampoco el tuyo. Para que fuese así, tendrías que haberlo hecho a sabiendas de que hacías algo deshonroso.
—Pero...
—¡Me da igual cómo lo vean los demás! ¡Hace cien años la gente entendía estas cosas! ¿Es que no son ya suficientemente duras vuestras vidas después de un siglo de guerra, que además tenéis que cargar con valores imposibles? —Rione lo miró fijamente—. No tengo derecho a decirte cómo deberías sentirte, pero sí cómo me siento yo. En segundo lugar —continuó Geary—, no ayudas a nadie flagelándote de ese modo. Sí, quizá en un mundo ideal podrías soportar esos valores imposibles de lealtad, pero no en este.
Ella negó con la cabeza.
—Eso no va a consolar a mi esposo ni a mis antepasados.
—¿Qué habrías querido que pasase si la situación fuese al revés? —le preguntó Geary—. ¿Y si fueses tú la que estuviese gravemente herida, a la que hubiesen dado por muerta, y la que quizá se viese separada de su marido? ¿Qué habrías querido?
Rione pasó un largo rato mirando al suelo sin decir nada. Al final, alzó de nuevo la mirada y dijo con tranquilidad:
—Que fuese feliz.
—¿Incluso aunque eso significase encontrar a alguien al pensar que estás muerta?
—Sí.
—¿Y si después descubriese que podrías seguir viva pero, pese a todo, posiblemente, lo perdieses para siempre? ¿Querrías que se culpase por ello?
—No uses a mi marido en mi contra, John Geary —dijo Rione bruscamente—. No tienes derecho a hacerlo.
Él se recostó y asintió con la cabeza, intentando mantener la calma.
—Es verdad. ¿Por qué no hablas con tus antepasados? Podrían mandarte alguna señal de cómo se sienten.
—¿Alguna señal como la palabra «adúltera» marcada en mi frente? —respondió Rione, enfadada.
—Si ya piensas que es así, ¿por qué no? —replicó Geary—. Quizá no te culpen. Son nuestros antepasados, Victoria. También fueron humanos. Tuvieron vidas imperfectas. Por eso hablamos con ellos, porque pueden recordarlo y entenderlo y, a lo mejor, solo a lo mejor, nos enseñan alguna lección que todavía ignoramos.
Ella negó con la cabeza, mirando en otra dirección.
—No puedo.
—¡Incluso las personas más deshonrosas pueden hablar con sus antepasados! ¡Nadie puede impedírtelo!
—No me refería a eso. —Rione seguía mirando hacia el mamparo opuesto.
Geary estudió su expresión, la forma de su boca, y poco a poco empezó a entenderlo.
—¿Tienes miedo a hablar con ellos? ¿De cómo reaccionarán?
—¿Te sorprende, John Geary? Claro que tengo miedo. He hecho un montón de cosas de las que no me siento orgullosa, pero nunca pensé que pudiese hacer algo que ofendería a mis antepasados.
Geary ponderó la situación durante un momento.
—No tienes que enfrentarte a eso sola. Podrías...
—¡No voy a compartir mi vergüenza con más personas!
—¡Ya se lo has dicho a Desjani, y ahora a mí! —respondió Geary, gritando también.
—Y no se lo diré a nadie más.
Después de decir eso, Rione se quedó en silencio, con aspecto sombrío y obstinado.
—Podría...
—¡No! —Intentó calmarse de nuevo—. Eso sería hacer de marido. No será a ti a quien tenga a mi lado cuando visite a mis antepasados.
Solo quedaba una opción.
—¿Y Desjani? Podrías pedirle que te acompañe.
Rione lo miró, sorprendida.
—Total, ya lo sabe.
—Y me odia.
—Porque no tenías pensado decírmelo. Ahora ya lo has hecho. —Rione pestañeó varias veces—. Y lo has hecho porque has querido. Desjani es una persona honorable. Tus antepasados no tendrían nada que objetar.
Ella sacudió la cabeza, y volvió a evitar la mirada de Geary.
—¿Por qué iba a hacer eso por mí?
—Podría preguntárselo yo, si quieres. —Opción incorrecta. Los ojos de Rione refulgieron—. O tú. ¿Crees que Desjani se negaría si se lo pidieses?
Ella acabó por suspirar.
—No, claro que no. La honorable capitana Desjani no se negaría. Incluso estaría dispuesta a estar al lado de un político si esa persona lo necesitase, ¿no? Sobre todo si supiese que el gran capitán Geary así lo desea.
—Supongo, pero puedes dejar a ese «gran capitán Geary» a un lado. Intento ayudarte, y la capitana Desjani también lo haría si se lo pidieses. No tienes que seguir en ese plan con nosotros.
Rione se levantó y miró a Geary con expresión pensativa.
—No siempre estarás al mando de esta flota. Algún día volverás a casa. Solo las estrellas del firmamento saben cómo, pero lo harás. Podrías retirarte en este mismo instante si así lo deseases. Nadie en la Alianza te lo negaría. Ese día, cuando ya no pesen sobre ti las responsabilidades del mando, cuando no existan normas y honor que regulen tus relaciones con otros oficiales, ¿te gustaría atarte a alguien como yo, o preferirías gozar de la libertad para adentrarte en el corazón de alguien como Desjani?
—Nunca he...
—No, ni lo harás. Que te jodan. —Rione se dio la vuelta rápidamente y se marchó.
Geary se despertó al abrirse la puerta de su camarote. Luego se cerró. Pulsó los controles de iluminación, y la habitación se vio inundada por una tenue luz nocturna. Entonces pudo ver a Victoria Rione de pie, observándolo en silencio.
—Hola, John Geary. —Avanzó con paso vacilante hacia él, se sentó a los pies de la cama, y lo miró—. ¿No me vas a preguntar nada?
Geary pudo sentir el olor a vino en su aliento incluso a esa distancia.
—¿Sobre qué?
—Sobre cómo me fue. —Rione levantó la mano en un gesto de grandilocuencia—. Yo, mis antepasados, la capitana Desjani. Seguro que quieres que te lo cuente.
—Victoria...
—No. —Negó con la cabeza, casi temblorosamente, y habló con voz profunda—. Les expliqué lo que había pasado. Les expuse mis remordimientos. Les pedí que me guiasen. Y nada; no sentí nada. No me enviaron nada. Mis antepasados ya no quieren saber nada de mí, John Geary.
El hombre se incorporó.
—No puede ser verdad.
—¡Pregúntaselo a la noble capitana Desjani! Que os jodan, a ti y a ella. —Se acercó a sus pies y comenzó a quitarse la ropa.
Geary se levantó.
—¿Qué estás haciendo?
—Comportarme como lo que soy. —Se quitó la última prenda de ropa y se dejó caer en la cama, mientras lo miraba—. Vamos, adelante.
—Debes de estar loca si crees que me voy a aprovechar de ti ahora.
—¿Sería muy poco honorable? No te engañes. Sé Black Jack por un instante. Haz lo que estás deseando hacer.
La observó durante un instante, intentando buscar las palabras.
Rione volvió a hablar, con la mirada perdida más allá de la figura de Geary.
—Lo mataría si tuviese que hacerlo, ya lo sabes. Si Black Jack intentase hacerle daño a la Alianza, y no hubiese otro modo de pararlo, lo mataría. Ha muerto demasiada gente como para permitir que sus pérdidas sean en vano. A lo mejor fue entonces cuando mi honor se desvaneció, cuando juré hacer todo lo necesario para detener a Black Jack. —No sin dificultad volvió a mirarlo directamente—. Cualquier cosa.
A Geary le resultó fácil, pero tenía que decir lo que se le había venido a la mente.
—¿Es esa la razón por la que empezaste a acostarte conmigo?
Ella respondió con una mueca. Después negó ligeramente con la cabeza.
—No —dijo en voz baja—. Ni siquiera creo que yo fuese capaz.
—¿Ni siquiera tú? Una vez me hablaste de cosas que ni yo haría, y ahora estás siendo igual de dura contigo misma. —Geary se agachó para coger la sábana y taparla, mientras ella lo miraba—. No voy a hacerte eso, Victoria. Te mereces algo mucho mejor, tanto si lo crees como si no.
Se sentó cerca de ella, con los ojos mirando al campo estelar que brillaba tenuemente en uno de los mamparos.
—Eres una persona firme, con mucho aguante, pero eres tan dura con los demás como lo eres contigo misma. Puede que incluso más. No creo que tus antepasados puedan perdonarte mientras tú te niegues a hacerlo.
Pasó un rato en silencio. Luego volvió la cabeza y vio que Rione había perdido el conocimiento. Incluso entonces, fuera del mundo, su expresión seguía marcada por la angustia.
Cuando despertaron a Geary en el
Intrépido
, estaba demasiado desorientado como para prestar atención a la gente de la flota, a los descendientes de las personas que había conocido, y entre las que había vivido. Después de tomar el mando, se percató con rapidez de lo que había cambiado después de un siglo, y de que los suyos habían soportado una tortuosa guerra. Había creído que estaba entre extraños que ya no pensaban ni sentían del mismo modo que él. Según pasaron las semanas y Geary aprendió más cosas sobre ellos, se dio cuenta de que los había juzgado con demasiada severidad y comenzó a sentir que compartían cosas fundamentales. No obstante, en ese momento volvía a dudar. El honor podía ser una carga, y una espada al mismo tiempo. Y podía hacerse mal con él con facilidad. Parecía que la gente de la Alianza de aquel tiempo, cien años distante del suyo, usaba el honor como un arma contra sí misma, lo cual lo convertía en algo tan inútil y tan ilógico que podía utilizarse tanto contra ellos como contra sus enemigos; de igual modo servía a la integridad y a la injusticia.
Geary suspiró, se levantó con cuidado para no hacer ruido y se vistió en silencio. Cuando estaba en la puerta, se paró y la miró.
He sufrido tanto al saber que todos los que conocí y amé en el pasado han muerto... Pero ¿cuánta gente de la Alianza está en la misma situación que Victoria, sin saber si sus seres queridos se encuentran vivos o muertos, buscando la forma de vivir con esas almas torturadas por la duda? ¿Cuántos mundos síndicos sentirán lo mismo?
Por primera vez, se dio cuenta de la cruel ventaja que significaba tener la certeza con la que se había tenido que enfrentar. Al menos, él podía estar seguro.
Deambuló por los pasillos y los compartimentos del
Intrépido
, saludando a los miembros de la tripulación que hacían guardia en las oscuras profundidades de la nave, intentando sentirse a gusto con las costumbres que se derivaban de estar al mando.
Al girar una esquina, se encontró con la capitana Desjani, que hacía lo mismo.
—¿Capitán Geary? —No ocultó su sorpresa—. ¿Va todo bien?
—Sí, claro.
Su tono y su expresión evidenciaban lo contrario.
Desjani hizo una mueca.
—He oído que... —Desjani se calló e intentó empezar de nuevo—. He estado enfadada con ella. Ya lo sabe. Pensé que no quería decírselo porque no tenía dignidad. No me di cuenta de que lo que realmente pasaba era que su sentido del honor la estaba destrozando.
—¿Cómo fue? ¿Es verdad que sus antepasados la rechazaron?
Desjani bajó la cabeza y reflexionó durante un instante.
—Yo sentí algo. No sé el qué. Estaban allí, pero creo que ella no va a aceptarlo.
—Esa es mi impresión, sí.
—Rione... eh... —Desjani parecía sentirse incómoda y molesta—. La vi hace un rato. Ha estado bebiendo, y ha dicho algunas cosas.
—Sí, lo sé.
—Señor, espero que nada de lo que yo haya hecho o dicho le haya hecho pensar en modo alguno que yo...
Le cogió la mano para que se callase.
—Siempre ha sido muy profesional. No podría tener a mi mando a una oficial mejor.
Desjani parecía angustiada.
—Incluso aunque no tuviese una gran misión que cumplir, incluso aunque las estrellas del firmamento no nos lo enviasen en el momento que más lo necesitábamos, estaría mal que yo...
—Capitana, por favor. —Geary intentó que su voz no delatase su preocupación—. Lo entiendo. No hace falta que volvamos a hablar de ello.
—Capitán Geary, hay rumores —dijo Desjani entre dientes— sobre nosotros dos. Me han puesto al tanto.
—Rumores sin fundamento, capitana Desjani. Han sido creados y extendidos por oficiales que carecen de la capacidad para entender lo que es el honor. Haré todo lo que esté en mi mano para actuar del modo más profesional posible cuando me encuentre cerca de usted, y estoy seguro de que usted seguirá haciendo lo mismo.
—Sí, señor. Gracias, señor. Sabía que lo entendería.
Asintió con la cabeza, agradecida. Luego realizó un saludo militar y se marchó. Geary observó como se alejaba, mientras se percataba de que no importaba si volvían a hablar de ello o no; aquello siempre sería una fuente de preocupación.
Al final acabó en su camarote. Rione seguía inconsciente, por lo que Geary se sentó y volvió a las simulaciones. Tres días más atravesando el sistema estelar Daiquón y la flota de la Alianza llegaría al punto de salto de Ixion.
¿Debían mantener ese rumbo? Obviamente, los síndicos se habían dado cuenta de que aquel sistema estelar era un posible destino y habían colocado minas. ¿Qué podría esperarles en Ixion?
No obstante, las opciones alternativas tampoco eran precisamente atractivas. Había sorprendido a los síndicos llegando tan pronto a Daiquón. Si la flota de la Alianza seguía avanzando a más velocidad de la que los síndicos necesitaban para reaccionar, podían despejar Ixion antes de que el enemigo situase una fuerza de bloqueo en el lugar.
O no. Según los últimos informes síndicos que habían conseguido en Sancere, Ixion gozaba de un mundo habitado más que decente, y de un número de colonias espaciales y de instalaciones que podrían estar todavía operativas. No era un sistema estelar vacío ni abandonado.
Tendría que estar preparado, preparado de verdad, para cuando llegasen. Debía asumir que el punto de salto estaría minado, y que los síndicos estarían emboscados. Tenía que asegurarse de que la flota de la Alianza estuviese en condiciones de encararles.