—¡Capitán Geary! ¡La flota ha alcanzado el punto de salto!
Los últimos momentos de la
Atrevida
lo desgarraron por dentro. Intentó no fijarse en los restos del combate que parecían cubrir todo el espacio; en los misiles síndicos que alcanzaban a las últimas unidades de la formación de la Alianza; en las naves afectadas que intentaban seguir a sus compañeros de flota; o en los restos de los enemigos que habían liderado el ataque contra la flota de la Alianza a la salida del punto de salto y que se alejaban, estremeciéndose.
—A todas las unidades, salten.
Las estrellas se desvanecieron. El espacio negro que había entre ellas desapareció. Los últimos gritos de agonía de la
Audaz
, la
Atrevida
y la
Infatigable
también se apagaron. Y lo mismo sucedió con los restos de la
Paladín
y con los escombros que habían quedado de la
Afamada
, más o menos a la misma distancia. La puerta hipernética dejó de estar a la vista, y las flotillas síndicas con ella. Un momento antes habían estado rodeados de los restos de un combate desesperado, pero en ese instante solo los envolvía la nada gris e infinita, el silencio, y las errantes luces del espacio de salto.
Nunca había saltado escapando de una batalla. Nunca se había imaginado luchando literalmente en la entrada de un punto de salto. Geary notó que le latía el corazón, y que su aliento se escuchaba alto y claro sobre el silencio que reinaba en el puente del
Intrépido
. Todo el mundo permanecía sentado, conmocionado por la brusquedad de aquella transición desde el combate encarnizado a la quietud absoluta. Cerró los ojos, intentando lidiar con la realidad, con lo que había sucedido. Había perdido tres acorazados más. Cuatro acorazados y un crucero de batalla en total. Dos cruceros pesados. Varios cruceros ligeros y destructores. Docenas de naves habían sufrido un daño considerable. La mayoría de la flota síndica que quedaba le pisaba los talones, y además superaban por mucho en número a los supervivientes de la Alianza. Los síndicos tardarían un poco en reorganizarse y acabar finalmente con la
Atrevida
, la
Audaz
y la
Infatigable
. Pero no podían tocar la flota de la Alianza en el espacio de salto. Ni siquiera podían verla, puesto que en aquel lugar era como si cada grupo de naves ocupase su propia realidad gris.
Pese a todo, la flota de la Alianza acabaría saliendo por el punto de Ixion, con los síndicos tras ella.
Geary se levantó y se sintió de repente como si hubiese pasado un número incontable de días sentado en aquel asiento de comandante. Miró a la capitana Desjani, que le devolvió la mirada con expresión sombría. Tenía que decir algo.
—Gracias, capitana. El
Intrépido
ha hecho un gran trabajo. Por favor, compruebe el estado de la nave y de su tripulación.
Miró a su alrededor y vio a los consultores observándolo como si fuesen a ahogarse y él fuese una especie de salvavidas.
—Bien hecho.
Iba a irse, pero un joven teniente tomó la palabra, desesperado.
—¿Qué vamos a hacer, señor? En Ixion, me refiero.
Ojalá lo supiese.
—Veré cuáles son las opciones. —Intentó con todas sus fuerzas parecer convencido—. Todavía no nos han derrotado.
Técnicamente, era cierto.
Asintieron con la cabeza y parecieron reconfortados mientras Geary abandonaba el puente de mando, con Rione siguiendo sus pasos, en silencio.
El gris ceniza del espacio de salto parecía haberse adueñado de su alma. Geary se sentó en su camarote y se recostó en un asiento, recreando en su interior las imágenes de las naves muriendo.
—Ha sido un día bastante completo —dijo Rione con tono severo. Se había sentado cerca de él. En aquel momento tenía una cara distinta, como si después de aquello hubiese envejecido una década, o incluso dos—. Vamos, tienes que superarlo. Tenemos que prepararnos para lo que nos espera en Ixion.
—¿Ixion? —A Geary no le importó en absoluto echarse a reír en aquel momento—. ¿Qué se supone que debo hacer en Ixion?
—No lo sé, no soy el comandante de la flota, pero si no haces nada, tú tampoco lo serás durante mucho más tiempo.
—Si con eso te refieres al hecho de que la destrucción de la flota en este sistema parece inevitable...
—¡No! —Se llevó las manos al pecho—. Claro que no me refiero a eso. Estamos inmersos en graves problemas, pero yo no puedo ayudarte porque no sé cómo comandar una flota. Sin embargo tu preocupación no deberían ser solamente los síndicos —afirmó Rione—. Tu destino, tu posición, está unida a la suerte y al estado de esta flota, y ahora mismo está malherida, por lo que tú también lo estás. ¿Qué le sucede al ciervo herido, John Geary?
La visión que le traía a la mente no era nada agradable, pero aquellas palabras eran ciertas.
—Que se vuelve un objetivo atractivo para los lobos, que lo acecharán, lo atacarán y acabarán matándolo.
—Conoces a algunos de los lobos de esta flota, pero no a todos. Han fijado sus ojos en ti desde que llegaste, buscando tu punto débil, intentando ponerte la zancadilla. Pero tú seguiste cosechando victorias, teniendo razón, por lo que no pudieron conseguir suficientes seguidores. No obstante, ahora hay sangre en el agua, y en cuanto tengan una oportunidad, lo lanzarán sobre ti.
—Estás mezclando presas con depredadores metafóricos —dijo Geary con acritud.
—El resultado es el mismo, sea cual sea la naturaleza del depredador. Tus enemigos obrarán contra ti a la primera oportunidad que tengan después de llegar a Ixion, y a la vista de lo sucedido en Lakota, no obtendrás demasiado apoyo de los desilusionados y los asustados.
Consiguió recomponerse lo suficiente como para mirarla a la cara.
—Si pretendes inspirarme y animarme con este discursito, déjame que te diga que tus habilidades de motivación no están dando demasiado resultado.
Ella lo miró a los ojos.
—¿Crees que vas a ser el único blanco? Saben que soy tu aliada y tu amante. Tus oponentes, por lo menos algunos, saben que mi marido sigue vivo, capturado. Sí, estoy segura de que lo saben. Han estado guardándoselo para utilizarlo cuando más daño puedan hacerte, y lo utilizarán en Ixion, cuando tu amante esté expuesta, como una zorra oportunista sin honor, y tú tendrás que compartir la deshonra conmigo. Te verás obligado a defenderme, o a rechazarme y abandonarme. No todos los disparos que utilizarán para herirte irán dirigidos a tu persona.
No se le ocurrió nada que responder, y al final lo único que pudo decir fue:
—Lo siento.
—¿Y debería estar agradecida de que lo sientas? —Le espetó Rione. Luego se levantó, dio la vuelta y echó a caminar, enfadada—. No necesito que me defiendas. Fui yo quien decidió venir a ti. La deshonra es solo mía.
—Saldré en tu defensa.
—¡Ahórrate la caballerosidad! —Lo señaló con uno de sus dedos, iracunda—. ¡Defiende a tu flota! ¡Te necesita! Yo no puedo salvarla. Puedo decirle a todo hombre y a toda mujer de la tripulación cuánto te admiro y respeto. Puedo decirles lo honorable que es para la Alianza su servicio y su sacrificio. ¡Pero no puedo comandarlos! No sé cómo hacerlo. Y tampoco tus aliados. Sé que esperas que el capitán Duellos asuma el mando, pero estará en una posición mucho peor que la tuya, y acabará por caer.
La ira de Geary iba también en aumento.
—¿Es que soy indispensable? ¿Es lo que me estás diciendo? ¿Qué pasa, que soy el único que puede comandar la flota? ¡Desde el primer momento en que intercambiamos palabras, me has dicho que ni siquiera debería pasárseme por la cabeza pensar eso! Que si lo hago, estaría condenando la flota, a mí mismo, y a la Alianza. Y lo creas o no, Victoria Rione, escucho lo que me dices y lo tengo muy en consideración. Yo no soy Black Jack.
—Sí, sí que lo eres. —Rione se acercó y le cogió la cabeza entre las manos, para poder mirarlo directamente a los ojos—. Tú eres Black Jack, el mismo. No el mito, sino la persona que puede salvar a la flota y a la Alianza; la única que puede hacerlo. Durante mucho tiempo no lo creí así. No creí en el mito. Quizá no lo seas, pero tu leyenda te permite inspirar a los demás y ejercer de líder. Hasta ahora no te has aprovechado de ello. Y lo que es casi tan importante, has traído contigo conocimientos del pasado sobre cómo luchar, con los que has conseguido salvar la flota en muchas ocasiones y dejar a los síndicos malheridos. Y puedes volver a hacerlo, porque muchos creen que eres Black Jack, porque has hecho muchas cosas que solo él podría hacer.
—Yo no puedo...
—¡Debes hacerlo! —Dio un paso hacia atrás—. No nos entendemos. Hemos compartido cama, nuestras pieles han estado una sobre la otra, pero nuestras almas siguen separadas. Necesitas que te lo diga alguien a quien creas, alguien que pueda hablarte en términos que te resulten familiares como oficial de la flota.
La ira desapareció, y en su lugar apareció el hastío.
—Unas palabras no van a cambiar la situación, y no importa quién las pronuncie. —Las palabras no iban a mudar el estado de la flota, ni a mitigar las pérdidas, ni el daño sufrido en Lakota, ni tampoco iba a cambiar el tamaño de la fuerza síndica que los perseguía.
—Ya veremos.
Rione se marchó, y tan solo el mecanismo de cierre automático de la compuerta evitó que se fuese dando un portazo.
Algún tiempo después sonó la alarma de la escotilla, lo cual significaba que no era Rione que regresaba dispuesta a sermonearlo de nuevo, puesto que podría haber accedido sin más.
—Entre.
—¿Capitán Geary, señor? —La capitana Desjani se quedó en la entrada, evidenciando su incertidumbre ante la situación.
Geary se enderezó un poco sobre su asiento y se arregló ligeramente el uniforme.
—Disculpe, capitana Desjani. —Debía decir algo más—. ¿Qué la trae por aquí?
—¿Puedo... puedo sentarme, señor?
Nunca antes le había preguntado aquello. No era una visita de rutina. Bueno, debería haberlo sabido.
—Claro, relájese. —
Pregúntale sobre la nave, estúpido
—. ¿Cómo está el
Intrépido
?
Desjani tomó asiento pero, obviamente, no se relajó.
—Volvemos a tener operativas todas las lanzas infernales; tenemos solo para otra ráfaga de metralla parcial en los almacenes, y no nos quedan misiles espectro. Además, no habremos arreglado los daños sufridos en el casco para cuando lleguemos a Ixion, pero haremos lo suficiente como para poder luchar. —Hizo una pausa—. Hemos perdido diecisiete personas de servicio, y además tenemos veintiséis heridos, por lo que estarán de baja una temporada.
Diecisiete muertos. Se preguntó a cuántos de ellos podría haber reconocido. Seguramente a la mayoría.
—Estaré presente en los oficios. Avíseme cuando se celebren.
Los funerales no podrían realizarse hasta que llegasen a Ixion, puesto que los restos no podían consignarse en el espacio de salto.
—Por supuesto, señor. —Desjani apartó la mirada de Geary un momento, y luego habló con rapidez—: Señor, la copresidenta Rione me ha pedido que hable con usted. Dice que las pérdidas en Lakota le han afectado mucho y que podría hablarlo conmigo.
Perfecto. Como si quisiese que Desjani lo viese así de deprimido. ¿Por qué no dejaba Rione las cosas como estaban? O mejor dicho, ¿por qué no lo dejaba a él tranquilo con su depresión?
—Gracias, pero no creo que sea necesario.
Desjani volvió a mirarlo, recorriendo con velocidad su cara y su uniforme. Luego bajó la cabeza ligeramente.
—Señor, con todos los respetos, no es la impresión que da.
Podía haberse enfadado con ella, pero habría sido injusto, y seguramente demasiado problemático.
—Sí, tiene razón.
Desjani esperó sin decir nada, como asegurándose de que Geary había accedido a hablar con ella sobre el tema. Luego, de repente, tomó la palabra, nerviosa.
—Sé que ha sentido mucho las pérdidas, señor. Así es usted. Es una de las cosas que lo hacen un buen comandante. Pero también es de los que entiende la necesidad de seguir luchando. Lo he visto muchas veces. En realidad no necesita que ni yo ni otros se lo digan. Lo superará, encontrará un modo de actuar, y machacaremos a los síndicos de nuevo.
Tenía que decirlo.
—No lo hemos hecho esta vez.
Desjani frunció el ceño y sacudió la cabeza.
—Eso no es verdad, señor. Querían atraparnos y destruirnos, y no lo han conseguido. Queríamos salir de Lakota, y lo hemos hecho.
Aquellas palabras hicieron que Geary frunciese también el ceño. Tenía razón. Visto de ese modo, los síndicos habían salido derrotados, y la flota de la Alianza, al sobrevivir y escapar, había salido airosa. No obstante...
—Gracias, pero... Tanya, hemos perdido muchas naves. Un crucero de batalla, cuatro acorazados...
—Lo sé, señor —lo interrumpió mientras hablaba—. Ojalá la victoria hubiese sido como las otras, casi sin pérdidas, pero no todos los combates pueden ser así, señor, sobre todo cuando nos enfrentamos a una situación como esta.
No debería necesitar que se lo dijese. Geary dejó que, por un momento, sus verdaderos sentimientos, el dolor y la angustia, aflorasen, y vio la reacción de Desjani.
—Confiaron en mí para llevarlos a casa, y ahora nunca llegarán.
—Señor. —Desjani se inclinó hacia adelante. Su cara brillaba con la misma intensidad que sus sentimientos—. No todos pueden volver de las batallas. Es algo que todos aprendimos hace tiempo. Muchos de nosotros perdimos amigos y camaradas en combate, igual que nuestros padres y madres, y sus padres y madres antes que ellos. Pero usted fue enviado para salvarnos. Lo sé, igual que la mayoría de los oficiales y las tripulaciones de esta flota. Las estrellas del firmamento le han asignado la misión de llevarnos a casa, y de salvar la Alianza, y eso significa que no puede fallar. Todos somos conscientes de ello. Pronto lo recordará, y hallará el modo de seguir adelante.
Aquellas creencias casi lo aterrorizaban, puesto que sabía lo falible que era, y no creía en absoluto que alguien como él estuviese cumpliendo una misión de un poder superior.
—Soy tan humano como tú, Tanya.
—¡Claro que lo es! ¡Las mismas estrellas del firmamento y nuestros antepasados lo fueron! ¡Es algo que todo el mundo sabe!
—Esta flota no me necesita, y la Alianza tampoco. Yo no...
—¡No es cierto señor! ¡Sí que lo necesitamos! —Desjani hablaba casi suplicando—. No sé lo que haría... lo que haría la flota si no estuviese aquí, ni qué sería de la Alianza sin usted. Volvió a nosotros en ese preciso instante por algo, porque si no hubiese estado en el sistema nativo síndico, esta flota habría sido totalmente destruida, y la Alianza estaría perdida. Lo seguimos porque creímos en usted, y nos ha demostrado una y otra vez, tanto por sus actos como por sus palabras, que es digno de nuestra confianza.