Punto crítico (43 page)

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Authors: Michael Crichton

Tags: #Tecno-Thriller

—¿Como cuáles?

—El avión se vio sometido a importantes cargas G —dijo Marder—. Podría tener daños estructurales. Cuando despeguen, puede pasar cualquier cosa. —Marder hizo un gesto displicente con la mano—. Esto no cambia nada.
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se emite entre las diez y las once de la noche del sábado. A primera hora de la tarde, yo comunicaré al consejo directivo que somos víctimas de una campaña pública de desprestigio y convocaré una reunión urgente para el domingo por la mañana. Hal no llegará a tiempo desde Hong Kong. Y sus amigos del consejo se olvidarán de él en cuanto oigan que hemos hecho un trato de dieciséis mil millones de dólares. Todos tienen acciones y saben lo que pasará con ellas en cuanto se anuncie la transacción. Soy el futuro presidente de esta compañía, y nadie puede hacer nada para impedirlo. Ni Hal Edgarton, ni mucho menos Casey Singleton.

—No sé —dijo Richman—. Creo que podría estar planeando algo. Es muy lista, John.

—No lo suficiente.

16:20 H
SALA DE BATALLA

Habían guardado las cámaras, retirado la gomaespuma blanca del techo y las cajas de empalmes para los equipos. Pero las negociaciones continuaban. Ed Fuller, el esmirriado responsable del Departamento Jurídico estaba allí. Por si se planteaba alguna duda de naturaleza técnica, también estaban presentes Teddy Rawley, el piloto, y dos mecánicos que trabajaban en las pruebas de vuelo.

Malone era la única que hablaba en representación de
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. Reardon se paseaba de un sitio a otro en el fondo de la sala, y sólo se detenía ocasionalmente para susurrar algo al oído de la productora. Su imponente presencia parecía haberse desvanecido junto con las luces de rodaje; ahora se lo veía cansado, nervioso e impaciente.

Malone comenzó diciendo que puesto que
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estaba haciendo un reportaje sobre el N-22, a la compañía le interesaba que filmaran la prueba de vuelo.

Casey respondió que no había ningún problema, puesto que las pruebas de vuelo se documentaban con docenas de videocámaras colocadas tanto dentro como fuera del avión. En consecuencia, los periodistas de
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podrían ver la prueba en los monitores de tierra. Luego podrían llevarse la cinta para su emisión.

No, dijo Malone. No les bastaba con eso. El equipo de
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tenía que estar dentro del avión.

Casey respondió que eso era imposible, que ningún fabricante de aviones había permitido nunca que una persona ajena a la empresa participara en la prueba de vuelo. De hecho, ya era toda una concesión que les dejara ver la cinta en tierra.

No era suficiente, repitió Malone.

Ed Fuller intervino para explicar que era una cuestión de responsabilidad legal. La Norton no podía permitir que una persona ajena a la compañía y no asegurada estuviera presente durante la prueba.

—Comprenderán que existe un riesgo potencial en toda prueba de vuelo. Es inevitable.

Malone dijo que
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correría el riesgo y que firmaría un descargo de responsabilidades legales.

Ed Fuller dijo que tendría que redactar dicho descargo, pero que los abogados de
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debían aprobarlo antes de firmar, y no había tiempo para eso.

Malone aseguró que podía conseguir la aprobación de los abogados del programa en una hora. En cualquier momento del día o de la noche.

Fuller aprovechó la coyuntura. Dijo que si la Norton permitía que
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presenciara la prueba de vuelo, debía asegurarse de que se daba un tratamiento objetivo a la noticia. Por lo tanto, la Norton debería aprobar el reportaje una vez editado. Malone arguyó que la ética profesional les impedía hacer algo así, y que además no había tiempo. Si la prueba de vuelo terminaba a mediodía, tendría que montar la cinta en la unidad móvil y transmitirla a Nueva York de inmediato.

Fuller dijo que seguía habiendo riesgos para la compañía. Quería que se diera una imagen objetiva de la prueba de vuelo. Discutieron una y otra vez los mismos puntos. Finalmente, Malone propuso conceder treinta segundos a un portavoz de Norton para que hiciera un comentario que no pasaría por la cabina de edición. El comentario se tomaría de la conferencia de prensa. Fuller pidió un minuto.

Pactaron en cuarenta segundos.

—Hay algo más —añadió Fuller—. Si les permitimos filmar la prueba de vuelo, no queremos que usen la cinta del incidente que han obtenido hoy.

—De eso nada —repuso Malone—. Esa cinta saldrá en antena.

—Ustedes han asegurado que consiguieron la cinta a través de un empleado de la Norton —dijo Fuller—. Eso no es cierto. Queremos que dejen clara su procedencia.

—Bueno, es cierto que nos la envió alguien que trabaja en la Norton.

—No —replicó Fuller—. No es cierto.

—Es una de las empresas subcontratadas.

—No lo es. Si quiere, puedo darle la definición legal de subcontrato.

—Es una cuestión sin mayor trascendencia…

—Ya hemos obtenido una declaración jurada de la recepcionista Christine Barron. No es empleada de Norton Aircraft. Ni siquiera es empleada de Video Imaging. Trabaja para una agencia de empleos temporales.

—¿Adónde quiere ir a parar?

—Queremos que se reflejen fielmente los hechos. Tendrán que dejar constancia de que consiguieron la cinta a través de una persona ajena a la compañía.

Malone se encogió de hombros.

—Como he dicho, esto no tiene mayor trascendencia.

—Entonces, ¿cuál es el problema?

Malone reflexionó un instante.

—De acuerdo —dijo.

Fuller le pasó una hoja de papel por encima de la mesa.

—Ésta es una declaración formal del acuerdo —explicó Fuller—. Fírmela, por favor.

Malone miró a Reardon, y éste se encogió de hombros.

La productora firmó.

—No entiendo el motivo de tanto papeleo —dijo. Hizo un amago de devolver el papel a Fuller, pero de repente se detuvo.

—Dos equipos en el avión durante la prueba de vuelo. Ése es el acuerdo, ¿verdad?

—No —respondió Fuller—. No hemos llegado a ningún acuerdo en ese punto. Verán la prueba desde tierra.

—No nos basta.

Casey dijo que el equipo de
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podría acceder a la zona de pruebas, filmar los preparativos, el despegue y el aterrizaje. Pero no podrían volar en el avión.

—Lo lamento, pero no es suficiente —dijo Malone.

Teddy Rawley carraspeó.

—Creo que no entiende la situación, señorita Malone —dijo—. Sus cámaras no podrían pasearse por el avión durante la prueba de vuelo. Toda persona a bordo debe estar asegurada al asiento con un arnés. Uno no puede levantarse ni para hacer pipí. Y es imposible llevar focos o baterías, porque éstas generan campos magnéticos que interferirían con nuestras lecturas.

—No necesitamos luces —aseguró Malone—. Podemos filmar con luz ambiente.

—Sigue sin entender —dijo Rawley—. Las cosas pueden ponerse bastante desagradables durante el vuelo.

—Por eso queremos estar allí —repuso Malone.

Ed Fuller se aclaró la garganta.

—Seré muy claro, señorita Malone —dijo—. Bajo ninguna circunstancia esta compañía permitirá que filmen la prueba a bordo del avión. No hay nada que discutir al respecto.

Malone tenía la cara crispada, tensa.

—Señorita —dijo Rawley—, tiene que comprender que existe una razón para que los aviones se prueben en el desierto. Encima de espacios grandes y deshabitados.

—Quiere decir que podría estrellarse.

—Quiero decir que no sabemos qué puede pasar. Créame, estará mucho mejor en tierra.

Malone negó con la cabeza.

—No. Debemos subir a bordo.

—Señorita, estaremos sometidos a cargas G y…

—Habrá treinta cámaras distribuidas por todo el avión —interrumpió Casey—. Cubrirán todos los ángulos posibles: cabina de mando, alas, cabina de pasajeros… Todo. Tendrá la exclusiva de la cinta. Nadie sabrá que ustedes no están filmando.

Malone le dirigió una mirada fulminante, pero Casey supo que por fin la había entendido. A ella sólo le preocupaban las imágenes.

—Quiero poner nuestras cámaras a bordo —dijo Malone.

—No —dijo Rawley.

—Tengo que poder decir que nuestras cámaras estaban a bordo —insistió Malone.

Finalmente, Casey propuso un acuerdo.
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podría acoplar dos cámaras en la zona del avión que prefirieran para filmar la prueba de vuelo. Verían las imágenes en directo desde dichas cámaras. Además, se les permitiría usar la película de las demás cámaras montadas en el interior del avión. Por último,
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podría hacer una toma de Reardon fuera del edificio 64, donde estaba situada la línea de montaje.

La Norton transportaría al equipo de
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a la región de Arizona donde se realizaría la prueba y lo traería de regreso a Los Ángeles por la tarde.

Malone devolvió el papel a Fuller.

—Trato hecho —dijo.

Reardon salió con Malone hacia el edificio 64, mirando el reloj con nerviosismo. Casey se quedó sola con Fuller y Rawley en la sala de batalla.

Fuller suspiró.

—Espero que hayamos tomado una buena decisión. —Se volvió hacia Casey—. He hecho lo que has pedido cuando has llamado desde la compañía de vídeo.

—Lo sé, Ed —dijo Casey—. Has estado genial.

—Pero he visto la cinta —dijo—. Es espantosa. Me temo que independientemente de lo que descubráis durante la prueba de vuelo, la gente sólo recordará esa filmación.

—Si llegan a verla —dijo Casey.

—Me temo que
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emitirá la cinta pase lo que pase —insistió Fuller.

—Yo creo que no —dijo Casey—. Cuando acabemos con esto, no la emitirán.

Fuller suspiró.

—Espero que tengas razón. Es una apuesta arriesgada.

—Sí —admitió ella—. Es una apuesta arriesgada.

—Será mejor que les digas que traigan ropa de abrigo —dijo Teddy—. Y tú también, nena. Otra cosa: he estado observando a esa mujer. Creo que tiene intenciones de subir al avión.

—Sí; es probable.

—Y tú también, ¿me equivoco? —preguntó Teddy.

—Puede que lo haga.

—Deberías pensártelo dos veces —aconsejó Teddy—. Ya has visto la grabación del registrador de acceso rápido, Casey. Ese avión superó el límite de cargas G en un ciento sesenta por ciento. El aparato no fue diseñado para tolerar las fuerzas a las que lo sometió el piloto. Y mañana yo haré lo mismo.

Casey se encogió de hombros.

—Doherty inspeccionó el fuselaje —dijo—. Se usaron rayos X y…

—Sí. Lo inspeccionó, pero no con meticulosidad. En condiciones normales, tardaríamos un mes en revisar el fuselaje antes de poner el avión en servicio. Haríamos radiografías de cada junta del avión. Y no las hemos hecho.

—¿Qué quieres decir?

—Quiero decir —respondió Teddy— que cuando someta al aparato a las mismas cargas G, cabe la posibilidad de que la estructura no lo resista.

—¿Quieres meterme miedo? —preguntó Casey.

—No. Es sólo una advertencia. Va en serio, Casey. En la práctica, puede pasar cualquier cosa.

16:55 H
FUERA DEL EDIFICIO 64

—Hasta el momento ninguna fábrica de aviones había permitido que la televisión filmara una prueba de vuelo. Pero tan importante es esta prueba para el futuro de Norton Aircraft, tan seguros están sus directivos de los resultados, que han accedido a que nuestro equipo filme la prueba. Así que hoy, por primera vez en la historia de la televisión, emitiremos imágenes reales de una prueba de vuelo, concretamente, las del avión de TransPacific accidentado, un N-22 de la compañía Norton. Los críticos dicen que es una trampa mortal. La compañía afirma que es seguro. La prueba de vuelo demostrará quién tiene razón.

Reardon hizo una pausa.

—Listo —dijo Jennifer.

—¿Necesitas un comentario para mañana?

—Sí —respondió Jennifer.

—¿Dónde se hará la prueba?

—En Yuma.

—Bien —dijo Marty.

De pie bajo el sol de la tarde, delante del edificio 64, miró a sus pies y dijo en voz baja y segura:

—Nos encontramos en la zona de pruebas de la compañía Norton, en Yuma, Arizona. Son las cinco de la mañana y el equipo de Norton ultima los preparativos para el despegue del N-22 de TransPacific. —Miró hacia arriba—. ¿A qué hora amanece en Yuma?

—Ni idea —dijo Jennifer—. Cubre todas las posibilidades.

—De acuerdo —dijo Reardon. Volvió a mirarse los pies y recitó—: En la tenue claridad de los minutos previos al amanecer, la tensión aumenta. En la oscuridad que precede al amanecer, la tensión aumenta. Mientras despuntan las primeras luces del amanecer, la tensión aumenta.

—Con eso bastará —dijo Jennifer.

—¿Cómo quieres que termine? —preguntó.

—Tendrás que cubrir los dos resultados posibles, Marty.

—¿Ganamos, o no?

—Cubre las dos posibilidades para asegurarnos.

Reardon volvió a mirarse los pies.

—Mientras el avión aterriza, la tripulación está radiante. Vemos caras felices a nuestro alrededor. El vuelo ha sido un éxito. Norton ha demostrado que tenía razón. Al menos por el momento. —Hizo una pausa y respiró hondo—. Mientras el avión aterriza, la tripulación permanece en silencio. La compañía Norton ha sido derrotada. No han conseguido acallar la feroz polémica sobre la seguridad del N-22. —Alzó la vista—. ¿Suficiente?

—Será mejor que digas lo de la polémica en cámara. Cerraremos con esa frase.

—Buena idea.

Marty siempre consideraba que era una buena idea que su imagen apareciera en antena. Irguió los hombros, levantó la mandíbula y miró a la cámara.

—La encarnizada polémica sobre el N-22 no se acallará. Aquí, en este edificio donde se fabrican los aviones, los obreros confían en que sus aeronaves son seguras, dignas de toda confianza. Pero los críticos del N-22 no están convencidos de que así sea. ¿Habrá otra carnicería en el cielo? El tiempo lo dirá. Les habla Marty Reardon, para
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, desde Burbank, California.

Parpadeó.

—¿Demasiado sensiblero? ¿Demasiado comercial?

—Excelente, Marty.

El reportero ya estaba quitándose el micrófono y desenganchando el receptor de radio del cinturón. Pellizcó la mejilla de Jennifer.

—Me largo de aquí —dijo, y corrió hacia el coche que lo esperaba.

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