Dicho así, parecía fácil. De hecho, le encantaría saber cómo conseguirlo.
Al final, se quedó dormido en la silla, deseando que Rione saliese de aquel estado de depresión, y volviese a ofrecerle sus consejos.
Cuando se despertó, agarrotado por haber dormido en la silla, vio a Rione tumbada en la cama, despierta mirando hacia arriba. Sin decir nada, se levantó, fue al lavabo, cogió unos analgésicos y un poco de agua, y se los llevó.
Ella aceptó la oferta, pero sin mirarlo directamente.
Rione comenzó a hablar cuando Geary volvió a sentarse.
—No recuerdo todo lo que dije ayer por la noche.
—Seguramente sea lo mejor —dijo Geary con tono neutral.
—Tampoco recuerdo todo lo que hice.
—No hicimos nada, si es a lo que te refieres.
Rione asintió con la cabeza, luego suspiró y esbozó una mueca de dolor aparentemente causada por el movimiento.
—Gracias. Ahora, si me haces el favor de darte la vuelta, cogeré mi ropa y lo que quede de mi dignidad y te ahorraré tener que seguir aguantándome.
—¿Y si no quiero darme la vuelta?
—Guarda tu caballerosidad, John Geary, a menos que quieras deleitarte viéndome desnuda. No tengo derecho a negarte ese pequeño placer. —Parecía y sonaba derrotada.
Geary notó como el enfado que sentía hacia ella iba en aumento. Intentó tranquilizarse y se dio cuenta de que, hasta el momento, la compasión no había dado resultado.
—De acuerdo, señora copresidenta. Quizá no me he expresado con claridad. —Rione frunció el ceño, con expresión severa—. La verdad, no me importa lo que piense de sí misma en estos momentos. Me decepciona el hecho de que una persona con su inteligencia y sus capacidades, se regodee en su autocompasión cuando necesito desesperadamente sus consejos y su ayuda para conseguir que esta flota siga con vida, y yo pueda mantener mi cabeza bien alta. En tres días saltaremos a Ixion, y no tengo ni idea de lo que nos esperará allí. ¿Es que ha decidido que Black Jack ya no necesita su ayuda para tomar las decisiones correctas?
Rione frunció todavía más el ceño. Geary pudo observar en ella un atisbo de miedo. ¿Se estaría preguntando qué dijo la noche anterior? ¿Realmente le había dicho sin tapujos hasta dónde pensaba llegar para proteger la Alianza de Black Jack?
Geary mantuvo el tono severo.
—Ya me había dicho lo importante que es la Alianza para usted. Y necesita esta flota de vuelta. Si lo que pretendo es llevarla de regreso, la preciso a mi lado para seguir siendo honesto. Cada vez me siento más cómodo con el mando, y cada vez me cuesta más evitar hacer cosas solo porque puedo hacerlas.
Black Jack
Geary podría tomar un camino que John Geary no considera sabio ni honorable. ¿Qué es más importante para usted, señora copresidenta? ¿Su propia miseria, o el bienestar de la Alianza en la que dice creer?
Rione se levantó, a la vez que caía la sábana que la tapaba. No pareció percatarse de ello según lo miraba, con los ojos llenos de furia.
—Cuánta compasión muestra el comandante de la flota —dijo bruscamente.
—Si quieres tomar algo contra la depresión, mejor sería que fuese algo más efectivo que el alcohol. —Geary siguió hablando, mientras los ojos de Rione refulgían llenos de rabia—. Pareces decidida a no perdonarte ni a dejar que los demás lo hagan. No puedo cambiar eso. No obstante, puedo insistir y pedirte que me ofrezcas los mejores consejos y el mejor apoyo que puedas, y que dejes de comportarte de ese modo, con el que puedes dañar tanto a la Alianza como a la República Callas. Espero que te comportes como requiere tu posición de senadora de la Alianza y copresidenta de la República.
Tenía el puño cerrado y parecía preparada para lanzarse sobre la garganta de Geary.
—¿Eso es todo, capitán Geary? —preguntó Rione, casi gruñendo.
—No. —Hizo una pausa al darse cuenta de que Rione estaba sentada medio desnuda, con los ojos inyectados en sangre. Parecía una antigua diosa preparada para lanzar su venganza sobre el ateo. Y pese a eso, pese a lo enfadado que estaba, nunca había sentido que la desease tanto—. Si quieres, la noche de ayer nunca existió. Ni hubo nunca nada entre nosotros. Lo que sea para que vuelvas a poner los pies en el suelo.
Ella se levantó, haciendo ostentación de su cuerpo, pese a rezumar rabia.
—¿Significo tan poco para ti? ¿Es lo que me estás diciendo?
—No. —Él también se levantó, luchando contra el deseo de cogerla y tirarla en la cama a su lado—. Te estoy diciendo que para mí significas todo eso.
Geary, a sabiendas de que quizá no podría seguir conteniéndose durante más tiempo, se dio la vuelta rápidamente y salió del camarote.
Tenía un crucero de batalla entero a su disposición. No, de hecho, tenía una flota entera de cruceros de batalla, y no había ningún lugar en el que pudiese sentarse sin que una audiencia se preguntase por qué parecía haber pasado la noche durmiendo en una silla. Al final se dio cuenta de que la sala de conferencias podría ser el lugar privado que buscaba, y se encaminó hacia allí. Cerró la escotilla al entrar y se dejó caer en el asiento situado en la cabeza de la mesa.
Se sintió extraño estando allí solo, sin nadie en los asientos, con la mesa y la sala en sus dimensiones originales, en lugar de aparentar ser un gran espacio virtual para acomodar a todos los comandantes de la flota. Geary activó el visor estelar, luego el de la formación de la flota, y observó las naves.
Sí, mis naves. Soy responsable de ellas. Y sé que los síndicos tendrán algo esperándonos en Ixion. De hecho, tendrán algo esperándonos en cualquier sistema estelar al que saltemos
.
Odiaba no saber qué hacer con la flota.
¿Cómo voy a hacerlo si no sé lo que nos espera? Estoy acostumbrado a disponer de, como mínimo, un par de horas, y varios días o incluso semanas, como mucho, para observar las fuerzas de mis enemigos y preparar la flota del modo que considere adecuado. No puedo permitirme lanzarme de nuevo a la locura como hice al llegar a Daiquón
.
Era como no saber dónde se hallaba Rione en aquel instante. Podía volver a su camarote y encontrarla allí, o toparse con ella a la vuelta de una esquina. Y entonces... ¿qué? Tenía que suponer lo peor y actuar primero, o Rione podría lanzarse sobre su garganta después de aquella breve conversación que habían mantenido.
Tengo que actuar primero. Joder. Es bastante simple. Estoy demasiado acostumbrado a un combate espacial normal, en el que tienes un montón de tiempo para planearlo. Solo tengo que suponer que los síndicos tienen preparada una gran fuerza, esperándonos. Y un campo de minas enfrente, a la salida del salto. Una emboscada. Lo sé. Y tengo que ir de todos modos. Además, la flota tiene que maniobrar y pelear en cuanto aparezcamos
.
¿Por qué no? La vieja flota de los tiempos de Geary no podría haberlo hecho. No es que estuviese más allá de sus capacidades, sino que esto era muy distinto a lo que hacían y esperaban. Todo era más de laboratorio, más elegante. Los combates cuerpo a cuerpo no estaban permitidos. No obstante, esta flota, estos oficiales a los que nada les gustaba más que cargar directamente contra el enemigo, no solo podían hacerlo, sino que lo harían. Solo necesitaba un buen plan para sacar partido de aquella voluntad, que los empujaba a hacer lo que fuese necesario para matar síndicos.
Vale. ¿Cómo va a ser la emboscada de Ixion? Imagina el peor de los casos. Si no fuese tan malo, tendría tiempo para reaccionar. Bien, entonces, en el peor de los casos, minas situadas enfrente de la salida. Y detrás, la fuerza principal síndica, preparada para dispararnos justo después de que las minas exploten. Intentarán hacer lo que les hicimos a ellos en Ilión, con la única diferencia de situarse más cerca del punto de salto de lo que nosotros lo hicimos. Si al final están más lejos, mejor. Será más fácil si me espero lo peor
.
A lo mejor, si han observado mi modo de actuar, situarán fuerzas arriba, abajo y a cada uno de los lados para atraparnos en el fuego cruzado según avanzamos. O quizá no. Eso requeriría muchas naves. Tengo que estropearles el plan haciendo algo distinto, algo que esta flota no haga normalmente
.
Toqueteó el visor, probando distintas formaciones y movimientos. Al final, satisfecho, se dirigió a su camarote, sin estar seguro de si quería ver a Rione allí.
No obstante, su camarote estaba vacío. Geary se paró justo en la entrada, recordando la cara de Rione cuando se marchó, y preguntándose si la habitación estaría libre de trampas. Solo sus antepasados sabían qué tipo de represalias podía improvisar en caliente alguien como Victoria Rione.
No te pongas paranoico con ella. Ya es suficientemente malo estarlo con los oficiales de la flota
. Geary mandó una notificación anunciando una conferencia de oficiales al mando en media hora. Después se preparó a toda prisa para estar presentable. Cuando volvía a la sala de conferencias, se preguntó si los rumores con respecto a su violenta discusión con Rione se habrían extendido ya entre la flota, y si alguien encontraría la manera de sacar el tema.
La capitana Desjani estaba ya sentada en su sitio, y se levantó respetuosamente cuando llegó.
—¿Es algo urgente, señor?
—Algo así. Tampoco es que haya nada peligroso, que conste, simplemente necesito asegurarme de que todo el mundo tiene en mente algunas cosas antes de saltar a Ixion.
Esperaron, mirando las figuras que comenzaban a aparecer según se aproximaba la hora de inicio. Tanto la mesa como la sala parecían expandirse para acomodar al creciente número de personas.
Cuando llegó la hora señalada, Geary se puso en pie para comenzar a hablar, pero se le adelantó la capitana Midea, de la
Paladín
.
—¿Ha decidido no ir a Ixion? —preguntó—. ¿Vamos a alejarnos del espacio de la Alianza otra vez?
Todos los que estaban sentados alrededor de la mesa parecieron contener la respiración, esperando la respuesta de Geary. Él, por su parte, sintió un ataque de ira al ver que volvían a crearle problemas. Se había roto la cabeza buscando una manera de machacar a los síndicos y mantener vivas las naves de la Alianza, y todo lo que obtenía eran ataques por parte de oficiales veteranos que deberían estar agradecidos por no estar picando piedra en algún campo de trabajos forzados síndico, en algún mundo casi inhabitable. Tampoco ayudaba que la capitana Midea, que había permanecido en silencio durante todas las conferencias hasta ese momento, se le presentase con expresión severa, a juego con un uniforme tan perfecto en todos los sentidos que le recordaba a los directores ejecutivos síndicos que había visto.
Le llevó un rato darse cuenta, mientras escudriñaba con la mirada a la capitana Midea, y gracias a la información que le proporcionó el software de reuniones, de que la
Paladín
formaba parte de la cada vez más infame Tercera División de Acorazados, a la que también pertenecían el capitán Casia, la comandante Yin, y donde seguían arrestados los capitanes Numos y Faresa.
La combinación de su pregunta irrespetuosa, la fatiga que el propio Geary sentía después de una incómoda noche, el encontronazo con Victoria Rione, y la frustración con aquella división del infierno, casi hizo que explotase en aquel instante. Por suerte, recordó por qué había convocado la reunión y se dio cuenta, ya fuese gracias a la suerte o a sus antepasados, de que tenía la respuesta perfecta para la capitana Midea.
Así, en vez de explotar como una nova y carbonizarla, le sonrió ligeramente y dijo:
—Vamos a Ixion, capitana. Vamos a Ixion, y vamos a salir del punto de salto en formación de combate, puesto que espero que los síndicos nos tiendan una emboscada. He convocado esta reunión para asegurarme de que todos sabemos cómo vamos a enfrentarnos a la batalla.
Aquello la dejó fuera de combate. La capitana había esperado enzarzarse en un debate sobre la prudencia. No obstante, la flota no solo iba a seguir avanzando, sino que esperaba tener que luchar. Ninguno de sus oponentes osarían oponerse a aquello. El capitán Casia, que parecía estar preparado para acudir en ayuda de Midea, se mordió la lengua y se recostó en su asiento.
Geary se inclinó e introdujo varios comandos. Sobre la mesa apareció un visor que mostraba la formación en la que Geary había estado trabajando esa mañana.
—La flota se ordenará en formación Kilo Uno antes de saltar. Es una formación de combate que se caracteriza por estar compuesta de muchas subformaciones, cada una construida alrededor de un crucero de batalla o de una división de acorazados y, a la vez, todas ellas combinadas para proporcionar fuego de apoyo a las subformaciones cercanas.
Giró la imagen para mostrar claramente que consistía en una serie escalonada de bloques de naves, doce en total, ordenados de forma que entre todos representaban aproximadamente la forma de una caja rectangular.
La capitana Desjani estudió la formación, al igual que el resto de los oficiales. Luego tomó la palabra.
—¿Esto es por si nos encontramos de nuevo con algo como lo de Daiquón?
—Exacto. Cada una de las formaciones puede autosustentarse. Ninguna de las unidades ligeras estará lejos del fuego de apoyo pesado, y todas las naves pesadas tendrán unidades ligeras cerca para apoyarlas. Sea lo que sea que nos encontremos, cada uno de los bloques debería ser capaz de defenderse, y el conjunto nos ofrece la posibilidad de atacar a los síndicos desde varios ángulos. No es una formación de ataque perfecta porque tampoco sabemos qué orden van a adoptar los síndicos. No obstante, sea cual sea la formación que adopten, deberíamos ser capaces de dañarlos en cuanto salgamos del punto de salto, y de proteger de manera efectiva nuestras propias naves hasta que tengamos una visión clara del campo de batalla para poder ajustar nuestra formación en concordancia con todo ello.
—¿Entonces espera que entablemos combate en cuanto salgamos? —preguntó el capitán Tulev—. Es algo que pasó en Daiquón de casualidad, pero nunca hemos luchado así.
—Lo haremos ahora. —Geary dirigió una sonrisa hacia Tulev, y luego hacia la mesa—. Saldremos del punto de salto preparados para enfrentarnos a una fuerza enemiga importante, lucharemos, y los machacaremos antes incluso de que se den cuenta de que estamos allí.
Casi podía ver sus caras iluminadas por el entusiasmo. A la flota le encantaba entrar en acción. Gran parte de lo que había hecho desde que asumió el mando había sido enseñarles a aquellos oficiales, poco a poco, a pensar tanto como a luchar. Y eso solía incluir evitar cargas precipitadas, lo cual había sido algo difícil de aceptar para algunos de los oficiales al mando. Pero en ese instante les estaba ofreciendo algo semejante a cargar de aquel modo contra el enemigo, por lo que se sentían tan felices como se puede sentir alguien que se enfrenta a una posible matanza.