En gravedad cero un dado nunca deja de rodar, y durante el siguiente día Geary se sintió como si estuviese viendo un par de dados que rodaban incesantemente sin mostrar nunca un resultado. Después llegó otro día. Habló, con los nervios al límite, con malas formas a Rione, y ella no se quedó atrás. Pasaron media hora discutiendo tan acaloradamente que Geary llegó a preguntarse por qué los mamparos del camarote no se habían derretido todavía. Al final salió a deambular por los corredores del
Intrépido
, intentando aparentar confianza según la tripulación y los oficiales de menor grado lo saludaban con un orgullo casi posesivo. Puede que fuese el comandante de la flota, pero aquel era el buque insignia de
Black Jack
Geary y creían que eso los hacía, a ellos y a su nave, especiales.
Al final acabó en la sala de conferencias otra vez. Taciturno, volvió a reflexionar sobre la estrategia de combate que podría llevar a cabo en el punto de salto de Branwyn contra la flotilla síndica Bravo. No obstante, ignoraba demasiados detalles, como, por ejemplo, qué iban a hacer los síndicos, por lo que ejecutar simulaciones tenía poco sentido.
Finalmente volvió a su camarote, decidido a no dejarse exiliar de sus propios dominios ni siquiera por Victoria Rione. Ella lo estaba esperando, y lo lanzó a la cama sin mediar palabra.
Aquello lo ayudó a pasar el tiempo, pero también lo dejó perplejo.
Tercer día. Geary estaba sentado en el puente del
Intrépido
mirando la pantalla. Los síndicos seguían actuando como si la flota de la Alianza no estuviese allí. Al final acabó preguntándole a la capitana Desjani.
—¿Alguna sugerencia sobre lo que podemos hacer para que los síndicos reaccionen?
Ella le respondió con una mirada de disculpa.
—No, señor. —Desjani hizo un gesto hacia el planeta habitado—. Seguramente todas y cada una de las unidades militares síndicas ha recibido órdenes del alto mando síndico de este sistema estelar, y el enemigo obedece a rajatabla —dijo con desdén.
Aquello era una gran diferencia entre la flota de la Alianza actual y la flota síndica. Geary había pasado un tiempo importante desde que había asumido el mando intentando convencer a sus comandantes, con distintos resultados, de que seguir las órdenes incluso podía ser algo adecuado. Y la gracia del asunto era que, dado el estado de la guerra, tanto el rígido control síndico como la alocada actitud para el combate que mostraba la Alianza habían producido los mismos resultados, luchas sangrientas que se habían decidido por desgaste.
—Me temo que la copresidenta Rione tenía razón —dijo Geary—. Esta vez solo entrarán en combate cuando consideren que han logrado una buena posición y estén preparados.
—Eso parece —concordó Desjani, con una expresión de desdén hacia aquel tipo de planteamiento estratégico fruto de su experiencia con la flota, hasta que recordó que era Geary quien le estaba enseñando a la Alianza a actuar de aquel modo—. Están aprendiendo o empezando a usar la cabeza, ¿no?
—Eso me temo. O puede que estén perdiendo su peligroso nivel de autoconfianza.
Fuese lo que fuese, no era algo bueno para su flota.
—Tendrán que entablar combate en el punto de salto a Branwyn.
El tiempo restante para interceptar a la bautizada como flotilla síndica Bravo era de doce horas, si nadie realizaba ninguna maniobra hasta aquel momento. La flotilla enemiga había adoptado la formación de una caja rectangular desde que había llegado, y no parecía tener intención de cambiarla. No obstante, todavía quedaban doce horas para establecer contacto, por lo que era demasiado pronto para decidir la mejor opción para la formación de la Alianza.
Revisó de nuevo los informes del estado de las existencias de la flota, y ejecutó una previsión del número de células de combustible que podrían fabricar las naves auxiliares utilizando los materiales que tenían a mano. Luego simuló su distribución entre toda la flota. Era insuficiente.
El nivel de minas era bajo, y el de misiles espectro de las naves de combate iba desde bajo a moderado, pero al menos el de metralla era alto. Tampoco resultaba sorprendente, puesto que las bolas de metal eran fáciles de fabricar.
Las existencias de comida eran adecuadas, pero también podían llegar a ser un problema si no encontraban más. Ya no quedaba de la que habían traído del espacio de la Alianza, por lo que la flota subsistía, sobre todo, gracias a las raciones conseguidas en las instalaciones abandonadas o en los almacenes de Sancere. La que habían encontrado allí tampoco estaba mal, para ser comida síndica, pero cuando se acabase, lo único que quedaría sería la comida que los síndicos ni siquiera consideraron digna de rescatar de las instalaciones abandonadas. Había tomado algo de aquella comida, e incluso para una persona acostumbrada a la naturaleza de las raciones militares era difícil de digerir. Podía mantener a alguien con vida, pero poco más.
—Estén preparados para entrar en combate en doce horas. Por favor, asegúrense de que su tripulación esté descansada —dijo Geary a todas las naves. Luego se marchó también para descansar.
Cinco horas para interceptarlos.
—Están acelerando, señor —anunció Desjani, desalentada—, con la intención de llegar al punto de salto de Branwyn antes que nosotros. Han empezado hará una hora, pero acabamos de verlo ahora mismo. Podríamos hacer que algunos cruceros de batalla se adelanten para intentar interceptarlos a tiempo antes de que lleguen, pero la flota al completo no tiene la capacidad para mantener ese ritmo.
¿Lanzar cruceros de batalla sin apoyo contra la formación síndica? Él podía añadir algunos cruceros ligeros y destructores, pero seguirían estando en inferioridad de condiciones.
—No, no podemos exponer a tanto riesgo a los cruceros de batalla.
Desjani se enderezó, como si hubiese sufrido una afrenta.
—Señor, los cruceros de batalla están orgullosos del rol que desempeñan como fuerza de ataque rápida. Podemos atacar continuamente con ráfagas a gran velocidad mientras esperamos a que nos alcance el resto de la flota.
«
Podemos», claro
. El
Intrépido
también era un crucero de batalla.
—Agradezco su sugerencia, capitana Desjani, pero tendríamos que desviar a la flotilla síndica de su curso para que tuviese sentido separar los cruceros del resto de la flota. Nuestros cruceros de batalla no tienen artillería suficiente como para conseguirlo. —Se inclinó hacia ella para seguir hablando en voz baja—. Sabe que no puedo enviar al
Intrépido
en una misión como esa. Es el buque insignia, y transporta algo terriblemente importante.
Se refería a la llave hipernética síndica, algo que podía tener un peso crítico en el desarrollo de la guerra si conseguía volver con ella al territorio de la Alianza. Todas las naves de la flota eran importantes, pero unas lo eran más que otras. Teniendo en cuenta lo de la llave, el
Intrépido
era con bastante diferencia el rey de las importantes.
Desjani era consciente de aquello, así que no discutió, y aunque todavía parecía contrariada, asintió con la cabeza.
Lo único que Geary podía hacer era sentarse y ver a la flotilla síndica llegar al punto de salto antes que ellos. Habían calculado perfectamente el movimiento, sin dejar tiempo a la flota de la Alianza para reaccionar. No obstante, cuando estuviesen a distancia de combate, les daría una lección sobre cómo maniobrar para incomodar al otro bando.
A cero con uno c, la flotilla enemiga avanzaba a treinta mil kilómetros por segundo. Si lo comparas con superficies planetarias, es una velocidad inconmensurable. Sin embargo, si lo haces con el tamaño de un sistema estelar estándar como Lakota, donde el diámetro orbital del planeta oficialmente más alejado es de unas diez horas luz, o lo que es lo mismo, unos once mil millones de kilómetros, las naves parecían arrastrarse a través de un manto oscuro adornado de estrellas. A veces Geary se preguntaba cómo la gente lo había podido soportar en los comienzos de los viajes espaciales, cuando las naves no podían alcanzar siquiera velocidades cercanas a un décimo de la velocidad de la luz, y les llevaba semanas, meses o incluso años llegar a otros planetas o lunas dentro del mismo sistema estelar. Pero entonces pensaba en las personas que vivían en los planetas y a los que seguramente les había costado semanas, meses o incluso años viajar entre masas continentales.
—No importa lo rápido que vayamos, nunca es suficiente —dijo Geary entre dientes.
Para su sorpresa, Desjani pareció inquietarse ante aquel comentario.
—Señor, si la flota pudiese hacer más...
—Lo siento. No me refería a la flota, que ya lo hace de maravilla, como siempre. Estaba pensando en la gente.
—Ah, entiendo, señor. —Obviamente, no lo entendía, pero puesto que no estaba en juego el honor de su nave ni el de la flota, y había enemigos que vigilar, Desjani lo dejó pasar.
Lo mismo hizo Geary, mientras veía a los síndicos llegar al punto de salto de Branwyn, esperando que no hiciesen lo que estaba pensando en cuanto llegasen.
Pero lo hicieron.
—Están girando hacia nosotros —anunció Desjani—. Frenaron bastante cuando cruzaron por delante del punto de salto, y ahora aceleran en nuestra dirección.
Geary suspiró, deseando que algo empezase a ir bien, en parte liberado por no tener que preocuparse más de lo que los síndicos harían finalmente, pero a la vez nervioso por ver lo que habían hecho.
—Necesito confirmación en cuanto sea posible. ¿Depositaron minas al pasar por delante del punto?
Parecía la única explicación para aquella maniobra de frenada: reducir la velocidad de las naves para poder dejar las minas unas cerca de otras, aunque también podía ser un farol.
—Así es, señor —confirmó un consultor—. Nuestros sensores todavía están intentando determinar la densidad y los límites del campo de minas, pero estamos detectando bastantes anomalías visuales. Parece que han dejado una cantidad elevada a la salida.
Desjani frunció el ceño.
—¿Tan cerca? Mire, señor. Las minas están tan pegadas al punto de salto que deberían ser desplazadas bastante pronto.
—¿Cuándo es bastante pronto? —preguntó Geary, con una llama de esperanza.
—Unas cuantas semanas, quizá —dijo Desjani—. La física de un área tan cercana a un punto de salto es un poco extraña, pero podríamos realizar un análisis para tener estimaciones más exactas.
—A menos que esa estimación diga que va a ser en mucho menos tiempo que varias semanas, no es algo de lo que debamos preocuparnos.
Volvió a observar como los sensores de la flota encontraban incesantemente pequeñas anomalías visuales que revelaban incluso las minas más ocultas, lo que creaba una representación del lugar que ocupaban. Justo encima de la salida, como Desjani había comentado.
El punto de salto las desplazaría en unas cuantas semanas, pero hasta entonces no podrían evitarlas, a menos que la flota de la Alianza redujese la velocidad casi totalmente para poder realizar maniobras más que precisas. Y si lo hacían, su flota sería como un pato durmiendo, dispuesto a ser cazado por la flotilla síndica Bravo y sus ráfagas a gran velocidad.
—Me gustaba más cuando los síndicos nos subestimaban —le comentó Geary a Desjani en voz baja.
—Cuando hayamos destruido la flotilla síndica, podemos maniobrar a través de las minas con seguridad. También podemos esperar en el sistema hasta que las minas se desplacen y queden fuera del camino —sugirió Desjani.
—Es una posibilidad.
¿Esperar unas cuantas semanas en Lakota? No parecía una buena idea. Cuanto más tiempo esperasen allí, peor se pondrían las cosas seguramente.
—Flotilla síndica Bravo fijando rumbo para interceptarnos —anunció un consultor—. Acelerando a cero con cero cinco c.
—Llegarán hasta una décima de la velocidad de la luz para iniciar combate —comentó Desjani—. Es lo normal para ellos.
—Y para la Alianza —le recordó Geary—, pero no daré la orden de que la flota alcance esa velocidad por ahora.
—Si los síndicos alcanzan esa velocidad y la mantienen —dijo Desjani mientras ejecutaba algunas simulaciones—, y nosotros nos mantenemos en cero con cero siete c, estableceremos contacto en una hora y media aproximadamente.
—Vale. —Geary se paró a pensar durante un rato, y luego contactó con todas las naves—. A todas las unidades de la Alianza, entraremos en combate en una hora aproximadamente. Mantengan la formación, y les prometo que les enseñaremos a esos síndicos la misma lección que a los que nos hemos encontrado hasta ahora.
No esperaba que nadie respondiese, pero alguien desde la retaguardia rompió sus expectativas.
—Comunique el momento en el que debemos acelerar hasta la velocidad estándar de combate cero coma uno c.
Geary comprobó el origen del mensaje y confirmó sus sospechas. Había sonado como algo propio de la capitana Midea, de la
Paladín
, y así era.
—Aceleraremos antes de establecer contacto con los síndicos. Daré esa orden así como otros cambios en la formación en el momento adecuado.
—Va a preguntarle cuándo será el momento adecuado —murmuró Desjani.
—Al habla la
Paladín
. —Llegó otro mensaje, tal y como Desjani había predicho—. Aclare lo del tiempo adecuado.
Geary respondió, malhumorado.
—El tiempo adecuado será cuando yo emita la orden,
Paladín
. —Sacudió la cabeza, dirigiéndose de nuevo a Desjani—. Midea no es tan estúpida, ¿no?
—No creo —respondió condescendientemente.
—Entonces sabrá que tengo que basar mis acciones en las del enemigo. No sabré qué hacer hasta que nos aproximemos y vea su formación, la velocidad con la que se aproximan, y las maniobras de última hora que puedan realizar.
—Es cierto, señor, pero yo lo sé solo porque me lo ha enseñado —dijo Desjani—. Nuestras tácticas eran mucho más simples antes de que usted asumiese el mando.
Aquello tenía sentido. Considerando que los oficiales experimentados y bien entrenados habían ido diezmándose progresivamente debido a batallas cada vez más sanguinarias, el conocimiento sobre cómo maniobrar eficazmente, teniendo en cuenta las distancias y los tiempos, había muerto con ellos. Después de un siglo, Geary se había encontrado con tácticas que consistían en cargar de frente contra el enemigo una y otra vez hasta que alguno de los dos bandos quedaba machacado y se retiraba, o era destruido.