Osada (35 page)

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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Desjani lo miró angustiada, pero no llegó a abrir la boca.

La
Paladín
siguió virando cada vez más claramente hacia la
Afamada
mientras la flota de la Alianza ejecutaba su propia curva hacia abajo, virando como un solo elemento en contraposición a las otras dos naves.


¡Paladín!
—gritó Geary, sin preocuparse por evidenciar su enfado durante una operación de combate—. ¡Vuelva a su posición inmediatamente! ¡La capitana Midea queda relevada del mando! ¡Oficial ejecutivo, asuma el mando y vuelva a su posición ahora mismo!

Probablemente era demasiado tarde. No, seguro que era demasiado tarde. A la velocidad que se estaban moviendo, la
Paladín
había virado ya excesivamente y estaba muy lejos del resto de la flota de la Alianza, y los síndicos estaban maniobrando para pasar bajo el cuerpo principal de la flota, directamente hacia las dos naves extraviadas.

La
Afamada
lanzó varias ráfagas de cápsulas de escape y todos los misiles espectro que le quedaban al ver el borde más adelantado de la formación síndica aproximarse. Luego dispararon metralla, que produjo destellos al impactar sobre los escudos enemigos, y se vaporizó. Primero una nave asesina, y después otra, quedaron destrozadas ante el fuego de la
Afamada
. Un crucero ligero salió despedido dando vueltas. Los escudos de un crucero de batalla centellearon y colapsaron por varios puntos, lo que permitió que algunas de las lanzas infernales procedentes de la nave aliada impactasen directamente sobre el casco.

No obstante, al mismo tiempo, la
Afamada
se vio inmersa en un mar de disparos. Sus propios escudos colapsaron, miles de proyectiles atravesaron sus débiles defensas por innumerables puntos y sus baterías de lanzas infernales quedaron silenciadas, mientras el crucero de batalla se sacudía y temblaba ante la lluvia de impactos enemigos.

—No se detecta actividad en la
Afamada
—anunció un consultor con tono calmado pero tembloroso—. Su baliza de emergencia acaba de apagarse. Tripulación superviviente abandonando la nave.

Geary había estado en esa misma situación, deseando encontrar una cápsula de escape que todavía funcionase, corriendo por unos pasillos que hasta entonces le resultaban familiares, pero que cada vez le eran más ajenos debido a los daños sufridos, mientras el armamento enemigo seguía haciendo añicos la ya moribunda nave.

—Sobrecarga del núcleo activada. Contacto perdido.

En el visor podía contemplarse la maltrecha mole, que minutos antes había sido un crucero de batalla de la Alianza, alejarse dando vueltas, configurada para explotar y así impedir al enemigo sacar provecho de los restos, y de las cápsulas de escape, que contenían a la tripulación, mezcladas con las cápsulas de las naves síndicas destruidas.

No había tenido tiempo suficiente para salvar a la
Afamada
, por lo que la
Paladín
pasó a gran velocidad por debajo del crucero de batalla destrozado. Ejecutaron varias ráfagas de lanzas infernales, que impactaron en varias naves asesinas que intentaban escapar en aquel momento. Dos de ellas explotaron, y otra se desintegró ante la lluvia de proyectiles procedentes de la
Paladín
. Entonces, el acorazado de la Alianza se vio rodeado de cruceros ligeros síndicos, pero sus potentes baterías de lanzas infernales atravesaron los escudos de dos de ellas. Uno saltó por los aires, y el otro quedó destrozado.

Un segundo más tarde los escudos de la nave de la Alianza brillaban ante la lluvia de impactos procedentes de la flota enemiga, y se vio frente a frente con los cruceros pesados síndicos. El armamento de la
Paladín
partió por la mitad a uno de ellos mientras avanzaba directamente hacia una división de acorazados síndicos.

—La capitana Midea está mal de la cabeza, pero va a tener una buena muerte —dijo Desjani con voz sombría.

—¿Y tenía que arrastrar con ella a su nave y a su tripulación? —susurró Geary. Había tardado demasiado. Había tardado demasiado en relevar a Midea. Había tardado demasiado en descubrir cómo controlar a una oficial temeraria con el destino de una nave en sus manos.

—Escudos de la
Paladín
colapsando —anunció un consultor.

No era algo que no pudiese ver él mismo en su propio visor. Aquel combate solitario de la
Paladín
estaba teniendo lugar lo suficientemente lejos de la flota principal como para que la luz tardase unos cuantos segundos en alcanzar al
Intrépido
. En ese tiempo podían pasar muchas cosas.

La
Paladín
necesitó menos que ese tiempo para cargar directamente contra la división de acorazados síndicos contra la que se dirigía mientras se sacudía ante la lluvia de impactos procedentes de todas direcciones. Pese a todo, la nave aliada concentró sus disparos en un solo acorazado, al mismo tiempo que sus baterías de lanzas infernales desaparecían bajo las ráfagas enemigas. Cuando la
Paladín
y el acorazado síndico se sobrepasaron, la primera lanzó su proyector de campos de anulación contra los debilitados escudos de la nave enemiga, que colapsaron, por lo que el proyector penetró en la proa síndica y dejó un inmenso cráter.

Mientras la nave enemiga salía despedida de su formación, hecha trizas, la
Paladín
disparó sobre el resto del grupo mientras avanzaba bajo un alud de impactos. Uno tras otro, sus sistemas dejaron de funcionar y varias partes de su casco saltaron por los aires debido a los incesantes impactos de lanzas infernales, metralla y misiles enemigos.

Mientras la flota de Geary completaba su maniobra y enderezaba su curso para realizar otra pasada contra la flota síndica, los restos de la
Paladín
se desplazaban dando vueltas a través de la formación síndica. Sus únicos signos de vida eran las cápsulas de escape que todavía salían de ella.

—Las vengaremos —afirmó firmemente Geary mientras la flota de la Alianza avanzaba sobre la parte superior de la formación síndica. No obstante, en esa ocasión sus cálculos no fueron exactos, quizá debido a lo que había pasado con la
Afamada
y la
Paladín
, y los dos grupos se cruzaron en un campo de tiro de lanzas infernales más que extremo, sin que ninguno de los bandos consiguiese infligir un daño sensible a su oponente.

—Los machacaremos en la siguiente pasada —dijo Desjani con expresión sombría.

—Sí. —Geary suspiró profundamente y luego dio su siguiente orden—. A todas las formaciones, viren ciento diez grados en dirección ascendente, cero un grados a babor en cinco siete.

Con aquella maniobra de viraje, las formaciones volverían a invertirse, ya que ambas dieron la vuelta en dirección a su oponente formando una «S» continua. El comandante síndico debió de advertir que no obtendría una posición de disparo adecuada a menos que modificase el patrón de movimientos, pero los síndicos no iban a perder el contacto mientras creyesen que tenían una oportunidad de dañar seriamente la flota de la Alianza. Pero en realidad nunca la habían tenido. Tan solo luchaban por cabezonería, demostrando un erróneo sentido de la valentía y determinación. En esa batalla los síndicos habían sufrido más que la Alianza, incluso si se tenían en cuenta las pérdidas de la
Afamada
y la
Paladín
. Cuando finalmente decidiesen escapar, estarían en tan mal estado que las naves capitales no tendrían ninguna oportunidad.

—¡Señor, detectada actividad en la puerta hipernética!

Aparecieron varios avisos en el visor de Geary. Sus ojos se desplazaron hasta la puerta al mismo tiempo que el consultor pronunciaba con voz temblorosa aquel anuncio.

—Detectando naves enemigas saliendo por la puerta hipernética. Veinte naves de caza asesinas y subiendo. Veintiocho naves de caza asesinas y doce cruceros ligeros, y subiendo. Cuarenta y dos naves de caza asesinas, veintiséis cruceros ligeros y ocho cruceros pesados, y subiendo. Sesenta y nueve naves de caza asesinas, treinta y un cruceros ligeros y diecinueve cruceros pesados.

Geary vio aquella locura de símbolos multiplicarse en la pantalla que mostraba la puerta hipernética mientras intentaba ocultar su consternación.

—Es un número notable de naves de apoyo —dijo Desjani en un tono de voz que a Geary le pareció demasiado tranquilo.

Aquello implicaba que aparecerían muchas naves de alto rango.

El visor y un consultor lo confirmaron poco después.

—Dieciséis cruceros de batalla, y subiendo. Veinte cruceros de batalla y doce acorazados, y subiendo. Veintitrés acorazados.

Geary se dio cuenta de que había dejado de respirar y cogió aire. Por lo menos el número de alertas en el visor había dejado de aumentar. Le llevó un buen rato leer la lista final de naves que conformaban la nueva fuerza síndica. Veintitrés acorazados, veinte cruceros de batalla, diecinueve cruceros pesados, treinta y un cruceros ligeros y ciento doce cazas de naves asesinas.

Su situación en aquel sistema había cambiado de complicada a más que difícil. A la flota de la Alianza solo le quedaban cuarenta y dos naves capitales: veinticinco acorazados y diecisiete cruceros de batalla. La batalla que estaban librando se había cobrado tres acorazados y cuatro cruceros de batalla síndicos, pero incluso contando aquello, el número total de naves capitales enemigas en el sistema Lakota había subido hasta cuarenta y cuatro acorazados y treinta y cuatro cruceros de batalla, la mayoría de ellos frescos y seguramente con las reservas de munición al máximo. Por su parte, las naves de la Alianza habían gastado gran parte de los misiles y de la metralla que les quedaba. Además, se veía superada en una proporción de casi dos a uno, y no importaba lo que los demás pudiesen pensar, porque Geary no creía que el espíritu combativo superior de la Alianza pudiese compensar aquella diferencia en la capacidad de disparo.

Capítulo 10

—Debe de ser la flota síndica principal —dijo Desjani, en tensión—. Su fuerza de ataque más importante. Es imposible que los síndicos de este sistema hayan pedido refuerzos y hayan aparecido tan pronto, por lo que seguramente ya se dirigían aquí por alguna otra razón.

—Qué suerte —dijo Geary entre dientes. La puerta hipernética estaba en aquel momento a casi cinco horas luz de distancia, por lo que la flotilla que acababan de ver llegar había aparecido hacía cinco horas. No obstante, el enemigo había visto la flota de la Alianza en cuanto llegaron, por lo que habían gozado ya de ese tiempo para analizar la situación y trazar un plan—. Tenemos que acabar con la flotilla con la que estamos luchando. Después podremos...

—Naves enemigas alejándose —anunció un consultor, contrariado.

—¡Qué hijos de puta! —Estaba claro, la flotilla síndica con la que estaban peleando, en lugar de maniobrar para enfrentarse en una nueva pasada, avanzaba en dirección contraria, acelerando a más de una décima de velocidad luz para ampliar distancias con la flota de la Alianza lo más rápido posible—. En lugar de acercarse, se distancia de nosotros. Están rompiendo el contacto.

Además de la luz, desde la puerta hipernética habían llegado nuevas órdenes para los síndicos con los que se estaban enfrentando. Cuanto más veía alejarse la flotilla enemiga, más seguro estaba de ello.

—Cobardes —gruñó Desjani. Luego sacudió la cabeza—. Les han ordenado que esperen hasta que la flotilla grande se acerque lo suficiente a nosotros.

—Sí. —Geary analizó la flota de la Alianza, y a las síndicas, y luego su nivel de combustible—. No tenemos suficientes células como para alcanzarlos sin quedarnos en niveles críticos.

—¡Salta a Branwyn! —dijo de repente Rione casi gritando, como si no entendiese por qué nadie lo había dicho todavía—. ¡Sigamos adelante, hacia el punto de salto, y vayamos a Branwyn! ¡Les hemos hecho más daño del que ellos nos han hecho a nosotros, así que ya no es deshonroso abandonar el campo de batalla!

Desjani sacudió la cabeza.

Geary miró a Rione.

—No podemos. La flotilla que se está alejando de nosotros se mantendrá a la suficiente distancia como para cargar si avanzamos hacia el punto de salto. Si lo hacemos, tendremos que disminuir la velocidad para atravesar el campo de minas que han dejado a la entrada. Entonces esperarán a que reduzcamos al máximo para rodearnos, y nos pulverizarán.

—Seríamos blancos fáciles —añadió Desjani con voz tensa.

—¿No podemos hacer nada para evitarlos? —preguntó Rione.

Entonces fue Geary quien negó con la cabeza.

—Ellos no tienen naves auxiliares que entorpezcan su paso, y pueden dejar las naves dañadas atrás cuando carguen contra nosotros, por lo que no podemos enfrentarnos a ellos. Incluso aunque no tuviésemos que preocuparnos por las auxiliares, tendríamos que seguir teniendo en cuenta las naves dañadas. —Señaló a la pantalla—. Los síndicos con los que hemos estado luchando intentarán evitar que usemos el punto de salto a Branwyn, o en todo caso nos harán bastante daño si lo intentamos. Mientras tanto, la nueva flotilla que acaba de llegar avanzará hacia nosotros, sabiendo que no podremos escapar a través del punto más cercano sin sufrir pérdidas importantes. En cuanto la nueva flotilla esté suficientemente cerca, nos atacarán las dos a la vez.

Desjani asintió con la cabeza, con una expresión desalentadora.

—¿Me está diciendo entonces que lo que va a hacer es quedarse quieto, esperando? —preguntó Rione, incrédula.

—No si puedo evitarlo. —Se acomodó en el asiento, intentando pensar. Una cosa estaba clara: tenía que establecer un nuevo rumbo—. A todas las unidades, alteren su curso veinte grados en dirección ascendente, diez grados a estribor en cuatro tres.

Y ahora, ¿qué? Los superaban en número por bastante, y la situación no iba a mejorar. Había una posibilidad, una pequeñísima posibilidad, si se le ocurría algo brillante para salir de la situación. Era imposible hacerlo sin perder la mayor parte de las naves. Las que sobreviviesen a aquello no tendrían ninguna oportunidad de alcanzar el espacio de la Alianza y al final también se perderían. Una victoria en aquel momento requería el sacrificio de la flota, y al final lo único que conseguirían es detener otra vez la guerra durante un tiempo. Tanto la Alianza como los síndicos se verían obligados a detener la ofensiva mientras reconstruyesen sus flotas, y después volverían de nuevo, seguirían con aquella guerra aparentemente interminable. Por lo menos hasta que los gobiernos de los Mundos Síndicos y de la Alianza colapsasen y los asentamientos humanos se viesen abocados a la anarquía militar.

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