La mayoría de los disparos de la nave de la Alianza había dado en el blanco. Al enemigo solamente le quedaba una batería operativa. En cuanto el
Intrépido
sobrepasó al acorazado, la
Paladín
llegó con seguridad y lanzó varias salvas, que silenciaron el armamento enemigo restante y dejaron a la nave sin control de movimiento. Geary le ordenó al oficial al mando de la apaleada nave enemiga que se rindiese, pero aunque comenzaron a salir varias cápsulas de escape, no recibió respuesta alguna.
Pese a que el acorazado síndico estaba fuera de combate, la
Paladín
lanzó un proyector de campos de anulación en cuanto alcanzó la distancia mínima. La esfera, que cada vez se hacía más grande, hizo un profundo agujero en la indefensa nave.
Detrás de la
Paladín
llegó su compañero, el acorazado
Conquistadora
, que también disparó lanzas infernales sobre lo poco que quedaba de la nave, a la vez que salían desesperadamente de él varias cápsulas. Geary sintió como su enfado iba en aumento al ver el castigo infringido sobre un enemigo indefenso. Incluso Desjani pareció encontrar aquel ensañamiento desagradable. Después de lanzar su propio campo de anulación, la
Conquistadora
disparó dos misiles espectro sobre los restos, mientras se alejaba.
Aquello fue la gota que colmó el vaso.
—
Conquistadora
, guarde su munición para las naves que constituyan una amenaza —dijo bruscamente.
Ya no quedaban enemigos operativos al alcance de la flota de la Alianza. Era algo de lo que se pudo cerciorar después de examinar la pantalla. Geary amplió el campo de visión, abarcando de nuevo todo el sistema estelar Ixion, y sintió un destello de rabia.
—Ahora ya sabemos por qué con esas naves había tan pocas asesinas.
Desjani echó un vistazo.
—Hay nueve más, en grupos de tres, situadas para utilizar los puntos de salto fuera de Ixion.
Geary comprobó sus posiciones.
—El grupo más cercano está a tres horas luz. Todavía no saben que ya estamos aquí.
—No les va a gustar nada ver lo que ha pasado en cuanto les llegue el resplandor de la batalla —dijo Desjani con una sonrisa.
—No estoy seguro de que a esto se le pueda llamar batalla. Vale, entonces, la amenaza está a menos de tres horas luz. Que la flota recupere la formación. Bueno, eso si consigo que la Tercera División de Acorazados deje de apalear naves moribundas.
—Ordéneles que envíen grupos a destruir lo que queda —sugirió Desjani—. Es una tarea bastante aburrida.
—¿Por qué debería castigar así a las tripulaciones de esas naves? —preguntó Geary. No obstante, alguien tenía que asegurarse de que los restos síndicos no fuesen recuperables—. Haré que Casia y Midea estén ocupados un rato.
Se preparó para dar la orden, pero justo entonces se paró a ver los informes de daños. No habían sido demasiados, puesto que, al romper la formación, todas las naves de apoyo enemigas habían quedado descolgadas y expuestas al fuego de la Alianza, superior en número. Sin embargo...
—Mierda. ¿Cómo han dañado a la
Titánica
? —De todas la naves que podían haber sufrido daño, ¿por qué esa?
—Ha sido debido al impacto de una mina —afirmó Desjani—. No pudo maniobrar lo suficiente como para evitar totalmente el campo de minas.
—La capitana Tyrosian ya me advirtió de que la
Titánica
maniobraba como una vaca cuando tenía los almacenes al máximo. —Geary suspiró y luego intentó mentalizarse antes de leer los detalles—. No ha sido demasiado, pero tendremos que reducir la velocidad de la flota para darle a la
Titánica
el tiempo necesario para reparar el daño sufrido. —Había pasado el tiempo suficiente como para emitir algo parecido a una orden—. A todas las unidades, alto el fuego a menos que les disparen, y adopten la Formación Delta Dos, con el
Intrépido
como buque insignia.
Geary permanecía sentado en el puente del
Intrépido
, viendo a su flota situarse en formación, e intentando averiguar qué era exactamente lo que le preocupaba. No era la presencia síndica que quedaba en Ixion. Aunque las nueve naves de caza asesinas restantes eran molestas, no había nada que pudiese hacer al respecto. Puesto que estaba claro que su misión era vigilar la flota de la Alianza, si las perseguían, seguramente escaparían en lugar de sumergirse en una lucha que no podían ganar. Dos de las naves de caza asesinas estaban tan lejos que ni siquiera se habían dado cuenta de que la flota de la Alianza se hallaba ya en ese sistema estelar. Por otra parte, tampoco había ninguna otra nave por la que preocuparse. El variado tráfico comercial del sistema no constituía una amenaza, y al extenderse la evidencia de que su flota estaba allí, el tráfico civil se había ido a resguardar en el lugar seguro más cercano.
La flota de la Alianza había entrado en Ixion a seis horas luz de la estrella. A parte de unas cuantas instalaciones mineras e industriales situadas más bien en las afueras del sistema, la presencia síndica se concentraba alrededor del único mundo habitable, localizado a nueve minutos luz de su estrella. Tal y como habían esperado, el sistema se había resentido por no estar en la red hipernética, aunque no tanto como algunos otros lugares que Geary había visto. Seguía pareciendo moderadamente próspero, y si se analizaba la atmósfera y la superficie del planeta, se podía ver que gozaba de una población más que notable y de una gran industria.
Había un complejo orbital alrededor del planeta habitado que los sensores habían señalado como de uso posiblemente militar, pero no constituía peligro alguno para la flota de la Alianza. Ya había mandado un breve mensaje a todos los síndicos del sistema avisándolos de que no intentasen interferir en el avance de la flota de la Alianza, y de que había supervivientes esperando ser rescatados en Daiquón.
¿Cuál era el problema entonces? La principal fuerza síndica que había en el sistema había sido machacada con facilidad. Con extrema facilidad. Era eso.
—La tripulación de esas naves síndicas era muy poco experimentada, y en absoluto preparada para el combate.
La capitana Desjani lo miró y asintió con la cabeza.
—Está claro.
—Y aun así estaban situados como si los síndicos esperasen que nuestra flota fuese a Ixion.
—Sí, señor. —Desjani frunció el ceño—. No tiene sentido, ¿verdad? Si creían que nos traería aquí, ¿por qué dejaron a sus unidades menos experimentadas cubriendo la salida?
—Buena pregunta. Y no es que fuesen tampoco un par de ovejas para sacrificar, sino acorazados y cruceros de batalla. ¿Por qué habrán desperdiciado los síndicos esas naves dejando que se enfrenten a nosotros? —Geary miró hacia la parte trasera del puente de mando—. Señora copresidenta, ¿qué opina?
—Opino que hay algo que deben explicarme —dijo Rione—. Saben que las tripulaciones síndicas tenían poca experiencia por cómo actuaron. Recuerdo algo parecido en Sancere. Algunas de las naves de los Mundos Síndicos casi no fueron capaces de evitar chocar, y esta vez ha sido mucho peor.
—La formación de Sancere estaba compuesta por tripulaciones nuevas con escaso entrenamiento —señaló Desjani—, como la que nos esperaba aquí, aunque supongo que un poco mejor preparada.
—¿Y? —respondió Rione—. ¿Por qué debería importar eso? ¿Cómo influye la tripulación teniendo en cuenta que las maniobras ya están fijadas? ¿No se supone que los movimientos de las naves están controlados por sistemas automatizados?
Geary asintió con la cabeza al darse cuenta de que era una pregunta con bastante sentido.
—Correcto. A la velocidad que se mueve una nave de combate, casi siempre es una locura intentar maniobrar manualmente.
—¿Entonces por qué importa el entrenamiento o la experiencia de la tripulación?
Desjani respondió como si fuese una instructora, haciendo, aparentemente, caso omiso al tono casi de enfado de Rione.
—Existen tres fases en el entrenamiento y en la experiencia necesaria para dirigir naves. Los que tienen menos experiencia no confían en los sistemas automáticos, puesto que es un hecho que pueden cometer errores. Lo más problemático es que cuando los efectos de la distorsión relativista entran en escena, los instintos del ser humano sirven de poco. Tendemos a pensar que los sistemas están realizando una maniobra errónea porque nuestros sentidos y nuestra experiencia, desarrollados en un medio mucho más lento, no coinciden con lo que vemos cuando nos movemos en fracciones de velocidad luz.
»Las tripulaciones sin experiencia son las que suelen sentir pánico ante esto, por lo que creen que los sistemas cometen un error serio, e intentan dirigir la maniobra manualmente. —Señaló la pantalla con una mano—. Y entonces pasa eso que acaba de ver. Se requiere bastante tiempo para aprender lo necesario y aceptar que los sistemas saben perfectamente lo que hacen, además de entender lo que podría pasar si intenta corregirlos. Esa es la segunda fase, en la que aquellos que duran lo suficiente como para darse cuenta, aprenden que los sistemas pueden cometer errores de cálculo y que raras veces hay que corregirlos. Entonces tiene que saber cuándo y cómo hacerlo, lo cual nos lleva a la tercera fase.
Desjani sonrió mirando a Geary.
—¿Es correcto, señor?
—Lo mismo pasaba en mi época. Hace falta pasar bastante tiempo moviéndose de cero coma uno a cero coma dos de la velocidad de la luz para desarrollar el instinto necesario para adelantarse a los sistemas automáticos. —Señaló la pantalla—. Y digo instinto porque es algo que está antes incluso del nivel de consciencia. No hay tiempo suficiente como para que nuestros cerebros lo procesen, e incluso en ese caso, solo un idiota intentaría corregir los sistemas en medio de una batalla cuando dos formaciones están entablando combate. En cuanto se dé cuenta de que vas a chocar contra algo, ya será parte de una bola de plasma, fruto de la colisión.
—Gracias —respondió Rione con tono neutro—. Entonces la respuesta a su pregunta parece evidente. Se les ocurrió que podría traer aquí la flota, pero no les pareció el lugar más probable. De hecho, deben de haber pensado que era la posibilidad más remota. Situaron algo aquí solo por si acaso, pero no esperaban que acabasen enfrentándose a nosotros.
Geary miró a Desjani, quien asintió con la cabeza.
—Tiene sentido, pero ¿por qué iban a pensar que esta era la posibilidad más remota?
Rione alzó el brazo de forma grandilocuente y respondió de forma pomposa.
—Porque el gran
Black Jack
Geary ha demostrado que no avanza hacia el espacio de la Alianza en línea recta. Se mueve con cautela, intentando evitar los destinos más obvios, en favor de aquellos que los síndicos tenderían a ver como menos probables.
Aquello seguía teniendo sentido.
—Intentan adelantarse a mí atendiendo a los patrones que hemos seguido hasta ahora, pero esta vez hice algo fuera de lo normal.
—Sí, fuera de lo normal es una expresión adecuada —dijo Rione sarcásticamente.
—Pero ha funcionado —afirmó Desjani en un tono seco, saliendo al momento en defensa de Geary.
—No obstante, no debemos esperar que vuelva a funcionar —respondió Rione con la misma brusquedad—. Como puede ver, la primera nave asesina síndica ya se dirige al punto de salto. Les dirá dónde se encuentra la flota y así los síndicos obtendrán un nuevo patrón de movimiento.
—Sí. —Geary tomó la palabra rápidamente para intentar evitar que la discusión subiese de tono—. Ambas tenéis razón. —Aquello no pareció apaciguar a nadie—. Tengo que reflexionar sobre el rumbo que debemos seguir. Gracias por vuestras impresiones, capitana Desjani y señora copresidenta.
Luego se levantó, algo entumecido por llevar sentado desde que habían llegado a Ixion.
Rione también se levantó y acompañó a Geary fuera del puente. Esperó hasta que estuvieron un rato a solas en el corredor antes de volver a hablar con él.
—No volverá a funcionar.
—Le he dicho que reflexionaré al respecto —respondió Geary, con un tono algo más severo del que pretendía.
—No debería llevarte tanto tiempo. Sé que la siguiente estrella más cercana si trazamos la línea más recta posible hacia el espacio de la Alianza es T’negu. Si vamos allí, la flota encontrará una trampa mucho peor que la que nos prepararon esos pobres diablos.
—Puede que tengas razón.
—¡Es que tengo razón! ¡Aunque no sepa casi nada sobre esas maniobras de flota sobre las que tanto os gusta compartir experiencias a la capitana Tanya Desjani y a ti!
Geary se paró y la miró.
—¿Qué tiene que ver eso con lo de la experiencia? Tú preguntaste y nosotros respondimos. ¡Se supone que debes intentar acallar los rumores y, en realidad, estás celosa de la capitana Desjani!
—¿Celosa? —Rione negó con la cabeza y sonrió, aunque aquella actitud no llegó a sus ojos—. En absoluto. Solo quiero que recuerdes que la capitana Desjani besa el suelo por el que pisas. Eso influye en sus consejos. No cree que puedas equivocarte.
—Pero... —Geary se tranquilizó—. Vale. Admito que es algo que debo tener en mente. No lo he olvidado. Y ahora, te lo repito, todavía no he decidido adónde ir. Espera a que tome una decisión antes de decirme si me he equivocado.
—Estaré encantada de esperar hasta ese momento. —Rione suspiró y pasó la mano por el pelo de Geary—. No pretendo comportarme como una zorra de nuevo. Estoy preocupada. Esta carrera hacia el espacio de la Alianza ha ido mucho mejor de lo que ninguno de nosotros habría esperado. A ti también te sorprende, ¿o no? Gracias por admitirlo. La línea que separa la confianza necesaria para comandar la flota de forma efectiva del exceso de confianza que la condenaría es muy fina.
Geary no pudo observar ni rastro de burla o de enfado en aquellas palabras, por lo que respondió con el mismo tono.
—Lo entiendo. Sé que necesito a alguien en quien confiar que se adelante a lo que pueda pensar.
—Alguien que sepa que eres humano —resaltó Rione.
—Sé que no soy lo que la gente cree que es Black Jack.
—Me he dado cuenta, pero... —Rione frunció el ceño—. ¿Estás celoso?
Aquello lo cogió por sorpresa.
—¿Cómo?
—Que si estás celoso de Black Jack. El gran héroe que puede salir victorioso de cualquier batalla. ¿Quieres demostrar que puedes ser tan bueno como él?
—¡No! ¡Eso es ridículo!
—¿Seguro? —Rione miró a Geary durante unos segundos—. Muchos de tus seguidores más devotos, incluso algunos capitanes, idolatran a Black Jack, pero no a ti. Cualquier humano podría encontrarlo frustrante.