—Tenemos que evitar que los síndicos alcancen el resto de la flota antes de que lleguen al punto de salto —continuó Mosko—. Con «tenemos» me refiero a... a mi división. Ojalá pudiese encargase solo la
Atrevida
, pero en solitario nos resultaría imposible. Ahora bien, unida a la
Infatigable
y a la
Audaz
, podremos contenerlos.
Entonces se dio cuenta de lo que Mosko le estaba diciendo.
—No puedo ordenarles que hagan eso.
—Sí, sí que puede —respondió Mosko—, aunque sé lo difícil que le resultaría, y pese a ello tampoco es que sea algo nuevo para usted. Todos nosotros hemos crecido escuchando las historias sobre Grendel, orgullosos de poder hacer lo mismo si se presentase la ocasión. Esta es una de las tareas que se supone que los acorazados deben cumplir, capitán Geary. —Su tono sonó entonces casi como una disculpa—. Cuando es necesario, empleamos nuestra capacidad de ataque y nuestras defensas para proteger a las demás naves. Ya sabe, una leve esperanza. Nos ofrecemos voluntariamente, tanto mis naves como mis tripulaciones, ya que se supone que este es nuestro trabajo. Es lo que tenemos que hacer cuando llega el momento. No tiene que dar la orden, señor. Lo hacemos voluntariamente, con el espíritu
Black Jack
Geary, siguiendo su ejemplo.
Geary sabía lo que significaba la expresión «leve esperanza» porque la había leído en los textos que describían su defensa desesperada en Grendel, hace un siglo. La retaguardia sabía que no iba a sobrevivir, sabía que iba a sacrificase por el resto de la flota, y lo hacían para honrar su ejemplo.
Lo peor de todo es que eso mismo lo había hecho él en el pasado. Había tomado la misma decisión que Mosko estaba tomando en aquel instante, por lo que no iba a impedírselo. Necesitaba que los tres acorazados retrasasen la flota síndica, que le impidiesen abalanzarse sobre el resto de la flota de la Alianza y la hiciesen pedazos allí mismo, en Lakota.
De repente acudieron a su mente unas palabras, unas frases de aliento que había escuchado alguna vez, no demasiadas, en el pasado.
—Capitán Mosko, que las estrellas del firmamento los reciban a usted y a sus tripulaciones, y que resplandezcan tanto como su valor; que sus antepasados vean su gesta y los reciban con cariño; que sus nombres y sus acciones sean recordados y brillen en las mentes de las generaciones futuras. No caerán en el olvido, sino que serán recordados entre los más honorables y valerosos.
Mosko permaneció firme mientras Geary recitaba aquella antigua bendición en los prolegómenos de una batalla aparentemente imposible de ganar.
—Ojalá nuestras acciones sean dignas de nuestros antepasados —respondió Mosko—. Capitán Geary, cuando acabe con los síndicos, y por las estrellas del firmamento que sé que lo hará, asegúrese de que los supervivientes de estas naves sean liberados y se les trate como merecen. Lo veré algún día al otro lado. ¿Tiene algún mensaje?
—Sí. Si ve al espíritu del capitán Michael Geary, dígale que estoy haciéndolo lo mejor que puedo.
Su resobrino, que seguramente había muerto junto a su nave
Resistente
en el sistema natal síndico.
—Claro. Por favor, informe a mi familia de lo que me ha pasado cuando llegue con la flota a casa. —Realizó un saludo militar—. Por el honor de nuestros antepasados.
La ventana desapareció, y con ella la imagen de Mosko.
—¿Capitán? —Desjani lo observaba ignorando qué había sucedido.
Geary sacudió la cabeza, suspiró profundamente y señaló al visor, en el que se podía ver a la
Atrevida
, la
Infatigable
y la
Audaz
pivotar para dar la vuelta, y reducir velocidad.
—La Séptima División de Acorazados va a quedarse atrás para servir como retaguardia de contención —consiguió decir, finalmente—. Se han ofrecido voluntariamente.
Ella asintió con la cabeza, con cara de circunstancias.
—Claro.
En ese momento Geary supo que si el
Intrépido
se viese en la misma situación, Desjani no dudaría en hacer lo mismo. No lo haría gustosa, no se lanzaría a los brazos de la muerte como si fuese el camino hacia la salvación heroica. Lo haría porque sabía que los demás contaban con ella. En realidad, todo se limitaba a eso. Haz lo que tengas que hacer por aquellos que cuentan contigo o, por el contrario, defráudalos.
—Supongo —prosiguió Desjani—, que el capitán Mosko dejará que sus naves se queden atrás unos tres minutos luz con respecto al resto de la flota, y luego mantendrá allí la posición.
—Tres minutos luz —repitió Geary.
Rione se acercó y se puso a su lado. Luego se inclinó para hacerle una pregunta en voz baja.
—¿Es necesario?
—Sí.
Lo miró fijamente, y por primera vez pudo ver sin ningún tipo de obstáculos cuánto lamentaba Geary tener que tomar una decisión como aquella.
—¿Servirá para algo?
—Si hay algo que pueda salvarnos es su sacrificio.
Por sí solo, un acorazado poseía un increíble poder de ataque, además de poderosos escudos y defensas. Tres acorazados situados unos cerca de otros, formando un equipo, constituían una fuerza a tener en cuenta incluso para una flotilla tan numerosa como la síndica, que avanzaba a toda velocidad tras la estela de la flota de la Alianza.
El capitán Mosko retrasó a la
Infatigable
, la
Audaz
y la
Atrevida
y las orientó hacia la avalancha enemiga. Las tres naves se dispusieron en un triángulo vertical con la
Atrevida
en la punta superior, lo bastante cerca unas de otras como para protegerse mutuamente y atacar de forma combinada. Una vez que estuvieron suficientemente lejos, aceleraron de nuevo, intentando alcanzar la velocidad que llevaban los síndicos para obligarlos a entablar combate a una velocidad relativa baja y así, de paso, hacer que fuesen blancos más fáciles.
Claro que tampoco había forma de evitar que, del mismo modo, los tres acorazados de la Alianza fuesen objetivos fáciles para los síndicos.
En cuanto la primera oleada enemiga de cruceros ligeros y naves de caza asesinas entró en el área de disparo, los tres acorazados lanzaron todo el arsenal de misiles espectro y metralla que les quedaba. Muchas naves síndicas esquivaron el ataque virando hacia los lados, o hacia arriba o abajo, con el fin de evitar los impactos, y perdieron demasiado terreno como para poder alcanzar a la flota de la Alianza.
Unas veinte naves de caza asesinas y media docena de cruceros ligeros intentaron pasar a través de la Séptima División de Acorazados. En cuanto las primeras entraron en el área de disparo, las baterías de infernales llenaron el espacio de lanzas de partículas cargadas, que impactaron en las naves asesinas desde varios ángulos.
El espacio se iluminó mientras los disparos acertaban de lleno sobre los escudos y los hacían colapsar, para, posteriormente, destrozar las naves y a sus tripulantes. Algunas de las naves de caza asesinas y de los cruceros ligeros explotaron, dejando tras de sí una nube de gas y fragmentos de bolas; otras se convirtieron en trozos de naves que se esparcieron por el espacio caóticamente; y otras, simplemente, avanzaron en silencio, errantes, con los sistemas destrozados, como moles muertas dando vueltas por la potencia de los impactos.
Ninguna de las unidades ligeras síndicas consiguió pasar, pero justo detrás de estas estaban los cruceros pesados y los cruceros de batalla. Ninguno de los dos tipos de nave, por separado, constituía un problema para un acorazado, pero en superioridad numérica la cosa cambiaba.
Geary apretó los puños con rabia al ver, sin poder hacer nada, que el cuerpo principal síndico cargaba contra las naves de Mosko.
—Misiles espectro —dijo Desjani con voz clara.
Tenía razón. Podía hacer algo. Los sistemas de combate le confirmaron que la división de acorazados estaba todavía dentro del alcance de disparo, por lo que podía utilizar los misiles espectro que le quedaban a la flota.
—A todas las unidades, disparen todos los espectro contra las naves de combate síndicas situadas cerca de la
Audaz
, la
Atrevida
y la
Infatigable
. Repito, todos los misiles espectro.
Los misiles comenzaron a salir, atravesando el espacio en busca de sus objetivos. Luego aceleraron hacia el lugar donde luchaban los acorazados de la Alianza y las naves síndicas, e impactaron sobre ellas. Eran muy pocos misiles espectro como para hacerles daño, pero al menos conseguirían distraer a los perseguidores enemigos y aligerar la presión sobre los acorazados aliados, por poco que fuese. Un crucero pesado recibió suficientes impactos como para quedar fuera de combate, y algunos otros disparos llegaron a hacer blanco sobre varios cruceros de combate cuyos escudos habían sido debilitados previamente por las lanzas infernales arrojadas desde las tres naves de la Alianza. No obstante, todavía quedaban muchos otros cruceros pesados y cruceros de batalla enemigos, además de acorazados, que en aquel preciso instante estaban entrando en su campo de tiro.
La
Atrevida
se llevó la peor parte. Sus escudos brillaron ante la lluvia de impactos enemigos. Mientras, la
Audaz
eliminó otro crucero pesado, y luego disparó más ráfagas de misiles espectro contra otro crucero de batalla síndico. La
Infatigable
se tambaleaba bajo el fuego de una división completa de cruceros de batalla enemigos, pero incluso así pudo responder y alcanzar con un campo de anulación una de las naves cuando intentó sobrepasarla demasiado cerca.
Casi dolía físicamente ver que cada vez más naves síndicas machacaban sin descanso a los acorazados de la Alianza. Pero estaban cumpliendo con su misión. La parte delantera de la formación enemiga se había visto obligada a reducir la velocidad o a esquivar los ataques. Mientras tanto, la flota de la Alianza casi había llegado al punto de salto. Habían conseguido el tiempo que necesitaban a cambio de tres acorazados y de sus tripulaciones.
La formación de la Alianza llegó al punto de salto ligeramente escorada a un lado, y elevada sobre el eje, para poder superar el campo de minas síndico.
—A todas las unidades, reduzcan la velocidad hasta cero punto cuatro velocidad luz y sigan los movimientos del
Intrépido
—ordenó Geary.
Cada segundo era crítico, por lo que no quiso dar las órdenes precisas del curso que había que tomar, o tener que preocuparse de que todas las unidades mantuviesen su posición exacta en la formación.
El
Intrépido
pivotó, con la proa orientada hacia el enemigo y las unidades de propulsión principales trabajando al máximo para reducir la velocidad. A su alrededor, el resto de las naves de la flota hicieron lo mismo en mayor o menor tiempo, dependiendo del estado de sus sistemas.
Al mismo tiempo, los visores se actualizaron para mostrar a los síndicos avanzando hacia ellos, sobrepasando los restos de la Séptima División de Acorazados y acercándose cada vez más rápido mientras las naves de combate de la Alianza se veían forzadas a reducir su velocidad.
Desjani miraba con intensidad el visor, mientras su nave avanzaba sobre lo que supuestamente era la parte superior del campo de minas síndico, hacia uno de los laterales del punto de salto.
—Alteren el curso ciento ochenta grados en dirección descendente, cero cinco grados a babor, ahora —ordenó.
El
Intrépido
viró en la dirección indicada, como si se zambullese hacia el punto de salto. El resto de naves de la Alianza imitaron el movimiento, como una ola.
La fuerza síndica que habían dejado atrás, en Ixion, construida alrededor de cuatro acorazados y cuatro cruceros de batalla, eligió aquel preciso instante para aparecer y realizar una maniobra prefijada en dirección ascendente, por lo que ambas fuerzas se encontraron una justo sobre la otra.
Lo único que evitó que aquello no terminase en desastre fue el hecho de que los síndicos no esperaban encontrarse con la fuerza enemiga literalmente encima en cuanto llegasen a Lakota. A sus tripulaciones les llevó solo unos segundos darse cuenta de lo que estaba pasando. Acto seguido, activaron su armamento y dieron orden de abrir fuego, mientras las naves de la Alianza que los rodeaban descargaron una tormenta de disparos que destrozó las unidades más ligeras, y partió por la mitad a tres de los cuatro cruceros de batalla.
No obstante, los cuatro acorazados aguantaron la embestida, aunque sus escudos se debilitaron bajo la lluvia de impactos de la Alianza, y consiguieron responder desesperadamente mientas las naves pesadas de su formación se abalanzaban directamente sobre las naves auxiliares. Habían pasado muy pocos segundos desde que establecieron contacto, por lo que a la
Titán
, la
Hechicera
, la
Genio
y la
Trasgo
no les dio tiempo a evitarlos.
Pese a ello, la
Guerrera
, la
Orión
y la
Majestuosa
seguían allí, tan cerca de las auxiliares como les era posible. La
Orión
pareció acobardarse un instante después de avistar al enemigo, y la
Majestuosa
estaba ligeramente escorada, pero la
Guerrera
estaba situada justo entre los acorazados síndicos y las naves auxiliares. Mantuvo la posición, arrojando contra las naves enemigas las lanzas infernales que le quedaban desde las baterías que todavía estaban operativas, mientras estas respondían contra un único objetivo.
Si el combate hubiese durado más que unos segundos, la
Guerrera
hubiera estado perdida, pero los acorazados enemigos viraron, presas del pánico, intentando escapar. Dos de ellos fueron seriamente dañados por el fuego de la flota de la Alianza, y quedaron prácticamente inoperativos. La nave aliada, acribillada de nuevo por el fuego síndico, se mantuvo firme mientras las auxiliares escapaban en dirección al punto de salto con el resto de la flota.
En escasos momentos, la formación de la Alianza se había encontrado de frente con la nueva fuerza síndica, la había mermado, y avanzaba en dirección a la salida. Había sufrido todavía más daños, pero al mismo tiempo dejaba atrás a unos más que sorprendidos supervivientes síndicos.
Ya no quedaba mucho de la Séptima División de Acorazados. Las naves enemigas los habían alcanzado, y disparaban metódicamente contra la
Audaz
, la
Atrevida
y la
Infatigable
. A esta última solo le quedaba una batería de lanzas infernales, que seguía disparando. La
Audaz
se había convertido en una bola de escombros silenciosa que se alejaba lateralmente. La
Atrevida
recibió varias andanadas casi a la vez, y quedó hecha añicos cuando se produjeron dos grandes explosiones en la parte central y en la popa.